Nine Jackies, Andy Warhol, 1964
¿Cuántas veces tengo que verte para verte? En la repetición podés serializarte, aplanarte y desaparecer. En la repetición podría canjearte por un conejo, una bici o una de esas latas de sopa Campbell que ya nos tienen hartos. Podría canjearte por cualquier cosa, si es verdad que la repetición te banaliza y te vacía de significado. Quedás sin trampas y sin trucos, sin misterios y sin patologías. Sos tucaratucaratucaratucara, que perdió cualquier definición posible en el diccionario. Las pupilas blindadas, la boca clausurada y el alma, un souvenir anacrónico del pasado. ¿Qué era el alma? ¿Algo parecido al marxismo, a la ópera, a las lenguas muertas? En la repetición sos clink-caja. De tanto verte ya no puedo verte, tu sumatoria equivale a una sustracción. Para verte tengo que concentrarme y si te multiplicás en la igualdad me disperso y me aburro. No te reiteres. No me visites con la misma expresión todos los días. O vivimos una aventura fugaz o te reinventás a cada instante. No hay opción. Sos polvo de una noche o me sorprendés cada mañana para no convertirte en polvo. A la figurita repetida uno quiere cambiarla por la figurita difícil, la que cuesta encontrar para completar el álbum. No insistas en una nota musical, recorré la escala. Que tus plumas tengan tantos colores como las plumas de la cola del pavo real. Tomame por asalto. Haceme regalitos. Boicoteá tus rutinas y saboteá tus hábitos. Cambiá de pantalón. Las nueves Jackies se comen a Jackie.
La verdad, no sé. Estoy dudando. ¿Y si solo en la repetición pudiera verte? ¿Si Kundera hubiera acertado y la felicidad residiera en la ley de la repetición? Saber que vas a esperarme en esa esquina, que estarás en casa cuando llegue, que no cambiarás de bar ni de cuaderno. Que sos la lapicera fuente de tinta negra y color rojo, el bolso negro cargado de libros que llevás al hombro, tu único par de lentes. Adelantarme a tu reflexión y gozar el acierto de haberla presentido. Amar tus jeans gastados en el que las monedas se escurren por el bolsillo roto. Que te resistas a cambiar de zapatos. Que invariablemente me traigas un lápiz y no me digas nada hasta que yo pregunte si te acordaste de traerme un lápiz. Decenas de lápices que guardo uno junto al otro. Mislápicesmislápicesmislápices. Tus costumbres. Subrayar los párrafos que te interrogan, acariciar la cabeza de nuestros perros antes de salir. ¿Y si solo puedo verte con el correr de los días y aprehenderte en el curso de los años? Si en el retorno a tus modestas pasiones está tu identidad, en tus minúsculos gestos tu ADN, en tus inconmovibles convicciones la razón por la que estoy a tu lado. Porque tu reacción ante la multiplicidad de los eventos es coherente con esas convicciones y tu experiencia de las cosas un mapa trazado al amparo de tu ideología. Porque espero lo que intuyo que va a llegar y me desconsolaría que no llegara lo que espero. Tus rituales domésticos. Cada Jackie afirma y confirma la anterior.
La primera vez que te vi, ya lo vi todo. En la primera imagen vivían las declinaciones de las venideras. Las sucesivas modularon y ejecutaron armónicas variaciones de la inaugural. En las primeras palabras pronunciadas estaban inscriptas las que pronunciarías. Todo lo que vi fueron tus movimientos, tu singular manera de mirar, tu modo de estar en este mundo. ¿Qué más hace falta ver? ¿Qué más se necesita ver para verlo todo? Todo lo que necesitás saber de un cuadro está ahí, en la superficie. Todo lo que necesitaba para verte estaba ahí, delante. No hay que escalar montañas mentales ni explorar abismos interiores. Hay que detenerse en cada accidente geográfico de la geografía. Hay que mirar lentamente, para ver. Puedo empezar a recorrer las Jackies eligiendo a cualquier Jackie como arbitrario punto de partida. En la primera de mis Jackies estará la clave de las ocho restantes.
