Encontré una casa para vivir. Hay topos de Marienbad, mujeres-sirena, búfalos sueltos que aman a los guepardos y a las hienas, puzzles de diarios personales, cachorros tibios. Y lentos.
Las criaturas de Kokoro hacen acrobacias en el aire con mis crisis de sentido, me dan sentidos subterráneos, al ser.
Impregnarse de Kokoro hasta hacerse brizna, antiguo caballo de madera o hebillita en el pelo de las niñas náufragas. No dejarla ir. Irse con ella.
Un meteorito del tamaño de una cabeza de un alfiler es visible a más de cien quilómetros. Un cuerpo a cuerpo con esta sustancia, brizna, palabra configura esa reversibilidad que... se sumerje allá y recibo en silencio. Os deseo suerte selvática y errática.
ResponderEliminarGod save the queen
ResponderEliminar