PÁJARO DE CHINA

sábado, 3 de abril de 2010

VI.


El turismo interno es un éxito rotundo
en este feriado por partida doble.
Jesús multiplica su crucifixión
en las islas marcadas por tumbas en la nieve.
En los que regresaron, de las islas,
y se colgaron por mano propia.
Los nombres de los invisibles
son arrastrados por el viento,
entumecidos frente al mar que vieron
por primera y por última vez.
Según la lógica insular,
no encontrarán continente
donde anclarse.
Según la lógica del padre
que mastica a sus hijos.
Los nombres intentan aferrarse
al himno nacional, para no enloquecer.
Ni siquiera hay un árbol donde posarse.
El himno es un acopio de ridiculeces.
Recluta a los niños para el desastre.
No se da la vida por la patria
sino por una alineación azarosa
o un asedio, deliberado y radical,
de las estrellas.
Las estrellas no son de colores.
El cielo del turista pertenece
al servicio meteorológico.
El cielo del tocado y hundido
tampoco tiene nacionalidad.

2 comentarios:

  1. Cualquiera que visitase nuestro país, diría, que es tierra de "locos románticos" afectos a la evasión y al sueño, pero sin opio o alcohol. Nos olvidamos del dolor y de los colores de nuestra bandera, ni bien vemos que la posibilidad de acceso a la materia está "ahí".
    Somos maravillosos, nos golpeamos el pecho por una guerra que fue una entrega y hablamos de los pobres con lágrimas en los ojos, pero llega la semana santa y nos vamos al mar o a la montaña.
    Nuestro padre siempre fue un tirano fascista, pero nos regodeamos en la institucionalidad.
    Tenemos, si, esa capacidad para acrecentar el turismo interno y el otro turismo interno, que es lo mismo, encerrarnos en nosotros mismos, lavarnos las manos, entregar con beso fría, negar el nombre del otro y finalmente, crucificar,
    Es un poco aburrida mi cita, pero a aquel Jesús de Passolini se lo pondría a los argentinos en una gran pantalla gigante. Para qué? No entenderían nada y lo crucificarían de nuevo.
    Un beso.

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  2. Cómo duele el dolor, la mutilación, la sinvida de los vivos-muertos. Duele tanto como la muerte coronada con una crucesita de palo, sobre un manto de neblinas, no los hemos de olvidar.

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