El jueves pasado Peter Zumthor recibió, en Buenos Aires, el Premio Pritzker de Arquitectura, el mismo que en 2007 y 2008 recibieran Jean Nouvel y Richard Rogers. Zumthor ha rechazado trabajar para grandes marcas, porque necesita creer en lo que hace. Su primer pensamiento cada vez que se enfrenta a un proyecto es el material con el que será construído. Muchos lo han definido como un minimalista, capaz de crear obras poéticas y atemporales de una sutileza exquisita y una elegancia soberana, nacidas del uso de escasos elementos para dar forma a una idea. Hay construcciones de Zumthor que no solo despiertan ideas, sino sensaciones primarias, ligadas a la serenidad que solo puede experimentarse en el útero materno o en el descanso posterior a una batalla. Del primer tipo de serenidad se ocupó espléndidamente Juan José Millás en la revista dominical del diario El País, hace un par de semanas, comentando una fotografía de las termas de Vals, en Suiza, diseñadas por Zumthor. Una serenidad semejante al reposo luego de la guerra me invadió al contemplar las imágenes de la capilla Bruder Klaus, construida por Zumthor en la zona rural de Wachendorf, Alemania. La capilla fue erigida a solicitud de un matrimonio de granjeros, Hermann Josef y Trudel Scheidtweiler, como tributo al santo Niklaus von der Flüe (conocido como "Hermano Klaus"), en acción de gracias por la belleza de su vida compartida. Se levantó con la ayuda de granjeros amigos de la comunidad de Wachendorf, bajo la dirección del maestro carpintero Markus Ressman. ¿Qué imaginó Zumthor?
Ingresar a la capilla es como entrar, con tierra en los zapatos y tras haber empujado un triángulo metálico, al negativo de un bosque incendiado, perforado a balazos de luz. Si las termas de Vals diseñadas por Zumthor nos retrotraen a la placidez de la flotación en el líquido amniótico, esto es semejante a un renacimiento. Se nos ensuciaron los pies, se incendió nuestro bosque y, aun así, conservamos la memoria de ese bosque y la naturaleza nos recuerda que estamos vivos, entregándonos el reflejo de la luz, el sonido del viento y el murmullo del agua. Pegando un ojo al orificio de cada balazo recibido, podemos ver todavía el paisaje que nos rodea. La Bruder Klaus Kapel es una metáfora de la supervivencia, un tributo a todos aquellos que hemos perdido lo que amábamos y una señal de que lo perdido sobrevive a la destrucción.
Imaginó una especie de tienda de campaña formada por 112 troncos de árboles del bosque de Bad Münstereifel, que los granjeros de la zona revisitieron diariamente con una capa de cemento, durante 24 días. Las 24 capas de cemento se elaboraron con gravas de río, agua, cemento blanco y arena. Con la técnica de los mineros, Zumthor ordenó incendiar el interior de la capilla, que ardió imprimiendo en el cemento los troncos de los árboles. Abrió un óculo en el techo y 350 perforaciones minúsculas en el cemento "tatuado" por los troncos consumidos por el fuego, para que se filtrara la luz y se escuchara la lluvia y el viento. Se diseñaron 350 "tapones" para las perforaciones, con la técnica del cristal soplado. Para construir el piso, se virtieron cuatro toneladas de latas recicladas, convertidas en una capa de estaño y plomo fundido. Se añadieron contenedores de tierra para velas, cuencos sagrados, un mueble de madera de tilo y una cabeza de bronce del Hermano Klaus, esculpida por el artista suizo Hans Josephsohn. En una de las 5 caras de la capilla, de volumen cambiante según el punto de perspectiva, se abrió una entrada triangular de metal, a la que se llega por un camino de tierra.
Ingresar a la capilla es como entrar, con tierra en los zapatos y tras haber empujado un triángulo metálico, al negativo de un bosque incendiado, perforado a balazos de luz. Si las termas de Vals diseñadas por Zumthor nos retrotraen a la placidez de la flotación en el líquido amniótico, esto es semejante a un renacimiento. Se nos ensuciaron los pies, se incendió nuestro bosque y, aun así, conservamos la memoria de ese bosque y la naturaleza nos recuerda que estamos vivos, entregándonos el reflejo de la luz, el sonido del viento y el murmullo del agua. Pegando un ojo al orificio de cada balazo recibido, podemos ver todavía el paisaje que nos rodea. La Bruder Klaus Kapel es una metáfora de la supervivencia, un tributo a todos aquellos que hemos perdido lo que amábamos y una señal de que lo perdido sobrevive a la destrucción.
No conocia la "Kapella"... sencillamente increible... me pongo a investigar un poquito al respecto.
ResponderEliminarSalud!