Esta madrugada insomne Julio salio de abajo de sus piedras en Montparnasse, estiró sus larguísimas piernas, acarició la figura invisible de Carol, se sentó sobre la tierra con unos gastados pantalones medio oxford y me dijo: "Quieggro leeggrle este capítulo 7 de Rayuela a la Poggrtinari, que bien se lo meggrece". Le pregunté: "¿Te parece bien que le ponga a tu voz las fotos tuyas que a mí más me gustan?". Julio nunca dice que no, excepto cuando le tocan sus sueños de revolución o maltratan los gatos, o el jazz. Entonces contestó: "Miggrá, queggrida, has usado y abusado tanto de mí duggrante toda tu vida, que ya no necesitás haceggrme estas preggruntas".
Entonces, adorable Lizzy Siddal (aka) Portinari, acá va.
Laura, hermanita mía, ¿te acordás cuando leíamos a Julio en la adolescencia y nos parecía que su juego del cíclope era la definición más bella del beso que un hombre pudiera imaginar? Y vos habías escrito y llevado al colegio un poema que empezaba: "Julio, que en tu nombre nací ..." (gracias al cual recuerdo, yo que jamás recuerdo cumpleaños alguno, que en julio viniste al mundo). El nos hacía pisar París, sin haberla pisado jamás.
Matar a algunos padres es un crimen imperdonable. Sencillamente ignoro a todos aquellos que creen que Julio quedó atrás.
Mariel, me ha encantado esta dedicatoria tuya, tan delicada y arrebatadpra a la vez.
ResponderEliminarEsa "r" tan característica de Cortázar tadará tanto en olvidárseme como el "beso ciclópeo", de "fragancia oscura" hecho, que describe.
Que Cortázar quisiera leerme este capítulo es milagroso, por la razón que todos sabemos, y porque realmente no sé si me lo merezco. Aún así me lo ha leído, y desde allá llega la voz, fantástica, para derretir en ella "el beso".
De besos y no besos van siempre todas las historias, y hoy precisamente, hoy, me decía una amiga: "Andrés Hurtado le dijo a Lulú su teoría acerca del amor...". Hay cosas que nunca pasan de moda.
Rayuela me recuerda, viéndola simplemnete en las librerías, sin habérmela leído, al cristal de bohemia, tan enigmático y de colores, opaco y a la vez, cristalino como su esencia.
Gracias por este capítulo 7, número de perfección griego. El beso en la perfección impar del número. Gracias Mariel.
Lizzy-Portinari: Por supuesto te lo merecés. Si así no fuera, Julio no hubiera asomado de abajo de sus piedras y se hubiera sentado a la luz de la luna en Montparnasse, a leértelo. Porque era de noche también en Montparnasse, aunque en Buenos Aires no envolviera el silencio de la madrugada.
ResponderEliminarEs tan cierto lo que decís. En los besos se resume y se condensan todas nuestras peripecias: los dados, los negados, los perdidos, los traicionados. Aquellos para los que tuvimos valor, aquellos para los que nos faltó el coraje.
Tu asociación de Rayuela con el cristal de bohemia es la de un nariz privilegiada: Cortazár adoraba los cristales, los sencillitos de los caleidoscopios. Los que formaban "patters, patterns as pretty as they can be", dice en alguna parte del juego.
Besos a nuestra musa del faro.
¿Sabes Mariel? yo no sabía lo del caleidoscopio, pero a mí también me gustan mucho, y creo que demasiado. A veces temo perder la vida en uno de esos filos afilados que lucen las formas encerradas tras el tubito, por eso hace mucho que no tengo uno, pero e socmo el mar, siempre hay ganas de volver a visitarlo, asumiendo el riesgo. El faro proporciona una visita segura.
ResponderEliminarA la luz de la luna en Montparnasse... quién lo viera allí sentado leyendo, fantasma de incógnito.
Me ha encantado, Mariel.
Portinari se merece ese capítulo siete y muchos más. Es fantástica. Pero ya lo estás gratamente descubriendo, Mariel.
ResponderEliminar¡Y tiene dieciocho años!
Me admira y celebro de que existan seres así.
Sí, Stalker, raramente nacen criaturas así excepcionales ... que pueden pasearse con una extraordinaria sensibilidad por los siglos y las generaciones que no conocieron, como si hubieran estado allí. Son atemporales, se asoman a todo, con ellas todo puede compartirse.
ResponderEliminarPortinari: A mí también me encantan los caleidoscopios (ya desde su propio nombre). En una feria en Parque Lezama, lugar que le encantaría a Rubén, por su querido Sábato, me consigo unos con tubitos transversales intercambiables. Piedritas, metales, papeles plateados de todos colores. Comprobé literalmente que vos podés lastimar un caleidoscopio pero no a la inversa. En una historia de mal amor intenté quebrar uno y nada. Quise partirlo en dos con un cuchillo y nada. Me cortó el cuchillo pero el caleidoscopio, no. Además, hacen descansar el ojo. Con esa historia de que la belleza está en el ojo del que mira, mandan al trabajo a nuestro ojo y no le dan respiro.
Un caleidoscopio es vacaciones para la mirada.
18 años ... y sos el faro de la tribu.
Besos de figuras que giran y giran en un cielo circular.
Mariel
Entre los dos hacéis que me sonroje; realmente no me merezco tantos halagos, y sin embargo que me manifestéis así en vuestras palabras saca de mí un apurado suspiro. Gracias a ambos, de verdad.
ResponderEliminarYo los hecho de menos, a los caleidoscopios. A mí me clavan cuchillos cuando se ausentan, y ese que recuerdo lleva mucho tiempo con el ancla echada en mi memoria. Ojalá tomara forma en mis manos.
Tiene que haber lugares magníficos allá en Argentina Mariel. Sobretodo esos que encuentras en las figuritas encerradas en los caleidoscopios intercambiables.
El faro de la tribu...! :)