PÁJARO DE CHINA

domingo, 2 de octubre de 2011

MAÑANA IREMOS A TRABAJAR CONTENTOS



"El árbol de la vida" (The tree of life, Terrence Malick, 2010) es la suma de todo lo que debo destruir para sanar. Hablo de mí porque soy lo único que conozco. Apenas. Mi cuerpo ha reaccionado a las imágenes de "El árbol de la vida" como si intentaran sumergirlo en un baño de pestilencia cinematográfica. En el extremo aparentemente superior de mi cuerpo está mi cabeza, a la que el cuerpo envía sus señales para recordarle que esa superioridad aparente deriva del hecho de que aún no he aprendido, por desgracia, a pensar con los pies y a andar apoyada sobre mi cerebro.

Desde ese analfabetismo sé, porque mis huesos terminan imponiéndose a la educación y el dolor no se deja compartir, que cualquier discurso sobre una comunidad es una mentira. Mi "semejante" es radicalmente distinto. Lo único que puede rozarlo es mi soledad, contaminada fatalmente por el lenguaje. Porque no vengo de un útero ni de una organización celular ni de un big-bang cósmico sino de un relato. A veces me pregunto cómo me enamoraría si no me hubieran hablado del amor. 

Todo relato que pretenda incluirme es un ejercicio fascista. En "El árbol de la vida" no hay lugar para mi desorden genético. No hay lugar para lo pequeño, lo anómalo y lo impuro. Alguien supone cómo soy y me relata que hay detrás y más allá de los dos hechos que menos me importan en mi vida y de los que no tengo ni tendré registro alguno: dónde estaba antes de nacer y a dónde iré cuando me muera. Me lo cuenta (es decir, habla por mí y me miente) como si lo supiera y como si esa información pudiera redimir este mientras tanto. Este mientras tanto es mi única experiencia y para que me pertenezca de algún modo debo emanciparla de los mandatos, de la tradición y de la propiedad. 

Tengo que matar a Dios, a mis escuelas y a todos mis gobiernos. Tengo que matar a mis padres para quererlos después, si mi cuerpo decide aproximarse a sus cuerpos que ya han cambiado de estado, sin que yo pueda ver ahora a mi padre con estos ojos o comprender el lugar desde el que mi madre habla con las cosas. Debo matarlos aunque supuestamente se hayan ido, para que no sigan hablando por mi boca. 

"El árbol de la vida" intenta inocularme su pedagogía venenosa. Su veneno no es la grandilocuencia, porque si así fuera habría que dinamitar la ópera o el marxismo. Hay ambiciones que pueden aflojar algún eslabón de mis cadenas. Su veneno tampoco es el kitsch, entendido como la negación absoluta de la mierda del mundo. Su veneno es el conservadurismo, esa vocación de hablar de todo para que nada se mueva de su sitio, ese magisterio tranquilizador que tiene la respuesta a las Grandes Preguntas y las responde con letras mayúsculas y música clásica. No desprecio "El árbol de la vida" porque funcione en un plano anestésico. La desprecio porque despliega como una bandera todo lo que tengo que volar para poder sentirme. Porque es una película de banderas, que ofrece protección a cambio de soberanía.

Como buena soga voluntaria de ahorque, está impregnada de confortables destellos luminosos, regada constantemente por una manguera o una catarata purificadora y afectada por la peste de la larga duración. Un Gran Relato no puede contarse corto. Tiene que decir a chorros, subrayar lo que dice con una voz en off que recite un manual inofensivo y volver a subrayarlo con la banda sonora de la Alta Cultura. Para eso molestaron a un especialista en efectos especiales no digitales que se había jubilado, le pidieron malabarismos de iluminación en luz natural a un experto en fotografía y le encargaron partituras de ocasión a un compositor que aceptaría en su programa de mano cualquier teatro de Prestigio (definir un término equivale a gritar, es decir, a hacer ruido). 

Un Gran Relato aplana las historias bajo el peso opresivo y protector de la Historia, se pasa por el culo la sociología y vocifera desde su estrado sin miedo ni mugre que pasamos de los dinosaurios a la familia monogámica, aria y heterosexual. Papá nos pega pero es bueno, mamá garantiza la continuidad de la prole con su Gran Vagina Virginal Parlante que repite el cuento de las buenas noches y al final todos nos vamos al cielo, que es una playa que queda allá arriba, donde no hay tsunamis y recaló con expresión beatífica la troupe entera de los muertos del barrio.

No quieren que estemos solos ni en la muerte. Es peligroso. A ver si se nos ocurre interrogar por lo concreto y cuestionar las humillaciones terrenales. Además, antes de morirnos, papá y mamá nos hablan desde el más allá, como los difuntos líderes políticos.  

Quien tenga el lujo de un rato de tiempo libre debería aplicarse a dar miedo y no Belleza. "El árbol de la vida" da miedo por lo que niega y no por lo que desenmascara, aunque su director también incluya una máscara teatral subacuática en su repertorio de fuegos de artificio. Están las velas de De la Tour, los girasoles de Van Gogh y también la puertita en el desierto de Magritte, todos reducidos a la estética del poster. Está la colección completa de postales de la tienda de souvenires, con perfume a agua de colonia y atardeceres dignos del Día de los Enamorados. No recuerdo tamaña atrocidad multipremiada desde los días en los que Roberto Benigni declamara que La vida es bella entre los decorados de un campo de concentración. 

Mamá es una lánguida vestal prerrafaelista, adecuadamente pálida y pelirroja, habla de sus niños como "su todo" y le dice, supuestamente a Dios, "te doy mis hijos", como quien transfiere un inmueble. Es una escena particularmente espeluznante, considerando que los delegados tangibles de Dios mandaron al cartero al Hogar, para comunicarle que uno de esos tres hijos era cadáver joven en un Vietnam que jamás se nombra. Vietnam no se menciona pero se sobreentiende. Es un lugar geográfico específico y "El árbol de la vida" no está para experiencias singulares sino para el Mensaje Global.

Si tus Vietnam personales te destrozan, es obra de Dios que da pero también te quita y por eso Sean Penn (el hijo sobreviviente rebeldón que osó romper un vidrio a pedradas) deambula atribulado por los ambientes asépticos de una corporación hipermoderna, en cuya superficie acristalada se reflejan las nubes y les dieron licencia a las entrañas donde se cocina la explotación. "El árbol de la vida" es una superficie acristalada que salda el conflicto por gracia divina.

Hace como que no es maniquea pero sí. Porque hay dos caminos y mamá y papá se los repartieron: ella es la Gracia y él, la Naturaleza, con cara de Brad Pitt impostando prognatismo para hacer de severo veterano de guerra. Deberíamos desconfiar de cualquier proyecto en el que Brad Pitt oficie de productor (aunque haya puesto 1 dólar), de cualquier texto de más de unas pocas páginas, de cualquier película que dure más de una hora y de cualquier persona a la que se levante un monumento. Desconfiar de padres que tocan el piano y en cualquier momento te asestan un sopapo porque te reíste en la mesa.

Tengo para mí que en la familia versión Malick la salida sería el suicidio infantil o el parricidio o el Vaginicidio en masa excepto para el sexo sin código de producto. Pero las películas son como la gente. En el fondo no cambian. Se agravan. El fondo coincide fatalmente con la forma. Por eso "El árbol de la vida" es arteramente diáfana. Eso, su culto subterráneo a la autoridad, es lo imperdonable y no su carácter solemne y soporífero. 

Da para adjetivos de la calaña de "poética", "sublime" y "maravillosa" (todo eso que tiene que ver con una "esencia") y sería cómica si no encarnara el imaginario de tantos. Lo repugnante no es que la gente sea o no sea como la muestra "El árbol de la vida" sino que aspire a verse en ese espejo, que estetiza las maquinarias institucionales de la podredumbre y nos permite ir a trabajar contentos. Este mundo no es obra ni culpa de Dios sino de los padres, de los hijos que devienen padres y de esta necesidad de persistir hijo y buscarse padres de múltiples caras, pero padres al fin. Dios puede ser papá, mamá, la patria, el partido y después los hombres. La desgracia de no poder soltar y de soltar para Dios y no para tambalear y hacer pie por sí mismo. 

"Te doy mis hijos". No. Especialmente porque no los tengo. No doy los hijos que he decidido no tener, todos los hijos que solté pero en verdad jamás tuve, esta ausencia de instinto maternal, esta perplejidad atenazada por el "yo", en pie de guerra con "mis" posesiones y rendida ante el silencio animal. Saturada de imágenes sin nervios, atascada en aparatos fónicos que propagan conceptos, estaqueada en la rueda de una "comunidad". No me dejan entrar al hospital con perros, entro en el hospital porque no soy perro, el árbol de la vida es una sociedad a la que contribuyo perpetuando relatos. 

Tengo que matar el árbol de la vida, debería abrazarme a un árbol de nada que entienda, tengo que matar este cine en mí. 

