I.
Ya les dije que no vuelvo. "Estás loco", fue la respuesta del otro lado del teléfono. "Te volviste completamente loco". Quique me miraba fijamente, como diciéndome "Está todo bien, vos seguí con tu plan, yo te banco". Es increíble cómo la vida puede darse vuelta en un instante. Quique parece estar de acuerdo. Leo en sus ojos un contundente "Decímelo a mí". Quique estaba en las últimas cuando lo encontraron. Yo también, aunque no lo pareciera. En Buenos Aires están azorados y esto les parece el fin del mundo. Geográfica y existencialmente.
Yo, en cambio, me siento recién nacido. Hasta me divierte imaginar las caras familiares de indignación y estupor declinadas en sus múltiples variantes. Mi madre anticipando el infarto que nunca llega y mis hermanas azoradas, contemplando cómo, según sus convenciones, tiro mi vida decididamente a la basura.
Yo, en cambio, me siento recién nacido. Hasta me divierte imaginar las caras familiares de indignación y estupor declinadas en sus múltiples variantes. Mi madre anticipando el infarto que nunca llega y mis hermanas azoradas, contemplando cómo, según sus convenciones, tiro mi vida decididamente a la basura.
Menos mal que mi padre está muerto aunque (el ejercicio contrafáctico es tan previsible) si estuviese vivo para presenciar esto se volvería a morir. "Para esto estudiaste, para esto te recibiste, para esto tenés una carrera exitosa que envidiarían tantos". ¿Y qué pasa si "esto" (elevado al concepto de elección demoníaca) es realmente lo que yo quiero? "¿Eh, Quique, qué pasa?" ¿Qué pasa si en casa gastaron bibliotecas pero no les alcanzó ni les alcanza para leer mi deseo?
La buena salud de la relación paterno-filial reside en algo tan simple como la capacidad de leer el deseo del hijo. El mío lo leyeron como el culo y me convencieron de que estudiara Derecho. Terminé trabajando en un estudio jurídico de lujo, calzándome el corset del protocolo y las buenas costumbres.
A media tarde me encerraba en el baño con un libro de poemas de Dylan Thomas y una puntada en el pecho. Me lavaba la cara y volvía la oficina, intentando convencerme de que todo estaba bien y de que muchos hubieran matado para estar donde yo estaba. Ahora me digo: "allá ellos". Y que mi madre y mis hermanas salgan de shopping y se compren una vida, que yo bastante tuve con la mía.
II.
Mi decisión no volver no sale de la cabeza sino del corazón y toma posesión del cuerpo. Es el cuerpo, finalmente, el que dice basta. Es el cuerpo lo último que se retira. No quiero más horarios ni rutinas que me pesen como un chaleco de plomo. Venderé todo lo que tenga que vender para viajar más ligero y liberarme de las mochilas del pasado.
Mi decisión no volver no sale de la cabeza sino del corazón y toma posesión del cuerpo. Es el cuerpo, finalmente, el que dice basta. Es el cuerpo lo último que se retira. No quiero más horarios ni rutinas que me pesen como un chaleco de plomo. Venderé todo lo que tenga que vender para viajar más ligero y liberarme de las mochilas del pasado.
No extraño mi departamento decorado según el último alarido del interiorismo. Nada me pertenecía allí, aunque todo lo hubiese comprado. Allí yo estaba de paso y pasaba la mayor parte del tiempo en un bar decadente del centro, donde me regalaban las medialunas recién salidas del horno y me reservaban la mesita del fondo.
Emilio y Antolín me conocían mejor, creo yo, que mi familia entera. Si me notaban triste me deslizaban en el bolsillo del saco una montaña de chocolates en miniatura, que iluminaban, hasta acabarse, el departamento de soltero. Soltero codiciado. Mal adjetivo. ¿Qué puede florecer de la codicia? Cactus ásperos al tacto y flores sin aroma.
