Carlos Alonso, Hay que comer, 1977
Uno de los cuentos más estremecedores del país donde nací se llama La gallina degollada y lo escribió Horacio Quiroga. Pero yo vivo en el país de la vaca desollada.
En la escuela primaria La vaca es el tema emblemático de composición. Pero es mentira. Como casi todo. Debería ser La vaca desollada. El adjetivo resultaría incomprensible para los niños y, una vez comprendido, los asustaría. Ya se sabe que a los niños hay que resguardarlos del espanto, para que de adultos lo ejecuten sin traumas.
En mi país las vacas no son animales libres sino hacienda para faenar. Hay que comer. La longevidad de las vacas de mi país no está determinada por el azar sino por el negocio de la carne. Los dueños de las vacas montan sobre las vacas sus títulos nobiliarios. Por sus venas no corre sangre azul sino sangre indígena. La Sociedad Rural Argentina (donde las vacas se exhiben como trofeo) y la Campaña del Desierto (donde se exhibían como trofeo las cabezas de los indios) nacieron casi a la par.
La oligarquía argentina de sangre indígena y vacuna se da la mano manchada de sangre con el poder eclesiástico y militar, mientras chorrea la sangre que mancha las cruces y las espadas. Un saludo sangriento. Hay que comer. Nos dicen que nos dan de comer, porque tienen las vacas. Pero en realidad nos las venden, porque el carnicero cobra. Los que comen carne no les deben nada a los dueños de las vacas, porque son los clientes de su negocio.
La pampa tiene la soja, además del ombú y la vaca. Tiene muchas cosas que a los dueños de la pampa no les alcanzan. Lo quieren todo. Quieren un país a la medida de sus vacas. Es coherente. Son los padres de la cultura carnívora. Así como trafican carne animal no trepidan en masticar carne humana. Son antropófagos. Pero no por necesidad sino por hambre que no se acaba. Lo quieren todo y nunca están satisfechos, salvo cuando se imponen reglas que los benefician aunque maten pobres.
Las reglas pueden incluir parrillas. Como están acostumbrados al asadito, no los asusta que la parrilla se use para la picana. Como apiñan las vacas en camiones y las torturan en los mataderos, no los inmuta la tortura humana.
Son todos muy parecidos. Lo que no sorprende, considerando que detestan la diversidad. Son homofóbicos y misóginos. La mujer es uno de sus tantos y previsibles objetos decorativos. No toleran que ejerza poder. Si lo hacen, hasta llegan a vivar el cáncer que la consume.
Pregonan la moral de las buenas costumbres, mientras violan a la hija del peón. Y toman mate con el peón, practicando una sencillez impostada.
En lo más profundo de sus corazones, sienten que conviven con una descendencia que les es ajena y está podrida.
Algún día los idiotas abandonados a su suerte se levantarán del banco donde languidecen al sol. Ya han visto y han sufrido el arte brutal de desollar la vaca. Lo han experimentado en carne propia. Que nadie se sorprenda si abandonan el banco en el que matan su tiempo y, para estupor de los bienpensantes, empuñan los facones y degüellan a la preciosa niña malcriada.
amo la mirada de las vacas. luego vi la película, "vacas", con la vaca de nombre pupiye, más tarde amé la pintura "cow" (¿buey?), de agnes martin, antes, de niño, amé la mirada un burro que no hacía nada, pero este no era buridán, era sabio...
ResponderEliminarcon permiso, bueno, no, de cualquier modo, me cago en los canallas de cualquier parte del mundo...
y sigo tratando de dejar de comer carne. soy un poco cafre todavía...
eso sí, lo aprendí de castaneda, doy las gracias a quienes fueron muertos para caer en mi plato, pero me sigue sentando como una patada sentirme cómplice de asesinato al ver mi plato lleno...
debo cambiar eso, sobre todo porque lo quiero cambiar...
un texto, el tuyo, de levantamiento, sí.
besos,
òscar.
Querido oscar: yo ya dejé la carne roja hace un tiempo y ahora estoy casi dejando la blanca. Sin permiso, caguémonos juntos en los dueños de estas vacas. Stalker escribió una vez "necesitamos una disciplina del desprecio". Aun indisciplinadamente, despreciémoslos. Meemos fuera del aro, sobre ellos. Eso sí será para celebrar.
ResponderEliminarEn la mirada de las vacas está toda la ... no sé. El secreto. Y en la de los burros, también, como en Balthazar, el de la peli de Bresson y tantos burros anónimos (Platero también, sobre todo porque no sé qué relación tenía con Jiménez).
