Mi padre me llevaba a ver despegar los aviones,
junto al río.
Nos parábamos frente a una malla metálica.
Junto a otro río, pobre, de nombre tremendo,
estragado por los desechos de las curtiembres,
había un avión abandonado, al que se podía subir.
Mi padre trabajó de niño en una curtiembre.
Escribo
"mi padre trabajó de niño en una curtiembre".
Me vienen ganas de llorar.
Aspiro el polvo y los metales,
los pelos separados de la piel animal,
las sales y los vahos de los tambores.
No podré quitarme esa curtiembre de la nariz
mientras viva.
"Si con este cacharro Lindberg cruzó el Atlántico,
¿de qué no seremos capaces, nosotros?".
Eso te dije.
Colgamos del techo
una modesta réplica de lata
usando hilo sisal.
Demolimos dos paredes en ángulo
en esa habitación.
La única función de esas paredes
era esconder la maquinaria
que trituraba antiguamente la basura.
La trompa del Spirit of St. Louis,
suspendido sobre un ropero,
enfrenta ahora un espacio vacío.
El juguete demorado de mi padre
despega, vuela y se deja tocar
en un cuarto sin niños.
Todo eso hace, inmóvil,
mientras lo miro y me seco la cara.
Foto: Charles Lindbergh junto al Spirit of Saint Louis, el monoplano con el que cruzó el Atlántico en 1927. Fue el primero en hacerlo sin escalas, en solitario.
Ufff. Cuantas sensaciones.
ResponderEliminarReitero que es un auténtico lujo pasar por aquí.
El acto final de secarse la cara es tremendo.
Un abrazo agradecido.
Ahhhhhhhhhhhhhhh...mi papi trabajaba en el Aeropuerto de Resistencia (un simple empleado de mostrador), pero me llevaba y yo soñaba con manejar aviones. Los pilotos me llevaban en la cabina, sobrevolé las Cataratas del Iguazú! y estaba enamorado de las azafatas que me alzaban en sus faldas. Que chicas tan chulas!
ResponderEliminarDespués no pasó nada, y mi viejo me siguió haciendo barriletes y esa fue mi única forma de volar.
Beso recontrafurioso!
Que cosas locas logran los aviones! Desandan los mares, atraviesan las nubes, rompen los edificios de metal. Tu cabeza es un avión.
ResponderEliminarMuy hermoso.
ResponderEliminarAcá un regalo de una de mis pelis preferidas, hay que ver Toy Story alguna vez en la vida, las tres son maravilla.
http://www.youtube.com/watch?v=8yzj0yVHbOk&feature=related
Besos
que buenas imágenes, me recuerdan el avión que construyó mi tío en su infancia, aún cuelga del techo del galpón de la vieja casa de mi abuelo. Jugué todos mis veranos ahí y siempre soñé con volar...quise ser azafata, pero el designio paterno me lo impidió. Hoy vuelo de otras formas, y al pasar por los aeropuertos o leer este poema me recuerdan lo que ...yo fui.
ResponderEliminarMe has llevado a mi niñez, en la cual construía maquetas de aviones y soñaba y soñaba....la libertad.
ResponderEliminarun beso
Lo del cuarto sin niños es bestial, contiene toda la carga balística del poema... Me has partido en dos: una mitad tu padre y la otra mitad el mío.
ResponderEliminarLas alas permanecen intactas.
ResponderEliminar¿Nos salvará eso?
Besos
deliciosa Olvídate de mí. Me enredo en tu cabecera. Me arrastra..... Besos
ResponderEliminar"No podré quitarme esa curtiembre de la nariz"
ResponderEliminarLa nariz es órgano de arte y en ella habitan historias e informes antropológicos. Llevo a la abuela y al padre y a la madre en aquellos olores que ellos olieron. Curiosa la herencia del olor (y, supongo, la del tacto).
No sé por qué no me atraen las máquinas voladoras. De nunca. Sí me ponen las máquinas de tierra, inmóviles productoras de hilo (así en mi infancia), con olor a grasa y a mujer obrera. Fantaseo con meterme en el interior de una máquina muerta. Lo hice de niño. Pero no los aviones. O sólo los aviones abandonados en ese río de nombre tremendo porque ya son chatarra. Soy chatarrero en NY y miro a Lindbergh. Soy tipo de corto vuelo y no me asombra el tránsito sin escalas por el Atlántico. Me gusta el óxido más que el avión reluciente del emperador del aire. El Atlántico es muy grande. Te dejo el Atlántico, amiga. Le supongo cerca de casa. Casa con cuarto sin niños y avioncitos colgados del techo. Cuarto sin niños y curtiembres en la nariz y aviones achatarrados.
Bellas imágenes, pájaro, bellas.
Después de Panchito, volamos por dentro. No hay alas ni caída. Su sueño sostiene el aire
ResponderEliminarCuanta ternura envuelta en los recuerdos, de ellos penden nuestras emociones.
ResponderEliminarAbrazos,
María