No busques en la tienda un velo de tul negro.
Cepilla tus cabellos como cintas,
borda y alisa las flores de tu falda.
Eres aún la novia del marinero. No deberías llorar.
El buque avanzó a ciegas sobre una plataforma congelada.
El agua se hacía hilo, el motor reducía su velocidad,
mi cabeza, seca y entumecida,
se enredaba en los hilos vueltos cables de acero.
Yo soñé un nombre. "Antarctica".
Sin bordes ni bengalas ni salidas.
Me despedí en el sueño besándote la boca.
Ahora apoyo en mi pecho tu nombre de extranjera.
Porque la nieve se come los panes y las casas.
Estás tan lejos, inalcanzable y muda.
Los dos haciendo, en un lugar, cosas pequeñas.
Todas las cosas se salen de lugar en los confines.
Los témpanos, sin ojos,
reconfiguran la abstracción antártica.
Antártica es la flor aterida en tu muslo,
la cinta que sujeta la dicha a tus espaldas.
Mientras tanto los perros empujan los trineos.
Un hombre clasifica un puñado de liquen,
otro indaga y anota la conducta del viento,
otro inyecta morfina y evalúa
la podredumbre asilada en una pierna.
Revisan sus manuales,
se inclinan sobre lupas, mapas, estuches y vendas.
El buque cuelga inmóvil entre bloques de hielo.
No amputes todavía.
Eres aún la novia del analfabeto
que dibuja esta carta en el aire.
Clavo cinceles, picos y punzones
en la impasible pared
contra la que golpean y resbalan
los recuerdos.
La voluntad de un bloque es no ceder.
Ya no funciona la estación de radio.
Crujen las maderas y se oxidan los mástiles,
bajo una insoportable y lentísima presión.
Tendrás que imaginar
cómo se astillan los troncos oprimidos,
con qué ansiedad se espera una tormenta
que exaspere los bloques y extinga la parálisis.
Cómo salvamos latas de aceite para lámparas,
botellas de licor, botes y brújulas
(las tiernas evidencias del deseo).
La verticalidad es provisoria.
Cuando nada se mueva,
tendrás que imaginar lo improbable.
Cómo los perros miran, por ejemplo,
un naufragio polar.
Hago la espera,
como quien hace un barco.
En la alucinación alguien camina a mi lado.
Pero vuelvo a contar y cuento uno.
Cuento las nubes que pasan en la fotografía.
Pongo las nubes para que sucedan.
Un capitán promete regresar por sus hombres.
Te he prometido regresar.
Confío en las articulaciones
de un dedo bajo el guante.
El plan era avanzar entre dos mares.
Hubo cambio de plan.
La pena de este insomnio es solo mía.
Hago imágenes que ocupan el tiempo,
se posan en los hombros de la tierra
como si fueran pájaros.
Aquí la tierra ha perdido la cabeza,
las imágenes anidan en los pliegues
de un gigantesco y quieto torso helado.
Exhalo para perturbar la rigidez,
inhalo para disputar oxígeno.
En el delirio el blanco
se descompone en blancos sucesivos.
Me concentro en el tacto
de un blanco contingente y singular.
Intento asir tu rostro intermitente,
antes de que la nieve lo cubra
como a un casco,
le clausure los párpados,
lo entierre como a un breve animal.
Que tu amor no sea eterno ni sea inconmensurable,
porque esa es la inflexible gramática del hielo,
es la medida exacta del horror.
Mientras tanto el trineo deberá ser juguete.
Me abrazo al tibio pelaje de los perros
que sacrificaré sin temblar, con un solo disparo,
en la noche más larga de todas las noches de mi vida.
Esta noche es la tumba de mi risa, cualquier otra tumba será falsa.
"Shakespeare ha muerto", dirán, antes de masticarlo.
Era dulce y valiente y no sufría el martirio brutal de la palabra.
Nunca infligió a su especie el trauma de los juicios.
Antarctica fue sucia, comparada con su puro presente.
Pero su carne, dirán, vale muchísimo menos que la mía.
Así será el dictamen del tribunal del hambre
cuando se acabe la carne de las focas.
Y la hermosura de Antarctica será la de un silencio
dispuesto a devorar, sin distinción,
focas y flores, buques y cachorros,
las cabezas anónimas de una tripulación
extenuada.
Los inversores planifican la capitalización del testimonio.
El núcleo de la imagen es la huella,
la huella es un catálogo de sombras,
la anticipada captura de tu ausencia.
Te buscaré en tu modo de juntar las rodillas,
en un modesto remiendo de la tela,
en el tajo del viento en mis falanges.
Te buscaré en la textura del vestido
que estrenaste sin mí.
Quien dispara la cámara
quisiera apoderarse de un secreto.
No podría contártelo, porque no sé qué es.
Quien filma insiste en procurarle una forma,
tu forma que no puedo ajustar a una ley.
Huelo el hueco evasivo de tu nuca en la Isla Elefante.
Cuelgo una media agujereada en una cuerda,
que alguien exhumará después como un tesoro.
Mientras tanto
todo aquello que pese
será arrojado al agua.
Ha quedado tan poco
en estas coordenadas terminales.
Sella las cajas de fotos reveladas,
rescata placas de los cuartos sumergidos,
recorta y salva lo que verás en las postales.
Los archivos visuales son hijos de un trastorno
que documenta el pulso de lo vivo,
lo congela y difiere su desaparición.
Antarctica me ha dado sus espejos
a cambio de los signos de mi juventud.
Las ráfagas pulieron mi quijada,
adelgacé mi Biblia para andar ligero.
Mi determinación es dura como una roca,
no se aloja en un centro, su periferia es blanda,
su periferia es un derrame cerebral continuo.
Me interno en zonas no cartografiadas
para saciar mi enfermedad.