Levanto y extiendo los brazos y te abrazo.
hace dos años un gato vino a vivir conmigo, le llamé rilke y no se molestó, le pareció bien y me lamió la mano, entonces decidí no volver a comer carne, la gente me pide razones, yo sólo puedo acariciar a mi gato.
ResponderEliminaren mi último viaje he mirado a tantas vacas. en algún momento, frente a esos ojos y esa hierba masticada me acordé de stalker y de óscar. yo me sentí vaca también, y a veces el número que esas vacas llevaban pegadas en las orejas me daban ganas de llorar.
Vaca de sonrisa quieta te espero en mi plato vacio
ResponderEliminar(de hambre)
También dejé de comer ternera en cuanto me sumergí en los ojos de las vacas (nos queda mucho por hacer contra la industria cárnica, empezando por nosotros mismos. Todavía España es un país tercermundista de morcillas y grasa que no atiende a quien busca, o necesita, algo distinto).
ResponderEliminarMaldigo a los que torturan animales. Que no cuenten con mi comprensión en ningún caso. ¡A la mierda!!!!
Todos los años voy al Pirineo navarro para estar cerca de ellas, las vacas, y comunicarnos de ojos a ojo: de una insonsable perplejidad a otra. Todo lo que me cuentan es asombroso, y tengo que dejar a un lado mis ridículas especulaciones de bípedo in-sapiens. Me desarma la mirada de un animal, y la de las vacas es muy especial.
Lo repito por aquí: me planto delante de una vaca y le pregunto: "¿Eres pequeña?"
Invariablemente responde que sí y alzo un frondoso rabo imaginario para espantarnos las moscas.
Abrazos animales
Ana: No me imagino otro nombre para tu gato. Ni otra respuesta más bella para esa pregunta que te hacen. Es cierto, en un signo marcado a fuego, en un número pegado en la oreja de un animal, puede estar toda la tristeza del mundo. En las épocas infantiles en las que todavía rezaba Padrenuestros, los viajes por la ruta hacia la costa eran un martirio para mí. Los pasaba mirando los camiones que pasaban transportando vacas, intentando contarlas rápidamente y rezando un Padrenuestro por cada una. Como los camiones pasaban rápidamente, calculaba y redondeaba de a cientos. Entonces el viaje era una letanía interminable de Padrenuestros.
ResponderEliminarMiro tu escritura en mi mano (es precioso, lo hago en sentido literal) y recuerdo que trabajaste sobre Bacon y que Bacon miraba y palpaba las reses colgadas de los ganchos metálicos en las carnicerías. De ahí supongo, entre otros sitios posibles, su pintura distorsionada por ese movimiento del horror.
Te imagino escribiendo junto a Rilke y me hace feliz.
Gracias por estar ahí. Y acá, también.
Besos insomnes.
MBI: Ya entré, ya entré, soy un animal (bueno, ojalá me diera la estatura para serlo) tremendamente curioso. Lo que vislumbré me encantó. Y la invitación es irresistible. Me tendrás en tu plato, dispuesta sin reservas a ser devorada. Y por supuesto devoraré en tu casa todo lo que pueda. Una bacanal, digamos. Qué placer.
ResponderEliminarStalker: Al que tortura a un animal hay que escupirlo como a los dueños de estas vacas. También las vacas de los Pirineos deben pesquisar tus ojos, asombradas, preguntándose: "¿todos los hombres serán así?" y respondiéndose "no, claro que no, éste es único".
ResponderEliminarAbrazo a lo bestia.
Weeeeeeeee, nieri, que bueno todo lo que decís, y con que palabras!!! Obvio es que diga que ante tanta carne, inmediatamente pensé en El matadero (y tambien en una canción de Palo Pandolfo). Nomás que es este Matadero/País, lo que está en juego son nuestras tripas, nuestras ubres, nuestros chinchulines, nuestros sesos.
ResponderEliminarSe los disputan esos hombres tan "machos", que , como vos decís, no soportan que sea una mujer quien les diga como y cuando se hacen las cosas. Que machitos.
De vierde man: Sí, es El Matadero. Pero en el El Matadero por lo menos había anticlericalismo y éstos son unos chupacirios hipócritas. Tenés razón. Los cortes de la vaca somos nosotros. Sabés, yo veo mucha homofobia en esos círculos, muchísima represión interna. Para decirlo claro: homosexualidad reprimida. Creo que les encantaría que se los violaran (pero en secreto, eso sí). Besos antiganaderos.
ResponderEliminarMe gusta una dramaturga, Angélica Liddell, por su punto de vista desgarrado y pesimista sobre la vida. También me gusta porque habla sobre la sociedad horrorosa en la que estamos instalados. Una sociedad infantil y acomodada que tolera los abusos. Para ella es una obligación de la cultura "vivir para señalar a los impresentables". "Es algo que debe hacer cualquiera que tenga un poco de dignidad".
