II.
El trayecto de José depende de la brújula de sus
pabellones auditivos. Los mapas y las teleologías son inútiles. José no reserva
abono de melómano ni se afana en perfeccionar un golpe de pelota contra el
tenso cordaje de una raqueta. No sintoniza estaciones de radio, no integra
patrullas de asalto, no aprende a pronunciar lenguas extranjeras. No conoce la
ópera, el tenis, las telecomunicaciones, el crimen ni el idioma. Es inmune al
juicio de la opinión pública, ciego a las visiones del mundo que impone el
poder, ajeno a la cárcel de la hegemonía.
La historia se burla de la fatalidad. El destino de José
depende estrictamente de su habilidad para traducir las señales sonoras que el
paisaje devuelve a sus sedosas orejas triangulares. Para sobrevivir, José
pesquisa y decodifica ecos. Emite sonidos de altísima frecuencia y espera que
reboten en los objetos circundantes. Compara y compone imágenes
acústicas.
Los objetos están cargados de pasado. Son trenes de
voces. Superficies que acunan címbalos y campanas, custodian contraseñas,
perpetúan gritos. Los árboles trenzan órdenes y plegarias. Las paredes asilan
el hipo del aterrorizado y los jirones impotentes del tartamudo. El chasquido
del látigo, las risas en los patios escolares, el disparo certero del suicida,
la música breve de los días de fiesta. Del ruido emerge, como una columna de
humo, el ministerio polifónico del desamparo. Si todas las cosas fueran un
único caracol marino, el interior del caracol transmitiría el silencio de los
náufragos.
El jugador de ajedrez debería aguzar su oído, entrenarlo
como el sonar de un submarino a contracorriente. José no escucha señales del
futuro porque el futuro no habla. A José le habla lo que ha sido, para que él,
que viaja a ojos cerrados, haga de sus chillidos de pequeña bestia dibujos
sonoros y no se desgarre ni se estrelle en la travesía. "Los guardias que
rondan la ciudad me han encontrado", anoto, "y yo les pregunté si han
visto al que ama mi alma". Me tapo los ojos con las manos. "Los
guardias no lo han visto y yo tampoco, aunque lo tuve frente a mí". Me
tiendo sobre un país de hierba. Le pido a la hierba que lleve mi mensaje en su
respiración: "Háblame en esta extensa oscuridad. Háblame para que pueda
verte…".
José no hace planes. José planea en el aire con sus
manos, mientras transforma el lienzo negro que rasga en un bosque iluminado de
signos, donde no caerá.
"El amor es un paciente que huye de los hospitales.
Escucha tus piedras golpeando su ventana, tus súplicas, tu bienaventurada mala
conducta impenitente. El amor no es paciente. Ahora, exactamente ahora, nos
vemos cara a cara".
Es un placer comprobar las ondas repiqueantes de sus dedos. No veo, escucho pasmado, me has convertido en J. cuando antes era un seguidor del simbolismo Belga, del renacimiento italiano y los tapices persas. Quizás exagere, pero atino al decirte que es al oído al que hay que hablar, escribir es un rechazo, dificultoso que considero lejos todavía de mi fuero, en cambio soy capaz de escuchar, pasivo, más intelectual y menos J. Escucharía el silencio de los náufragos y el silencio de las sirenas.
ResponderEliminarSaludos.
Si comes las palabras y de eso vives, aquí tienes un poco de alpiste. Lo poco que puedo darte a cambio del torrente de luces que despiertan en mí tus imágenes.
ResponderEliminarImagen viene de imaginar y te imagino poseída de luces y sombras, insomne y en vigilia desordenando palabras, para crear sentido a la estupidez que nos rodea.
Besos socializados.
Qué torrente de agua bravísima es leerte, Pájaro. Qué de tropiezos con rocas invisibles e inesperadas. Qué maravilla.
ResponderEliminarMe encantan las nuevas paredes de tu casa y este arranque crudo y hermoso de Socialismo, al que ya le he hecho un hueco en mis lecturas de cabecera.
Un abrazo grande.
Entonces suena fatal si digo que me dejas sin palabras! pareciera que no quiero alimentar al pajarito con el alpiste que comenta Marcela... Combinación PájaroMarcela... ufff, mutismo de respeto y admiración!
ResponderEliminarAbrazo
la constelación secreta donde venimos a hundirnos en los refugios salvados.
ResponderEliminarantes de que se desmorone todo signo de amor en el tablero de producción, soñadoramente, alcanzamos a permanecer en el sentimiento alucinado del amor.
sólo la percepción onírica de nuestras vidas podrá sacarnos de aquí, de la ciénaga de patronos y obreros. y hacernos partícipes de otro viaje, fuera de los cánones de la explotación burguesa. como José que ha escapado de ese horrible mundo en que se tensa la cuerda de una raqueta, o se juega a padel...
sentir, sentir y sentir. y llegar a los lechos de fuego del corazón.
en algunas palabras, en algunos escritos sí vemos "y yo les pregunté si han visto al que ama mi alma"...
y en el silencio de los naúfragos...cuando nos acostamos sobre el césped en las noches oscuras, escuchamos: “Háblame en esta extensa oscuridad. Háblame para que pueda verte"
...en nuestra mala conducta dulce e impenitente, encontramos una voz y una mirada cómplice...