El comercial se llama Morcilla - Papá Doble Sentido. Ya su nombre hacía presagiar lo peor. Pero a veces hasta los peores presagios se quedan cortos. Una púber de look retro palermitano (en los viejos tiempos te paseabas así y te decían "sos un aparato"), con futuro promisorio en el Nuevo Cine Argentino y supuesta habilidad para la ironía, asiste a la desubicación parrillera paterna y a la reiteración en todas sus variantes del consabido chiste porongueril achura en mano. Papá Morcilla descolla por su humor sexual retrógrado. Sus chascarrillos no solo son dignos de un primate, sino de un soberano pelotudo. Como si la cuenta regresiva hacia el paleozoico y el deliberado retraso madurativo no fueran suficientes, la segunda parte del comercial deviene un revival del viejo y deprimente leitmotiv de las familieras Criollitas, con musiquita de fondo que instiga al suicidio y complicidad instalada entre la retro nerd y Papá Morcilla, toma de manitos incluida.
Están los que creen que la familia no se elige. Están los que volverían a elegirla. Hubo uno que vivía en Salchichas Vienísima que creyó que bien puede ser el origen de nuestras desgracias. Si estaba pensando en Papá Morchilla, chapeau!. Si eso, eso, es un padre reelecto, entonces yo soy huérfana, de padre. Y parricida. Porque no trepidaría en clavarle el tridente con el que enarbola la morcilla en la garganta, hasta que se le acaben las metáforas.
Será por eso, para evitar la depresión y el derramamiento de sangre, que huyo de los asados domingueros.
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