Padre, hijo y espíritu santo, todo en minúsculas y distribuido en dosis proporcionales e inefables. Uno se apoya en el otro y el negrito invariablemente queda en el medio. ¿Será porque es el más cachorro, el radicalmente diferente en su color, el que necesita la protección de sus mayores? No hablan, porque pueden prescindir del lenguaje. Juegan, besan y descansan. No necesitarán ese boomerang de colores para asistirlos en su ascenso a las alturas. Ascienden cada día, cuando lo ven todo. Son una torre anudada de amor. Una escalera al cielo de los días transcurridos en la casa, donde bastan un par de mantas y un lazo de cuerpos tibios para estar en paz.
Qué mirada la tuya Mariel... mirada abismada en estos tres cuerpos inocentemente tibios, a los que sólo les basta la cercanía para alcanzar esa paz que a nosotros tanto nos cuesta. Cuánto podríamos aprender de esta otra santísima trinidad. Tendremos que caminar hacia una nueva afasia, una nueva vibración donde las palabras no se constituyan en panoplias y escarcha ante los otros.
ResponderEliminar"Son una torre anudada de amor"
Qué hermosa sensibilidad, Mariel. Cuántos maestros ocultos duermen en lo minúsculo, en lo cotidiano. Me quedo con esa imagen de sus tres lanas enlazadas, todavía no esquiladas, todavía durmiendo en la paz del vientre expuesto.
Un abrazo y gracias por compartir este retazo hermmoso.
Laura.
Laura, gracias por pasar por la casita. Aquí están mi tres pedagogos, que en tiempos difíciles fueron también mis tres asistentes terapéuticos de cabecera. Felipe, el que está en lo alto de la torre, pasó seis meses al lado mío en una cama, sin querer moverse. Valentín, el primero en la base, me ayudó en el trance de un aborto espontáneo, aferrándose a mis tobillos, lamiéndome las piernas y mirándome a los ojos. Y Cayetano (el morocho) sencillamente duerme sobre mi cabeza. Tengo una diadema nocturna de perro. Con Hernán, mi compañero, no podríamos vivir sin ellos. Si no están, es como si se apagara la luz. Creo que Dios, si existe, está en sus ojos y en esos ojos creo ver, a veces, como un destello, los de mi padre. Escribo durante la noche y los tres me hacen el aguante. Una vez le preguntaron a Levi-Strauss si creía en Dios y contestó: creo en la belleza de las bestias y las piedras. Yo también. Besos y movidas de cola, Laura.
ResponderEliminarAdorables... en los momentos de más intenso sufrimiento, siempre podremos salvarnos en la mirada inocente de un perro. Despeñarnos en lo que siempre acoge.
ResponderEliminarAbrazos
Stalker, Laura: La enorme y entrañable Liliana Felipe se apropió de algo que escribí pensando en ellos y que se llama, precisamente, Estar a Salvo. Está en YouTube y Liliana lo lee ... con sus perros. Besos de dos y cuatro patas.
ResponderEliminarEs increíble el amor y fidelidad que transmiten los animales. Y maravilloso su móvil de vida "jugar, besar y descansar". Como siempre amiga, geniales tus palabras, y la maestría con que las vistes de arte. Besos!
ResponderEliminarMariano querido, vos sabés bien de qué se trata la sensibilidad. Quiero más ... ¡porque yo también pagué!
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