Si no vuelvo a tiempo, la carroza de cristal se convertirá en calabaza. Qué placer. Quiero vivir en esta calabaza el resto de mi vida.
Si no vuelvo a tiempo, la carroza de cristal se convertirá en calabaza. Qué placer. Quiero vivir en esta calabaza el resto de mi vida.
III.
Harto de las playas de moda, este verano me vine solo a Miramar. Un oasis. Me quedaba tirado en la playa, con un libro, de la mañana al atardecer. Los dos días en los que se desató un temporal no me moví de mi sitio, empapándome hasta los huesos. Qué placer caminar descalzo sobre la arena, sin rumbo fijo, bordeando la línea arbitraria de la espuma y vaciando mi cabeza de pensamientos. Abandonar el pensamiento para respirar la brisa, hundir las manos en el agua gélida del Atlántico y buscar caracoles de formas raras. Qué placer estar solo, conversando conmigo mismo.
Una tarde abandoné la playa, descalzo, y me corté la planta del pie con un pedazo de vidrio abandonado sobre el cemento. Una enfermedad terminal no da señales pero un corte superficial provoca un instantáneo charco pavoroso y creciente de sangre fresca.
No había nadie a la vista, hasta que apareció Verónica. Bajita, con algunos kilos de más y un cola de caballo atada al descuido. La sangre se derramaba sobre el cordón de la vereda. "Hay que cortar la hemorragia", me dijo mirándome a los ojos, como el príncipe miraba a una Cenicienta deslumbrada (después recordaría esta escena, descubriendo quién le había enseñado a Quique a mirar).
Una tarde abandoné la playa, descalzo, y me corté la planta del pie con un pedazo de vidrio abandonado sobre el cemento. Una enfermedad terminal no da señales pero un corte superficial provoca un instantáneo charco pavoroso y creciente de sangre fresca.
No había nadie a la vista, hasta que apareció Verónica. Bajita, con algunos kilos de más y un cola de caballo atada al descuido. La sangre se derramaba sobre el cordón de la vereda. "Hay que cortar la hemorragia", me dijo mirándome a los ojos, como el príncipe miraba a una Cenicienta deslumbrada (después recordaría esta escena, descubriendo quién le había enseñado a Quique a mirar).
"Soy enfermera y vino en un departamento acá, enfrente. Si querés te desinfecto y te vendo el pie en casa", dijo con una seguridad insólita después de asegurarme que el corte no había tocado un tendón.
Era la chica menos sexy que hubiera podido imaginar. Además ya no era tan chica. Me llevaba varios años. Iba a cara lavada, en sandalias franciscanas y con una túnica a rayas, de colores, totalmente anacrónica. Mis opciones eran o desangrarme en público o aceptar la propuesta de esa enfermera providencial. Crucé la calle con el pie en alto, mientras ella me llevaba de la mano.
Lo primero que vi al entrar al departamento minúsculo fue a Quique, dormido sobre un piano vetusto y bien lustrado que dominaba el living.
Verónica me hizo pasar a un baño de cerámicos blancos y negros, se acomodó sobre el bidet, me invitó a sentarme sobre el inodoro y sacó unos elementos básicos de enfermería de un botiquín en equilibrio inestable.
Me pidió que pensara en un color mientras me desinfectaba y cantaba bajito. Tenía unos ojos verdes en los que parecía haberse fugado el mar. Hice fuerza, me concentré en ese verde y no dolió tanto. Después empezó a vendar mi pie, con una delicadeza extraordinaria.
Hubiera querido que su tarea durara varios años. Lo hizo con mano experta pero como si fuera el primer pie que le tocara en suerte, apoyando decididamente mi talón sobre sus muslos y presionando levemente las gasas sobre la herida.
"¿Qué estás cantando", pregunté. "No sé", contestó, concentrada en su tarea. "Invento. Así duele menos".
"¿Qué estás cantando", pregunté. "No sé", contestó, concentrada en su tarea. "Invento. Así duele menos".