ResponderEliminarMe gusta lo que escribes, siempre. Y me gusta mucho que en tu escritura muestres y señales a los impresentables...
"En general creo que deberíamos leer libros que nos pican y escuecen. Si un libro no nos sacude como un puñetazo en el craneo ¿para qué molestarse en leerlo? (...) lo que necesitamos son libros que nos golpeen como la desgracia más dolorosa (...)que nos hagan sentir como si nos hubieran desterrado al bosque (...)un libro deber ser un hacha para el mar helado que yace en nuestro interior". Franz Kafka
Yo sigo el consejo. Elijo lecturas que me escuezan, que me llenen y rompan ese mar helado.
Un saludo
Mariel, entré para comentar tu entrada pero he cambiado de opinión. Es la primera vez que entro a un blog con música y en lugar de salir espantada me paso todo el día pensando en él. Es alucinante. Tienes un pájaro de china hermosísimo, esto es lo que realmente quería decir. Muchas gracias.
ResponderEliminarTienes toda mi adhesión a tu causa, Mariel. Los canallas del mundo, como dice Óscar, los torturadores todos. De animales, de indígenas o de los que piensan de forma distinta. También a mí me entran unas ganas de llorar tremendas, una rabia impotente que me daría fuerzas hasta para hacer disparates muy al margen de la legalidad.
ResponderEliminarLos ojos de las vacas, la ternura inacabable de los patos, la placidez de las ovejas... Fui vegetariana durante muchos años por todo ello, y también porque es mucho más saludable serlo. Ahora no lo soy del todo, pero prácticamente nunca compro carne de ningún tipo, aunque no rechazo las invitaciones y a veces la consumo si salgo. No sé allí; mi opinión es que por aquí hay que dedicarle muchísimo tiempo (y también dinero, aunque no lo parezca) a la alimentación vegetariana para hacerla completa, sana y repetirse poco. Pero a las grandes empresas no les interesan nuestros problemas. Con sus despojos hacen hamburguesas o salchichas, y con nuestro vuelta y vuelta siguen exprimiendo el cadáver para que suelten sus últimos billetes.
Aun así, es tranquilizador para mí ver sitios en los que aún pastan los animales. Me crispan esas naves industriales en las que se apiñan los animales sin que alcancen a ver jamás el sol ni una brizna de hierba.
¿Cómo es posible que al ser humano se le ocurran cosas tan perversas? A los niños se les debería enseñar a erguir el rabo espanta-moscas, para todos los animales "pequeños" del mundo, como hace Stalker.
Esta entrada toca una llaga terrible, Mariel. Nos recuerda cómo es de siniestro el hombre, y qué poco cuadra con cómo nos sentimos muchos, y cuánto haríamos por evitarlo. Tu texto, tan sentido, es la mejor muestra de ello.
Besos rabiosos.
Pues yo machacaría a los que abandonan perros y gatos cuando viene las fechas de las vacaciones. Los machacaría cuando miro la cara y los ojos de un perro abandonado a su suerte por las carreteras. Son unos ojos tremendamente tristes.
ResponderEliminarUn abrazo
Marian: Apunto a Liddell, porque no la conozco. ¡Gracias por el descubrimiento! Esa definición de Kafka siempre me conmovió hasta el hueso. La llevo, y te llevo conmigo, a la próxima entrada. Un abrazo fuerte, fuerte.
ResponderEliminarMorgana: Gracias a vos de corazón por entrar a este pajarito. Se refugiará en tu precioso Reducto, ya verás. Besos.
Susú: Tu rabia es la mía. Todo lo que es "tu" es "mi", es "nuestro". Abrazo furibundo.
Mariel: gracias por tu mensaje en mi blog. Me has dejado sin palabras.
ResponderEliminarHe llegado hasta aquí y he visto esta entrada y me he acordado de Rembrand, en primer lugar. En segundo del fascinante libro de oliver Sacks "Un antropólogo en Marte", donde aparece la ingeniero autista que sólo se comunica con las vacas y busca un modo de que no mueran de forma tan cruel. En tercero he pensado "Argentina es la anti-India". Y en cuarto he recordado "El Público"de Lorca: (Habla Julieta)-Cuando era muy pequeña, yo veía en Verona a las hermosas vacas pacer en los prados. Luego las veía pintadas en mis libros, pero las recordaba siempre al pasar por las carnicerías.
Mientras leía iba mirando a la derecha. Debo investigarlo. Me interesa todo. Te seguiré.
