Paul Klee, Angelus Novus, 1920
no me sueltes, me dijo una vez el miedo.
no me sueltes, me dijo un perro.
sólo hablé con el perro. tranquilo, nunca te amarré.
Òscar Solsona
I. A tu angel se lo lleva el viento
No hay un cuadro. Hay ojos que lo miran. En este cuadro, Walter Benjamin vio un ángel y puso en palabras su visión en su novena tesis sobre el concepto de historia. Porque fue el "Angel de la Historia" lo que vio, levitando con las alas desplegadas y los ojos teñidos de impotencia y dolor, contemplando las ruinas del pasado que trepan hasta el cielo y con la espalda vuelta hacia un futuro inenarrable, adonde el viento de la tempestad lo arrastra aunque no quiera.
El ángel quisiera quedarse de pie frente al pasado e inclinarse a lamer sus heridas, a reparar los trabajos sangrientos de la historia, a cauterizar los tajos de la destrucción. La historia que ve el ángel espantado no es la línea recta luminosa pregonada por Hegel, cuyos crímenes son legitimados por el avance natural de la razón hacia el progreso. No es una historia que asiste imperturbable a la caída de los imperios, sino al escándalo de las masacres. No caen Cartago, Persépolis ni Roma. Jerusalén es arrasada por los romanos y la Luftwaffe descarga sus bombas sobre Guernica.
El pasado es catástrofe. El presente, también. Porque es el infierno de la repetición constante de lo mismo, travestido de moda para que abramos la boca y mastiquemos sin asco sus mercancías. La reiteración mecánica del gesto del obrero, del paso del burócrata, de la transacción efímera del consumidor. Es esto el infierno, le dice Marco Polo al Kublai Khan en el último relato de Las Ciudades Invisibles que imaginó Calvino: mientras muchos se acostumbran a él hasta no verlo y convertirse en lo que ya no ven, otros resisten y aprenden a detectar las "situaciones de no infierno". A reconocerlas, a darles un espacio y a hacerlas durar. ¿Cuáles son tus "situaciones de no infierno", en una vida en la que Sísifo arrastra la piedra una y otra vez?.
El futuro es esta tempestad que sopla en el presente y abre a la fuerza las alas del ángel. La tempestad que nos expulsó del Paraíso, que nos ahogó en un diluvio y que azotó Sodoma y Gomorra con su fuego. El futuro será, para Benjamin, la repetición del pasado. Sus ojos sublevados no llegarán a ver Auschwitz ni Hiroshima pero ya pueden presentirlas en la mirada alucinada del ángel.
Aspiramos la peste de las flores del mal. La revolución no es la locomotora de la historia. Debe ser, piensa Benjamin, el freno de emergencia que ponga fin a esta carnicería silenciosa. Una sociedad sin clases, que nos devuelva la dignidad que hemos perdido y redima a sus muertos. Un mundo en el que cada muerto digno sea devuelto a la vida, porque hemos recogido y puesto en acto su legado. Porque no permitimos que el viento se lleve impunemente, junto al ángel, nuestros recuerdos.
II. A tu cámara la asedia el olvido
Hace un mes que vuelve recurrentemente con la cámara a la vieja casa de sus padres. Hace un mes que murió su madre y su padre comenzó a desvariar. Dice que filma para su hermano que vive en el extranjero. Pero yo sé que filma para sí mismo. Porque veo lo que está filmando y sé que lo etiqueta y no lo entregará, a nadie.
Fragmentos de una mesa, tazas apiladas, las teclas de un piano, los lomos de los libros ordenados en una biblioteca, una lámpara. Vuelve invariablemente a filmar dos lugares precisos de la casa, que se clavan como estacas en su corazón.
Un pasillo poblado de fotografías de sus padres, enmarcadas, de distintas épocas. Una boda, algunos viajes, brazos rodeando las espaldas de los hijos. La imagen de la madre, en cada foto. Acerca estremecido y atormentado la lente de la cámara, como los ojos del ángel, a esa imagen. Filma una madre fotografiada, concentrándose exasperadamente en los detalles, como si fueran a robárselos en cualquier momento. Se inclina como quisiera inclinarse el ángel y filma la curva de los párpados, los pómulos, las manos. Los nombra mientras filma.
Dice: "Acá está mamá, éstos son sus ojos, está apoyando las manos sobre la baranda de un puente, se ríe, ésta es su boca". Después entra con la cámara al hombro al cuarto de la madre. Filma una cama angosta de bronce, con un edredón modesto hecho de retazos de telas de colores y un par de almohadones floreados. La lente roza las flores hasta descomponerlas. Filma una pintura inconclusa de su madre, sobre un atril inestable de madera. Se sumerge en el verde de los árboles, se aleja, gira y enfoca insistentemente unos estantes con latas y pinceles, un manojo de llaves, un pañuelo. Pareciera la habitación de alguien que eligió exiliarse del mundo para construir uno propio. Y, también, la habitación de una asceta. La exigüidad de las cosas filmadas hace que cada una de esas cosas asuma una dimensión demencial y conmovedora. Le pido que no siga, que no vuelva a la casa con la cámara.
Hasta que entiendo que su cámara no es la piedra de Sísifo y que sus filmaciones son un intento de detener el viento. Está de pie frente a la catástrofe privada, como el ángel frente a las ruinas de la historia. No quiere que a su madre se la lleve la tempestad. No quiere despertar, un día, intentando desesperadamente recordar sus rasgos. Sabe que esa casa tendrá futuros y desconocidos ocupantes. No quiere que el futuro le arrebate la cama donde durmió y soñó su madre, que en las alas pavorosamente extendidas del ángel se mezclen sus pinceles y las latas y un atril de madera.
¿Cuál es, pienso mientras intento dormir, nuestra utopía? Si históricamente es esa sociedad sin clases en la que Benjamin creyó con sus entrañas, ¿cuál es la nuestra, la íntima y personal que evitará la caída del ángel? No puedo separar el sueño del hombre que se pegó un tiro en la frontera franco-española del sueño que debe habitar esta casa. ¿Cómo protegerlos de la destrucción?
Miro la cámara con las baterías exhaustas, miro mi pila de cuadernos desordenados. No le cedamos al viento nuestros muertos. Dejemos testimonio de lo que nos rodea. Huérfanos y a oscuras, protejamos lo que brilló como un relámpago en nuestro pasado. Perpetuemos las situaciones donde no hay infierno. Y cuando la tempestad arrecie y no tenga piedad y arranque los árboles de cuajo y yo apoye mis pies sobre la tierra con toda la fuerza de la que soy capaz, dame la mano. No me sueltes. La cara del ángel será una mueca congelada de horror, sus alas frágiles se abrirán de a poco, lastimadas, y no podrá quedarse con nosotros. No podrá cuidarnos.
Somos nosotros quienes debemos custodiar las ruinas y acariciar y amar las cicatrices. Como el viento también nos llevará, atémonos a la cintura las películas y las palabras. Para que nos ayuden a recordar. Uno solo no puede. No mires hacia atrás, donde está el futuro. No dejes de mirar cada una de las batallas que hemos librado. El viento nos levantará dándole la espalda a lo que viene, para no olvidar lo que hemos tenido. Para tatuarlo en nuestra memoria y plantarlo en los días venideros. Hubo poesía después de Auschwitz. Una rara especie de flor floreció en Hiroshima. No escuches a los traficantes de la peste. No tiembles. No tengas miedo.
No me sueltes.
No hay un cuadro. Hay ojos que lo miran. En este cuadro, Walter Benjamin vio un ángel y puso en palabras su visión en su novena tesis sobre el concepto de historia. Porque fue el "Angel de la Historia" lo que vio, levitando con las alas desplegadas y los ojos teñidos de impotencia y dolor, contemplando las ruinas del pasado que trepan hasta el cielo y con la espalda vuelta hacia un futuro inenarrable, adonde el viento de la tempestad lo arrastra aunque no quiera.
El ángel quisiera quedarse de pie frente al pasado e inclinarse a lamer sus heridas, a reparar los trabajos sangrientos de la historia, a cauterizar los tajos de la destrucción. La historia que ve el ángel espantado no es la línea recta luminosa pregonada por Hegel, cuyos crímenes son legitimados por el avance natural de la razón hacia el progreso. No es una historia que asiste imperturbable a la caída de los imperios, sino al escándalo de las masacres. No caen Cartago, Persépolis ni Roma. Jerusalén es arrasada por los romanos y la Luftwaffe descarga sus bombas sobre Guernica.
El pasado es catástrofe. El presente, también. Porque es el infierno de la repetición constante de lo mismo, travestido de moda para que abramos la boca y mastiquemos sin asco sus mercancías. La reiteración mecánica del gesto del obrero, del paso del burócrata, de la transacción efímera del consumidor. Es esto el infierno, le dice Marco Polo al Kublai Khan en el último relato de Las Ciudades Invisibles que imaginó Calvino: mientras muchos se acostumbran a él hasta no verlo y convertirse en lo que ya no ven, otros resisten y aprenden a detectar las "situaciones de no infierno". A reconocerlas, a darles un espacio y a hacerlas durar. ¿Cuáles son tus "situaciones de no infierno", en una vida en la que Sísifo arrastra la piedra una y otra vez?.
El futuro es esta tempestad que sopla en el presente y abre a la fuerza las alas del ángel. La tempestad que nos expulsó del Paraíso, que nos ahogó en un diluvio y que azotó Sodoma y Gomorra con su fuego. El futuro será, para Benjamin, la repetición del pasado. Sus ojos sublevados no llegarán a ver Auschwitz ni Hiroshima pero ya pueden presentirlas en la mirada alucinada del ángel.
Aspiramos la peste de las flores del mal. La revolución no es la locomotora de la historia. Debe ser, piensa Benjamin, el freno de emergencia que ponga fin a esta carnicería silenciosa. Una sociedad sin clases, que nos devuelva la dignidad que hemos perdido y redima a sus muertos. Un mundo en el que cada muerto digno sea devuelto a la vida, porque hemos recogido y puesto en acto su legado. Porque no permitimos que el viento se lleve impunemente, junto al ángel, nuestros recuerdos.
II. A tu cámara la asedia el olvido
Hace un mes que vuelve recurrentemente con la cámara a la vieja casa de sus padres. Hace un mes que murió su madre y su padre comenzó a desvariar. Dice que filma para su hermano que vive en el extranjero. Pero yo sé que filma para sí mismo. Porque veo lo que está filmando y sé que lo etiqueta y no lo entregará, a nadie.
Fragmentos de una mesa, tazas apiladas, las teclas de un piano, los lomos de los libros ordenados en una biblioteca, una lámpara. Vuelve invariablemente a filmar dos lugares precisos de la casa, que se clavan como estacas en su corazón.
Un pasillo poblado de fotografías de sus padres, enmarcadas, de distintas épocas. Una boda, algunos viajes, brazos rodeando las espaldas de los hijos. La imagen de la madre, en cada foto. Acerca estremecido y atormentado la lente de la cámara, como los ojos del ángel, a esa imagen. Filma una madre fotografiada, concentrándose exasperadamente en los detalles, como si fueran a robárselos en cualquier momento. Se inclina como quisiera inclinarse el ángel y filma la curva de los párpados, los pómulos, las manos. Los nombra mientras filma.
Dice: "Acá está mamá, éstos son sus ojos, está apoyando las manos sobre la baranda de un puente, se ríe, ésta es su boca". Después entra con la cámara al hombro al cuarto de la madre. Filma una cama angosta de bronce, con un edredón modesto hecho de retazos de telas de colores y un par de almohadones floreados. La lente roza las flores hasta descomponerlas. Filma una pintura inconclusa de su madre, sobre un atril inestable de madera. Se sumerge en el verde de los árboles, se aleja, gira y enfoca insistentemente unos estantes con latas y pinceles, un manojo de llaves, un pañuelo. Pareciera la habitación de alguien que eligió exiliarse del mundo para construir uno propio. Y, también, la habitación de una asceta. La exigüidad de las cosas filmadas hace que cada una de esas cosas asuma una dimensión demencial y conmovedora. Le pido que no siga, que no vuelva a la casa con la cámara.
Hasta que entiendo que su cámara no es la piedra de Sísifo y que sus filmaciones son un intento de detener el viento. Está de pie frente a la catástrofe privada, como el ángel frente a las ruinas de la historia. No quiere que a su madre se la lleve la tempestad. No quiere despertar, un día, intentando desesperadamente recordar sus rasgos. Sabe que esa casa tendrá futuros y desconocidos ocupantes. No quiere que el futuro le arrebate la cama donde durmió y soñó su madre, que en las alas pavorosamente extendidas del ángel se mezclen sus pinceles y las latas y un atril de madera.
¿Cuál es, pienso mientras intento dormir, nuestra utopía? Si históricamente es esa sociedad sin clases en la que Benjamin creyó con sus entrañas, ¿cuál es la nuestra, la íntima y personal que evitará la caída del ángel? No puedo separar el sueño del hombre que se pegó un tiro en la frontera franco-española del sueño que debe habitar esta casa. ¿Cómo protegerlos de la destrucción?
Miro la cámara con las baterías exhaustas, miro mi pila de cuadernos desordenados. No le cedamos al viento nuestros muertos. Dejemos testimonio de lo que nos rodea. Huérfanos y a oscuras, protejamos lo que brilló como un relámpago en nuestro pasado. Perpetuemos las situaciones donde no hay infierno. Y cuando la tempestad arrecie y no tenga piedad y arranque los árboles de cuajo y yo apoye mis pies sobre la tierra con toda la fuerza de la que soy capaz, dame la mano. No me sueltes. La cara del ángel será una mueca congelada de horror, sus alas frágiles se abrirán de a poco, lastimadas, y no podrá quedarse con nosotros. No podrá cuidarnos.
Somos nosotros quienes debemos custodiar las ruinas y acariciar y amar las cicatrices. Como el viento también nos llevará, atémonos a la cintura las películas y las palabras. Para que nos ayuden a recordar. Uno solo no puede. No mires hacia atrás, donde está el futuro. No dejes de mirar cada una de las batallas que hemos librado. El viento nos levantará dándole la espalda a lo que viene, para no olvidar lo que hemos tenido. Para tatuarlo en nuestra memoria y plantarlo en los días venideros. Hubo poesía después de Auschwitz. Una rara especie de flor floreció en Hiroshima. No escuches a los traficantes de la peste. No tiembles. No tengas miedo.
No me sueltes.
Que bello, cheeeeeeeeeeee!!! No sé por qué me hizo pensar en películas de Kiarostami, no se si El sabor de la cereza o El viento nos llevará o ...ay que no sé...pero me pongo a repasarlas...Beso con ángel...
ResponderEliminarPisciana: estás batiendo tus propias marcas.
ResponderEliminarDivino.
firmado: otra pisciana.
"Nadie puede asesinar a un ángel
ResponderEliminarcomo asegura la publicidad"
Oráculo de Yahvé
El huracán gana.
ResponderEliminarEl freno de emergencia es, previsiblemente, el acelerador de la galerna.
Hegel pierde y el hegelianismo del Loco gana. Y nadie mete mano al Loco, el Loco que garantiza el olvido como la coca cola nos ofrece la certeza de la felicidad. El Loco que borra cuando registras los narrado en el archivo o sobreescribe ---- y rasga el lienzo y la colcha de la cama y nos pide que filosofemos en la seriedad de una cámara , un algoritmo o un protocolo de últimas voluntades. Y nos gana la voluntad con la soberbia de lo bien que nos quedan las palabras. La cámara y la reflexión y la narración vehiculan la cicatriz con tanta eficacia como una división Panzer.
Digamos: la cicatriz cicatriza cubierta de babas y lágrimas. Espasmos. Y entre contracción y contracción nos consolamos y seguimos queriendo parir la criatura,la que empuja el huracán - ventosidad del Loco.
No hay quien meta mano a la historia del espíritu ni a la de la carne ni a la vivida en primerísma persona. No hay película de este libro. Hay que tragarlo como el aceite de ricino.
Pero soy un hombre de esperanza y devoción, casi un monje, que apuesta por el "no me sueltes" y tengo fe en que perdura la tontería porque es lo más débil, y el huracán no le presta atención.
Nos acurrucamos en las ruinas que se arruinarán y que finalmente serán desmontadas piedra a piedra. Queda un hueco en la memoria, una mentira que nace de él y el calor que poco a poco se diluye de la mano, de la letra, del aire que respiramos cuando ya no están ellos.
¿Cómo te encuentras, querido pájaro? Sólo eso pregunta el ángel.
"...Porque después de todo he comprendido
ResponderEliminarque lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado..."
Yo se que es cursi y remanido. Pero asi lo siento hoy.
Tal vez lo que decis aqui se conecte con tu post anterior. Como los colores, las personas, las circunstancias y las cosas nos tiñen con su presencia, nos moldean o nos marcan. Somos en virtud de lo hecho, vivido y experimentado.
No es bueno vivir de recuerdos. Pero es importante recordar lo vivido. (Lo se, otro cursiletaje :-)
Besos, amore.
Vani
Que traigas a mi casa el recuerdo de W.Benjamin, icono (cómo odio esa palabra, en realidad) icono casi del siglo XX... De tantos exilios interiores y exteriores. Peregrino en su patria. En la interna. Y la externa. Es por eso que la cámara no es para capturar el instante, que dicen los que no entienden nada, sino el tiempo todo. La verdadera esencia del tiempo que pasó por uno. El tiempo hecho materia. Materia apasionada, recuerdos, materia viva.
