Ellos no me vieron. Pero yo estaba ahí. Por nada del mundo me lo iba a perder. Parafraseando al memorable Gatica en su saludo a Perón, dos potencias se saludaban y yo quería por lo menos una foto. La foto se las debo porque el saludo fue telefónico pero tengo la crónica, que quedará indeleblemente impresa en mi memoria, abriéndose paso a los codazos con orgullos nacionales tales como el invento de la birome y el dulce de leche, el país de los cuatro climas, la avenida más ancha del mundo (la 9 de julio), la más larga (la Rivadavia), el cerro de los siete colores y el rompimiento del Glaciar Perito Moreno (que aprovecha para romperse, el muy turro, cuando uno se fue al baño). El le dijo más cosas, que Ella por pudor y discreción no comparte con el periodismo. Le dijo que nos tiene siempre en sus pensamientos y que no va a parar hasta subirse a uno de nuestros gloriosos bondis, cuyo fileteado está considerando ingresar al MOMA junto a los hierros de Regazzoni, y bajarse un par de porciones de muzza, de dorapa y acodado, en la barra de Güerrín, donde la de doble masa cotiza más alto que el barril de petróleo. Que no solo leyó a Borges y a Cortázar en la universidad, sino que recuerda de memoria y de corrido, sin repetir y sin soplar, "Tlon, Uqbar, Orbis Tertius", del gran maestro ciego que le arrima el bochín a Stevie Wonder, y quisiera buscar a la Maga por las callecitas de la ciudad, aun temiendo que le afanen a Rocamadour, dada la ola de inseguridad reinante. Dado que la cita recurrente de dichos maestros literarios ya nos tiene los huevos por el sopi, le confesó que también lee Olé y a veces hasta duerme con la camiseta de Boquita sponsoreada por Megatone, aunque está dispuesto a colaborar con la repartija de plasmas a Gimnasia.
Le batió que Michelle también admira sus valientes luchas, con la brocha de rimmel y las extensiones. Y que todos saben que Hillary, que no es ninguna Gílari, la copia. La copia, la muy yegua. Ya lo sospechábamos. Ella aprovechó para invitarlo (ay, picarona) no solo a Buenos Aires, que como todos sabemos es la París de Latinoamérica (pese a la generación de enanos nutricionales que se empeñan en abrir la boca solo para que les entren moscas), sino particularmente a El Calafate, su terruño. "Cuando vengas al Calafate, agarrate", le soltó, ya en confianza. Y El se derretía como un chocolate, Aguila (imperialista), y le susurraba el hit de Kylie cuyo título encabeza estas notas (de color, negro). Es verdad que quiere conocerla personalmente para hablar. Para aprender. Cómo se le puede regalar una elección a una oposición que profana vocalmente el cadáver de Freddy Mercury y cierra campaña al grito de "Votame, votate, alica, alicate", por ejemplo. Cómo se puede tener el bronce al alcance de la mano y dejarlo escapar, cuando bastaría gobernar para una legión de pobres (y acumular así no solo capital personal, sino también simbólico).
No me gusta este periodismo y la actual oposición política me da náuseas. Sartreanas y domésticas, de las que piden Reliverán a gritos. Pero hay momentos en que la autoestima reloaded de Cristina, a la que debería corrérsela por izquierda para cerrarle la boca, vira a pieza maestra del surrealismo. André Breton no ha muerto. Vive entre nosotros y lleva faldas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario