I.
Hace dos días que Helena duerme de costado sobre la
hierba. El sol lacera su cuerpo replegado contra sí mismo. El cuerpo exhausto
de Helena podría confundirse con un resto arrugado de papel, sucio de barro, o
exhibirse como un trofeo para ser arrojado, luego, a un cesto de basura. Helena
dormita desnuda en un casco ártico. Gigí ha escuchado su quejido nocturno desde
la copa del árbol elegido por la colonia. El ritmo cardíaco de Gigí se ha
acelerado. Como el del niño insomne que teme lo que pueda esconderse bajo su
cama y cuenta el número de desplazamientos de un pez fosforescente en la
pantalla impotente de una lámpara. La lucha es desigual. Los fantasmas deberían
combatir contra un acuario.
Gigí desciende en espiral para extender su mano sobre la
fiebre de Helena. Se ha arrastrado hasta ella apoyándose en su dedo pulgar. La
colonia duerme. El científico cierra la puerta del laboratorio. El sociólogo
guarda un libro anotado en la biblioteca. El asesino de niñas afila su navaja.
Las naranjas se apilan en el puerto. Gigí imagina el viaje que detenga la
anemia de Helena. Lo ejecuta. Extrema la destreza de su espuela calcárea para
asegurar los virajes del vuelo. La vaca sueña con agua y bebe el agua del
sueño, que se transforma en mar. La cuna del mar mece a la vaca que sueña
mientras Gigí hunde sus diminutos y expertos incisivos en un triángulo
imaginario del cuello seco y suave de la vaca. La vaca sorbe la sal y Gigí, la
sangre. La herida es la marca de la necesidad. La vaca no la advertirá
nunca.
La saliva de Gigí conjuga la anestesia y el
anticoagulante. Gigí regresa y se acuesta, frente a Helena, sobre la hierba. El
jugador de ajedrez mueve sus piezas como un autómata, sobre un tablero
mordisqueado con delectación por quienes no quieren, no saben o no pueden
jugar. Han orinado sobre su tablero, obligándolo a redefinir las estrategias;
han decapitado, propios y extraños, las piezas centrales, con navajas de
asesino de niñas. Esta noche no sabe de líderes. Los líderes giran, como peces
ciegos, en la fosforescencia de una lámpara. El jugador de ajedrez,
desconcertado, ya no ve su rostro en el espejo. La mesa sobre la que se inclina
se mueve imperceptiblemente y ese mínimo movimiento guía su mano. Hay dos
criaturas laboriosas y enanas bajo la mesa, que se buscan la boca. El gran
público las consideraría repugnantes. Las naranjas caen, desordenadas.
Gigí entreabre los labios de Helena, posicionándose para
transmitir. La colonia sueña cabeza abajo. La luna revela la geometría de los
huesos de Gigí, enguantados en las membranas de sus manos. La lucha se define
por la capacidad de oficiar de guante. Guante de resto de papel, sucio de
barro. Gigí presiona y entrega. Al amanecer, la temperatura corporal de Helena
se habrá estabilizado. Lo que observamos como un sencillo beso ha consistido,
en este caso, en una auténtica transfusión sanguínea.
Ella sacude las briznas de hierba de su pelo y me
susurra, como si el niño ya se hubiera dormido, que bien podría dejar
constancia de lo contrario. Escribo entonces: "Que ella te bese con el
beso de una boca de primeros auxilios, una boca de acuario... su amor no
disculpa, no espera, no soporta verte languidecer así".
Habrás escrito ésto bajo los efectos de una insolación? :) Saludos, me gustó
ResponderEliminarcomo las flores árticas de Rimbaud, los seres capaces de recibir tan hermosa transfusión casi no existen...pero la misericordia del amor produce encuentros y uniones para la salvación. Gigí le ha dicho a Helena, al oído, después de besarla, “con el beso de una boca de primeros auxilios”, que escaparán de la colonia...
ResponderEliminarlas dos juntas podrán huir del mundo cuadriculado, encasillado, donde cada movimiento está ajustado a las reglas estrictas del tablero...por poco salen ilesas de la hoja afilada de esa navaja!
cuántas horas comiendo el fuego del propio corazón...“la herida es la marca de la necesidad”.
hay escritura llena de fuertes símbolos que como un beso calman el abatimiento...
Todo el texto es para mí ese beso auxiliador en la mañana. Tantas bellas imágenes palpitándome en los ojos, es casi demasiado milagro para unas cuantas líneas. ¿Cómo es posible que las imágenes sobrepasen en numero a las palabras?. Deliciosa aritmética de las palabras multiplicándose en imágenes.Me has empapado...
ResponderEliminarBeso, Mariel