(FUNDIDO A NEGRO)
Y Esther que dice: ¿Qué era el aliento cuando tú no estabas? ¿Quién sopló el polvo? ¿Por qué ya no estás aunque pueda verte?
Mil gracias. La jaula está abierta, desde dentro y desde fuera. Un saludo.
ResponderEliminarGracias por tu casa en la que ciertamente deambularé asombrada durante varias noches. Ahora te enlazo (precioso verbo).
ResponderEliminarSólo lo más grande conserva intacta la capacidad de sorprendernos y reinventarse en su vínculo con nosotros en la reiteración. Esperar para que nos siga amparando lo que amamos. Tomar el lápiz para dibujar una nueva ristra de retratos cada tanto. De qué color habrá de teñirse en esta ocasión ha de ser un misterio que deseemos compartir.
ResponderEliminarCuestionas con tremenda habilidad esa permanencia, ese conocimiento de algunos de los retratos, y la espera ante la sorpresa de una nueva perspectiva. El retrato de Mariel es inacabable. Sus colores, combinaciones infinitas del arco iris. Sigue siendo la modelo infinita, el rostro inabarcable, el pájaro siempre sorprendente.
Un beso que contempla cada gesto con maravilla.
¿qué era el aliento cuando tú no estabas? ¿quién sopló el polvo? ¿por qué ya no estás aunque pueda verte?
ResponderEliminarEsther, completaste la serie, ahora te subo junto a mí. Aunque junto a mí ya estás. Besos que no son de polvo.
ResponderEliminarLa lentitud de los bueyes es un poemario que tambien Susana conoce porque nos hablaron de el en la carrera. Por internet encontraras seguramente alguno de sus poema en prosa. Y si, descubriras lo que ya sabes. Y pasar de los poemas al cuadro, con esa lectura especial, en que un pequeño detalle diferente adquiere naturaleza de categoria, una gota de pintura que en la otra Jackie no estaba y que cayo ahi accidentalmente... el poder esta en la mirada. La verdad esta en la mirada. Como un enorme fresco poliedrico la realidad se construye a partir de pequeños fragmentos significativos. Se me ocurre... cada una de las entradas de un blog. Besos pirenaicos
ResponderEliminarSusú, es así. Solo lo más grande (en profundidad y estatura) resiste la permanencia y la reiteración. Podría dibujar, sin cansarme, infinitos retratos mentales de Susú. No Number for the Number of Susú Portraits.
ResponderEliminarRamón querido, buscaré los poemas. Sí, el poder está en los ojos del que mira y descubre el detalle para convertirlo en categoría. No lo había pensado, pero tenés razón: un blog es una metáfora perfecta de lo que somos, entrada tras entrada, pedazo a pedazo. Y por escrito, donde cada palabra es una especie de manifiesto o de declaración. Tomo tus besos pirenaicos y te envío beso de anochecer con sol en pleno invierno porteño.
ResponderEliminarQué bueno este elogio de la repetición, de la variación imperceptible. Hubo una época, cuando empecé en la universidad, en la que iba siempre con camisetas idénticas, color gris marengo, tenía siete u ocho iguales. ¿Si me sentaba bien ese color, para qué iba a cambiar? Después empecé a sospechar con desagrado que aquella forma de vestir no favorecía mi vida sexual y tuve que renovar mi vestuario...
ResponderEliminarbesos facetados
Rubén, me hacés reír. Esta espontaneidad es la que respira tu poesía (y hace que respiremos aquellos que la leemos fascinados). ¿Vos sabés que yo siempre me vestía de negro? Invariablemente con poleras negras, creo que me las sacaba para lavarlas y dormir. Jeans negros y botas negras de caña alta. Me faltaba el látigo. Ahora hay días en que soy un carnaval. Y me imagino que vos sos una Sex Bomb (a lo Tom Jones, no me digas que esa versión no es buenísima) o una Sex Machine (a lo James Brown). Con tu look parisino, Rubén, vestite de negro y arrasás. Leés unas líneas de tu Metamorfosis (qué trip alucinante, por Dios) y las tenés a tus pies, trastornadas. Besos de carnaval veneciano.