   

14 comentarios:

  1. maravilloso, pájaro

    amo tu lucidez y quiero que encuentres un árbol impuro y raquítico donde posarte, a la intemperie, y no este árbol de la vida tan agudamente escrutado y desmontado

    pienso en un mundo donde los perros entrarán en todas partes y nos harán menos puros, más oblicuos, más desplazados en nuestra invariable geometría teológica (a la que se aferra Malick con fervor neo-con)

    pienso que en ese mundo renaceríamos como perritos y que no habrá miedo, ni dioses, ni reglas: sólo espacios por hacer, canciones por ladrar, heridas que lamer, lugares donde construir el único concepto-cuerpo que la estética canina puede concebir: lo calentito, la jauría dulcemente extenuada por el juego y la reunión de alientos en un dilatado sueño compartido

    ahí donde la piel de uno se confundirá con la de todos y no habrá diferencias, ni fronteras, ni un Dios-uno que estructure los ritmos múltiples en que nos vamos siendo

    abrazo sin árbol ni raíz, desde abajo (topera o regazo)

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  2. menos mal que alguien habla de la verdadera especie de un cine que apuntala aún más profundamente los cimientos podridos de la mentalidad americana. mentalidad atroz que todo el mundo imita. mentalidad conservadora, racista, homófoba, dictatorial, clasista.

    Terrence Malick se ha querido construir un aura de artista misterioso o maldito, independiente. pero por sus obras los conoceréis. qué casualidad que todos sus filmes estén llenos de un “elenco” de actores famosísimos e insulsos pero eso sí, garantía de éxito en festivales de público-fans de estrellas. este director en el fondo lo que rezuma es puro convervadurismo , moralismo arcaico. gasolina para que la rueda dentada del Gran Mecanismo siga y siga.

    “No recuerdo tamaña atrocidad multipremiada desde los días en los que Roberto Benigni declamara que La vida es bella entre los decorados de un campo de concentración”

    hace falta matar al Padre y a este cine- alegorías envenenadas que sientan cátedra sobre lo que es “ la vida”. hace falta desenmascarar a los que perpetúan este sistema de poder para ellos, y de subordinación para ellas.

    falta que la mujer despierte. no querer ser gallinas cluecas. romper con tanto dirigismo y modelo patriarcal.

    la dignidad de un animal iluminaría los pasillos de un hospital. en nuestros perros encontramos nuestro guía. en su conmovedora inocencia encontramos la pauta. “debería abrazarme a un árbol de nada que entienda”

    gracias por esta crítica cinematográfica y por lo demás contenido.

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  3. La pelicula es mala, pero bueno, lo que no entiendo es que hayas decidido no tener hijos, los animales, los animalitos, tienen los hijos-as que la naturaleza les da, ya comprendo que no se trata de tener doce hijos, para eso está la píldora, para controlar a voluntad la natalidad, pero que decidas no tener ni un hijo,... no sé me parece raro, espero que a Panchito lindo no le lleves al veterinario para caparle,

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  4. No vi la pelicula, pero si vi su trailer, y sali espantada.
    Si los trailer son, en esencia, una seleccion cuidada de los best shorts, un combo iman o anzuelo virtual para atraer al publico desprevenido, mejor huyamos, porque si eso es lo mejorcito, no quiero ver el resto.
    A eso agreguemos la voz en off y orgasmica de la dama que indica que "some day you will understand it all" y agrega que "unless you love your life will flash by" cosa que me remite ineludiblemente al remanido y asqueroso "nadie puede, ni nadie debe, vivir vivir sin amor.
    Lo que me repugna, en primer lugar, es esta idealizacion del amor de la pareja o el amor filial. Como si el unico amor trascendental se encontrase en el seno de la familia nuclear - base de toda sociedad, nos contaron - , y no otro, y que quienes carecemos de esas bondades o inclinaciones estuvieramos al pedo en esta vida.
    Como si no fuera posible hervir de vocacion de servicio, y dar amor anonimo a quien lo necesite, o levantarse por las mañanas con no otra aspiracion que la de contemplar las flores del jardin y vivir entre macetas.
    Como si el amor que siento por mi gato - y que el me retribuye - no me hubiera salvado la vida en mas de una oportunidad.
    Lo segundo que me indigna es esta indicacion ineludible de que el amor es lo que te redime, como si hubiera algo de voluntario en todo esto. Como si hubiera alguna posibilidad de teledirigir las ondas amorosas hacia cualquier objeto a eleccion. No se otros, pero la realidad es que no tengo ni la menor idea de por que tiemblo de emocion cuando mi amarillis florece cada año; y que me tiren por favor una brujula para entender de donde viene mi devocion hacia mi gato Rossi. No entiendo las coordenadas del amor hacia mis amigos, y en realidad no me importa. Porque al amor, en la forma en que se me represente, prefiero disfrutarlo mas que entenderlo.
    De alli que me indigne que alguien pretenda enjaretarme la responsabilidad de no vivir una vida flash, por no haber podido o querido encontrar un destinatario humano, del sexo contrario, para reproducirme, y amar, amar para dar contenido a mi vida de luz.
    No tengo hijos, por eleccion.
    A mi gato no lo entrego.
    A mis flores no las claudico.
    Y cuando muera, moriran tambien mis dudas y contradicciones. Y realmente no me interesan las explicaciones. A la hora del fin, estamos siempre solos y no sabemos nada.
    Por vos siento amor. No me importa mucho por que. Ni me importa que este amor no cuente para reventar como cañita voladora segun los canones de Penn y Pitt.

