Me digo que no. Es así de simple. Que no. Que esto no va parar hasta que me entere. No va a parar. Hasta que abra la ducha y ponga la cara y el cuerpo bajo el agua fría, después de haberme quitado la armadura, el celofán, el papel y la tela. A mordiscones, si fuera necesario. Sentir el golpe del agua como un shock eléctrico y frotar hasta expulsar las capas de piel que sobran. Salir y fregarme la cara en la toalla, hasta dejarla hecha un maldito sudario. Porque me pareció que no era tan complicado al empezar pero ya no puedo. No va a parar y no puedo soportarlo. Cortarme las uñas de los pies hasta que sangren un poco, si hace falta. Quitarme toda prótesis, mirar mis cicatrices a los ojos y ejercitarme en el contorsionismo para lamerlas en toda su extensión, con lentitud. Pasar la lengua al lugar donde el hilo pegó los labios babeantes del tajo, con ternura. Apartar la toalla donde quedó mi cara de pupilas blindadas. Tocar aunque me tiemble el pulso el agujero vacante donde supieron estar los ojos ciegos. No me quedé ciega por quitármelos, no soy mitológica. Ya no veía claro. Poner en los agujeros los ojos húmedos de las cicatrices después del beso.
Me dicen que si soy claustrofóbica apriete la alarma. Me meten en un tubo. Soy yo la que tengo que meterme, adentro. Para que esto pare. Elijo la entrada de mi boca, la entrada que ha negado. Saldré por las del placer, si puedo. Estiro mi boca hasta que ruega basta, me encojo, tomo los ojos suturados y, por ende, abiertos, tomo una bolsa plástica, doy un salto hacia atrás y entro empujando con los talones. Es como cuando nado y doy la vuelta bajo el agua al tocar el borde, para ganar impulso. Intento acomodarme dentro, a ver qué hay. Me siento en la boca del estómago. La boca que se clava. Arriba tengo el corazón que a veces se desboca. El que me anuncia acelerado, con sus campanas negras, la llegada del miedo. Esto no va parar, repito. No va a parar y tendrán que venir a sacarme de abajo de la cama, como aquella vez. Miro a mi alrededor. Tengo que separar la mierda para sacarla. Es otro tipo de mierda, no hay por donde largarla, se atraganta. Tiene agujas y es el detritus de las penas. La materia del monstruo. Me he regodeado en ella sin medir el impacto.
Esto no va a parar hasta que meta la mierda dentro de la bolsa. La meto, aunque me cueste. Me costará mucho más si no la meto. Tengo que hacer la lista de lo que necesito. Antes de que pase a otros, como debe ser. Antes de que se muera de mí. Lo que respire y transpire sin herir. Lo más parecido a un animal.
Salgo con la bolsa y la lista mental. No nazco de la vulva de mi madre sino de la propia. No aparece mi cabeza, sino mis pies. Porque de otra forma esto no iba a parar. Salgo envuelta en mi sangre y me duelen los huesos. Nadie dijo que no fuera a doler. Vuelvo a ducharme y quemo el viejo sudario. Bajo y dejo la bolsa con la mierda junto al árbol.
Ahora va a parar. Tiene que parar. Parará sin que yo me de cuenta y es posible que, haciendo pie en mi lista, hasta llegue a olvidarlo.
Aimée Mann, Wise Up, St. Ann's Warehouse, Brooklyn
Querida Mariel:
ResponderEliminarel texto exuda dolor, pero lo he sentido, quizá erróneamente, como el dolor de la metamorfosis: avatar de la carne afligida que pugna por renacer, insumisión del grito, agónica herida del nacimiento.
Nadie dijo que no fuera a doler, en efecto. Pero quizá ha merecido la pena si puedes caminar de nuevo y desembarazarte del lastre y erguirte otra vez para gritar. Hasta que el ciclo recomience...
abrazones
Mi querido Stalker: Lo has sentido bien. En eso estamos. Estoy. Metiendo la cabeza bajo el agua fría y metiéndome por mi boca para rastrear la mierda y sacármela en una bolsa. Y proteger lo que hay de animal. Para que el pánico, cuando se viene, pare. Qué bien que se sienten esos abrazones, de verdad. Qué falta hacen y cuánto ayudan.
ResponderEliminar¿De veras queréis tomar velocidad en el acelerador de partículas - ese tubo circular - para alcanzar no ya la metamorfosis sino la aparición de lo otro, el bosón de Higgs, eso que confirme que somos algo, que no somos sacos de mierda ficticia?