ResponderEliminarRubén, Mariel, qué risa! El uno que no liga con su gris-marengo (y lo descubre, como todos, demasiado tarde); la otra que, como yo, parece haber armado un uniforme negro. Me juego las pestañas a que labios y ojos también andaban de negro subido. A mí siempre me hacía gracia cómo las viejitas me miraban con medio miedo en el autobús, hasta que les cedía el asiento, y parecían no dar crédito, replantearse prejuicios. Y así nos va: moviéndonos por el mundo sin prestarle atención a lo que esperan de nosotros, bueno o malo, ni viejitas ni candidat@s a ligues ;o) Besos descuidados a ambos!
ResponderEliminarJejeje, Mariel-dominatrix, sin duda estabas supersexy con esa estética. Tu imaginación es generosa conmigo al moverme al ritmo de Tom Jones o mr Brown, y la expresión "trip alucinante" referida a mis nuevos textos me encanta, qué gran elogio! No sé si estos poemas son muy adecuados para seducir, en cualquier caso sirven como filtro: espantan a las pavas o cursis y me dejan sólo con las más valientes y perversas. Que son las que me gustan, claro ;)
ResponderEliminarSusana, los labios pintados de negro me ponen, hoy estaba viendo "el club de la lucha" y Helena Bonham Carter aparece así, realmente sexy.
besos siniestrillos
Susú: Los ojos de negro siempre. Todavía andan así. A los labios el negro nunca llegó, por ahora. Pero está a punto de llegar a las uñas, que jamás me pinté ni cuidé (para consternación de mi madre). Tu actitud vital y corporal es punk-pop, Susú. ¡Esa es mi chica!
ResponderEliminarRubén: Te van las valientes y perversas. ¡Sos lo máximo! Tus nuevos textos son perversos y valientes, también. Trip alucinante, repito. La Bonham Carter a mí me pone aunque la envuelvan en una bolsa de consorcio. ¿La viste en las fotos de la futura Alicia en el País de las Maravillas de su marido Tim Burton? Lo de los "besos siniestrillos" me lo robo (¡es muy tierno!). Entonces ... besos siniestrillos, muy siniestrillos.
Ah sí, los labios negros... Un día fueron como azabaches. Hoy, muy oscuros y nunca brillantes, tienen seguramente más de gris-marengo-camiseta-para-no-ligar que de puro negro. Hoy ya se distinguen vagamente las carnes labiales. Cosas de la edad...
ResponderEliminarMariel, creo que "pop" poco. Decía un amigo que era hippy-heavy-punk. Y si entonces era poco clara, hoy no sé qué soy, la verdad. Tendría problemas si debiera etiquetarme. Seguramente por eso nunca me invitan a fiestas "de etiqueta" ;o)
Miento. Ya quiero ponerme el título de "siniestrilla". Os dejo marcas de labios oscuros con mis fuertes besos...
Siniestrilla Susú: Hippy-heavy-punk, seguro. Y pop también, porque el pop destila alegría. Y color. Susú-Pop. Siniestrillo abrazo apretujado de pre-amanecer porteño.
ResponderEliminarlas diferentes columnas que revisten al templo de sombras y claridad, no caen.
ResponderEliminarReiterarse en la realidad de cada acto, en la simpleza cotidiana, en la complejidad remota, escondida en cada acto sencillo.
Una bufanda a tiempo, soledad a punto.
Conceptualización; y puede que la felicidad resida en, pasada la repetición, la nostalgia.
Portinari, entibia el corazón escucharte otra vez y que hayas seguido con tu delicadeza extraordinaria el hilo de las entradas que te extrañaron mucho, mucho ...
ResponderEliminarLa remota complejidad de cada acto sencillo. La bufanda a tiempo. Repetición más nostalgia: felicidad.
La exacta capacidad de abstracción de Portinari, que quema.