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  5. Tu texto magnífico, en el abismo de la lucidez, me hace ver que el pensamiento se genera en otras zonas corporales y que el cerebro, cuya aparente hegemonía, sólo delata el antiguo prejuicio de la ubicación geográfica, aquella de norte sur, arriba abajo, o aquel discurso que soporta la película, bajo la idea de las grandes respuestas, sustentado en una moral anquilosada y estrecha y una visión delirante de lo cabalmente organizado que transmiten los gerentes de planeta. La ancestral imagen del árbol de la vida, presente en diversas culturas, no es en modo alguno esta imagen degradada bajo el discurso del poder, precisamente es todo lo contrario, en el árbol de la vida la humanidad ha hecho coincidir luz y oscuridad, lo diminuto y lo inabarcable, ramas en el cielo y raíces en el infierno, o viceversa, y cielo e infierno a un paso el uno del otro, las grandes incertidumbres y los miedos también crecen en él, o de él, y las grandes respuestas no crecen en sus ramas, sino que duermen bajo su sombra. El de la película no es el árbol de la vida en cuyo tronco los perros orinan.

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  6. El cine es el árbol de la ciencia y si la película rozó en algún momento el mundo fue rodearla de mar, y yo no diría que es un film fascineroso pues somos libres de expresarnos. Aunque ayer ví esta película y me pareció bobalicona. Si quisiera ver una respuesta o palabra al respecto al origen del mundo concernida a la religión volvería a ver “Ordet” de Dreyer, sin tampoco tener que aceptar sus disciplinas. Será que el film de Malick no consiguió estremecerme por lo que soy incapaz de perfilar un futuro a su historia. Idolatrar la desdicha, la muerte de un infante para agitar nuestras conciencias, vamos, y “entregar” a Dios a tus seres queridos. A mí me interesan las tragedias sí, pero las redenciones, reencarnaciones, si Jesús se hubiera quedado quietecito en la cruz habría sido mucho más interesante, trágico sin necesidad de más. En fín, la fotografía me ha gustado. Sobre todo el perro bebiendo de un charco.

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  7. Tengo que verla, pero la verdad es que no sé si ya tengo ganas! Confío a ciegas en tu mirada.
    Un abrazo

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  8. No veré esa película que no pensaba ver. No veré esa película que hace crecer un hilo de baba en la comisura de la voz porque quiero babear sin necesidad de farmacopea ni relato. Por desgana y buscando perspectiva oblicua (que dice Stalker). El discurso de la historia tapona, dices, el textito de la sociología. Me gusta. Yo soy más de la filosofía de la historia pero me gusta. La filosofía de la historia puede nacer del silencio de los perros y ver que también el textito sociológico está vestido de ropajes humanos demasiado humanos. Matar la matriz no es posible, pájaro, creo, supongo, eso dicen, porque cuando lo intentas renace en la vagina de la esposa, la amante, lolita o lo, nenita. Pero eso es suponer del miedo - que nos acurruca - y la labor que se nos impone para olvidar las cosas, para hacer pereza en la tarea de lo importante (si hay tal). Matar la matriz no se puede porque siempre se está y se habla "in media res", con la obra comenzada, sin más escenario (hasta los callejones del gato están ocupados por los productores). No se puede, o quizás el pájaro sí pueda. Y su cuerpo mellado y su danza de perros que callan sea balsa del exilio y oráculo, puerta de ese reino en el que se piensa con los pies. Nadie más fuerte que el pájaro que mata Discursos como san jorge o santa jorja, la gorgona... cosita china que, como siempre, sigo leyendo desde el hilillo de baba de mi espíritu.

