PÁJARO DE CHINA

lunes, 28 de junio de 2010

LA EDAD DE LA FUGA


Vivo en la edad de la fuga. Alguien se ocupará de bautizarla, dentro de algunos años, "alta posmodernidad", "posmodernidad tardía" o "posmodernidad promedio". Sólo sé que en un principio fue el miedo y que el miedo es el origen de todas las cosas. Nada hay más pavoroso que los desajustes y el deterioro del cuerpo y ese stop final e irreversible que nos convierte en muertos. El miedo es la respuesta primaria a los trabajos implacables del tiempo.

Ya no quedan estrellas de rock con finas capas de maquillaje. En mi adolescencia bailábamos como descosidos los temas de Kiss (especialmente, I was made for loving you) pero nos burlábamos de esas cuatro mascaritas de rostros ignotos, una de las cuales se había cortado un cartílago para ofrendarnos una lengua ofídica. Eran una gran banda de rock, carnaval aparte. Una excepción estética en estadios dominados por hombres sin máscaras, prótesis ni deliberadas ortopedias.

Rod Stewart sigue derrochando seducción en vivo con sus coristas de piernas interminables y sus pelos revueltos. Sting destila glamour made in England sin tener que recurrir a artificios más sofisticados que una polera o un sweater de invierno. A Bruce Springsteen el sudor le resbala por la camisa rutera. No hablo de músicos entrenados en delicatessen. Hablo de los que revientan la taquilla y hacen trepidar estadios. Y aún así ven pasar la pelota del show-business, porque las que la descosen son las chicas.


Las chicas se los llevaron puestos. Desde mediados del siglo pasado la revolución tiene cara de mujer. De ahí a que Stefani Germanotta (aka) Lady Gaga, la indiscutida sucesora de Madonna y emblema del techno-pop, tenga algún sesgo revolucionario, hay un largo trecho. Comparte con Madonna un rasgo indiscutible: estamos tratando con mujeres virtuales. No tenemos idea de cómo son sus cuerpos. Madonna lo planchó y lo modeló a fuerza de photoshop salvaje y horas de entrenamiento. Su hijita pródiga se adosa cuanto artefacto típico de la sociedad de consumo le salga al paso, hasta desaparecer bajo un inventario remixado de signos de la alta y la baja cultura (a sus gafas hechas de cigarrillos las combina con un tatuaje de versos de Rilke).

Como en el caso de Andy Warhol, buque insignia del movimiento pop, uno puede preguntarse si Gaga reafirma o denuncia. De lo que no cabe duda es de que su cuerpo no-está-ahí y lo que vemos en su lugar no es sino la summa de lo que la literatura de la fuga nos viene prodigando desde hace tiempo: bobaliconada de trazo grueso con olor a wikipedia y malabares tarantinescos (cita, cliché, parodia, collage, ironía y afines). Una canción de Gaga nos toma unos minutos y puede abrir un interrogante. La escritura posmo no tiene remedio y un video como el de Telephone muestra todas sus cartas.

Cuando la vena lúdica de la Srta. Gaga vira al ridículo, seguimos bailando con ella. ¿De qué nos sirve leer novelitas hechas de estos mismos materiales, si para bailar tenemos a la Srta. Gaga? Mejor entregarse a los clásicos muertos y envolver los huevos con el after-pop.

Ah, sí, el Zeitgeist. Si la novedad es la tecnología 2.0 y el batido wikipédico, me quedo con Sófocles. Ya sabemos que el "fenómeno" de las redes virtuales es una variante del capitalismo salvaje: es estrictamente conservador, tu privacidad lo tiene sin cuidado, busca como de costumbre los billetes de la publicidad y sólo nos sirve para batallar desde adentro. Millones de chinos trabajan 16 horas al día para fabricar tu Ipad mientras los chicos se divierten en Silicon Valley. O sea: Proust continúa siendo inagotable y, si queremos relajarnos, ahí la tenemos a la Germanotta.

La Germanotta no envejecerá. Enchufada como un árbol de Navidad inclinado bajo el peso de estrellitas y bolas, vivirá en una suerte de estado de hibernación permanente producto de la sobrecarga. Cargará con tantos accesorios y adefesios extraordinarios que su cuerpo, borrado, no dará señales de fatiga ni de artrosis. No se trata del alisado permanente de Madonna en Erotica, sino de una erótica del cambalache como fuente de la eterna juventud.

Y cuando la Germanotta muera, todo sucederá muy rápido, porque la velocidad sí que es parte del Zeitgeist. Porque, en términos de Philippe Ariès, hemos pasado de la "muerte amaestrada" a la "muerte excluida". Los muertos de la Edad Media eran dueños de su final, organizado naturalmente como una ceremonia doméstica. La habitación del moribundo era un lugar público al que acudían abogados y notarios para tomar nota de las últimas voluntades y el sacerdote, para enterarse de la última confesión. La muerte les tocaba a todos y, en su rol de pedagoga, al funeral también concurrían los niños, para aprender que era parte de la vida.

