Artículos, ensayos y estadísticas. Bibliotecas pesquisadas, languidecientes o consumidas, por el uso, la desidia o el fuego. Historias clínicas, agendas personales y cuadernos de apuntes. Fotocopias. Expedientes judiciales, prontuarios policiales y archivos. Diarios y revistas. Enciclopedias, manuales y guías de turismo. Pizarras y carteles. Invitaciones a bodas y bautismos. Obituarios. Pilas y pilas de palabras para alfombrar las calles, tapizar las paredes y vendarse los ojos. Incontables palabras para anudar y convertir en soga, de trapecio o de ahorque. Toneladas de palabras vaciadas y vacías. Remolinos de palabras enloquecedoras y sordas, aplanadas y rígidas. Indiscernibles. Run-run de palabras. Música de fondo, radio descompuesta o tecla trabada en la pista de un disco. Quiero que avances hacia mí, entre la multitud, te acerques hasta mí, te aprietes contra mí y me tomes fuertemente de la nuca, apoyando tu palma en mi pelo. Quiero escuchar el aire tibio de tu respiración y sentir tu pecho contra el mío. No se lo digas a nadie. Lo quiero para mí. Sale de tu garganta para treparse a mi oído. Me pongo en puntas de pie para escucharlo. Para que no se me escape ni una letra. Es como si escalara la aguja más alta de una catedral y me inclinara para recibirlo. Es la ley del secreto. Se entrega y no se suelta, se custodia como un tesoro naufragado en el fondo del mar.
El resto es silencio. Herrumbre de palabras oxidadas. Alfabetos burocráticos y olvido. Recojo el secreto como un pájaro y me lo guardo dentro del corazón. No hay nadie. No podría haber alguien. La multitud es la definición perfecta de la soledad. Afuera todo se torna incomprensible. Calculado y confuso, planificado y desprovisto de sentido. Es la clave del secreto. Reinar sobre el entorno y reducir a cenizas su croquis y su código. Liquidar su potencia y erguirse como una torre de plata en el desierto. Ignorar cualquier ruta que no sea la suya. De tu boca a mi oído. No tiene traducción. El resto es nieve. Mapas en otras lenguas, ajenas e impasibles, súbitamente sometidas a su dominio.
Nadie sabrá lo que me dijiste. Resbalarán en hipótesis y se enredarán en conjeturas. Perderán el tiempo intentando decodificar el movimiento de tus labios y clavar con un alfiler en un papel estéril el mensaje que me pasó tu boca. Pero es mío. Aunque crean haberlo descubierto, no lo descubrirán. Si les digo que lo adivinaron, les estaré mintiendo. Es el don del secreto. Entregarme una llave que no pueden quitarme contra mi voluntad. Convertirse en pañuelo para mis lágrimas y desafiar la meteorología. Hacer que brille, que yo brille como si hubiera sido bendecida por tu roce profano y exquisito, de pie en el centro de una ciudad que gira y se enciende conmigo. Y para mí.
Qué hermoso. Has conseguido sacar de una película que me resultó bastante antipática -aunque reconozco que ese susurro al oído tenía su peso- una reflexión y una poesía que no esperaba.
ResponderEliminarPara mí el secreto es algo sagrado -le decía a alguien, hace muy poco, que ambas palabras tienen la misma raíz, "sacer", de donde derivan cosas tan aparentemente dispares como un sacerdote, un secreto, lo sagrado, lo execrable y la segregación. Cultivo mis secretos, guardo los de los demás con la entrega de quien cría a un animal, y considero que no hay amor sin secreto. Amar no es entregar los secretos incondicionalmente, sino respetar los secretos del otro. Saber que están y aun así amar. Pero es tan difícil encontrar eso.
un beso
Rubén, sí, es verdad, no había pensado en esa raíz del "secreto", guardar y expulsar ... Hermosa tu metáfora de quien guarda un secreto con la entrega de quien cría a un animal (Dios, ¿por qué me sonará más potente que "quien cría a un niño"? ¿será porque al animal después no podés pedirle nada, no podés pedirle que te cuide en la vejez, entonces la entrega es totalmente desinteresada en cualquier caso?). Y respetar los secretos del otro, no violar sus cartas privadas, no intentar desventrar su "caja negra", darle un espacio en el que pueda ser libre sin reprochárselo. Yo diría que uno también ama por eso, ama los secretos del otro, sus enigmas, sus misterios. Son necesarios. Abrazo fuerte.
ResponderEliminarY por la mitología de ese instante en el que la multitud se tornó soledad, el que susurra nos ata a cualquier tontería - "hace frío", "estás guapa", "tengo los pies machacados". Y nosotros, por amor al instante, ese instante que esperábamos desde hace tiempo, construimos un cofre, una cajita de música (en ocasiones especiales, un sarcófago) donde ubicamos el secreto, el gran secreto del difunto que en nuestro testamento donaremos al ser más querido. Y en el cofre, dirán, sólo polvo y, a lo sumo, un pétalo de rosa.
ResponderEliminarMaravilla de secretos y romanticismos!
(¿Dije ya bonito texto?)
Bicéfalo querido, adoro esa pluma embebida en ácido sulfúrico de la que emana tinta negra, negra. Besos con variopintos sarcófagos a cuestas.
ResponderEliminarQuerida Mariel:
ResponderEliminartu texto es infinitamente superior a la película. Me alineo con Rubén a la hora de confesar la antipatía visceral que ese film despertó en mí, y también me alineo con él en la admiración hacia tu texto.
El secreto es tantas cosas... quizá la mejor manera de conservarlo es tatuarlo en carne propia, en el centro desplazado de la invisiblidad, donde mora lo ínfimo, lo oculto, lo inconfesable maravilloso que nos define ante la ilusoria posteridad. El secreto también es un gesto que los demás no perciben pero que a nosotros nos permite leer, a bocajarro, el alma de otro, que se ofrece entonces sin mediaciones, sin hiatos que enmascaran o disimulan el tallo vivo del ser: el temblor de estar ahí, haciéndose ante nuestra mirada que descarna al revelar y hace sanar la herida, al lamerla.
Abrazos
Mariel, qué hermoso lo que nos entregas hoy... Sintetizas el vínculo mágico y, por supuesto, secreto, casi sin palabras (vaciadas, inútiles, ajenas), sino con alguna otra cosa con que nos vences los mundos que llamamos naturales. Sé que ese estado de entrega animal (no a un animal, sino el animal que hallamos cuando amamos) me acompañará todo el día, en forma de sonrisa secreta. Nadie lo reconocerá, pero cuando mi mirada se vaya hacia dentro estará ensoñando... Gracias, hermosa Mariel.
ResponderEliminarQue la señorita Scarlet es muy bella lo sabemos todos, pero siempre me quedare con tus líneas Mariel, como un dictado impoluto de mis pensamientos más difíciles de enhebrar (he de confesar que jamás aprendí a coser).
ResponderEliminarEl secreto... yo le tengo tanta fascinación! me baila en la oscuridad, en la luz, en las palabras, en los silencios, en una mirada, en la intuición... vaga por mis pasillos, por las paredes de una casa, cualquiera, por el color blanco y el violeta, por un beso, una lágrima.
No es el hecho de que fuera secreto, si no de que eso era tuyo, sólo de ti, y fue de otro cuando se exilió de tus labios. No cabe más exilio que ese, y quien corrompe la huida desterrando el secreto, no merece más que silencios de navaja. Y quizás sea eso lo que más duele, compartir, y ser desdeñado.
Jamás contaría ese secreto, ni como saben sus manos en el pelo, ni porque al final, se acaba por decir nada.
Ni ese ni otro.
Y sí Rubén, es tan difícil...
Stalker: Tatuarlo en carne propia, ¿cómo sabés que En Carne Propia es la novela que estaba leyendo mientras escribías esto? Ah, divinas sincronías. Búfalo que sabe ver al otro revelado en el secreto que te entrega y lamerle la herida con su lengua de búfalo para que sane ...
ResponderEliminarSusana: Vencer el mundo que llamamos "natural" es lo que estamos haciendo todos nosotros al sentarnos a escribir cada día, ¿no? Nos sentamos a profanarlo para ver que hay detrás. Besos perseverantes.
Portinari: El secreto se exilia de los labios y solo cabe un silencio de navajas para quien corrompe esa huida, desterrando el secreto que le fue revelado. Sé muy bien que jamás contarías un secreto, "ni como saben sus manos en el pelo". Besos secretos, shhhh, shhhhh.
Llego aquí desde la bitácora de Arturo Borra y me encuentro con estos fotogramas de "lost in traslation" que también me inspiraron un pequeño texto. No me extraña tu fascinación por el secreto que ya aparece en tu gusto por Kar Wai cuyo secreto contado a las estatuas anticipa éste de Sophia Coppola. Tienes razón nadie podrá robárselo.
ResponderEliminarLeonardo ... me trajiste a la memoria esa escena conmovedora de Kar Wai ... tenés razón, anticipa este secreto y es mucho más enigmática, porque son las estatuas las responsables de su custodia. Mil gracias por entrar a esta casa y dejarle tus palabras, no pude evitar entrar a la tuya de la mano de las escenas que narran lo que las palabras no podrían decir. Me temo que quedé felizmente condenada a volver cada día a Tajalápiz. Llamada Nocturna y Cotidiana todavía resuenan en mi cabeza y quiero recorrer lentamente todo el mapa de esa república ... Tajalápiz. Un abrazo.
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