Solo ella podía inventarse un pelotero en miniatura escondido en un bosque sórdido. Simplemente para saltar y saltar y sentir que el salto es en cámara lenta y en él nos va la vida. Y seguir saltando, que a esta altura es como flotar, aunque empiece a llover. Empapada, con el vestido negro, el pelo negro y las uñas pintadas de negro. Un relámpago de piel blanca como la luna, inmóvil y simultáneamente desatada en plena noche, haciendo estallar las lamparitas de colores en el bosque asediado por el agua. Sí, creo que la vi en las sombras, acercándose bajo mi ventana. El corazón también era negro, como las cajas secretas de los aviones. Sin dudar, me voy con ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario