El tenista hace picar la pelota contra el polvo de ladrillo antes de ejecutar el saque. No existen su madre, su pila de cuadernos escolares, la curva hipnótica de una cadera de mujer ni el llanto a solas mordiendo la almohada. No están. No están las turbinas de los aviones que guardan en su panza las zapatillas y medias del tenista, las servilletas de papel en los bares de paso, las sábanas de las camas de hotel y las publicidades en las revistas. No hay ruido de palabras. El modo de decir las cosas para que no duelan, la estrategia de manifestarlas para herir, los saludos gastados de ocasión y la declaración no expresada a tiempo. No están las calles de una ciudad desconocida, los anuncios publicitarios de la televisión, los trenes con su cargamento ajeno aun en las ciudades sabidas de memoria. No hay memoria y no hay esperanza.
Se ha detenido el chorro de agua en la canilla, el tránsito en las avenidas, las sirenas de las ambulancias y el vuelo del pájaro. Es como una feriado generalizado de la existencia. Todo entra en suspenso, excepto el polvo rojo tiñendo provisoriamente la superficie de felpa de una pelota y el módico trayecto de esa pelota en un repetido y mecánico movimiento vertical. El ojo y el cerebro del tenista son absorbidos y secuestrados por ese movimiento.
Así me gustaría mirar a la hormiga que carga su pedacito de hoja al hormiguero. Hasta que me pese la hoja.
creo que tiene que ver con lo que voy a contar...
ResponderEliminarquerida mariel,
en la playa, ayer (¿o fue anteayer?), por un momento, todas las olitas habían roto y por un instante -digo- todo quedó en silencio.
fue magnífico. la primera vez que soy consciente que el mar guarda silencio, seré bobo...
y yo ahí, anotando como si la arena fuese un cuadernito...
besos,
òscar.
El último párrafo convierte el texto en un poema muy potente.
ResponderEliminar¡Qué imagen! Mirar a la hormiga hasta que me pese la hoja...
Por esto ya ha valido la pena el día de hoy. Me siento agasajado.
Besones (como abejones gordos)
Qué sensaciones encontradas ayer cuando leí tu texto Enterarse. Eres fuerte, creo, y además te dijo tu chamán que ibas a tener viajes. O sea que viene una época propicia para la lírica (y para lo que no es lírico).
ResponderEliminarPero hoy este bellísimo La concentración del tenista. Fijarse en unos ojos, en una mirada intensa, e interpretar lo que nadie se detiene. Que la concentración es un agujero negro interestelar que lo atrapa todo: todo. Las palabras, las sábanas, las sonrisas. Nada existe. Sólo el instante.
Saber eso, que nada existe, sólo el instante, que la hormiga lleva su hoja y de tanto mirarla acaba por pesarte la hoja, saber y sentirlo, Mariel, entra de lleno en lo místico. Es lo que dijo Buda, ni más ni menos. A raíz de una foto chulísima poder deducir eso, que no se necesita ser el gran místico del siglo para experimentar la alteridad. Sólo sentarse y observar una hormiga. Como el tenista el polvo rojo. Todo está en esa gota de agua.
Besos, que mañana salgo para Bruselas una semana, me conectaré cuando pueda que no creo que sea mucho, pero aunque no pueda seguirte al ritmo que normalmente llevo tú sabes que, puesto que lo escrito permanece, luego lo recupero.
Mi querido oscar, el mérito no es del mar que guarda silencio sino del que sabe escucharlo, como vos. La mayoría de la gente pega un caracol a la oreja para escuchar el ruido del mar. Sí que tiene que ver. Ese silencio succiona toda las cosas. Se las lleva con él y las disuelve. Por el contrario, se me ocurre, la arena guarda todas las cosas, aunque nadie las vea. Pero vos las ves. Por eso la arena es tu cuadernito.
ResponderEliminarQué hermoso aprender de tus ojos.
Estoy viendo tus cuadros pintados en el aire. Tu DO es entrañable y fantástico. Para todos los que dicen que el arte ha muerto porque se lo apropian los museos y la sociedad del espectáculo y porque la gente "no lo entiende". Aquí está tu DO.
besos silenciosos, oscar.
Stalker: No sé qué decirte. Quisiera ser tu hormiga. Y tu hoja. Y que no te pese, ni la hoja ni el mundo. Besones y abrazones (esto también me lo enseñaste), compañero de ruta.
Ramón-mi-chamán: El agujero negro y la alteridad. Tu sensibilidad lo sabe tan bien. Posiblemente me haya influido nuestro intercambio sobre el budismo y tu entrada, a nivel inconsciente. Seguramente, porque con esas palabras me fui a dormir. ¡Buen viaje! (espero tu crónica de viajero, tus palabras anudadas a imágenes que ninguna guía urbana podría captar). Abrazo fuerte, fuerte.
El mundo desaparece si el tenista debe convertirse en un gesto mayúsculo, que le imprima una velocidad inhumana a la pelota. Desaparecen las proporciones si tu mirada se detiene suficiente tiempo en la carga de la hormiga. Desaparece si hay quien usa la arena como cuaderno, y puede entender el silencio que a veces guarda el mar. Más tarde rugirán sus olas, pero ya llevarán dentro su creación y cantarán de otra manera.
ResponderEliminarDe pequeña pasaba horas junto a hormigas cargadas para que se me subieran encima y poderlas llevar a la otra punta del jardín, donde tenían sus casas, que yo veía como modelo de organización social desde que pasara por el museo de ciencia natural (o algo así) de Ginebra. Quería ayudarles con sus cargas, transportar en pocos segundos lo que a ellas les costaba tanto más que a mí. Quería ser algo similar a ascensor de hormigas. Teletransporte de su comunidad. El bien común por encima del sacrificio personal. Me parecía tan admirable...
Que tú alcances a sentir el peso de su hojita, que alimentará a los ejemplares más necesitados en los días más duros, es chamánico, budista o de meditación mística, como dice Ramon. Las etiquetas dan igual. Detenerse en esa expresión mínima de vida que puede comtemplarse a simple vista, cuántas más fuerzas no arrancará que el saque del deportista.
Poético, profundo y suprahumano. Desaparece el mundo cuando se te lee, Pajarito. Se calla el mar. Y las hojas ajenas pesan mucho menos.
Besos teñidos de arena roja-sangre. Abrazos de amigas-hormigas, compartiendo cargas para que los pesos resulten más livianos.
Y a mí, con vuestros comentarios y tu manera de perfilar la silueta de este peculiar batallador del movimiento, traído de antiguo, no me queda más que decir salvo agradeceros que la hoja no pese.
ResponderEliminarSusú, no me extraña para nada que quisieras ser ascensor de hormigas. Lo has logrado. En el gesto de detenerse con total intensidad hay, es verdad, tanta velocidad contenida como en el saque del tenista. Un terremoto en suspenso. No creo que nadie que haya pasado por ese museo en Ginebra haya salido poseído por una vocación tan entrañable. Abrazo amiga-hormiga, que así la carga pesa la mitad.
ResponderEliminarPortinari: Si abrís tus ojos y mirás, mirás, la hoja no pesa, seguro. Tus ojos.