Uno va a tientas por el corredor a oscuras, con la vela en la mano. Hace, ni más ni menos, lo que puede. Tiene miedo, mucho miedo. Más miedo a la incertidumbre que a la muerte. Le pregunta al doctor, frágil como un hombre que vuelve a ser niño, si alguna vez ha visto salvación en este caso. ¿Qué puede decir el doctor? Hay tardes en que uno se toma dos Valium y se mete en la cama y no sale hasta el próximo día, cuando se levanta para volver al trabajo. Cuando uno ama lo que hace, lo hace hasta el final, con la cabeza tatuada de flores, corazones y estrellas, como una encarnación de la esperanza y una declaración de principios. Una persona alcanza dimensiones sobrenaturales en esos instantes en los que opone la alegría al terror, de pie en el centro de un escenario terminal, y tiene la irreverencia de agendar alegría aun para cuando ya no esté. Y dice: "cuando esté muerto cuelguen en la puerta un cartel que diga: 'pasen a saludar al puto lindo' y pónganme collares de colores y píntenme las uñas. Por favor, no me lloren: muéranse de risa y hagan una fiesta. Les dejo los vinos y la música preparados en casa". Es decir, de los cinco sentidos existentes elige sin dudar el sexto (el del humor), que es realmente el que te coloca en las alturas celestiales. Ningún santo deliberará acerca de su destino. Fernando, por instinto vital y vocación lúdica, se anticipó y llegó al cielo antes de morirse.
"Llegó al cielo antes de morirse"; yo también quiero saber hacer ese recorrido.
ResponderEliminarPortinari, yo siento que estás haciéndolo, no te quepan dudas. Caminando sobre tu propio paraíso en la tierra ... Paraíso-Portinari.
ResponderEliminarEl Parnaso aún nos queda lejos me temo, pero lo interesante es ir haciendo el camino con paciencia y rayos a mansalva, para que la tierra no nos haga daño en nuestra andanza pero que nos erice el cabello.
ResponderEliminarUn bisou Mariel.
¡Qué maravilla!
ResponderEliminarMe ha chocado también esa frase. De hecho, imagino que todos querríamos llegar al cielo con esa generosidad, tan llena de sabiduría.
Siempre me llamaron la atención aquellas culturas que hacen una fiesta el día del entierro, de forma que el espíritu del difunto pueda irse tranquilo, para que confíe en que sus seres queridos estarán bien. Es otra forma de generosidad, pero que va a parar a sitios similares... Un día tengo que hacer una entrada sobre el tema.
Tu texto, pues, me ha encantado desde varios puntos de vista, y también porque mandas al garete unos cuantos tabús al respecto.
Un abrazo
Susana querida, a mí también me atraen las culturas que no ligan la muerte a la oscuridad y el final definitivo, sino que la celebran como un tránsito. No había pensado en esto, tu comentario me despertó la idea, pero fijate que el miedo a morirse, la conciencia de la finitud (la propia y la de los seres queridos, sobre todo esta última) es la daga que más nos duele en la vida. Por eso es necesario vivir como si fuéramos inmortales de algún modo, sino la vida sería intolerable. Pero cuando llega ese instante de confrontación, resulta que hemos sido educados en una cultura de la opresión y las despedidas, poblada de liturgias y símbolos que nos aterrorizan. Nos aliviaría mucho, sospecho, crecer con la certidumbre de los capítulos y los viajes y los tránsitos, en lugar de los cierres y el final del camino. Sí, sería bella (y balsámica) una entrada sobre el tema.
ResponderEliminar¡Me hace tan feliz que estés ahí!
Rayos a mansalva, Portinari, y atrapar sus reflejos en los caleidoscopios. Muchos bisoux.
ResponderEliminar"Por eso es necesario vivir como si fuéramos inmortales de algún modo, sino la vida sería intolerable."
ResponderEliminarHay mucho saber ahí, Mariel, como en esas culturas que mencionas que celebran la muerte como un tránsito. En nuestra civilización la muerte se hurta, se prolonga hasta lo inconcebible, se silencia en todas partes. Y eso la hace aun más terrorífica.
besos
Sí, Rubén, se la enmascara y se la nombra con metáforas, que es como no nombrarla ("La enfermedad y sus metáforas", de Sontag ...), en lugar de hacerla parte de la vida, al menos en la medida que nos resulte tolerable. Besos insomnes.
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