ResponderEliminarRecorra el pájaro la piscina y cubra de algas las cicatrices. Que la pared en la que se impulsa tras el giro sea firme y permita seguir sintiendo el lento movimiento de los pájaros nadadores en el agua. Lento, muy lento. Que el dolor pueda ser esnifado por una conversació, una escritura o el reflejo de las cosas bellas, sublimes mares o ridículos bibelot. Mídase, amiga, mesure el invierno austral en las ruinas mediterráneas en las que se miden la longitud del meridiano terrestre comprando sombras.
¡Salud y amor a los pájaros, los búfalos y las jirafas y los perros!
Ay, cómo me gusta la Bicefalina, por el amor de Dios. El tubo es el puto tomógrafo, o el tubo de la rutina y su anestesia, que confirma que no somos mierda ficticia, sino efímera y alienada. Lento, lento, sí, y lleno de algas. Me encantan los bibelots, Bicéfala, soy una versión degradada y periférica de la Odette de Swann, tengo una repisa llena y todos con una historia. Mariposas de cristal, muñecas de historieta, una Vespa y una colección de sillitas en miniatura, jirafas, jirafas de toda calaña. Salud y amor. O amor y salud, que una es la consecuencia del otro.
ResponderEliminarquerida mariel, queridos amigos...
ResponderEliminardebiéramos convertirnos en usuarios del miedo y no en sujetos a.
ese cambio.
aun no sé decirte más. ya pruebo y te cuento.
claro, te quiero, por ser tan sin miedo, paradoja...
besos,
qué bueno que estén quienes están aquí. besos.
òscar.
Qué talento tiene para las letras... tan bien ejecuta las emociones que guardo. Usted tiene un arma preferida para herir y para amar, nunca la deje de lado, nunca.
ResponderEliminarNo sé si va a parar, pero cuando lo haga de seguro no se va a dar cuenta. La vida tiene una sutil e inteligente burla, que a veces nos fastidia y sólo el tiempo las ríe.
Saludos desde Mundo Aquilante!
Inclasificable-oscar: Sujetar el miedo para que no nos sujete. Yo también estoy probando. Nos contaremos lo que pase y si es bueno, será doblemente bueno y, si es un poco difícil, lo será pero por la mitad. Vos tampoco tenés miedo. Alguien que pinta en el aire, siendo, y uno ve cómo va naciendo la pintura, en el aire, es invencible. Te quiero por eso y por tu extrema sensibilidad, también, que es tu vulnerabilidad y tu escudo. Sí, es muy bueno que estemos todos.
ResponderEliminarMundo: Lo único que siente esta chica es que si no escribe la mano se le prende fuego (o algo, adentro). Esperemos que pare. Confiemos en la vida. Y en el tiempo. Abrazo, aquilante.
Te hundes en el profundo dolor para remacer con más fuerza. Pero mientras tanto el dolor es extremo en tu texto.
ResponderEliminarEscribe Mariel que eso te sacará adelante. Escribe y saca todo lo que hay dentro para que no se enquiste.
La vida nos va empujando como cuando nadamos, con cada brazada absorbemos el aire mientras el cuerpo se debate en el agua que ofrece resistencias, pero en la vida duele más que nadando en una piscina.
Un abrazo muy grande. Y fuerza
Lola, Lolette: Sí, la vida no tiene la suavidad del agua. Y tenés toda la razón, Lola, escribir es la manera catártica de hacer las paces con uno mismo y reconciliarse con el mundo, para intentar bajar la ansiedad y serenarse. Besos, muchos.
ResponderEliminarMariel, es verdad que el texto destila un tipo de dolor, que en China es casi un sacrilegio, pero también renacimiento, como decía Stalker, fuerza y serenidad. Hay que sentir las manos que dan la mano, que la aprietan fuerte, como un niño su peluche cuando despierta de una pesadilla. De pronto, puede sentir que es invencible. Los dragones pueden tratar de asustarlo pero no conseguirán dañarlo. Será doblemente bueno, porque así ha de ser. Porque no hay dragón que pueda doblegar esa fuerza. Dice Lug "Que el dolor pueda ser esnifado por una conversación, una escritura o el reflejo de las cosas bellas". Tus jirafas le ganan sobradamente la carrera a cualquier bolsa de mierda. Porque miran mucho más alto y mucho más noble. Y, además, caben cómodamente en tus sillitas miniatura, así que ahí se quedan, sin mover ni un pelo, con sus manos en la mano que las necesita.
ResponderEliminarBesos sin plástico y con manchas...
Susú: Vos sí que sabés transformarte en peluche. ¿De verdad las jirafas le ganan la carrera a las bolsas de mierda? Pensemos que sí, que sí. Me encanta tu idea de que se sienten en las sillitas miniatura. Hay sillitas para todas las jirafas. Y al revés. Te quiero mucho, mucho.
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