No es lo mismo golpearse contra un ángulo que contra una mullida superficie de chupetines. No es lo mismo mirar un ángulo que una montaña desordenada de chupetines envueltos en papeles de colores. En el primer caso uno se lastima el cuerpo o se hiere la pupila. En el segundo caso se sumerge en un micromundo colorido y puede extender la mano y tomar un chupetín de regalo y otro más y todos los que quiera. Porque la idea es que el abastecimiento sea ilimitado. Que cada vez que alguien tome un chupetín, otro ocupe inmediatamente su lugar. Hay que dedicarse a anular el ángulo. Eso hiciste con las tardes de angustia, cuyos planos ávidos de lágrimas se encuentran y se ajustan a 90°, y con las noches de insomnio, cuya hendidura implacable se agazapa dispuesta a succionarte hacia un país sin nombre. Con las palabras impiadosas lanzadas como flechas contra mi corazón y los espejos que devolvían un cuerpo transformado contra mi voluntad. Eso hiciste con los accidentes que experimentaron mis proyectos y las variaciones abruptas de la meteorología, que me robaban la serenidad del mar para arrojarme sin aviso a un desierto de nieve. Ajusté con los dientes los vagones del tren para que no descarrilara y atropellara tu sueño. Violenté cerraduras para decir en tu nombre que hay puertas que no deben cerrarse. Grité, rugí. Para que te escucharan. Y guardaste silencio para no herirme. El índice y el pulgar protegían sin dudar este regalo sellando afanosamente su envoltorio. Uno, dos, tres. No hay luz. A tientas colocamos el beso sobre el piso, para que el otro pase a recogerlo. Uno, dos, tres. Comunicado negro de emergencia. El látigo de las sirenas perfora el cerebro y corremos con los chupetines bajo el brazo para llegar a tiempo a la pared. Los hombres de uniforme no podrán alcanzarnos. Ellos no saben jugar. Están entrenados en la línea recta y los desconcierta este zigzag. Más de un color a la vez los enfurece y no comprenden el entusiasmo del exceso. Administran la pulcritud del vértice pero naufragan en el erotismo de la curva. Nos dicen que debemos madurar y ser sensatos, es decir, aceptar la existencia del ángulo. Yo no la niego. No. Vos ya la padeciste en carne propia. No estamos travistiendo ni ocultando la forma de la realidad. Estamos reformulándola. Ahora las verticales impasibles abren la boca y sueltan chupetines al por mayor, para no morirse de hambre de amor en una esquina.
Mariel construye un mundo-chupetín con cada entrada, destruye ángulos y lo mismo le dan las rectas que otros precisan para no perder sus coordenadas. Mariel llena el mundo de miles de colores, y deja rastros en el suelo para que otros los recojan cuanto les falte. En el mundo de Mariel, las verticales regalan curvas hasta el infinito "para no morirse de hambre de amor en una esquina". Precioso. Me quedo con tu reformulación de lo que muchos llaman realidad.
ResponderEliminarUn beso que vuela endulzado...
Me ha encantado... anular el ángulo con chupetines (qué palabra tan bonita).
ResponderEliminar"No estamos travistiendo ni ocultando la forma de la realidad. Estamos reformulándola. "Eso es lo que la mayor parte del mundo no entiende, "reformular" que lleva consigo tareas tan importantes como comprender y mirar. La mirada del poeta quizás...
Buscar la curva en la rectitud de los perfiles, buscar el sentir en las esquinas,... hay que buscar, hay que buscar afanosamente aunque no se acabe por encontrar nada.
Un beso que busca, Mariel.
Punto 1.
ResponderEliminar¿Mariel, donde tienes el radar?
Hacía años que no pensaba ni hablaba de esta obra de González-Torres. Hasta la semana pasada ni siquiera sabía quién era el autor. Un amigo que estudia bellas artes se dejo un libro en casa y ojeándolo la vi… entonces conté hace 7 días por vez primera en una década la insípida historia que viene a continuación:
“Mis padres fueron a Nueva York siendo yo pequeño. Recuerdo pocas cosas (nada) de cuanto pudieron decir al respecto. Pero me acuerdo que me contaron que en un museo había caramelos en una esquina. Mi historia añade que me trajeron alguno de esos caramelos”
No sabía si se podrían coger los caramelos o eso lo había añadido yo a la memoria… después, año más tarde (este es mi primer pensamiento sobre ello) creo que he visto esa obra en alguna parte… en el Guggenheim de Nueva York o en el de Bilbao…
Punto 2.
