El Museo de la Fotografía de Berlín homenajea a Helmut Newton, entomólogo de la belleza femenina virada al porno-soft deluxe. Zapato negro brillante con pulsera, tacos altos, ligas, sofá turquesa y refinadísimas y perfectas nalgas deliberadamente expuestas. La cantidad exacta de accesorios para que la desnudez aparezca, por contraste, en estado puro. Y provoque una estampida de ratones en tu cabeza. Son las fotos de Sumo, el repertorio de delicatessen eróticas previamente lanzadas al mercado en una edición limitada de ejemplares de 35,5 kgs. de peso, que incluían un atril para su exhibición.
¿Cuál es el pecado de una edición limitada? ¿Cuál es el parámetro a partir del cual la exhibición de una obra artística comienza a limitarse? Hasta el nacimiento del museo, el arte quedaba reservado al círculo endogámico de las altas jerarquías burguesas, monárquicas o eclesiásticas. La mayoría de las obras colgadas o expuestas en museos provienen de colecciones particulares de individuos que pudieron comprárselas para tenerlas en casa. Abiertos los museos, esas mismas obras solo pueden ser vistas por aquellos educados, de algún modo, para contemplarlas. Probablemente sea el cine la única modalidad artística esencialmente democrática y nada haya que reprocharle al coleccionista de lujo, que compra un ejemplar único ya sea para acrecentar su capital simbólico o por amor al fetiche. Próximamente, además, se lanzará al mercado una edición económica de Sumo a un precio de 100 euros. También será, a su manera, limitada, ya que habrá que tener 100 euros para comprarla, aunque la reducción de precio respecto del porno-ladrillo con atril implique un avance en la democratización del conocimiento de Newton.
¿Cuál es el pecado de una edición limitada? ¿Cuál es el parámetro a partir del cual la exhibición de una obra artística comienza a limitarse? Hasta el nacimiento del museo, el arte quedaba reservado al círculo endogámico de las altas jerarquías burguesas, monárquicas o eclesiásticas. La mayoría de las obras colgadas o expuestas en museos provienen de colecciones particulares de individuos que pudieron comprárselas para tenerlas en casa. Abiertos los museos, esas mismas obras solo pueden ser vistas por aquellos educados, de algún modo, para contemplarlas. Probablemente sea el cine la única modalidad artística esencialmente democrática y nada haya que reprocharle al coleccionista de lujo, que compra un ejemplar único ya sea para acrecentar su capital simbólico o por amor al fetiche. Próximamente, además, se lanzará al mercado una edición económica de Sumo a un precio de 100 euros. También será, a su manera, limitada, ya que habrá que tener 100 euros para comprarla, aunque la reducción de precio respecto del porno-ladrillo con atril implique un avance en la democratización del conocimiento de Newton.
Y si esa reducción no alcanza o no hubo escuela o a la escuela que hubo no llegó el arte, queda en pie la curiosidad que nos conduce al museo para completar la obra. Porque lo único que las ediciones limitadas jamás podrán incluir es el ojo del que mira, el único elemento capaz de leer en la obra hasta aquello que su propio autor jamás imaginó que estuviera allí.
Helmut Newton... tengo una pequeña colección de fotos suyas en el ordenador, su visión de la belleza es típicamente masculina, pero aún así en todas sus fotografías consigue algún destello de morbo y fetichismo, esos antifaces, tacones, pistolas, espejos... Me gusta.
ResponderEliminarbesos
Sí, a mí también. Es un sado-maso light y aterciopelado. Y coincido, Rubén, tiene un ojo machista. No recuerdo primeros planos de huecos de axilas, tobillos u hombros al descubierto. Tampoco retratos de la belleza de la mujer común, sin piernas kilómetricas ni piel de porcelana. Me gusta más la Georgia O'Keeffe retratada por Stieglitz que todas las newtonianas juntas. Besos con fondo de flores pintadas por O'Keeffe.
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