Alma no hace nidos. No elige ni acopia palitos, hojas
secas, musgos, plumas, líquenes o fango. No asigna a lo que no elige una
función: estructurar, revestir, aglutinar o camuflar frente al depredador que
acecha en círculos hasta anular el cerco y estrangular el aire y que el mundo
vire, súbitamente, a negro. Alma no anida. No construye esferas, copas, hamacas,
cestos o plataformas sobre un río. No infiere novedades al estado de las cosas.
Escucha los sonidos a su alrededor hasta posarse en un lugar de tránsito. Hace
de una cosa un lugar, que cada vez será la misma cosa sin signo de
progreso.
Alma apoya su mano izquierda en mi reloj y abre la noche
en el cuadrante. No veo los números ni las agujas. El asesino de niñas golpea
su cabeza contra una pared, desesperado. No encuentra agujas para su jeringa,
cargada de calmante. Busca en el fondo de la caja oxidada, cierra el puño que
eleva la vena, la vena implora el coma de la hibernación. El insomnio martilla
su cerebro, cargado de peces ciegos. Alguien les cosió los párpados, alguien
les quemó las lámparas. A los peces que giran en círculo en el estanque mental
del asesino de niñas, hasta pulir insoportablemente el círculo y hacerlo
estallar en rojo de venas escolares. "No te alejes de mí, que la angustia
está cerca y no hay nadie que pueda ayudarme, no te alejes del patio de la
escuela", suplicaba el insomne, en su edad sin peces ni martillos. Salía a
gritar al centro del patio y descosía, al apretar los puños, los bolsillos de
su delantal. "Aléjate de mí porque estoy enfermo, la angustia ha hecho su
tarea subterránea, tengo que ponerte a dormir", dice el insomne que
resbala en la nuca extranjera de la niña, inclinada frente a su casa de
muñecas, agazapado detrás de la ventana.
El jugador de ajedrez escribe en el reverso del tablero
los sueños de los martirizados por un número. Suma los números para constatar
qué poco valen los sueños. Cuanto más pequeños, más alto su costo de
realización para quien ha tenido la desdicha de soñarlos. "Desdichado el
que interfiere, con una imagen nueva, en el orden supuestamente inapelable de
las cosas, porque esa imagen lo perseguirá aunque esté delante de sus ojos. Su
visión lo empujará y le hará extender los brazos para poder tocarla. Quien la
soñó morderá, entre lágrimas, el aire". El jugador de ajedrez combina los
cálculos y los anuda en un concepto, el concepto cae como una cortina de baba
de su boca, su cuerpo se impregna de baba que se seca y ya no puede inclinarse
ni mirar hacia atrás, donde el concepto colocó las lágrimas.
Alma no necesita un hogar, es decir, un refugio. Confía
en la termodinámica de su cuerpo. No domina un material ni hará que otros
construyan para ella un lugar para vivir o volver. Si una casa está de pie y
una tumba, tendida, Alma está colgada. Atribuye el goce a esa posición, y no la
pena de muerte. "Bienaventurado el que se cuelga hacia abajo, porque
debajo de la cama está la caja oxidada de los sueños".
Sin hogar no hay acumulación, ni archivo. Alma no tiene
pasado porque no tiene recuerdos. No tiene futuro porque no sueña una imagen
postergada. Alma está adentro de una imagen, que no se piensa y vibra. No se
puede pensar y vibrar al mismo tiempo.
Deslizo la curva de un pulgar sobre la nuca tibia y
brevísima de Alma. El cielo está ciego, está cargado, como las cabezas, de
tormenta. Alma tiembla y asciende velozmente, busca la oquedad en un viejo
árbol. Entro en la carpa gastada por las exploraciones, ajusto las correas y
los cierres. Si tuviéramos una puerta anclada a un piso, el viento no nos
envolvería los talones. "Se han volado todas las puertas". Me acuesto
a tu lado para darte calor. Para entrar en calor. Suelto nuestras cinturas. No
sé dónde empieza tu necesidad y dónde acaba la mía. Mi movimiento es
espontáneo, no hace imagen. Es un gesto inmemorial de auxilio mutuo. Colgada
boca abajo del cielo, veo disolverse las cortinas de baba, escucho caer las cortinas
de lágrimas, siento cómo se acerca y trepida la tormenta.
Es inevitable sentir un frío abrasador al observar el cariz indiscreto de Alma. Comienza a devenir la duda si es un aire que atraviesa el quicio de la ventana o su lengua transitando mi habitación. Caída indisoluble sobre el asesino y la cita con su muerte, amordaza el concepto pero no constan párrafos en una fuga sin herida, sin fatiga. Pasado y futuro son los cinceles para la cartografía de una identidad. Alma parece atravesar una puerta invisible y entregarse a la savia de esta habitación. Piedad inexistente al borrar las retículas de mi objetivo.
ResponderEliminarNo se puede pensar y vibrar al mismo tiempo. Y es que el viaje de Alma parece mas una experiencia intuitiva que un derrotero intelectualmente predeterminado. Decis que Alma no introduce novedades en el estado de cosas. Y se me hace que las novedades suceden en Alma. Que las modificaciones transcurren internamente. Que ella fluctua en un universo sensorial. Las cosas no cambian, pero las cosas tal vez cambian a Alma.
ResponderEliminarYo imagino que a pesar de que Alma se mueve espacialmente entre corrientes de aire, su verdadero viaje no es centrifugo, sino hacia adentro. El viaje de Alma parece partir desde su membrana hacia el centro. Tal vez sea solo en el alma (de Alma y del resto de nosotros) donde se registren los signos inequivocos del progreso, si algun progreso es - de alguna manera - todavia concebible.
Te quiero, tesoro.
Vani
“colgada boca abajo del cielo”
ResponderEliminares así como la vida aún me escuece, me alienta, me lleva…
en los muros del patio de la escuela escondíamos un papelito anónimo, gritos, gritos, con letra temblorosa…
la niña aún huye de los paraísos socialistas…y si hay alguien que los desenmascare… el temblor en mi vientre…
es la caída,
es la honda, honda vida que nos desborda…cuando alguien ha sido diferente siempre, busca a alguien diferente…alguien que no tenga medida, que no repare en los límites, alguien que nos ame por nuestra diferencia, por nuestra enfermedad, por nuestro destino desastroso…
tanta sed sólo se sacia cuando sabemos que hay otros que bucean en las mismas aguas en el fondo de nuestro cuerpo, de nuestra vida…
saber que alguien existe así, en los precipicios…nosotras estamos tan cerca de los abismos…siempre nos han taponado las salidas…
hoy he visto a una mujer que llevaba todo su mundo encima de ella, se deslizaba a trompicones sobre unas chanclas de color rosa, a juego con su vestido rojo, iba muy decidida hacia algún sitio…fumando concentrada en sus pensamientos…
Me puse a escucahr la siguente canción de Zoltán Kodály y quise venir a este vacío, esfumarme en estos bellos cometarios.
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=-Q6ViAP6guA
Vengo siempre, Pájaro, y me digo: hoy le dirás algo, pero nunca nunca puedo, nunca me dejas, no me dejan tus palabras. Cada vez que aterrizo en tu casa, me invade la mudez del asombro. Yo no sé qué alumbras cuando escribes, pero a mí me fascina. Y sólo sé que si Socialismo fuese un libro de papel y lo tuviera entre mis manos, este capítulo estaría llenito de pliegues. Te sigo, silenciosa pero ávida.
ResponderEliminarUn abrazo, M.