Volvió Showmatch para celebrar sus 20 años en el aire. Parece que nunca se hubiera ido. Ya cuando comenzó atrasaba 20 años, como mínimo. Ya habíamos vivido el Mayo Francés y las minorías sociales habían levantado sus banderas. Nadie pretende que un programa humorístico dicte cátedra de sociología. Se le agradece, inclusive, que torne la vida un poco más soportable para mucha gente que necesita olvidarse del mundo que le toca vivir, aunque sea por un rato. Pero no creo que sea mucho pedir que, por ejemplo:
(i) una mujer no sea básicamente un culo.
(ii) un gay no sea básicamente un trolo estereotipado hasta la exasperación.
(iii) los supuestos sketchs humorísticos tengan un mínimo de creatividad y no nos hagan extrañar a Pepe Biondi.
(iv) las canciones tengan rimas mínimamente digeribles y nos causen un poco de gracia, a nosotros, no a la claque que recuerda a las comedias de Darío Vittori.
(v) Antonio Gasalla no estrene un personaje en el que deslumbró Juana Molina hace años y que nadie, nadie, interpretará con la agudeza de Juana Molina.
(vi) la banda de amigos sea una banda ocurrente y no un séquito de gomas disciplinados y obedientes.
(vii) no griten continuamente, como si fuéramos sordos.
(viii) no se celebre como una ocurrencia de viaje de egresados a Bariloche el pedido público de pena de muerte de Cacho Castaña.
(ix) los esfuerzos de producción no estén destinados a copiar algo que alguien ya hizo (y mejor) -el inicio de Lost- agregándole solo un baile playero final en el que faltan los churros de Manolo, alguna que otra pastilla de éxtasis y tenemos la estudiantina completa.
La gente que yo veo por el barrio no es así. Lo juro.
Imagen: Cows, Andy Warhol, 1966.
No hay comentarios:
Publicar un comentario