ResponderEliminarWalter Benjamin y Antonio Machado muriendo uno a cada lado de la frontera a poquísimos quilómetros y con poco más de un año de distancia... Entre las lecciones comunes, la del desgarro. Esto es, la de la pasión. Materia apasionada, eso es.
Molts petons des de la banda de Portbou!
Después pensaba en una película de Kiarostami. "A través de los olivos". Pensaba en el relato que un director de cine le dedicaba a unos niños.
ResponderEliminarTu escritura es algo de niños, no se que tiene. Y por eso, pienso, hablás de Klee. Y también de Benjami, que era un poco niño, en aquellos tiempos, en que, caprichoso, pataleaba contra la reproducción infinita. Pero que ya, nunca es el original. Abrazo atormentado, en esta noche paraguaya.
Qué buen texto amiga pájaro. Leer Benjamin me salvaba la vida cuando cursaba algunas materias, esos talleres de algo sobre todo, de la carrera de comunicación social. Y es además uno de los autores a los que refiere mucho en sus discos un angel muy especial al que ayer fui a ver al Gran Rex, el pianista Brad Mehldau y que si no fuera por la selección argentina (que hoy ocupa por entero mi cabeza y mi corazón) mi post hubiera sido sobre él, su piano y su mano izquierda indescriptible.
ResponderEliminarBrad deja testimonio de lo que lo/nos rodea con su música. Casi a oscuras, desde el escenario proteje lo que brilló como un relámpago en nuestro pasado haciendo nuevas versiones de Jobim, Beatles, Sonny Rollins y Nick Drake, todas con igual encanto, todas situaciones donde no hay infierno.
Recomiendo su escucha, como recomiendo leer su Blog, que no deja de sorprendernos.
"No escuches a los traficantes de la peste. No tiembles. No tengas miedo".
ResponderEliminar...
Sin palabras
me fijo en el título que acaba el texto: "no me sueltes". abisal el cuerpo de palabras, en medio.
ResponderEliminarno me sueltes, me dijo una vez el miedo.
no me sueltes, me dijo un perro.
sólo hablé con el perro. tranquilo, nunca te amarré.
no sé exactamente qué quiero decir. eso sí, gracias, como siempre.
besos,
òscar.
He saltado a este blog desde el de Blanca Andreu. Este texto me ha parecido conmovedor. Refleja muy bien lo aterrador de la historia, la conciencia del horror que atormenta al hombre desde el siglo XX. Aludes un par de veces a Hiroshima; casualmente yo he escrito en mi blog, hace poco, un texto sobre el "Treno por las víctimas de Hiroshima", una pieza musical de Krysztof Penderecki, compositor polaco, escrita en memoria de aquella masacre.
ResponderEliminarY, como bien dices, debemos guardar la memoria de las atrocidades del pasado. Siempre debiéramos recordarlas, por mucho que nos duelan, para no volver a cometerlas en el presente.
Un saludo.
Cuando el ángel nuevo que está cerca de mí me deja, me dejo yo mismo llevar por el viento. W.B. es otro que se dejó llevar en sus Iluminaciones, en sus tesis sobre la filosofía de la historia, acaso con desesperada esperanza de un futuro que tome distancia a tanta caída.
ResponderEliminarMás que una teodicea hegeliana, lo que hay aquí es interrogación ante la magnitud del desastre, imposible de justificar. En este tiempo, no sé si casualmente, me he dicho que tengo que volver una vez más a Benjamín. Quizás para volver sobre el vínculo que él construye entre historia y redención –y esa idea misma me suena ya sospechosa, pero está ahí, en sus planteamientos, en su voluntad de reparación de tanto daño.
La revolución es detener el tren de la historia. Ese tren que nos aplasta, que no duda en triturar todo lo que se interponga. Desde las ruinas que deja su paso ciego, nosotros seguiremos amando las cicatrices que nos hermanan y así, apostar otra vez por el sueño, en cualquier frontera. A veces –aunque no lo querramos- temblamos, pero sin miedo, y sin soltar la soga del sueño.
Un abrazo caído,
Arturo
http://www.youtube.com/watch?v=0P5jV4lHHR0
ResponderEliminar...Música...
...Y no, no te suelto...
...Un abrazo...
