"Quique, cortála". "Me llamo Enrique", nos dice, fulminándonos con la mirada. "Bueno, Enrique, nos tenés los huevos al plato". Caminamos enredándonos con nuestros propios huevos, lo juro. Estamos hartos de que "Enrique" nos trate de burros. No somos burros. Vamos al cine a pasarla bien, viendo cómo otros la pasan pésimo (ejemplo: 2012). ¿Está mal?
Es domingo a la tarde, llueve a cántaros, hay una humedad que parece que estuviéramos sumergidos en el culo de un elefante y es la hora en la que el cuchillo Tramontina (el gigante, el del asado) nos mira enamorado. O sea, no sabemos si cortarnos las venas o dejárnoslas largas. ¿Es posible que a Quique le cueste tanto entender que nos cruzamos con Bergman y al toque somos placa roja de Crónica?
Quique es culto, se supone, pero no caza la onda del momento. El Zeitgeist. Va a todas las retrospectivas de la Lugones pero se le escapa el culo del elefante, es así. Cuando éramos chicos veíamos por la tele Sábados de Super Acción. Ahora, los domingos a la tarde, nos viene el super bajón. "Hoy por lo menos es la última de Scorsese", le espetamos. "Hace tiempo que Scorsese viene patinando", contesta con aires de suficiencia. "Por eso vamos".
Rodolfo quiere funciones a sala llena. Y no precisamente porque se trate de pelis exitosas. Aceptamos porque fue él quien tuvo la brillante idea de filtrarnos en un par de velorios antes de volver a casa, para tomarnos el café de arriba y comprobar que, efectivamente, al menos alguien está mucho peor que nosotros. El Monumental de Lavalle está que explota. Rodolfo también.
Mientras dos pagamos, dos entran gratis. El Mono improvisa un ataque aterrador de tos y se cubre la boca con un pañuelo manchado de sangre (de cuando se afeita) mientras retrocede hacia la sala en cámara lenta, sujetándose el estómago y haciéndole gestos al que pide la entrada de que se quede tranquilo.
Cuando el Mono está por desaparecer en la oscuridad y el que pide la entrada a punto de desmayarse, Beto entra como un rayo diciendo que se olvidó adentro al pibe que está diarreico. "Flaco, entro, me lo llevo y salgo, porque te caga la sala mal".
Sabemos que la memoria de la gente es frágil menos para la desgracia ajena, así que con la escena de esputo terminal de El Mono el anfitrión del Monumental tiene para toda la tarde.
Cuando el Mono está por desaparecer en la oscuridad y el que pide la entrada a punto de desmayarse, Beto entra como un rayo diciendo que se olvidó adentro al pibe que está diarreico. "Flaco, entro, me lo llevo y salgo, porque te caga la sala mal".
Sabemos que la memoria de la gente es frágil menos para la desgracia ajena, así que con la escena de esputo terminal de El Mono el anfitrión del Monumental tiene para toda la tarde.
Di Caprio y Ruffalo nos caen bien porque empatizamos. Nabos hasta la médula. "Atenti con la hawaiana", tira el Beto en la penumbra, haciendo corneta con la mano para ilustrar a la concurrencia. "Al que se le saltó la cadena en serio es a Dicarpio". Dicarpio es el gerente del banco donde trabajamos y Beto tiene un don para los detalles. Nomás ver la corbata hawaiana que pela Di Caprio para aterrizar en La Isla Siniestra (ver foto arriba) para darse cuenta de que su cadena, efectivamente, está en el aire.
La Isla Siniestra es una especie de Alcatraz pero para compradores de hawaianas Dicarpio. Rayados de alto riesgo recluidos en una tapera gigantesca que hace honores a la neuropsiquiatría moderna. El que nos cae definitivamente mal es Ben Kingsley, el bochólogo en jefe del loquero.
No sólo porque por mera portación de jeta curró con Gandhi (es como Morgan Freeman con Mandela, así cualquiera) sino porque la va de pelado finoli. Además nos da look baboso, invariablemente. Y tiene un aire reptil que nos recuerda al serpentario del zoológico, al que de chicos entrábamos apretados, de la mano y cerrando los ojos. Era evidente. No queríamos toparnos con un Ben Kingsley. Ahora nos parece que en cualquier momento abre la boca y desenrolla una bífida de un metro.
Estos dos nabis (no los na'vis, que son los anórexicos azulino-Alba Látex de Avatar, ni los Nabis, que pintaban cuadros), supuestamente tienen que resolver un caso en el depósito de locatis. Si Scorsese fuera políticamente correcto o mínimamente sensible, haría que nos mire (y no que miremos morbosamente) gente "con capacidades diferentes". Pero muestra locatis de maqueta y cartón pintado.
La hawaiana Dicarpio avisa a gritos que este "tema" es un mero McGuffin (la explicación está en wikipedia, como todo; hacés catanpéist de wikipedia y sos culto, como Quique). La verdad de la milanesa es darse cuenta de si Dicarpio "es" o "se hace" (el locati). "Es", obviamente. No lo digo yo, arruinándoles el efecto sorpresa, lo grita la hawaiana en cuanto empieza la peli.
Y lo es por las dos únicas y harto previsibles razones que pueden ocurrrírsele a Martincito (¡volvé a las de capomafias, por favor!): tiene varios muertos en el paredón (de fusilamiento de la Segunda Guerra Mundial - obviamente, nazis con todos los clichés colgando) y en el jardín de su propia casa conyugal - esa extensión personal de las islas siniestras ...
Y lo es por las dos únicas y harto previsibles razones que pueden ocurrrírsele a Martincito (¡volvé a las de capomafias, por favor!): tiene varios muertos en el paredón (de fusilamiento de la Segunda Guerra Mundial - obviamente, nazis con todos los clichés colgando) y en el jardín de su propia casa conyugal - esa extensión personal de las islas siniestras ...
En el fondo no todo está perdido si lo salva la forma. Pero, ay ... las alucinaciones alla flashback de Dicarpio .... "Este travelling es inmoral", sentencia Beto, parándose y agarrándose la cabeza, demostrando de paso que algo de cine leyó (en wikipedia y para cerrarle el culo a Quique). Es inmoral, sí, que Dicarpio recuerde los campos de concentración con estilismos de todo calibre. Preferiríamos esto:
Y es imperdonable que Dicarpio recuerde su tragedia privada con tomas como ésta, donde sólo falta la música de Fausto Papetti:
"Che, apretá el pomo que empezó el carnaval", lanza Rodolfo ante la invasión de papel picado en pantalla, rajándose un pedo epifánico cuyos efectos se apoderan de la sala al segundo. "¿Quién fue el asqueroso que amasó este gas?", interpela uno, mientras todos se tapan la nariz. Sí, la toma es para tapársela. Y es por esta disolución de la responsabilidad gaseosa que a Rodolfo le encantan las salas a pleno.
Acá no es como en el banco, donde cunde el mostaza y al instante todos lo miran a él. El cine es la comunión de las almas y, también, la zona neutral de los flatos liberados a piacere y a escala masiva. Acá no hay policía de las buenas costumbres que castigue el delito. Por eso amamos el cine, entre otras razones.
Acá no es como en el banco, donde cunde el mostaza y al instante todos lo miran a él. El cine es la comunión de las almas y, también, la zona neutral de los flatos liberados a piacere y a escala masiva. Acá no hay policía de las buenas costumbres que castigue el delito. Por eso amamos el cine, entre otras razones.
Relojeo a Rodolfo, a sus anchas e impunemente de coté sobre la butaca, mientras una vieja pide una escafandra. Beto está cebado: "Igualito a la economía de recursos bressoniana; aguanten que está llegando Richard Clayderman".
El Mono no llora. Impresionante. Se vinieron las escenas mélodramatiques con efectos especiales incluidos y el Mono, ni una lágrima. Es evidente que Scorsese no pega una. Mejor, pensamos, así el Mono se descarga a full en el velorio donde cafetearemos gratis. En el que está a diez cuadras a veces hasta invitan con sanguchitos (cortesía de la casa).
Aguantamos hasta el final porque una última oportunidad no se le niega a nadie y, mientras tanto, Rodolfo libera y el Mono, amontona. Beto, además, la tiene servida para dictar cátedra. "Viendo altos emboles también se aprende a ver cine", remata satisfecho cuando se encienden las luces.
Quince minutos después, el Mono se aferra desesperado a un jonca. Se va en llanto porque no puede pagar el crédito hipotecario y para otras cuestiones se le acabó el crédito. Alguien le apoya la mano en la espalda y susurra "por lo menos se nos fue sin sufrir". "No es poco", asiente Rodolfo, sorbiendo el café negro mientras Beto reparte sanguchitos entre los deudos.
"A mí pongánme una hawaiana Dicarpio para la ocasión", me instruye, después de haber separado una bandeja de triples para nosotros. "Cosa de levantar el ambiente". "No es poco", repite Rodolfo pegado al Mono, aceptando las tazas de café que el Mono, arrasado en lágrimas, no puede tomar.
"A mí pongánme una hawaiana Dicarpio para la ocasión", me instruye, después de haber separado una bandeja de triples para nosotros. "Cosa de levantar el ambiente". "No es poco", repite Rodolfo pegado al Mono, aceptando las tazas de café que el Mono, arrasado en lágrimas, no puede tomar.
No, no es poco. Por un final sin sufrimiento y con hawaiana Dicarpio en el pecho pago entrada, pienso. Pago entrada y agradezco haber participado en la película.
Fotos: Shutter Island, Martin Scorsese, 2010
Fotos: Shutter Island, Martin Scorsese, 2010
Ay, Mariel. Eres como Mae West: cuando escribes en plan malo eres aún mejor.
ResponderEliminarMe he divertido tanto, he seguido tu relato mucho más atenta que la película de Scorsese. Quién me hace reír es más que mi madre, y a quién me hace pensar estoy dispuesta a dejarle la poca herencia que me queda.
Gracias, corazón.
Me he divertido un montón, buena forma de destripar la película...Scorsese....no sé, pero no me pone, me ponía.
ResponderEliminarUn beso ....pájaro de libertad.
Di Caprio sigue pareciendose a una Valeria Mazza con barba de una semana.
ResponderEliminarLo que te pasa con las películas de domingo, me pasa a mí con las películas de madrugada en el cable: después de las 3 AM, si no es una golpe bajo o de esas hechas para Hallmark Channel, no la miro. Mirar Bergman después de las 3, es suicidio.
Mariel, bajá el tono. Más respeto por nuestros héroes (???).
ResponderEliminarPero...que feo es no mirar películas...uno se siente aislado del mundo...te lo aseguro. bezo
Caray, no he visto la peli, pero la has destripado tan bien que....esta vez comeré palomitas, por hacer algo, además de retorcerme de dolor en la butaca.
ResponderEliminarSí, estaba pensando en por qué no voy tanto al cine: el dolor me mata más que la muerte, que por mucho que quiere no me alcanza. Prefiero quedarme en casa y verlo en canal de pago, qué quieres que te diga, para algunas cosas, --las que no puedo soportar--me cuido.
Besos, mi héroe, ve al cine por mi, que luego yo disfruto con lo que escribes, y no sabes cuánto!!