Si no fuera para llorar, sería para partirse de risa. Antes de que yo naciera (es decir, hace muchísimo tiempo), había una telenovela llamada "El amor tiene cara de mujer". Bueno, acá llegó Don Carlos para mostrarle a su pequeña tribu de desharrapados la cara humana del capitalismo, es decir, la suya. Adviértase la primera toma de esta esperpéntica pero reveladora publicidad: el cálculo a puertas cerradas entre los "blancos" de camisa impoluta recién bañados, que lapicera y planillas en mano y computadora a la vista, deciden "blanquear" a ocho morochos apretando una tecla. Dos de los "blancos" son lacayos a sueldo de Don Carlos y harán, a no dudarlo, lo que Don Carlos les pida. Son la imprescindible segunda línea que lava la ropa rucia y permite que la institución funcione. Al "Tito" hace seis años que no le hacen los aportes. A los otros (que no tienen nombre ni cuerpo ni historia, porque son meros números y están englobados y desaparecidos en el aséptico "¿cuántos son?") no sabemos cuánto tiempo hace que Don Carlos los tiene laburando de invisibles. Adviértase el perverso suspenso hitchcockiano de Don Carlos, que convoca a la tribu para darle, demorándose, el anuncio. Adviértanse los rostros curtidos, desdentados y prematuramente envejecidos de los congregados, que bien podrían integrar un casting lombrosiano, y sus miradas azoradas y anhelantes. Están temblando. Falta que la cámara nos muestre los charcos de pis en el piso de la fábrica. Piensan que los despiden o les bajan el sueldo. Es como si Don Carlos hubiera aparecido con una guillotina, listo para sortear penas de muerte. Por supuesto no esperan un aumento de sueldo, es decir, un milagro. Están preparados, aunque uno nunca está del todo preparado, para lo peor. Pero no. Don Carlos ha venido a anunciarles, cual Mesías de reloj y alianza reluciente y dentadura completa, que hace minutos están "en blanco". Ya estaban en blanco cuando Don Carlos entró, pero de espanto. Una gema del comercial: la canchereada del patrón que, cual émulo de Pepe Argento y ¿en un homenaje al Mercosur?, afirma con una sonrisita de coté que, desde ahora, "tudo bom, tudo legal" (¿?). Ay, además habla portugués. ¿Veraneará en Florianópolis? No alcanzo a distinguir si debajo de la camisa Don Carlos lleva un rosario o una cadena de oro. No importa; a estos efectos, ambos abalorios son equivalentes. Pero sí distingo perfectamente, y hasta creo oír, los suspiros de alivio de los congregados, como quien escucha una sentencia favorable o abre aterrorizado un sobre y lee: "es benigno". Los congregados estallan en aplausos (estallar de furia no es una alternativa) y algunos hasta aprietan los puños y festejan como si su equipo hubiera ganado el campeonato. Especialmente uno que lo pasa a Don Carlos largamente en edad y a quién vaya a saber cuántos años Don Carlos lo tuvo en morocho. Claro, todo fue "para salvar el boliche". Una epopeya la de Don Carlos, mire. Un gesto heroico. Tener a ocho (sí, ocho) trabajadores en negro para no cerrar la fábrica. Solo ocho. O sea, flor de rata, Don Carlos, o flor de verso les está contando, porque dudo que guardándose los aportes de ocho miembros de lo que se aprecia como una numerosa tribu, Don Carlos haya contribuido a poner a salvo su emprendimiento. Todos celebran que Don Carlos finalmente cumpla con sus obligaciones y falta que se arrodillen y le besen la punta de los zapatos. Así estamos. Agradeciendo pertenecer a un sistema que en el mejor de los casos nos lima la cabeza y en el peor nos martiriza el cuerpo. Dice Don Carlos: "Estamos contentos". Que Don Carlos se prepare para el día en que dejemos de estarlo. Quiero vivir para ver ese día.
¡Inteligente e irónico, Mariel, como siempre!
ResponderEliminar¿Qué decir del capitalismo cuando luce las galas del humanitarismo fácil o explora los márgenes de la sentimentalidad gregaria?
Prefiramos la heterodoxia. Derruyamos. Cortémosle la cabeza al patrón.
Nunca podrán disfrazar al depredador que llevan dentro.
Me ha encantado, Mariel.
Abrazos
Mi-querido-radical-Stalker, gracias por pasar por aquí. El búfalo se me está volviendo indispensable. Sí, el depredador asoma como si lo viéramos en una placa radiográfica, por debajo de la camisa bien planchada. El Subcomandante Marcos dijo alguna vez: "Mira, es que si yo me siento a negociar y no pongo la pistola sobre la mesa no me escuchan, ¿entiendes?". Lo entendemos. Abrazo fuerte.
ResponderEliminarEstamos contentos, claro que si, como no estarlo. Yo también quiero vivir el día en que dejen de estarlo (sé que no lo hare) o el día en que dejen de estar (esto está en mis manos).
ResponderEliminarRespecto a "Mira, es que si yo me siento a negociar y no pongo la pistola sobre la mesa no me escuchan, ¿entiendes?". Lo entendemos, pero con cuidado, porque ¿a que suena un disparo?... y lo digo porque algo hay que media entre yo y mi tierra; una montaña de muertos y diarrea mental idiosincrática.
Y además negociar es lo que nos pierde; pactar, amansar, estatizar… profesionales de la negociación, nos dan la golosina del siglo que nos toca vivir. Ya basta de promesas y negociaciones domesticadas.
Salud Mariel!
Querido Bash, aluciné con el final de tu primer párrafo. Por acá también tenemos nuestro dolorosa generación de cadáveres desaparecidos. No dudo que con ellos vivos seríamos mejores.
ResponderEliminarNo me des cuerda ... porque terminaremos armando una Trobriand secreta de letales disparos heterodoxos ...
(...)el día en que dejen de estar (esto está en mis manos)(...)
ResponderEliminarAclaración necesaria, para que no parezca que m contradigo (por si acaso):
Con ese final no me refería a poner armas sobre mi mesa evidentemente. Me refería a salirse, dejarlos de lado... más que en mis manos está en mi determinación y mi mente.
Bueno, yo provengo del País Vasco, algo abras oído de nuestra "historia"... aquí se ponen armas sobre la mesa para hacerse oír, se matan panaderos y concejales-jardineros... no sé, la semana pasada también desaparecieron miles de votos (a las elecciones europeas) en un "minipucherazo" sin precedentes (o con precedentes no conocidos públicamente) del que en España nadie habla. Sin embargo se les llena la boca de democracia... yo no doy mi voto en sus urnas, no me lo pierdan, no me lo cambien, no me lo hagan pagar.
Es fuego cruzado, ambos tienen la razón del equivocado, tienen en la mesa un tablero de un juego al que juegan con dos libritos de reglas diferentes. Por ejemplo, de ese clima yo ya me “he dejado de estar” y no tengo ganas de volver a vivirlo desde dentro.
Saludos Curvos...
Sí, Bash, los disparos letales son heterodoxos porque implican salirse. Dejar de estar, correrse para caminar y transformar por otro lado. La pistola es la agitación de la palabra en los agujeros y las fisuras, la penetración en el hueco con otras herramientas. No cuentan conmigo tampoco, hasta donde yo me sé. No llegaremos al Palacio de Invierno yendo por la autopista en línea recta, sino por los anónimos callejones curvos. Abrazo sinuoso.
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