Unfailing Pep, they say down there (so many things
they say…),
Nosotros fuimos a buscarlo. Fuimos nosotros. Como
siempre, era una cuestión de distancia. ¿A qué distancia mantenerme para no
hacerte daño, dónde pararme para evitar el daño en mí? Deontología básica: cómo
vivir juntos sin herirnos. Cine: dónde plantar la cámara sin invadir el plano,
como si el ojo se amparara detrás de un árbol, para no ser suicida o cazador.
Nunca sabré cuál es la distancia adecuada para que no corran lágrimas. Todo
llora a su modo. El animal llora en seco en su doble mudez, la savia boquea en
el corte, el llanto se atasca entre las piedras.
El alien
era puro cuando Kane se acercó demasiado y es puro ahora que anda suelto en las
galerías de la nave. Adherirse a la cara de Kane fue la reacción inmediata para
la que toda su vida lo había preparado. La materia no piensa en su plan. Esa es
su majestad, su insuperable extranjería. ¿Por qué habríamos de exigirle piedad
a la materia? La forma de la materia es su intento de sobrevivir. El alien tiene una boca adentro de su boca,
con la que nos fecundará como un vampiro ahora que su esperma ya no está en
reposo. A doble mudez, doble mandíbula. El monstruo es una criatura a la que le
interrumpimos el sueño. La transgresión de la ley de la distancia desata su
mandíbula interior, esa que no te causa miedo sino espanto. Vela tus crímenes,
quema tus banderas en la noche. Por favor no te duermas en la torre de control.
¿Qué esperar de una figura al pie de una
crucifixión, sino un acto amoral? Vimos los clavos y la cruz, vimos cómo crecía
el niño mártir. Fuimos espectadores de la flagelación, público en las sesiones
de tortura, detrás del cristal de nuestros cascos de astronautas. ¿En qué
esperaban que nos convirtiéramos? Rompo el cristal en caso de emergencia,
cuando el casco pesa y es tan grande. Pero ya soy un alien, ya estoy transfigurada. No hay niños mártires para las niñas
monstruos, a las que les gusta comer flores. Mi taller es la voracidad. Como a
los hombres, como a los antropófagos, solo me interesa lo que no es mío. Yo, todavía,
como. Sagrada trinidad de todo dolor, toda esperanza: yo/como/todavía.
El patriarcado del Nostromo sucumbirá al alien,
construido con tubos del sistema de enfriamiento de automóviles Rolls Royce. Tubos
montados en su espalda, vueltos ávidas trompas de Falopio. Alien está hecho de cables y bisagras, nació de la contemplación de
fotos de karatecas, modelos anoréxicas y altísimas, integrantes de la tribus
Nubas, es flexible y veloz como un insecto. Alien
como collage y resultado de un
procedimiento de ensamblaje. Alvéolo. Pozo para llenar, celda para matricular
al condenado, agujero en el que se incrusta el diente. Monstruoso en su
elegancia, monstruo porque es elegante, es decir, irresistible sin esfuerzo,
sin conciencia siquiera de su cualidad, tocado por la gracia de ser sin saber
cómo. Vino para hacer colmenas, como una peste del amor.
Mi monstruo es hermafrodita. De su vagina
dentada asoma y amenaza un falo. La amenaza se asoma, no se muestra. Mi
monstruo no se puede demostrar, es el derrumbe de la matemática. Es mi madre y
mi padre a la vez, no sé dónde empezó pero sé que conmigo se termina. Soy
técnicamente la última de mi estirpe, no habrá acta donde conste un Ripley. Nadie
lo escribirá y a duras penas sé por qué lo escribo.
Lo escribo por sus penas pero sobre todo
por su risa. Escribirte es como encestar de espaldas, quiero decir, la
bienaventuranza del “-te” que da sentido al verbo, como el destinatario imaginado
de la botella al mar, pero con tu rostro y tus palabras. La imagen del mar me
pesa a veces, como un casco. Te escucho decir: “la pesada imagen del mar/sube al agua en tu mano rota por la espuma/es
martes de piedad no entiendo que te marches ahora pero/está bien”. No es la
mano la que parte la espuma, lo sabés, es la mano afectada por la espuma la que
se deshace hasta hacerse agua. La mano intervenida por burbujas de sal. Yo
quise ser la novia de la naturaleza y el monstruo me escuchó, todos los monstruos
sueñan una boda. La cría que perforó el pecho de Kane se esconde y respira en
los pliegues del carguero, en posición fetal. El polivalente hijito de Kane,
esa anomalía hipersexual, dominará el reino: la corporación ya armó la lista
de los vencidos.
La Special
Order 937 es el plato de la casa. Según sus instrucciones (“for Science Officer’s eyes only”), el
Nostromo fue redirigido hacia la cueva para que la tripulación recolectara
extraños especímenes, nuevas formas de vida cuyo regreso a casa debemos
custodiar para su posterior análisis. Vi la orden que no hubiera debido ver. Sé
que cualquier otra consideración es secundaria. “Crew expendable” es la última frase telegráfica, nuestra fosa
común. Fuimos desde el principio los sacrificados, somos estrictamente
prescindibles. La corporación se excita ante la novedad, babea ante sus
ganancias potenciales. Mamá se quedó en casa y nos mandó a la guerra. Nuestra
Madre Coraje pule las libras de carne filial con las que saciará la sed de la
gran máquina trituradora y dará por cumplida su misión. Las madres incuban
astronautas descartables. Nos entregan a la máquina como si fuéramos papel.
Sobre el papel te escribo porque tengo
tiempo, mientras ellos hacen sus negocios. Tiempo para pensar por qué perdí,
tiempo para contarlo. Yo no quiero correr y escaparme del monstruo, como Lambert.
No quiero examinarlo, como Ash. Como Parker, yo quiero matarlo. Parker es un obrero,
en la base del escalafón. Parker es negro, es el único negro en el Nostromo. Baja a la sala de máquinas
como quien baja a remar en las galeras. Quiere cobrar su sueldo, no le interesan
las probetas de la ciencia ni los parques temáticos de la tecnología. Parker
necesita su salario. Yo necesito a Jones y que llegue el invierno para poder usar
mis medias viejas, las de lana a rayas de colores. Ir al bar y sentarme a solas,
hilar las imágenes de este fracaso, en la rueca mental. Porque esta nave es un
laberinto, no hay cueva ni huevos en el exterior sino una cría que crece en la
penumbra, un octavo pasajero. Sabemos que está adentro pero ignoramos dónde. El
carguero transporta siete paranoicos y un espectro.
Me imagino rodeada de cintas de
estrellas. Restos de cuerpos celestes, deflagrados. Polvo que destella como las
luciérnagas. Un recinto negro infinito, sin puertas ni ventanas, que contiene
el recinto sellado del Nostromo, que
me contiene a mí que lo atravieso con un pedazo de vidrio entre las manos, con
la insolencia y la precisión de los sonámbulos. Cajas adentro de cajas, cajas
chinas. Busco una salida, porque libertad ya sé que no tengo. Para ser libre
tendría que eyectarme, de mí.
Encuentro la cornisa del cielo. Camino
sin casco, hecha de tus fotos de camisas tendidas al sol en una cuerda, habitadas
por un viento que les infla las mangas, les sacude los puños, les agita la tela
que debiera envolver un cuerpo que no está y es un fantasma. Solo se ve realmente
un cuerpo en la ropa vacía. Solo allí no es imagen sino pura ausencia. Un gran
vidrio, o una pluma que cae.
El secreto de la pluma que cae es caer
blando.
No todas las metamorfosis terminan en mariposa.
ResponderEliminarQuizá tememos un destino de monstruo. De arrasar lo que somos y amamos.
Al fin y al cabo estás aquí para contar lo que calla la película.
Quizá por ello sea mas aterrador.
Hay secretos desvelados que causan mas espanto que la duda.
Genial como siempre. Amado pájaro.