Pájaro, mientras estuve fuera, no imaginas, eché tanto de menos ese vuelo diario, esa disciplina amable del alma, como quien ejercita los bíceps o los abdominales, tanto eché a faltar seguir aprendiendo a volar, que hubiera querido poder planear sobre un paisaje de instántaneas. Benditas las cámaras que se utilizan para no soltar del todo...
ResponderEliminarBesos en fase de aterrizaje...
No tardes tanto, que yo tampoco te suelto.
ResponderEliminarDarío: Sí ... "El viento nos llevará", es cierto. Algo de niño, algo de niño huérfano que espera que le cuenten cada noche un cuento. Beso tormentoso y atormentado, sí.
ResponderEliminarEmy: Creo en la sincronía entre los peces. Estamos las dos en el mismo barquito, en un mar inmenso.
Blanca: No. Lo maltratan, lo hieren, lo encierran con candado. Pero no pueden con él.
Bicéfala: ¿Es un Loco el que tira los dados? Puede ser. Algunas jugadas le salen extraordinariamente bien. Otras dan miedo. Es posible también que el huracán no le preste atención a las tonterías (es como las dictaduras, que no perciben las metáforas). Nos quedan esas tonterías entonces, imprescindibles en las noches de ángeles caídos. Soy mujer de devoción también, profana. Por eso pido. Tu escritura, entre otras cosas.
Sis V.: No es cursiletaje y sí, todo está conectado. Venimos de atrás, de lo que fuimos, de lo que está debajo de la tierra. Y en la tierra arrasada, con amorosa paciencia y voluntad de jardinero, vuelven a abrirse las flores. Sis M.
Ramón: Qué hermosas tus imágenes (porque "veo" lo que dicen tus palabras). Los exiliados que viajan con sus libros a cuestas, los peregrinos desgarrados pero fieles a sus pasiones. Sí, con la cámara sospecho que intentamos apresar lo que se va, para jugar a la eternidad y para que se quede con nosotros lo que amamos. Mots petons, molts.
Stalker: Tus ... dicen más que tantas palabras ... Vamos a Marienbad porque es un mundo donde lo que amamos permanece, está custodiado y nadie, ni siquiera el viento, puede llevárselo.
Mujer de Olé: Si vos lo decís, iré hacia Meldau, de tu mano. Sí que la música ilumina los relámpagos del pasado y alguna hasta logra recrearlos, deteniendo el viento. Es precioso que la asocies y la cruces con Benjamin de esta forma. Un beso que sí se lleva el viento, pero hacia vos.
ResponderEliminarOscar: No sabrás lo que querés decir exactamente, pero ¿cómo hacés para dar, exactamente, en el blanco? Un poema en tres líneas, con tanto mundo dentro. El miedo no quiere que lo soltemos. De eso vive, de que nos amarremos a él. El perro se queda a nuestro lado, sin necesidad de amarrarlo. Hablar con el perro, sí. Con el miedo, no. No merece ni una palabra. Subo tu poema a los pies del ángel. Te abrazo.
Ramiro: Me hace feliz tu visita. Leí, conmovida, tu entrada. Recordar para no repetir, ¿será posible? Cada vez nos parece tan distinta de la anterior ... ¿será que lo antiguo se viste con ropa nueva o que el pasado es pasado porque no se repite? Ay, qué preguntas. Besos y volvé, sos muy bienvenido.
Arturo: Volver a Benjamin, sí. Política y teología, el mesías y la revolución, marxismo singular y misticismo judío y más que eso, esperanza en la desesperación, ternura en la barbarie. Coleccionar juguetes y pesquisar pasajes, recorrer las ciudades como si fueran cuerpos y vivir en estado de asombro. Y que nuestros ángeles personales y milagrosos nos sostengan y sean nuestra soga hacia el sueño. Un abrazo, muy fuerte, en invariable sintonía con tus palabras.
Migue: No hubieras podido elegir mejor. Tu soberano instinto que encuentra lo que falta y se atreve a ponerlo y calza como la pieza que necesitábamos, la música de los ángeles caídos. Esa canción, esas imágenes, ese hombre-animal-inclasificable ... con ese sombrero. I keep on holding on, to you.
Susú: Yo te extrañé, pero no estabas fuera. Miraba dentro de mí y estabas adentro. Benditas las cámaras y las manos que escriben y que pintan y los ojos que miran y graban lo que han visto en la memoria. Benditas las criaturas que, como vos, no nos sueltan porque nos anclaron a su lado.
María: Ya voy, ya voy. Me hace tan bien que me tomes de la mano, que la aprietes mucho, que entrelaces tus dedos con los míos.