Te hablarán de una ciudad
que se llama París.
Te dirán que tiene una torre
y un río que la parte en dos.
Y lo que te digan no será verdad.
Porque si París tiene un río en el medio,
ya hay dos ciudades que se llaman París.
Y además hay tantas París
como gente que la sueña,
la imagina o la extraña.
O la ama sin haberla visto.
O se fugó de ella, hacia otra parte.
Te hablarán de una ciudad
que se llama Roma.
Te dirán que tiene
campanarios y fuentes
y un río que la parte en dos.
Y lo que te digan no será verdad.
Porque las campanas
nunca suenan igual.
Porque hay fuentes con sed
y fuentes que regalan el agua
que les sobra.
Porque si hay un río que la parte en dos,
el color del río cambia todo el tiempo.
¿Cuántas Roma habrá, entonces?
Te dirán que hay una ciudad
que se llama Nueva York.
Te dirán que tiene rascacielos
y un parque para enamorarse
hasta perder la razón.
Y lo que te digan no será verdad.
Porque hay tantas Nueva York
como nubes que rozan su altura
y corazones encendidos
o apagados
en un parque.
Y no te dirán una sola palabra
de otras ciudades,
que casi nadie recuerda
aunque están en el mapa
y que nadie nombra
porque no pueden verse.
Ciudades donde hay que salir
a cazar belleza, hasta encontrarla.
Ciudades que hay que inventar
para seguir de pie.
Tendrás que convertirte en cazador,
en soñador y en fugitivo.
Tendrás que fundar
repúblicas.
Estar atento a la música
de las campanas.
A las necesidades de las fuentes
y los colores que pintan los ríos.
Tendrás que perseguir nubes
y sostener tu corazón,
con las dos manos,
para que no estalle
y se rompa de alegría
o se quiebre
y se rompa de dolor.
Nadie sabrá decirte
donde está
tu lugar en el mundo.
Una ciudad no cabe
en un mapa.
Los mapas no incluyen
ciudades invisibles.
Y cualquier lugar
empieza a ser bueno
cuando llega la noche
y no estás triste.
Cuando te vas
a la cama
después
de haber guardado
los caballos,
besado
la frente de los perros
y pensado
en esos animales
que saldrás a rescatar
mañana.
Lo que alguna vez
estuvo atrás,
estará adelante.
Lo que creíste perder,
te estará esperando.
Ahora ya podemos
incendiar los mapas.
Yo ya no quiero visitar ciudades.
ResponderEliminarYo ya encontré el lugar que nadie sabe donde está.
Pero me encantaría viajar por ese mapa
que guardas dentro
de tu cabeza ,
de tu corazón.
Digno poema para el Kublai Khan.
ResponderEliminarCasi que María Jesús dijo lo que yo quería decir, es decir, decir decir decir, que no quiero conocer más ciudades, que es la más hermosa catarata de palabra que me han dicho sobre ciudades, que cada palabra era una calle, una casa, una fuente, un monumento, una plaza construyendo la ciudad ideal que está ahí adentro, en tu maldita cabeza.
ResponderEliminarTantas ciudades como personas, me encanta, tantas lenguas como hombres. Besos malditos.
No sé qué me pasará cuando regrese a Roma o a New York, pero con Paris lugar al que regresé varias veces siento que siempre fue diferente. La ciudad que esperaba por mí me recibía con otro vestido, siempre tanguero, algo bohemio, hasta futbolero y mundialista en 2006. Pero siempre distinto, aunque del mismo color se calzó uno nuevo cada vez.
ResponderEliminarY claro que hay que incendiar los mapas, de Paris sobre todo, y perderse caminando por cualquier callecita que todas llevan a un lugar soñado o para soñarlo luego.
Pero si de todas formas querés llevar un mapa o itinerario de referencia, entonces andá hasta tu bibliotca y tomá tu ejemplar de Rayuela. Cortazar te ayudará a encontrar una Paris que bien vale la pena.
Besos sur seine
Hay cosas que me gustan en este poema, porque he amado las ciudades y no vivo en la que más quiero, bien real, que es de ésas de las que no tienen derecho a los honores y sólo hasta hace poco goza de una mitología y una literatura gracias a las nuevas generaciones. A lo mejor sobrevivo la mayor parte del tiempo en una especie de limbo o de ciudad invisible cercana a la que describes, una ciudad donde es imposible echar raíces y donde parezco más fugitivo que soñador. Pero tu poema llega a algo diferente del comienzo, como si al final las primeras estrofas ya hubieran desaparecido, como si hubieras olvidado la ciudad por el camino. O a lo mejor no he captado algunas cosas en este domingo lluvioso.