    Un abrazo y un beso metahistórico

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  9. Otra cosa que se me ocurrió mientras paseaba (y desde de mi puesto de padre incapaz). El movimiento de asesinato e inversión de aquel discurso (o padre) que nos metió en mitad la cosa, ¿puede aplicarse en sentido inverso, sobre los hijos y aquellos otros productos de nuestro pasar, la propia excrecencia, el futuro que se revela pluscuamperfecto de subjuntivo

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  10. No la he visto todavía, pero tu crítica la hace deliciosamente seductora. Sobre todo por lo del "fascismo" y la "pestilencia", todo lo cual ya despierta mi interés. Me la pico este finde seguro.
    Salud y besos2 :+

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  11. No creo que existan hoy en el cine, en la literatura y en el arte muchas personas con inquietudes religiosas. Si existen estas personas parece que no se atreven a decir nada sobre el asunto. A lo mejor tienen miedo a que los demás los juzguen un poco antiguos o un poquito ingenuos... ¡Son todos hoy tan listos! ¡están todos tan preparados! ¡Están todos tan seguros de que el ser humano no tiene nada que explicar metafísicamente...!

    La escena de la playa da un poquito de vergüenza ajena; seguramente yo la hubiese quitado. Pero Malick no la quitó. Ahí está. Seguramente se dijo: "Esto es almíbar, van a decir de mí que soy tonto, que no sé nada, estoy seguro de que los más cultos me van a despreciar..." Me imagino que estuvo semanas dándole vueltas. Al final decidió tomar el camino que jamás tomaría el literato, el artista, el filósofo contemporáneo.

    Mi propuesta es la siguiente. No veas, pajarillo, fantasmas donde no los hay. San Juan de la Cruz no era un fascista. El sentir la Naturaleza como parte de una divinidad es algo sumamente humano. Las máquinas y los animales no pueden sentir esto, menos pensar sobre ello, y mucho menos intentar expresarlo. Lo difícil es sentir esto e intentar expresarlo. A lo mejor mediante la poesía y la música se corren menos riesgos. El cine es un medio quizá demasiado realista, ¿no? En todo caso parece intolerable que un americano haga una película sobre un tema tan profundo; estos temas están reservados a los cineastas europeos u orientales, ¿no es eso lo que a lo mejor te ha pasado? Si hubiese sido un chino el que te hubiese contado su historia milenaria a lo mejor no te hubieses sentido envenenada, ¿eh?

    No te parezca mal lo que ha hecho este hombre, Malick. "En la delgada Línea roja" hizo lo mismo que aquí. En el paraíso estaban unos soldados. El infierno de la guerra estaba muy cerca, ellos habían desertado. Uno se pregunta: ¿Quién es el Estado para obligar a los hijos de Dios a morir en una guerra estúpida? Aquí, en "El árbol de la vida" es lo mismo. Por eso creo que bien podría ser el mensaje de Malick el siguiente: La importancia de la educación de los padres para que los hijos no se conviertan en unos estúpidos que consientan ir a la guerra, que obedezcan ciegamente...

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  12. Leyendo el texto y muchos de sus comentarios me hacen pensar en que algo así era de lo que hablaban el club de mujeres divorciadas justo antes de que Jerry McGuire (Cruise) entrara a decirle a la futura Bridget Jones: "you complete me"

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  13. "La auténtica existencia del hombre reviste un carácter trágico por estar atenazado entre dos instancias irreconciliables: la voluntad de ser y la sospecha de dejar de ser, la razón y la fe, la fe y la duda, la seguridad y la incertidumbre, la esperanza y la desesperación, el corazón y la cabeza, la vida y la lógica, lo irracional y la razón. En esto reside la esencia y motivo de vivir de la existencia humana. El hombre siente que su fe es incompatible con su razón, pero que no puede prescindir de ninguna de las dos. Aquí está el sentimiento trágico de la vida. No podemos prescindir de la razón porque, si no, haríamos de nuestra vida un sueño, ni podemos prescidir de lo irracional porque la razón común, la de las verdades universales y necesarias, ha sido definitivamente vencida. Aquí no existe victoria final: cuando el hombre se sumerge en la irracionalidad deleitándose en su propio sueño, viene la razón a despertarle advirtiéndole que el mundo de las abstracciones también tiene sus derechos. El hombre de carne y hueso, agitado por la tragedia, no es el que huye de la sinrazón para acogerse a la luz de la razón, ni el que ha escapado del universo racional para habitar el mundo cálido de la fe, sino el que oscila perpetuamente entre uno y otro, el que está constituido por el uno y por el otro; ambos constituyen los abismos y no los principios a partir de los cuales se construye una determinada existencia; el hombre unamuniano vive en guerra contra sí mismo, sin dejar por un instante de ansiar la paz."
    J. Ferrater Mora (Unamuno. Bosquejo de una filosofía. 1957)

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