PÁJARO DE CHINA

domingo, 26 de abril de 2009

DICHAS Y DESDICHAS DEL AGUA

No importa el tema, porque los temas son pocos y son lo menos importante. Estaban todos en las tragedias griegas. La irrupción del "otro" que dinamita la estructura familiar disfuncional ya la había filmado, entre otros, Pasolini en Teorema. Lo que importa es el cómo.
Cuando Lala se corta el pelo en El Niño Pez, los mechones perdidos son una ofrenda y una transición formidable a golpe de tijeras: de princesa a asesina, por amor.
Cuando en plena huida recoge y carga su perro malherido, acariciándolo para que sobreviva, es una criminal que ejecuta un acto de inmensa ternura.
Si El Niño Pez es capaz de destilar esta potencia del deseo en la fuga, ¿por qué no me la da cuando le toca al goce, que se supone debería ser deseo desatado y atado a la alegría del tacto?
La escena de las dos mujeres en la bañera prohibida es ominosa y sombría. ¿Por qué no juegan, por qué no se ríen, por qué no se exploran a las carcajadas? Y las escenas del lago, que es el agua que les pertenece y donde todo les está permitido, me alejan con su estética sobrecargada y su photoshop cinematográfico gratuito. Y esa paloma, esa palomita blanca que uno pide por Dios que no aparezca volando ... Ay, ¿por qué tuvo que aparecer? No hacía falta tanta respuesta. Bastaba con una afirmación como la del final: "de ahora en más siguen solas" (y que uno se imagine cómo, que uno se imagine a solas esa otra película entera fuera de campo).

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