El texto es una preciosidad. Eres como el Rey Midas. En vez de por la riqueza, se diría que has crecido obsesionada por la belleza. Lo que tocas cobra interés y esqueleto poético…
“Ellos no saben jugar. Están entrenados en la línea recta y los desconcierta este zigzag. Más de un color a la vez los enfurece y no comprenden el entusiasmo del exceso. Administran la pulcritud del vértice pero naufragan en el erotismo de la curva. Nos dicen que debemos madurar y ser sensatos, es decir, aceptar la existencia del ángulo. Yo no la niego. No. Vos ya la padeciste en carne propia. No estamos travistiendo ni ocultando la forma de la realidad. Estamos reformulándola. Ahora las verticales impasibles abren la boca y sueltan chupetines al por mayor, para no morirse de hambre de amor en una esquina”
Esto es genial Mariel. Por cierto, no me he olvidado, “más pronto que tarde” vendré a comprarte un ejemplar de La constelación de Andrómeda… eso hay que tenerlo en una cajita a buen recaudo. Y digo más, quizás algún día no muy lejano venga a pedirte algún escrito para una publicación que tengo en mente y entre manos… un numero futuro… con la mayor cantidad de hermanos topos de la espiral abriendo canales hacia un mismo terreno vedado. Pero guárdame el secreto (o el atrevimiento,), que de momento tan solo es un sueño que acaba de despertar… y necesita de reposo, vértigo, sudor y sangre.
Punto 3.
Chupetin, como bien dice Portinari, es una palabra preciosa, jeje. Nunca la había oído.
"Administran la pulcritud del vértice pero naufragan en el erotismo de la curva. Nos dicen que debemos madurar y ser sensatos, es decir, aceptar la existencia del ángulo".
ResponderEliminarGenialidad, Mariel. Ya sabes que estoy de acuerdo contigo, contra lo recto y a favor de lo curvo, contra la verticalidad, las jerarquías y los beneficios: la porosidad, el hormiguero y el sin ánimo de lucro.
Me gusta mucho de tus entradas que uno sube a ellas como a un tobogán y nunca sabe dónde conducen ni los meandros, arabescos, curvas, saltos que vamos a dar: tal vez ese trazado sea un dibujo de nuestra propia alma de lector al aprehender el texto-Mariel. Quedarse ahí en ese encuentro, y dejar que nos inunde el agua.
Abrazos
Susana querida, nos imagino a todos los que habitamos la cueva de topos como chupetines, uno al lado del otro, reformulando el mundo en la medida en que podemos y nos toca. Me emocionó descubrir que al mismo tiempo colgábamos palabras semejantes, proclamando la necesidad del amor para evitar los golpes y sanar las heridas. Besos envueltos en papel de colores.
ResponderEliminarPortinari: Buscar aunque no se encuentre nada, sí, seguir buscando, porque en alguna parte están los chupetines y si no están los inventamos, los convocamos y les damos forma como sea. Chupetín es una linda palabra, sí, te conduce sin escalas a la infancia y al papel brillante que envuelve un tesoro. Le decís al chico del kiosco "¿tenés chupetines" y pareciera que la vertical del día se aflojara y uno empezara a recostarse en la curva del círculo .... del chupetín. Besos a 360°.
Stalker: Vos sos un artesano de la curva, un trabajador del ablandamiento de la línea. Hoy pensaba en Marienbad mientras iba por la calle, ese lugar que creaste y donde tantos vamos cotidianamente impulsados exclusivamente por el deseo de hundir los pies en el agua que corre. Y limpia. Yo tampoco sé donde voy a terminar,así es desde que empieza el día. Besos sin red ni cálculo.
Bash, querido mío, trobriandés: Qué preciosa sincronía. No hay radar, me parece, simplemente compartimos un modo de estar en el mundo. Ni para vos ni para mí González Torres está en un museo, está mezclado con nuestra historia y es parte de uno mismo. No es algo que está ahí, afuera. Es como el cine, me imagino, no "vamos al cine", vivimos en él. Ya te dije que hay una Andrómeda tuya y solo tenés que darme una dirección donde enviártela. Me hace feliz imaginar las futuras sincronías que nos anudarán y del sueño no digo nada pero sé y siento que sale y se cumple ... ssssshhhhhhh .... sí, sí, puedo verlo y podés contar conmigo para lo que quieras. Besos trobriandeses (república donde por cierto florecen los chupetines).