PÁJARO DE CHINA

viernes, 22 de mayo de 2009

CUANDO LA RISA NEUTRALIZA EL ASCO

Parece que la clase política está ofuscada con su caricaturización en el segmento de Showmatch dedicado a Gran Cuñado. Si sus integrantes fueran más inteligentes, irían al piso del canal a enseñar a los imitadores cómo imitarlos aun más eficazmente. La caricatura extrae del caricaturizado sus rasgos risibles más groseros, para extraerles a esos rasgos todo el jugo posible y convertir finalmente al imitado en esos rasgos, puestos en acto por el imitador. La verdad es que las imitaciones son muy divertidas. Algunos supuestos sociológos se han indigado a doble página en el diario del domingo, proclamando en su habitual jerga enrevesada e incomprensible que, en resumidas cuentas, Gran Cuñado es algo así como el escalón más bajo de la degradación político-televisiva. Posiblemente estos opinólogos necesiten un traductor y un carnicero. Para que nos expliquen claramente qué nos quieren decir y, una vez aclarado, afilen el cuchillo y corten más de la mitad de los párrafos de sus monsergas, que están sobrando. Personalmente no tengo ningún problema con Gran Cuñado. Creo que, en su género, está buenísimo. Tengo un problema con su género, que es la caricatura política. Termina aplanando y poniendo a todos los personajes en la misma bolsa y logra que hasta nos encariñemos con ellos, porque nos causan gracia. Son torpes, hablan con eslóganes, parecen autistas, adulan a sus jefes o se pretenden modestos tipos de familia, cuando jamás han pisado el barro, salvo para hacer campaña. Todo está muy bien hasta que uno recuerda que en Argentina la mayoría de la gente se muere de hambre. Y que si todos somos responsables, algunos son mucho más responsables que otros. Casualmente, la clase política y los dueños de los intereses que representa cada uno de sus personajes. En la risueña troupe de Gran Cuñado, tan amigable que uno terminaría invitándola al living a tomar un café, hay ladrones y también hay asesinos, todos de guante blanco. Esa troupe televisiva y sus equivalentes de carne y hueso (cada cual sabrá quién) no deberían causarnos gracia, sino asco.

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