Maneja a sus empleados con la dosis calculadamente exacta de autoridad y afinidad cómplice. En la oficina la reconocen por su perfume. No se le escapa ningún detalle de la empresa. La nueva tecnología la ayuda a estar en contacto permanente con su trabajo. Asiste puntualmente a los innumerables happenings de sus retoños, celosamente educados en colegios de alta cuota. Su marido es también un profesional exitoso. Una vez al año esquían y otra vez, descansan en la playa. Los fines de semana parten al country. Cambian de auto y de ropa como lo exige el círculo social al que frecuentan y comparten las salidas de ese círculo social. Un poco de ópera en el Colón, la película recomendada de la semana. La casa podría salir publicada en una revista de decoración. Ella hasta se hace tiempo para sorprender con algunas delicias gourmet. Suele deslumbrar en los eventos con modelos importados de alta costura. Tiene una sonrisa reluciente, costosamente mantenida por su odontólogo, y una silueta impecable, mantenida a base de una constante disciplina de pilates. Ultimamente se ha entregado al yoga y ciertas terapias alternativas, para encontrarse mejor consigo misma y por si se olvida de encontrarse. Se relaja sumergiéndose en baños de sales aromáticas. Tiene sexo con su marido todas las semanas, con el DIU correctamente colocado y experimentando disfrutables orgasmos. Se han perdonado, como corresponde entre gente civilizada y para evitar escándalos, algunas infidelidades mutuas. Cuando él acaba y ella acaba también, se pone su camisón de seda, se duerme y tiene fantasías sexuales desbocadas con el cadete de la oficina. Intenta olvidarlas al amanecer, mientras lee los diarios y prepara el desayuno con cereales y leche fortificada.
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