Cuando terminó de vendar contempló satisfecha la tarea. "No vas a poder pisar por unas horas, porque te va a doler. Si querés me pasás la mano por el hombro y te acompaño a tu casa, a los saltitos. ¿Estás lejos?". Sí, estaba lejos de mis dos ambientes alquilados para el veraneo. Mucho más lejos que las dos cuadras que nos separaban. "Estoy verdaderamente lejos", murmuré. "Podés quedarte a cenar, si querés. Preparo pasta". La acompañé a una cocina diminuta. Todo el lugar disponible parecía estar reservado para el piano.
"Esperá que traigo a Quique". Quique era negro como la noche. Devoró media zanahoria como si fuera la última de su existencia. "Me llamo Verónica", dijo alzando a Quique y besando sus orejas extraordinariamente largas. "Y él es Quique. Le gusta cuando toco el piano y le gusta mirar el mar" (y eso sonó como una carta de presentación más que suficiente).
"No conocía esos hábitos en los conejos ... Nunca vi ...", atiné a responder. "No son hábitos de su especie", contestó resueltamente. "Son hábitos de Quique. Debe haber muchas cosas que no viste, todavía", agregó asaltándome las pupilas, con una sonrisa diáfana que parecía saberlo todo. Dylan Thomas y la puntada en el pecho en el baño de la oficina, la mesa en el fondo del bar y el bolsillo lleno de chocolatitos. Intuí que ella lo sabía todo, aunque no hubiera un solo libro a la vista.
"No conocía esos hábitos en los conejos ... Nunca vi ...", atiné a responder. "No son hábitos de su especie", contestó resueltamente. "Son hábitos de Quique. Debe haber muchas cosas que no viste, todavía", agregó asaltándome las pupilas, con una sonrisa diáfana que parecía saberlo todo. Dylan Thomas y la puntada en el pecho en el baño de la oficina, la mesa en el fondo del bar y el bolsillo lleno de chocolatitos. Intuí que ella lo sabía todo, aunque no hubiera un solo libro a la vista.
Y fue en ese momento cuando decidí quedarme. Cené la pasta más rica de mi vida. No fue solo el pie lo que sanó. El que lo sabe de verdad es Quique, con quien escucho las piezas de Satie que ella le arranca al piano (es todo lo que toca por ahora pero alcanza y sobra) y nos quedamos mirando el mar sobre la arena, al anochecer.
Mientras esperamos que ella regrese del hospital y yo pienso en ella, en Quique, en el mar, en las melodías de Satie y en la mejor manera de traducir los poemas pendientes de Dylan Thomas, que duermen apilados sobre el mínimo escritorio que Verónica improvisó amorosamente para mí, en nuestra habitación exigua donde solo caben las cosas queridas, que no son tantas. Se pone blanco sobre negro, como los cerámicos del baño.
Somos más bien pobres. Y lo que pueda venir será para los dos, sea lo que sea, infinitamente mejor que lo que hemos tenido.
Mientras esperamos que ella regrese del hospital y yo pienso en ella, en Quique, en el mar, en las melodías de Satie y en la mejor manera de traducir los poemas pendientes de Dylan Thomas, que duermen apilados sobre el mínimo escritorio que Verónica improvisó amorosamente para mí, en nuestra habitación exigua donde solo caben las cosas queridas, que no son tantas. Se pone blanco sobre negro, como los cerámicos del baño.
Somos más bien pobres. Y lo que pueda venir será para los dos, sea lo que sea, infinitamente mejor que lo que hemos tenido.
Me gusta ese "temblor en la república de los niños". Se imagina uno la travesía de la autobiografía - y todos sus vocabularios infectos - por los mares desafiantes de los relatos ingenuos. ¿Y si la ingenuidad de ese lenguaje fuera la respuesta? ¿Y si el cuento redescribe el trayecto vital, los odios y los temblores que provocan ese cúmulo de insatisfacciones?
