Hay zonas de experimentación nuclear
bajo el desierto donde queman los cactus.
No esperes que llueva.
Nos sentamos a la misma mesa,
como si fuéramos dos desconocidos.
Sabemos sostenernos la mirada.
Me pinté la boca de un rojo
violento.
Nos hiela la tensión de la espera
porque jugamos con cartas marcadas.
El signo en el naipe nos arañó la cara
como el zarpazo impiadoso
de una pantera.
Es hora de invertir la apuesta
en la que nos colgaron de la cruz.
Alrededor parece
que todos
juegan.
Es hora de limpiarse
las lágrimas
de la nuca.
Para no darle carnada
de pasado
al sicario del crimen
organizado
contra mí.
Decidiste seguirme y bien sabemos
dónde escondieron los relojes.
Nos ofrecen oxígeno prestado.
Nos consuelan con vino.
Pero no estamos con ánimo
de súplica
en este paraíso del pecado.
Puse el trotyl en la garganta
del casino.
Cuento hasta tres,
empujamos las torres de fichas
hacia el centro.
Salimos caminando a paso sostenido.
No miramos atrás y empezamos a correr,
cantando,
como niños que tocaron los timbres,
hacia la protección adusta de los cactus.
Me aliso un pliegue
en el vestido ajustado
de satén.
La luna ilumina
la nada.
La hebilla de tu zapato
brilla, alucinada.
Yo soy quién, sí,
para haber planificado
este desastre.
Vos sos quién, sí,
para llevarme enamorada
hacia el cadalso.
En segundos estallarán
las réplicas, los dobles
y las exasperantes miniaturas.
Se acabará la tortura
de languidecer,
el terror de dar un paso
en falso.
Para poder construir
sobre tierra arrasada
el nombre inimitable
de otro modo
de estar.
Vuelan las ruletas y los paños del poker.
Caen las estatuas gigantescas de cartón pintado.
Saltan los baños donde se maquillan
putas y mucamas.
Son ceniza las camas de los hoteles,
las enaguas de seda y las medias de red.
Qué maravilla de catástrofe.
Estoy plena de estrépito y de sismo.
Una vez que jugaste con fuego no es lo mismo,
después.
Quiero sexo sobre otra cornisa.
Para eso tienen que estallar los simulacros
y prenderse fuego hasta la última copia
de lo que todavía no hemos visto.
Te declaro responsable del abismo
donde se hunde balbuceante
la mímica.
De la resurrección en la que convertiste
mis días.
Del coraje suicida con el que refundaste
mis ganas
de ver.
Es que es a todo o nada, mi amor.
No se apuesta por menos en Las Vegas.
A Las Vegas se la hace desaparecer.
Amanece sobre los escombros.
Queda el desierto áspero y bellísimo,
la verticalidad inconmovible de los cactus
y este viento que empuja nuestros pies.
Tampoco tu das tregua. También tu nos conduces a la trampa de la que yo ya sé salir con vida. Las Vegas no da pistas, pero yo las he visto y solamente juego a mi manera: nunca juego solamente a un número...hay tántos en la ruleta.Debías de hacer lo mismo y no arriesgarte; o arriesgarte menos, para que no te salgan las tripas por la boca.
ResponderEliminarHay tantos número, digo, esperando ser jugados...
Juega, y arriesga. No dejes que nosotros estemos de meros espectadores. Llévanos a Las Vegas, o a dónde quieras. Todo o nada, en el amor yo siempre he apostado así, ahora ya no va más....Yo jugué con fuego y qué maravilla la catástrofe, una vez has salido de ella.
ResponderEliminarComo dicen aquí !que me quiten lo bailado!
Si mi mail es
partisanaedith@gmail.com
Me dejó sin aires la constante antítesis entre lo nuclear y lo desértico y la supervivencia del amor.
ResponderEliminarCasi que estoy viendo el mundo de nuestros hijos. Medio aterrador. Un abrazo.
Una de las cosas mas hermosas que lei en los ultimos tiempos.
ResponderEliminarHold me, Thrill me, Kiss me, Kill me!!
