PÁJARO DE CHINA

sábado, 13 de junio de 2009

LA MITAD DE LA CUERDA

De su consuetudinario rival dijo una vez que eran "como dos montañistas atados a la misma cuerda". La cuerda se balanceaba en las alturas sublimes y los horrorosos descensos del S. XX. El elegía los espacios en calma. Por supuesto, era más fácil rendirse ante la hiperquinesis violentamente desenfrenada del rival. Pulverizaba la realidad en múltiples ángulos imprevisibles, manipulaba como un demiurgo el efecto de choque, pegaba los restos del buque naufragado en bestiales collages y desencajaba el rostro de sus amantes, exiliándolas al suicidio o al loquero. Tenía la capa roja invariablemente a mano para desafiar la embestida del toro y te decía, desde el minuto cero, que lo que tenías que ver no era realmente lo que estabas viendo, que lo que estabas viendo era una máscara o un disfraz, una mentira. Básicamente, te decía que habías vivido engañado. Ante su rival te sentías, realmente, un analfabeto visual. Pero el morbo te atraía hacia él, como te atrae hacia lo prohibido y lo que te lastima, que usualmente suelen coincidir. Ante su rival pedías a gritos un psiquiatra y un hilo de nylon inflexible que suturara la herida. Y la herida no paraba de sangrar. Salías a buscar vendas y las farmacias estaban de duelo. Ibas a la guardia de los hospitales y se habían acabado los números en el talonario. Su rival persistía en hacer pedazos el paisaje y, transitivamente, te partía en el aire con la delicadeza perversa de dejarte un mínimo de capacidad motriz para juntar tus partes. Era una máquina de triturar carne, desgarrada en el descenso de la cuerda. Hundía sus manos en cualquier material que tuviera a tiro, para pegarle sin reservas el tiro de gracia. Y sí, los sustantivos me quedaron servidos, como sus balas. Del otro montañista se burlaba, seguramente porque vivía rodeado de pájaros, como él (secretamente) hubiera querido. Uno suele burlarse de lo que desea. A los pájaros, el otro montañista les abría la jaula, para que flotaran en el aire apacible de su habitación. Pintaba bailarinas gigantescas e interiores domésticos que estallaban de luz. Su rival estallaba de furia, mientras él se balanceaba de la cuerda, de un lado al otro en línea horizontal, como si fuera un juego. El otro se afiliaba y se desafiliaba de los partidos, rompía los carnets y visitaba ocasionalmente a sus hijos secretos. Tajeaba vaginas y se regodeaba ultrajando cerraduras. El se sentaba a mirar.

Un día apareció en su casa la Gestapo y se llevó a la fuerza a sus dos pájaros mejores. El mayor le había cedido su anillo de esmeralda, para que él pudiera pagar el cuadro que más amaba y que años más tarde regaló. Se mudó y se recluyó en una ciudad pequeña, cambiando de habitaciones de hotel. La enfermedad le golpeaba las puertas. Colocaba un bloc sobre sus rodillas y comenzaba a dibujar. Bailarinas de las compañías rusas a una distancia mínima de sus pulgares. Pensaba en el imperio musulmán y pintaba rejas y telas en el fondo y cuerpos desnudos que casi se podían tocar. Era un viejo, iba a morirse y lo sabía. Lo suyo no era delectación tardía en la falsa odalisca sino la continuidad, en otro plano, de un asombro elemental semejante al de un niño. Seguía descubriéndolo todo mientras el otro, a todo, le prendía fuego. El se consumía en el color. No era puro ni era simple ni era lineal. Asistía temblando al espectáculo inmundo de las ruinas y empezaba de nuevo. Vamos como mariposas a la luz eléctrica, al caos que nos destroza como pasajeros expulsados de un avión y a la tormenta que azota nuestros huesos. Pero como criaturas que despiertan en mitad de la noche, necesitamos la mano que nos acaricie y nos permita recostar la cabeza en la almohada de plumas de la serenidad. Cuando el se fue y se cortó la mitad templada de la cuerda, al otro, gigantesco e intrépido, la muerte ya lo rozaba con el ala. Miró seguramente por una de las ventanas que el montañista ausente había pintado y murmuró: "Al final, todo es Matisse".


6 comentarios:

  1. In girum imus nocte et consumimur igni...

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  2. Bash, alma sutil y atenta, vamos dando vueltas por la noche y somos devorados por el fuego ...

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  3. Buenísimo, Mariel... Relato intenso que me anonadad de perplejidad. El absurdo, lo pético, en aleación inquebrantable.

    "Asistía temblando al espectáculo inmundo de las ruinas y empezaba de nuevo. Vamos como mariposas a la luz eléctrica, al caos que nos destroza como pasajeros expulsados de un avión y a la tormenta que azota nuestros huesos. Pero como criaturas que despiertan en mitad de la noche, necesitamos la mano que nos acaricie y nos permita recostar la cabeza en la almohada de plumas de la serenidad".

    Y el final, que desemboca en un cuadro...

    sensacional...

    ¡Y se me acaba de ocurrir un pequeño juego, espoleado por el brillante final de tu entrada! ¿En qué cuadro querrías vivir? Ve pensando el tuyo, Mariel...

    abrazos

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  4. Stalker, que yo espolee al búfalo ... me emociona, de verdad. Es maravilloso el juego que tu cabeza (inexorablemente anudada a tu corazón) comienza a proponer. Ya puedo imaginarme la soga de plata extendiéndose poblada de imágenes por la cueva de topos ... Te agradezco tanto poder estar allí. Mi cuadro ya lo pensé pero lo nombraré en tu cueva.

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  5. Erratas: "anonad" y "pética"... las prisas con el teclado me hacen ser descuidado.

    Me apasiona la idea: los cuadros que queremos habitar... los topos podrán poner enlaces con sus cuadros y los iré subiendo al cuerpo principal de la entrada, en permanente reactualización. Qué gran idea me has brindado, Mariel.

    Más abrazos

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  6. La idea es tuya, Stalker. Terminarás armando un collage de imágenes predominantemente mentales colectivas, algo nunca visto, en mi modesta experiencia. Una madriguera visual. Podrías barajar y enlazarlas con los porqués de cada uno, al pie del collage. Será hermoso.

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