La pegué contra el cristal de todas las peceras para que los peces vinieran hacia mí y se apretaran absortos, con los ojos abiertos, contra ella. También contra el exterior de los cristales de los bares donde había niños, para que se rieran, absortos, de mis muecas. Los peces y los niños suelen quedarse absortos. Los adultos, no. La hundí en la arena y en el barro y esto no es una metáfora. La froté contra la trompa de mis perros y contra cada clítoris que me dio sus sortilegios. Los succioné, los absorbí y volaron las horas mordisqueándolos hasta arrancarles contracciones y espasmos, temblores devotos y órdenes estremecidas de repetición. Repetí hasta el cansancio, que se hizo esperar. Entré en combustión contra otros labios. Me lamí las heridas, que son como costuras, y me las besé, para cicatrizar. Comí sin culpa las frutas prohibidas, hincándoles los dientes como dagas para arrebatar la pulpa. Rocé con besos como flores las frentes de los moribundos y también con besos como flores los cuellos que no necesitan perfumarse para conducirte a la locura. Grité hasta quedarme sin aliento y canté equivocándome de tono pero no de letra. Pronuncié las letras de cada palabra con la fe de quien cuenta las cuentas de un rosario. Me prometí en voz alta sobrevivir a la catástrofe y recé de pie mi credo, que enumera como bengalas en la noche las buenas razones de la supervivencia. Me tembló la mandíbula ante la inminencia de cada diagnóstico y me dije: "es así, es esto el terror". Escondí la cara contra la almohada para llorar a mares y le abrí la jaula a los pájaros muertos que llevaba atragantados. Bebí hasta el fondo de tazones humeantes y me quedaron dibujados tibios bigotes de leche y chocolate. Dejé que la golpeara el viento y se llenara de sal y de sustancias tóxicas. Al fin y al cabo el envenenamiento es un efecto colateral de lo que no se prueba, sobre todo. Solté los insultos y disolví en la lengua los rencores. No soy perfecto pero probablemente lo más importante, sea lo que sea, lo hice bien. Porque esta tarde me pasé la mano por la boca, se soltó, se cayó y alcanzó a decirme desde el piso: "estoy exhausta, vos y yo nos vamos, la fiesta se acabó". Me velan esta noche. No se molesten en venir a despedirme, es a cajón cerrado, quedé desfigurado por obra de este coma emocional.
Muy interesante esta serie de "bocas": ésta gastada, quemada por el uso, la fricción, la succión, y la otra ventrílocua, escindida por sus obligaciones. Qué bueno lo del escáner cerebral y esta parte de éste:
ResponderEliminar-"esta tarde me pasé la mano por la boca, se soltó, se cayó y alcanzó a decirme desde el piso: "estoy exhausta, vos y yo nos vamos, la fiesta se acabó"-
me ha hecho sonreír, es una imagen tan surrealista...
besos boquicéfalos
Gracias, Rubén, por detenerte en estas bocas. El catálogo de bocas es interminable. Es lo primero que le miro a las personas. Quiero leer tu escritura, aunque brilla en los comentarios. ¿Vas a subir tus poemas a tu casita, además de tus iluminados cruces y crónicas?
ResponderEliminarBesos abocados.
Mariel, me he pasado a verte, aunque ya disfrutaba enormemente de tus comentarios en la página amiga. El resultado es digno hijo de lo que esperaba. He leído, en voz alta y muy lentamente este escrito, y lo he disfrutado muchísimo.
ResponderEliminarTu verbo delicado me temo que me ha condenado a seguirte y, si no te es molestia, a linkarte desde mi blog.
Un abrazo, con toda mi admiración.
Algo subiré, Mariel, que estoy preparando, un texto en prosa poética/filosófica/fragmentaria que, aunque será un homenaje a un escritor que admiro, algo íntimo y propio se colará ;)
ResponderEliminarY además, acabo de recibir la buena noticia de que Raúl Quinto y yo vamos a preparar una lectura poética juntos para la semana que viene, ya la comentaremos en los blogs y será ocasión de colgar algún poemilla, me imagino.
Qué curioso lo de fijarte primero en las bocas de la gente. ¿Cuáles son tus bocas favoritas, bocas míticas? dejando a un lado la de María Callas, que se sobreentiende ;)
besos boscosos
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ResponderEliminarMe uno al esplendor de las bocas, al interés que despiertan las bocas. A mí también me interesan, y especialmente me interesa el sonido que emerge de ellas. Como buena bressoniana, ya sabes que la voz no puede disimular nada para quien sabe escuchar. Ahí está todo, en la vibración que se hace verbo, en esa encarnación huidiza del aliento.
ResponderEliminarSeguimos, y abrazos
Rubén, espero ansiosa tu nueva entrada. ¡Qué buena noticia tu lectura conjunta con Raúl! Las lecturas son preciosas, son el modo de acercarse a la gente y conectar con el otro, de tomarle el pulso al impacto de tu palabra en el lector, que es la mitad de lo que uno escribe. La lectura cierra el círculo del poema y lo transforma en un nuevo texto para cada uno que lo ha escuchado y lo ha hecho propio. Sí, cuelguen poemas e imágenes, también, sería bello verlos en acción.
ResponderEliminarEn cuanto a mis bocas ... sí, la de Callas, las abisales de Bacon, la iracunda de Janis Joplin, las anónimas dignas que dicen que "no" y las anónimas generosas que dicen que "sí", la boca de Dienekes, que le dijo a Leónidas que las flechas de los persas taparían el sol, para animarlo a batallar a oscuras, cuerpo a cuerpo, como gustaba a los espartanos, que peleaban con los persas una batalla perdida, las múltiples bocas de Pessoa, la boca sublevada de Patti Smith, las trompas de mis perros, la boca noble y buena de mi compañero de ruta, las bocas de los médicos sensibles que curan también con la palabra a sus pacientes, las bocas impacientes de los niños llenos de preguntas, las bocas que se equivocan y vuelven a intentarlo, las bocas de los topos que disparan flechas de luz congregados en la cueva ... tantas bocas, Rubén, podríamos hacer una entrada con sus imágenes y las palabras que salieron de ellas.
Stalker: Sí, la boca es indisociable de su sonido. Posiblemente uno de los sonidos más hermosos sea la gramática visual de los sordomudos, el del lenguaje de señas. Es cierto, la voz lo dice todo y es un don saber escuchar, más que decir. En tantas ocasiones necesitamos el remanso de alguien que sepa escucharnos en lugar de inundarnos de palabras. La bufalita te sigue abrazando.
Susana querida, que llevás como identidad un corazón rojo y refulgente como una fruta, me emociona imaginarte leyendo en voz alta, qué mejor destino para esa boca gastada que salir de tu boca de mujer sensible, en voz alta. Gracias por darle voz, por devolverme a mi pequeña astilla un árbol centenario (¿te suena familiar? pertenece a una mujer que escribe con el corazón en la mano y en sincronía conmigo misma se sosiega y protege su nube con el Cap. 7 de Rayuela). Y me cuenta tan espléndidamente la historia de las piedras y cómo algunos días estallan en colores que puedo ver esos colores y esas piedras delante de mis ojos. Somos dos condenadas recíprocas en la cueva de topos. Ya te enlazó el pájaro de China. Besos agradecidos por tu escritura, que rodean tu nube.
ResponderEliminarSusana, por cierto, el pájaro de China se sentiría honrado de tener cobijo en tu cajón de los pre-Textos. Abrazo.
ResponderEliminarDicho y hecho: quedaste 'cobijada' en el Cajón, bajo las hojas de mi corazón-fruta, entre montones de pre-Textos y alguna que otra astilla. Me ha impresionado tu respuesta: con qué habilidad enhebras palabras, conceptos... alcanzas la yugular de la expresión. Gracias, de verdad, por haberte pasado por mi modesta casita.
ResponderEliminarVoy corriendo a ponerme mi vestido de topos ;o)
Un abrazo!