La biblioteca acaba de cerrar o está a punto de abrir. O está abierta y nadie ha llegado todavía o cerró hace algunas horas y descansa. No lo sé. La fotografía no la dignifica ni la ultraja; solo la muestra ordenada y simétrica, acariciada por la luz natural, inmóvil. La presencia de la gente se potencia en la ausencia, la ausencia permite una circunnavegación y una lectura lenta del espacio y el espacio es solo una caja iluminada por una determinada luz, en un momento preciso. Dentro de la caja transcurre esa sustancia denominada tiempo. ¿Cuántas capas de tiempo conviven en la biblioteca vacía? ¿Cuántas huellas impresas en el espacio y ancladas en el tiempo? La fotografía de Höfer es tan brutal como la vida, porque todo está a punto de comenzar, o como la muerte, porque todo se ha acabado. Es brutal en la frontal desnudez que impide al ojo la distracción y en la exhibición del interior del cuerpo de la institución como una acumulación de objetos sometidos a ciertas reglas establecidas, es decir, un artefacto cultural. El cielo es un techo inmaculado y estable y la tierra, libros, pupitres y lámparas cuidadosamente distribuidos. El ojo sabe que esta tranquilidad es engañosa. Una institución puede corromperse gradualmente o estallar en pedazos, literal y simbólicamente, en el instante exacto en el que debe estallar. Ni un minuto antes. Ni un minuto después.
PÁJARO DE CHINA
miércoles, 24 de junio de 2009
MANUAL DE GEOLOGÍA
La biblioteca acaba de cerrar o está a punto de abrir. O está abierta y nadie ha llegado todavía o cerró hace algunas horas y descansa. No lo sé. La fotografía no la dignifica ni la ultraja; solo la muestra ordenada y simétrica, acariciada por la luz natural, inmóvil. La presencia de la gente se potencia en la ausencia, la ausencia permite una circunnavegación y una lectura lenta del espacio y el espacio es solo una caja iluminada por una determinada luz, en un momento preciso. Dentro de la caja transcurre esa sustancia denominada tiempo. ¿Cuántas capas de tiempo conviven en la biblioteca vacía? ¿Cuántas huellas impresas en el espacio y ancladas en el tiempo? La fotografía de Höfer es tan brutal como la vida, porque todo está a punto de comenzar, o como la muerte, porque todo se ha acabado. Es brutal en la frontal desnudez que impide al ojo la distracción y en la exhibición del interior del cuerpo de la institución como una acumulación de objetos sometidos a ciertas reglas establecidas, es decir, un artefacto cultural. El cielo es un techo inmaculado y estable y la tierra, libros, pupitres y lámparas cuidadosamente distribuidos. El ojo sabe que esta tranquilidad es engañosa. Una institución puede corromperse gradualmente o estallar en pedazos, literal y simbólicamente, en el instante exacto en el que debe estallar. Ni un minuto antes. Ni un minuto después.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario