PÁJARO DE CHINA

martes, 2 de junio de 2009

MI ABUELO TENÍA UN PONTIAC

Cuenta la historia familiar que mi abuelo materno tenía un Pontiac. Gastó gran parte de sus ahorros y cumplió uno de sus sueños, que era tener un auto parecido a una bañera gigante que hasta salía en las películas. Cuando llegó al barrio conduciendo su sueño, los chicos se arremolinaron con la boca abierta y se creyeron testigos de una aparición sobrenatural. El Pontiac ya no existirá más que en la memoria de los que alguna vez lo tuvieron o soñaron tenerlo. La automotriz General Motors presentó la mayor convocatoria de acreedores de la que se tenga memoria en materia industrial. En Estados Unidos, cerrará 14 plantas, despedirá a 21.000 trabajadores y venderá las marcas Saab, Hummer y Saturn. El Pontiac desaparecerá. General Motors abandona Wall Street con su acción cotizando a 72 centavos de dólar. Su única esperanza es el demonio del liberalismo económico: la intervención estatal. El gobierno de "Barack Perón", como lo denominan sus adversarios republicanos, inyectará en la compañía US$ 50.000 millones de dólares para quedarse con el 72% de las acciones. El resto se dividirá entre los trabajadores de la empresa y otros accionistas privados. Si no fuera por el Estado, también General Motors pasaría a la historia, como el Pontiac. La mayoría de las personas que habitan este mundo naufragan sin haber visto, jamás, la mano "invisible" de la que habló Adam Smith, padre del libre mercado. Muchos de los que predicaron las bondades del mercado piden hoy que el Estado les tienda su mano, para no ahogarse. Algo huele a podrido en la tierra prometida. Esto no lo sabían aun los chicos que miraban extasiados el Pontiac de mi abuelo. Pero supongo que lo tenía claro Charlie Chaplin, que sufría en la fábrica y a quien no se le caía un peso del bolsillo y los pantalones siempre le quedaban grandes, mientras un Pontiac refulgente pasaba a sus espaldas.

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