Hoy no morimos en nuestra casa sino, en el mejor de los casos, entubados o sedados en hospitales. Las enfermedades impiadosas continúan siendo, pese a las batallas de Sontag, metáforas penosas que evitan el cara a cara y enmascaran el tránsito. Las casas velatorias, piezas aceitadas de un ritual mercantilizado, no permanecen abiertas toda la noche. Se muere a escondidas de una muerte seca y el duelo es mejor cuanto más corto sea. La muerte es un tema de mal gusto y de esos temas no se habla.

Porque el show de la producción y el consumo debe continuar. El show del aturdimiento.



13 comentarios:

  1. Un placer leer tu espacio, es fresco y llenito de contenido :)

    Saludos!

    =) HUMO

    ResponderEliminar
  2. Cuánta razón tienes!Vivimos en la era del aturdimiento, de la vanalidad y de la estética externa, un planchado por aquí, un estiramiento por allá, un toque de color, un lunar bien puesto y como nuevo. Es la época que nos toca vivir, aunque seguramente siempre ha sido así. Hasta los pavos reales les gusta pavonearse, mucha pluma y a lo mejor el interior está horrible pero lo importante, lo que atrae es el colorido, lo dicho, aturdir los sentidos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. A mi lo de la vanidad estética me pegó mal.
    O será inseguridad o miedo. Vaya uno a saber. Lo cierto es que mi ansias de verme bien se acumulan con los días y con las arrugas, canas y hoyos de celulitis.

    Soy una suma de nefastas consecuencias del paso del tiempo.

    Carajo.

    ResponderEliminar
  4. Tus palabras para mi se han convertido en parábolas evangélicas, te oigo como oían los corintios a Pablo. Sí,exagero, lo sé.
    Sin embargo, cualquier tema que tocas lo elevas por encima de lo que es. Eres una artista de la razón, y mira que eso es imposible.La razón nunca es arte. Te dejaré en partera de lo real.
    Vivimos tapados, envueltos, acogotados por un ser superior llamado "mercado"
    !Qué le den...!

    Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Salmo 14:1-3).

    Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan (Salmo 5:9).

    la atea atracadora, que responde por Marcela.

    ResponderEliminar
  5. y se nacía en medio de todo,de todos...y el cuerpo ( su resto,digo)era despedido lentamente,podía observarse "algo" de su lección de podredumbre...
    el tiempo está hecho de miedo,por eso avanza...
    resistir es romperse,pensar extraviarse...hoy la soledad es el único escándalo...
    te abrazo

    ResponderEliminar
  6. Bautizaste nuestra era...no podía ser de otra forma...perate a ver si entiendo algo más de la fuga...hacia delante...

    ResponderEliminar
  7. Bueno, está brillante. Qué te voy a decir yo? Si hasta me parece la continuación preciosa y triste de La seducción continua de Lipovetski.
    Ahora el maquillaje se implanta y se queda duro. Mientras el de Robert Smith se fue cayendo con los años...tristemente...

    ResponderEliminar
  8. Todo es humo. Para engañarnos: "detrás de la Fata Morgana no hay nada".

    ResponderEliminar
  9. El otro día te leí y me conmoví con tu historia sobre alguien que tenía una enfermadad que todos podemos tener y otras cosas, pero no comenté por falta de tiempo. Hoy no te leo, sólo me quedo con la música y la imagen. La imagen me recuerda a mis años de niña. Había una serie, unos dibujos animados, cuando yo era niña en España, que se llamaban Mazinger Zeta, o algo así, y aparte del obvio protagonista masculino, que era un robot, había una cuasi protagonista feminina que se llamaba Afrodita, de cuyos pechos salían unas balas, y antes de que salieran siempre se oía: ¡Afrodita, pechos fuera! Pues eso, pechos fuera. Y la música también me recuerda a esa Afrodita: I want your love... Je veux ton amour. I don't wanna be friends... Un abrazo muy azul, Pájaro de China.

    ResponderEliminar
  10. No me gustan nada ni Lady Gaga ni Madonna. Prefiero la vulnerabilidad y el nervio real de Cindy Lauper o de Tina Turner y las carnes transpiradas de un Tom Jones, el maquillaje corrido y caido de Smith sin duda y las muecas sobre las patillas de Bruce.
    Aunque esto de la edad de la fuga me ha dejado pensando... siempre hay alguien en fuga, en cada época, en cada momento.
    Y creo que paso de ellos.

    Besos aturdidores

    ResponderEliminar
  11. Fuga, eterna fuga, hasta de nosotros mismos.
    Menos mal que existen fugas que son regresos a lo esencial, a la sustancia, a lo verdadero. Fugas que se evaden de la idiotez imperante y crean mundos.
    Fuga, eterna fuga de todo lo que nos niega.

    Precioso, Mariel.
    Un abrazo fuerte y fugado de todas las banalidades.

    ResponderEliminar
  12. Fuga como pérdida incesante (lenta y como breve, a modo de excitación de eunuco). Fuga de aire y aceite, y fuerza, ánimo, emulsiones, emisiones, petróleo en el golfo y esputo en las galerías. Escape Chernobil de voluntades y expectativas y sueños de playa y tortilla. Fuga de capitales y de empleos y de sueldos... fuga de malos olores de la pocilga que no nos impiden que nos comamos al cerdo. Fuga como fragmentación y no como viaje porque no hay más planetas (¿Sófocles, Proust?) ni hay identidades.

    Desde que todo es "interesante" - vicio de mis queridos románticos - nos convertimos en afectados por el síndrome de Diógenes. Nada se tira y nos lo comemos (o tragamos) todo y todo nos cabe porque aún los intestinos hacen hueco. El video que apuntas en tu texto (Telephone) ¿no se asemeja a un fardo de ropa vieja o a las montañas de hierros y cartones de las chatarrerías? Pájaro, nada me provoca y - como platónico - siento como que todo eso ya lo he visto "en mejor".

    Besos verano-invierno cruzando el Atlántico.

    (Póstumo: La muerte, sí, nos la ponen en fuga con los medios disciplinarios del hospital y la "inmortalidad gaga". Recuperar la conciencia es reto... vivirse y crearse una subjetividad en las endoscopias, tac y otras cositas del mal rollo es medio para ello. Sólo nos apoderamos de la muerte muriendo en subjetividad propia).

    Más besos.

    ResponderEliminar
  13. Leo tu post,y me viene al pelo para contarte y hacer catarsis.
    En el marco del Festival de Jazz de Copenhagen, ayer fui a ver a Herbie Hancock. Herbie esta viejito, paso el humbral del autocontrol propio de las edades tempranas, o sea, le importa todo un pedo y, ademas, quiere dinero. De eso no hay duda. Pero tampoco hay dudas de que - mas alla de sus motivaciones - toca el piano de maravillas.
    Herbie no estaba solo. Recolecto un manojo de musicos deliciosos, entre los que estaban Tal Wilkenfeld y Vinnie Colaiutta, y cantaba Kristina Train, que si yo fuera hombre o me gustaran las chicas, ella estaria en mi top 5.
    Y aqui el error. Si, mi error. El error de preguntarle a un par de colegas si querian venir conmigo. Y vinieron. Y no vinieron solos, sino con sus parejas, lo que no hace sino acrecentar el error.
    Ya sospeche mi moco cuando en el imponente edificio de la nueva Opera de Copenhagen, lo primero que Ismo y Marijana hicieron fue pispear donde estaba el bar.
    Mis sospechas se confirmaron cuando, al final del primer acto, mientras a Ismo y Marijana no le daban las patas para hacerse de la prometida y "muy-propia-de-la-opera" copa de Champagne, Anna elevo su mirada y dijo: "esta musica no es la que yo escucho, y yo no pienso entrar a la segunda parte". Y se fue. Su marido Klas, el unico con un poco de conocimiento o, al menos, curiosidad, se balanceaba entre correr detras de Anna o quedarse a la segunda parte.
    Y mientras se debatia entre el rin-raje musical, me miro y en tono che-amigable, me mando: "que se siente que tus amigos esten desilusionados con lo que vos propusiste? Esto no puede gustarte, Vanina".
    Mientras me debatia entre la furia y la incomprension, intente buscar consuelo en el resto de pelotudos que, como yo, habian decidido a darle credito a Herbie esa noche. Me refugie en la oscuridad del segundo acto, y me concentre con los ojos cerrados en los ultimos acordes que Tal tan magistralmente sacaba de ese bajo electrico.
    Me apena horriblemente el estado de cosas. El reemplazo de la imaginacion por la obviedad, la pavimentacion de cualquier intento musical, taponado por la imagen de unas spinning tetas de bengalita navideña en donde no importa el sonido, no importa quien lo hace, ni como lo hacen. El sonido (porque no es "musica" y me contengo de llamarlo "ruido") es solo la excusa, porque Lady Gaga, o Christina Aguilera (a Anna le encanta)o cualquiera de ellas, bien podrian obviar la "melodia" y dedicarse a desarrollar su verdadera vocacion y meta en la vida, cling-caja, y vender malliots, medias de red o perfumes ad-hoc, ahorrandonos el bochorno auditivo.
    En el viaje de vuelta, mientras mi soledad existencial adquiria magnitudes cuasi tangibles, Marijana comento que en "London" habia ido a ver el musical de Dirty Dancing, mientras Anna tarareaba el hit ganador de Eurovision song contest.
    Debi sospecharlo.

    ResponderEliminar