Soy un paciente de diagnóstico impreciso,
al que otros dan, como quien da un regalo, su paciencia.
En la estación ballenera me tocarán dos veces,
medirán asombrados mis últimos inviernos.
Preguntaré si la gran guerra ha terminado.
Cuatro imperios caerán, las cunas serán fosas,
se morirán todos los caballos.
Cada vez que me abraces estaré en otra parte.
No busques en la tienda camisones de seda.
Cómo pedirte que no llores aunque vuelva a casa.
Acercarse sin alcanzar el sitio.
Querer atravesar el sitio entero.
Perderse y obstinarse en respirar.
El sol se quema, mientras tanto, en tu pelo,
en las horas indómitas del sur.
Hermoso blog ..permiso ;)
ResponderEliminarBesos
la noche de mariel es la noche del tiempo detenido. hay que leer en voz alta su canción. esperar a que suene en otra parte, ahora.
ResponderEliminarmariel es hija del agua. vuelo y dolor.
su obstinada serenidad diurna la protege. al igual que sus perros y su manta. si la pienso está cerca.
hay quien sabe que el espacio no es más que una palabra indómita que debe traspasarse.
mariel lo sabe y canta su noche de fiebre y confianza.
pepe
Mariel consigue narrar la historia al margen de la filosofía de la historia. No montamos al héroe en caballo en esta perspectiva de periferia que nos aposta en el seno de la carne blanda (la carne no cristalizada por el brutal ejercicio de la disciplina). Hay un acento de épica que se derrumba bajo las manos heladas y sentimos que la voz nos coge las manos y nos calienta como amante ausente. ¿Es esto la lírica? Quizás no sea tan evidente.
ResponderEliminarMariel sabe que no puede el perro relatar el largo frío y el proceso de adelgazamiento de cuerpos, artefactos e imágenes fotográficas en la espera antártica. Lo sabe y su palabra es traición a ese silencio. Aparece,sin embargo, el perro (el bruto)como sustancia nutritiva del símbolo, carne abierta en contraste con el perfil geométrico de los hielos y la piel de grisalla de las imágenes. Los ojos del bruto son el calor y la proteína. El Pájaro come y se deja comer por la mirada que quiebra significados. Ahí juega la aporía de su estilo. Nos ofrece el catálogo de las huellas - ausencias, cintas, biblias deshojadas, roce de rodilla.... - como invitándonos a entrar en un museo que habita en una cajita de recuerdos olvidados o un libro enmohecido.
Poemas largos, anhelo de prosa. Me gusta la prosa del poema. Largos "prosemas", breves cartas de presentación. Supongo (no sé de la tecnología de los poetas) que son miles los versos y hay labor de poda. La poda es tarea poética (y hay discusiones sobre el modo).
Bueno, Pájaro, duende de la aguja hospitalaria y del hocico del lobo. Te has ido al polo y allí, sabes, nos encontramos. Chupando los morros a la dureza de las cosas. Hundidos en la ternura que oculta su cara en la asepsia siempre fingida.
Salud de invierno en el septentrión. Hoy vi la calle de hielo - la cencellada que simula nieve en la niebla- y me acordé, mientras tiraban de mis los perros invisibles, de tu épica antártica leída ayer.
Abrazos bicéfalos, con bufanda, para tu abanico.
Luis, L
Preciosa narración. Me gustó encontrarte y me gustó leerte y volveré por aquí a seguir haciéndolo...
ResponderEliminarUn saludo
mj
Pàjaro, mientras te leo quedo suspendida, con el aliento en hilos, esperando esa llegada, esa mano que tiembla entre el muslo y la flor aterida, entre el viento blanco y el pelaje de los cachorros. Ir avanzando en tus palabras como un buque en alta nieve, traes la blancura dentro de lo blanco, la tripulación tejiendo de hielo las esperas, Hurley con sus cámaras y su mirada atroz, me has llevado hasta allí, me has hecho alucinar, me has hecho esperar a un novio marinero. Magnífico es una palabra escasa para tu poema.Las fotografías, sublimes, oníricas....
ResponderEliminargracias por tanto
anamaría
El hundimiento polar me recorre al leer tu poema. Siento el naufragio del hombre contemporáneo en tu canto.
ResponderEliminarUn abrazo inmenso,
Tu poema plasma de manera preciosa el precio de ciertas obstinaciones. Esas obstinaciones que desde la objetividad de la observacion y la frialdad de la historia son juzgadas como hazañas.
ResponderEliminarDesde hace tiempo se me hace muy dificil juzgar la obra, expedicion o conquista prescindiendo del autor y sus motivaciones. Y en la mayoria de los casos me resisto a pensar en los protagonistas en terminos heroicos.
Siento que en el fondo de esas conquistas y hazañas no existe la entrega ni vocacion de servicio. La medida de la necesidad personal determina la distancia a caminar, la cumbre a escalar o el frio a soportar.
Siento que tus palabras muestran esa condicion. Esa sed que todo se bebe, todo lo justifica en nombre de un higher plan.
Sabes que te quiero.
Vani
la extensión helada, cuántas veces nos hemos internado en ese paisaje blanco, de nieve congelada, tan blanco como el reflejo del vacío de nuestro abismo, intentando saciar nuestras búsquedas. la paciente se aleja sola, viaje onírico, repetitivo, se interna en las zonas polares, es un fin del mundo, un silencio espectral donde encontramos pasos de un mundo que se destruyó.
ResponderEliminarluego volver a casa desde esa Antártida vivida es otro viaje interminable. el sitio nunca se alcanza…
Qué bien utilizado el relato del Endurance y su tripulación como marco a tu fondo. Me ha encantado el recurso y el buen uso que has hecho de él.
ResponderEliminarEnhorabuena :)