Ah, Mariel: todas tus músicas son también mis favoritas.
Lola-Lolette: Sé muy bien qué los machacarías. Y con qué potencia. Los ojos de los perros abandonados en las carreteras tienen la misma tristeza que las orejas marcadas de las vacas. Un abrazo nocturno.
ResponderEliminarQuerida Blanca: Entrar en tu casa virtual, luego de escucharte en la casa de Stalker, fue un bálsamo para mí. Qué exacto y hondo lo que recordás. Sabés, leí hace poco "Veo una voz", de Sacks, para intentar comprender mejor el mundo de los sordos. No pude soltarlo. Anoto el que mencionás. Sí, somos la anti-India. Ni los niños son sagrados. Y sí, los niños ven las vacas paciendo y las vacas pintadas pero solo recuerdan las que van a morir. Me impresiona tu fuerza, Blanca, y la determinación de tu relato. Creo profundamente en las experiencias que mencionaste tangencialmente, porque yo también he tenido las propias, quizá de menor intensidad. Y también en tu casa iba mirando a la derecha y me emocionaba ver, entre el burrito y Kim y Fernando y tanta precisa intervención sobre los cuadros, la imagen de Vicente Ferrer. Yo también te seguiré. Las pasiones son compartidas. Besos, muchos.
ahora no puedo dejar de veros como vacas. algo bien normal, por otra parte. vacas-que-no-comen-hombres-puaj. vacas bien vivas.
ResponderEliminarbueno, gracias.
besos,
òscar.
Querido pájaro: primero el odio y luego la piedad. De postre la ternura.
ResponderEliminarPrimero el odio al macho dominante, al olor a tabaco rancio (aunque no fume) y al coñac de taberna (aunque no beba o se apunte al exclusivo club). Odio hacia su capacidad resolutiva y a su soltura hablando con la pobre gente que es para él número o muslo cálido o fuerza bruta.
Piedad hacia el animal (aunque yo me lo sigo comiendo en pequeñas porciones y con cierta mala conciencia). Piedad hacia el hombre jodido. Piedad hacia la sensibilidad enfermiza. Piedad al que cree que sólo la piedad y el amor a la vaca nos hará libres y resucitará a los muertos y devolverá la inocencia a la niñita violentada por el jodido matarife. Piedad de piedades.
Ternura por el odio en la navaja. Ternura porque el poder de esa navaja vengadora se torne perdón y que la ceremonia del odio sólo dure un domingo, un domingo de sangre que acabe con todos los domingos.
Mariel: Tanta ternura en este texto y sus comentarios, tanto amor, sabe que me da un poco la risa. Y le pido perdón y no crea que la risa es descortesía o broma sino debilidad de inadaptado. Y creo en lo que he escrito y no es burla aunque la burla nace en el seno de mis tripas quizás porque yo también soy uno de esos que languidecen al sol - sólo una generación me separa del hambre - y el vengador de los penados se parece mucho a ese puto matarife que mira con descaro a sus pobres, a sus vacas... Y eso me jode.
Mucho respeto, amiga
Querida Bicefalina: La niñita violentada es en realidad la hija del matarife, o la perfumada oligarquía nacional. Es en realidad una versión deforme de la víctima de La gallina degollada, el cuento de Quiroga. Cuatro hijos idiotas de padres que terminan engendrando la niña normal y tan deseada, finalmente degollada por los cuatro idiotas después de haber visto a la sirvienta decapitar a una gallina. Con los dueños de las vacas no hay ternura. Solo desprecio. Liso y llano desprecio. Con las vacas ternura, sí. Infinita. Hacia el día en que el facón se empuñe ... pura expresión de deseo, sublimación del desprecio y de la rabia. La entiendo, la entiendo bien. Mi confianza en que los idiotas se levanten algún día del banco suena a candidez enfermiza. Pero como no estaré ahí en ningún caso, prefiero morirme imaginándomelos abandonando el banco que languideciendo al sol, con la baba colgando de la comisura de los labios. En definitiva se trata de qué imagen, qué cromo uno quiera llevarse a ese cielo que, como las catedrales góticas, es pura mentira. Beso sus dos cabezas (que mezcladas forman la tercera).
ResponderEliminarOscar, sí, vacas-vacas. Vivas vacas vacantes para vivar viejas y nuevas vacas. Un mundo vacanudo (por acá "macanudo" es fenomenal). Vacas en vacaciones de verano. Ven un hombre y dicen: puaj! Aunque depende. Si se me concediera ser vaca, yo a algunos me los comería. Vayan las vacas a saber por qué. Esta vaca sí lo sabe.
ResponderEliminarbueno, abrazones.
tu M.