ResponderEliminarTu relato me recuerda una película de Cóppola, "One from the heart" creo que se llama, en su elenco estaban Frederic Forrest, Raul Juliá y Nastassja Kinski (así se ecribe,no?) que vi hace mucho y que me encantó. Una deliciosa historia de perdedores digamos en medio de distintos lugares dentro y fuera de la apabullante Las Vegas. Justamente creía que la historia no se condecía con el escenario pero cuando visité esa ciudad me di cuenta de que el lugar era perfecto para una historia de perdedores, de perdedores de todo. Percibí algo de esto que contás, como si fuera todo un gran decorado, una gran mentira o bien una sensación de cercanía de fin del mundo o de gran catástrofe. Es vertiginosa la estadía allí y deambulando de madrugada por los grandes salones de juego de los majestuosos hoteles las caras de desolación que se ven son como escombros de los sueños perdidos.
ResponderEliminarEs a todo o nada, y casi siempre es nada.
Besos desérticos
clap clap clap
ResponderEliminarSaludos desde Mundo Aquilante!
"Destiny turns on the radio" es una película que me mata y tu poema me trae la emoción que sentí en una escena en particular.
ResponderEliminar¡Precioso, Pájaro!
Qué film, muchacha!
ResponderEliminarBlanco y negro bien granuloso.
Cristina Ricci y el tipo que hace de Rorschach en Watchmen. O Juliette Lewis y Billy Bob Thornton.
O Juliette y Cristina, por qué no?
Morphine en la banda de sonido, claro.
Apenas consiga unos pesos te la produzco. Fijate quién querés que la dirija.
Muy interante, che. Imaginé pool, sexo, despilfarro y pérdida.
ResponderEliminarSalute.
un círculo bellísimo.
ResponderEliminarmedida exacta de vida. derramado azar.
besos,
ò.
Como me gusta cuando le das la vuelta a la tristeza y la conviertes en esperanza. Sé que te gustan los casinos, lo sé por el blog de María Jesús. Los tres últimos versos le dan la vuelta al resto como un calcetín. Así, como en un oxímoron, se entienden más las cosas. Qué bonito texto en tu pájaro. Y que bonita referencia al viento que uno se figura verde, como el viento de Lorca.
ResponderEliminarLe has dado otro sentido y lo tomo en cuenta, a ese lugar que yo aún no contemplo, solamente a través del cine.
ResponderEliminarAbrazos.
Nunca lo pense antes. No lo habia articulado, ni en pensamiento ni en palabras. Tu texto lo dibuja poeticamente.
ResponderEliminarComo en el amor, Las Vegas fue nada que es todo, y es "a todo o nada".
Ahora que lo pienso, tal vez sea alli en donde se esconde el secreto de su exito.
Surgio, como el amor, porque si. De la nada, y sin razon, por impulso de un par de locos, que hicieron germinar luces en el desierto.
De tanto desearla, la parieron a llamaradas de voltios y velocidad sin razon.
A Las Vegas se va por placer, por el placer de jugar, o jugarse. Por la inexplicable creencia - o a veces certeza - de que, como en el amor, hay que cerrar los ojos, apretar los dientes, y largar las fichas en el fieltro a rojo o negro, o empujar la palanca del tragamonedas a fondo, a la espera de treboles alineados, un "negro el 11", o un "yo tambien te amo".
En Las Vegas hay espacio para un "all in" y para casamientos "ya mismo" porque si. Sin lista de invitados, ni bals con el abuelo. Vos y yo, porque si, y porque no concibo el no, en un a todo o nada a corazon en mano, mientras nos incendiamos, como Las Vegas, en explosiones nucleares de amor y colores.
Te quiero porque me da la gana.
Sis V.
Me acerco al pájaro y comparto su pienso...
ResponderEliminarCorro hacia los gritos de los cactus y su adusto mirar de hebilla alucinada.
ResponderEliminarCorro, corro corro...
Agarro tus palabras. "otro modo inimitable de estar" "quemar los mapas" y todos tus etcéteras.
Una belleza.
ResponderEliminarLos cactus nos arañan la piel.
El desierto quema y abrasa.
Pero las fichas esperan por nuestro juego.
¡Juguemos, pues!
...¿Y los ases en la manga qué, mi querida Mariel?...
ResponderEliminar...Qué decir de nuestros ases en la manga...
...Vayámonos a Las Vegas en un descapotable, no creo que sea tan obscena como dicen. Y si no, para eso tenemos el desierto...
...¿Qué dices?...
...¿Vamos?...
sin aliento, saltando al vacío, la última ficha, el último beso...
ResponderEliminarPodría anotar tonterías varias, pero lo único cierto por decirte es que escribís con una belleza poco vista.
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