ResponderEliminar(nota: algunas teclas de Satie me provocan convulsiones depresivas sin nombre. Brrr!!) Curiosamente estaba pensando en escribir el itinerario de caperucita hacia la casa del lobo(hobbesiano) con su bandera roja en la mano y con ganas de zurrar de lo lindo al dulce egoismo que tanto amarga a los que sodomiza. Pero las abuelitas siempre entretienen con sus pasteles y sus poemarios. Me gusta mucho más tu trayecto y dejo el mío en suspenso (como en epojé fenomenológica).
Saludos (infieles) y besos(bicéfalos) en los pies(perversamente) vendados. Cura, cura, cura sana/ si no te curas hoy, curarás mañana.
Es que un baño relimpio hace quedarse a cualquiera.
ResponderEliminarY si ella le hubiera dicho "te vendo un bastón" en vez de " te vendo un pie", él no se hubiera quedado...
Que maravilloso cuento, con abogados y todo; con chocolates y todo...
Ay, Mariel, ¿cómo sabes que necesito un cuento bello cuando aquí es tan de noche y tengo tanto sueño? Me encantan, me divierten, me reconcilian con la vida tus cuentos inesperados. Todo es tan bello, reelaborar un cuento infantil, adaptarlo a ti, a mi, a nos, adaptarlo a nos, o mejor dejar que se adapte solo, observar su natural adaptación. Nuestras vidas son refundiciones de cuentos bellos si las observamos con afecto. Y luego esos colores tan vivos, tan "colores", que son como una sonrisa tuya que me llega en un segundo desde tu orilla sensible. Gracias por permitirme habitarla un poco. Una abraçada molt forta.
ResponderEliminarNo quiero ver al doctor. Sólo quiero ver a esa enfermera. Especialmente si toca Satie y se apiada de conejos.
ResponderEliminarMuy bueno, Little Wing.
Ufff, los deseos de los padres, los deseos de los hijos, en fin, bien por el que conoce cual es su sueño y cual su deseo. Yo no sé los míos, de tan disperso que soy.
ResponderEliminarSaber leer el camino de los hijos... me dá terror realmente errar en eso!!!
ResponderEliminarTan versátil la pajarita...a veces escribe de broncas viserales contra injusticias bien locales, que la tocan de cerca a ella y a sus vecinos pajaritos argentinos...escribe profundo pero a veces sin amor y sin odio....
ResponderEliminarY escribe también asi...con sentimiento, en tono de cuento mágico y real..dando vueltas de página a cuentos de hadas que quedaron tan lejos de nosotros y tan lejos en el tiempo que ya carecen totalmente de sentido...
Despues de todo...YO TAMBIÉN QUIERO una vida de pobre en un lugar cerca del mar, junto a mi amor y mi perro (conejo), y no una en un castillo con un principe lleno de guita y problemas previsibles!!
Un cuento de hadas puede a veces ser tanto más real, tanto más cercano que una noticia mal escrita en un diario y/o mal leída en la tele y peor repetida a nuestro alrededor.
ResponderEliminar"Y lo que pueda venir será para los dos, sea lo que sea, infinitamente mejor que lo que hemos tenido." Me gusta esta vuelta de tuerca de tu cuento, me creo tu cuento y me quedo feliz.
Porque el amor o la vida, que al fin y al cabo es la misma cosa, ya lo dijo un cubano de voz prodigiosa, la preferimos compartida, porque "no es perfecta más se acerca a lo que yo simplemente soñé..."
Besos de conejito.
que grande cuando se sabe elegir lo simple.
ResponderEliminarcuando se huye de la vida que otros quieren imponernos y se descubre lo que verdaderamente nos hace sentir bien.
y cuanto mas sitio tenemos en un pequeño apartamento en el que esta lo que deseamos, que en un gran duplex que en el que esta lo que aparentamos.
¡¡Ayyyyy!! me he cortado la planta del pie, sangra....
Amiga, vendamos las calabazas, prendamos fuego los códigos y salgamos a recorrer sueños.
ResponderEliminarTe admiro profundamente, cada día más.
Hola Pájaro:
ResponderEliminarMuchas gracias por la invitación a entrar a tu casa. He quedado, en estos últimos tiempos muy sorprendido:
.-Mujeres que escriben sobre deportes con autoridad y solvencia.
.-Unos poetes de Barcelona que te inundan de literatura de la buena.
.-Y ahora tu blog, ¡oh my God, is too much for me! ¿Están todos loc@s, no se enteraron que estamos en el siglo XXI?¿Qué les pasa?
¡Aguante la rebeldía y el inconformismo!
¡Aguante las minas que piensan y escriben mucho y bien!
¡Qué belio son tus post chica!y tus lectores no se quedan atrás, algunos comments son verdaderos post. ¡Qué nivel loco!
Espero estar a la altura de las circunstancias. Quiero que sepas que llevo mi ignorancia supina y mi estupidez generacional con mucha dignidad, hasta con orgullo diría(para estar a tono con la época, ¿visteS?)
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Copié el comment de donde lo había subido (Las playas de Normandía)y leí que no lo encontrabas.
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.-Este nuevo post es un verdadero servicio:
La próxima vez que juegue un fulbito en la playa y me corte el pié (cosa muy común y que me ha pasado varias veces)y venga una chica a auxiliarme ¡Saldré corriendo en una pata! a ver si todavía me caSa. ¡Jaja!mirá que tienen tretas ustedes para atraparnos. No, no, no ni aunque sea Jéssica Cirio, mirá.
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AMENAZA : Cuidado. Seguiré a este blog.
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Te mando un beso y un abrazo
PD -me gusta mucho el nombre que le pusiste al blog, no sé bien porqué, pero me gusta.
conmovedor, y una invitacion a dejarse llevar por lo que solo sentimos
ResponderEliminarbesitos
La salvación en unos ojos, ya de por sí ahogados de todo el mar que se llevan consigo.
ResponderEliminar(espero que este comentario al fin se cuele en la boquita del pájaro!)
Bicéfala, por favor, te lo pido, entregá tu Caperucita. Yo quiero ver, por fin, una Caperucita alegremente sodomizada (perdón, pero es así ...). Nos contaron mentiras, mentiras. ¿Va estar el Tiíto Hobbes? Claro, disfrazado de Lobo Feroz-Lobo-del-Hombre. No la dejes en suspenso. Largala a corretear por el bosque de las tentaciones. Tu muñeca arde. Prenda fuego a las teclas (sí, reconozco que Satie a veces es el auténtico agujero negro, lo digo porque ahora me acordé de las teclas del piano). Besos sus dos cabezas y sus cuatro patas, porque sí (mmmmmm ..... ¿no suena a 'soy su geisha'?).
ResponderEliminarMaría: Sí, te aseguro que el baño está recontralimpio. Y vos sabés bien donde está el bar y los chocolates y los abogados y todo. Todo. Entre otras cosas, que vender un bastón es un mundo y vendar un pie, otro. Te abrazo.
Ramón: "Nuestra vidas son refundiciones de cuentos bellos, si las observamos con afecto". Deberíamos ser más indulgentes, más condescendientes con nuestras viditas ... ¡Qué bueno que te gustaron los dibujos! A mí también, aunque nos engañen, me gusta mirarlos, siempre, en las librerías voy invariablemente a la sección de libros infantiles y me siento a mirar ilustraciones y éstas, tan consabidas, vistas por tantos ojos, todavía me entibian el alma ... Por los colores, ese azul cada vez más profundo, busqué un montón y elegí éstas ... Una abracada molt forta y petons, también (a ver si progreso, aunque sea un poco ...).
Pompeyo: Welcome, bienvenue, benvenuto, willkommen! ¿No te sentís en Cabaret? Te prometo que cuando arme el post-frazada con todas vuestras frases, la tuya encabeza. Yo tampoco quiero ir al doctor, jamás. Y cuando me sacan sangre me merecería un conejo, no un pobre café con leche con dos medialunas ...
Pablo: Eso no es ser disperso. Es tener muchos sueños, varias pasiones ...
Luigi: Y sí, es complicado. Más complicado que leer La Nación sin Reliverán a mano. Sospecho que se trata de escuchar, simplemente escuchar, y permitir que el hijo se equivoque por sí mismo (porque jamás se atiende el preaviso de equivocación). Y sospecho que debe dar miedo, sí, pero también ser fascinante. Un abrazo.
ResponderEliminarNanu: YO TAMBIÉN, YO TAMBIÉN. ¿Se puede saber a quién se le ocurrió la reverenda pelotudez (perdón, pero las cosas como son) del príncipe - por cierto, casi siempre, con cara de mamerto irrecuperable - y sus, como tan bien decís, PREVISIBLES PROBLEMAS? Porque de niños podremos creer que es así y después vendrá el desencanto y después (si no nos pegamos el tiro en la sien) el grito enfurecido a Perrault, a Andersen, a los hermanitos Grimm, al mejor estilo Pimpinela
("¡me engañaste, Hans Christian, me mentiste!"). Y la aceptación de que las historias son otras, más complejas, más densas, a veces inexplicables e intraducibles, solo pronunciables como un silencio ( ) o puntos suspensivos (......). Un abrazo muy fuerte.
Mujer de Olé: Sí, amor y vida son sinónimos. Decía Macedonio (¿te acordás):
ResponderEliminarNo a todo alcanza Amor, pues que no puede
romper el gajo con que Muerte toca.
Mas poco Muerte puede
si en corazón de Amor su miedo muere.
Mas poco Muerte puede, pues no puede
entrar su miedo en pecho donde Amor.
Que Muerte rige a Vida; Amor a Muerte.
Y yo también te envío besos conejito (pero frunciendo la boca, eh, que me salen super bien).
Sin: Vení, veníiiii, que te vendo el pie. Y no te cambio la casita por el duplex, ni la apariencia por el deseo, ni ebria ni dormida. Ni a punta de pistola. Sin Dudas. Un abrazo.
Mariano: Ya sabés que ando bien stockeada de fósforos. Y mi vocación piromaníaca no cede. Se retroalimenta y vos te ocupás muy bien de incentivarla. ¡Gracias por entrenarme en las lides del incendio intencional!
ResponderEliminarLuis Eugenio: ¡Por fin, loco, por fin! Te vengo siguiendo los pasos desde hace ratos (no, no soy como la Jessica Cirio, no te ilusiones - aunque tengo lo mío, ejem) y cuando entra tu comentario no lo veo, ¿te das cuenta? Es ver cómo tu gran amor pasa en un bondi que acelera. Sí, es verdadddd (te lo digo así, como América del Sudddd) acá somos todos unos desubicados. ¡Por eso la pasamos tan bien! ¿Me podés explicar por qué no tenés un block? Te lo pido, te lo pido, te lo pido (te pongo voz de Jessica Cirio, afinadita de gatienzo del Botánico, vos imaginá).
ResponderEliminarSí, los comentarios son lo mejor de esta casa, lejos. Ya dije que haré un post-frazada con ellos, enhebrándolos. Son un lujo, así nomás.
Amenazame, amenazame que me gusta. Yo también llevo mi generación supina y mi ignota estupidez con gran altura, así que estaremos bien a mano.
Mirá, para el Pájaro de China, te doy una pista, solo porque sos Luis Eugenio. Viene de la mano de la Srta. Patti Smith ...
Beso y abrazo de gol.
Mariana: Dejémonos llevar, dejémonos llevar, rara vez el instinto falla. Besitos, muchos.
ResponderEliminarPortinari: ¡Se coló! ¡Se coló! dios sea loado. Y mirá que como de costumbres tus líneas bien merecen ser devoradas ... Ojos que se ahogan en sus propios mares, ojos naufragados en mares salvadores ... Te abrazo.