ResponderEliminarUn abrazo
No es la primera vez que leo yo en este espacio esa invitación a incendiar los mapas, ¿verdad? Corrígeme si me equivoco. Sea como sea, me encanta. Puedo escuchar el crepitar de esa imagen, oler la ceniza, sentir que todavía puedo inventar un mundo si me apetece.
ResponderEliminarUn dulce beso.
mariel,
ResponderEliminarte quedas tan ancha después de decir una cosa así.
maría jesús, nuestra amiga se salió del mapa, la bordó, como siempre...
dinos, ¿tú tienes corazón de elefanta, pájaro?.
ah, ya decía yo...
besos,
ò.
Precioso pajara! Muy lindo, yo soy de las que todavia sueña con conocer y caminar esa ciudad...y no creo que el momento este muy lejos, porque esta en mi corazon
ResponderEliminarComparto ese canto a descubrir todo aquello que no está en los mapas, todo aquello que no está previsto. Lo mejor es siempre lo que está previsto. Pero París es París, Roma es Roma, NY es NY... tan desencaminados no andarán los mapas por mucho que sean parciales. Ampliemos los mapas pero no les peguemos fuego. Y sepamos que llevamos una brújula en el corazón que es la más fiable y que al final, cuando uno lo sabe, sí, es cierto, los mapas dejan de ser necesarios.
ResponderEliminarNo me queméis los mapas - ni el Google earth, aunque mienta más que ninguno con su satélite. Yo sueño con mapas y cromos; un poquito de ingenuidad cartográfica no le viene mal al coco (al coco cabeza y al coco monstruo que nos devora). Claro, pajarito, que
ResponderEliminarNadie sabrá decirte
donde está
tu lugar en el mundo.
Por supuesto:
Una ciudad no cabe
en un mapa.
Los mapas no incluyen
ciudades invisibles.
Más que evidente:
Y cualquier lugar
empieza a ser bueno
cuando llega la noche
y no estás triste.
Pero no me quitéis los cromos y los mapas con la excusa de que ya soy mayor para niñerías y fabulaciones. Dejadme pensar en magníficas ciudades que están bajo el asfalto de mis calles y al otro lado del horizonte rojo de otoño. Un poquito de mentira, porfi, granito, pizca... Y luegos nos hacemos filósofos y desmontamos cartografías, y hacemos brotar la sangre de horchata de los planos, para ridiculizarlos, para que todo el mundo vea la falsedad de sus colores, que nunca anuncian el lugar en el que a uno le asaltan o le enamoran o le invitan a un bocadillo de calamares.
Me gustó el poema ( y el de las cebras que no sé si lo dije).
Que ardan los mapas como si las fieras pudieran comer luego sus restos y bañarse en la inocente dulzura del que no conoce. ¿Qué es una ciudad, sino un conjunto de rincones? Nunca hubo dos ciudades iguales; cada mapa es un laberinto de migas de pan, conviene devorarlo antes de que lo hagan los demás. Que ardan los mapas, incapaces de desnudar ciudades, y que ardan los espejos, incapaces también de sostener la imagen del cualquiera que somos, retazos de algo inexplicable, rincones también, recuerdos, ríos que devoran este fluir de identidades que nunca llegamos a ser del todo, como las ciudades, supongo, en última instancia. Sugerente el poema.
ResponderEliminarBelleza total. Si Wenders lo hubiese leído, lo hubiese puesto en su maravillosa "Alicia en las ciudades". ¿La viste? Sí, de algún modo la viste hayas ido al cine o no.
ResponderEliminarAplausos.
Nos hablarán sin hallar nunca la ciudad subterránea que habitamos. El palimpsesto de todas las ciudades, los trayectos secretos que volveremos a recorrer, en esa magia desapercibda de las orillas. Hay, como diría I. Calvino, ciudades invisibles en todas partes. Gentes que las inventan, que las forjan y las aman, gentes de todas las latitudes que a veces se fugan para respirar.
ResponderEliminarCiudades de día y noche, de verano y otoño,
de ríos que cambian, que nunca son los mismos.
Lo más hermoso: hay ciudades sin mapa, ciudades de las que nadie nos hablará, pero que siguen ahí, habitándonos, ciudades rotas de dolor. La ciudad sin mapa, en la que sumergimos nuestros instantes, en las que seguimos soñando.
Ahora ya podemos
incendiar los mapas.
Y así, hacer posibles las cercanías. Hermoso.
Un abrazo enorme,
Arturo
...Querida Mariel, qué escalofrío, qué bonito...
ResponderEliminar...Igual te gusta esto:
"Buscas la sustancia de la ciudad en los objetos. Crees adivinar en ellos la huella inequívoca de los hombres. Pero las huellas de esa categoría no existen. Si logras una ciudad inequívoca, creerás que es esa, porque lo inequívoco siempre es convincente. Pero habrás perdido el camino. La ambigüedad es, como el espacio, el medio donde habitan las cosas. Más te valdrá encontrar las piezas con qué armar todas las ciudades que son, las que podrían ser. No acampar en esa ciudad cuadrapléjica que desde el momento que la fundes existirá... apenas entre linderos de cartón, esos confines de tu libro. Pero a lo mejor no es eso lo que buscas. El mimetismo es raras veces fecundo. Trata mejor de hallar la ciudad que hay dentro de ti. No. Puede que no sea esa. Dentro de todo hombre discurre una ciudad con casas y caminos, puentes uy símbolos, hasta con historia y onomásticos. Yo emplearía un silencio corto, dos chasquidos y el roce de una hierba seca contra la corteza de una ceiba. Sí. Es casi seguro que no se parezca a la otra; que hasta juegue a los antípodas; pero si la vigilas cuando vaya a abrevar en tu imaginación, si le tiendes, con mucha astucia, un cerco, a lo mejor la atrapas. Si lo consigues, no te dejes ablandar por sus ruegos. Esas ciudades interiores que crecieron en cautiverio, puestas en libertad son sumamente peligrosas. Pero si la amansas, si logras aprehender su naturaleza recóndita; empezará a parecerse a la otra, y más aún, a las ciudades de cuantos se internen en esa, la que hayas desvelado. Pero recuerda siempre que está viva. Deberás tomar todas las precauciones de un domador, sin desechar la ternura de una anciana viuda por sus canarios. Antes de reducirla te esperan muchísimos amaneceres y plenilunios pasando la mano sobre su lomo de edificios, acariciando sus orejas de antenas o palmeando su hocico de fábricas. Jamás te confíes. Suele morder sin previo aviso"
Luis Manuel García, "Habanecer"
...Un abrazo enorme...
Tremendo poema, mamuasel.
ResponderEliminarSi algún día tus vuelos te llevaran demasiado lejos de estos implumes bípedos, al mapa para encontrarte no lo quemo ni aunque vengan degollando.
Paso a dejarte una respuesta, pero no pude evitar leer todas estas contribuciones. De acuerdo con Lug, ¿quedarnos sin mapas y cromos? ¿Ser niños? Pero bueno, lo uno no niega lo otro. El texto de Luis Manuel García, precioso. "Suele morder sin previo aviso", o: "Esas ciudades interiores que crecieron en cautiverio, puestas en libertad son sumamente peligrosas". De acuerdo con Arturo, pues sí es verdad que las ciudades imaginarias nos permiten encontrarnos.
ResponderEliminarYo vengo de una ciudad de donde no me he fugado aún, quizás porque sólo vivo en sus afueras, una de esas ciudades con las que todos sueñas y todos aman sin conocerlas, con un río que la parte en dos, la orilla izquierda intelectual, la derecha comercial, estatal. Una ciudad con torres, pero sobretodo con una torre que por muchos meses fue la materialización para mí de vivir en esta ciudad. Ahora ya sabes dónde vivo. Te dejé respuesta a tus comentarios en casa.
abrazos con brazos kilométricos.
"Nadie sabrá decirte
ResponderEliminardonde está
tu lugar en el mundo.
Una ciudad no cabe
en un mapa. "
Me trepo la escalera de fibbonacci, me voy sin alas, despegada en todos los sentidos en que se puede despegar uno, y dejo de buscar una ciudad, para buscar la ciudad incorregible, la invisible en el mapa, la del humo que sube después de haber quemado la cartografía.
Es genial esta lámpara que nos ofreces Mariel.
Sí, incendiemos ja. ¡Me encantó! Bellísimo. Me hizo acordar un poco al concepto "hotel existencia" del que habla Auster en Brooklyn Follies (libro maravilloso al que le tengo mucho cariño), aquel lugar perfecto que construimos en nuestra cabeza para refugiarnos. Muy muy lindo amiga. ¡Besos!
ResponderEliminarTan claro que abruma! Te felicito y además me encantó.
ResponderEliminarEl extranjero en todas partes.