Pilar escribe desde adentro de la máquina. Me dice que "escribe sobre aquéllos que, desde el interior de la máquina -que busca embrutecer al rebaño- se ocupan de desajustar sus engranajes". Al escribir sobre aquéllos que desajustan los engranajes de la máquina, Pilar la está desajustando. La máquina solo puede desajustarse si se conoce su funcionamiento y, para conocerlo, hay que estar en el vientre de la máquina, como Jonás en el vientre de la ballena. Y no dejar que el vientre de la máquina te mastique y te escupa.
Él dijo que la burguesía engendra sus propios sepultureros.
Dicen que él pasó de moda y que el experimento fracasó.
Experimentan con ciertas palabras y las ponen de moda
para naturalizar la realidad.
Me gusta aunque les duela. Me entibia aunque los congele.
Lo compro aunque no pueda pagarlo.
Para pagarlo me endeudo
y me pongo las medias de red y los tacos altos.
Prostitución. Incluye anal las 24 hs.
Me como la crema que cubre la torta.
Me chupo el dedo en el que queda el resto de la crema.
Vivo en arresto domiciliario voluntario.
Me muevo en la zona de exclusión.
Que no me toquen, que no me huelan, que no se acerquen.
Hay hijos que trabajan en las catacumbas.
Conocen las poleas y las palancas,
las cuerdas y las catapultas. Palpan las telarañas.
Los penetra la aguja de la tensión.
No se trata de un malestar que calmen los psicofármacos.
No es un trastorno de ansiedad.
El mal sabor en la boca. La náusea.
La presión estomacal de lo insoportable.
La sospecha.
No confrontan. Se infiltran.
Tienen la dirección de los distribuidores
de caballos de Troya.
No hay un Palacio de Invierno.
Hay múltiples palacios móviles.
Adentrarse y socavar.
Agitar.
Usar los instrumentos de quien nos usa.
Pilar escribe sobre ciertas estrategias. Pilar escucha a Jarvis. Escucha esto. Ser más grande que la casita en la que bajamos la cabeza para entrar. Envenenar día a día el falso mar y apuñalar en módicas dosis las falsas nubes, hasta que sangren, como Marat en la bañera.
como se te ocurren tantas ideas para escribir. A los niños también les encanta inventarse casitas para meterse dentro, acurrucados juegan a tener su propia casa.
ResponderEliminarUn abrazo.
(Soy Lola no tengo otra manera de mandarte el mensaje)
La paradoja encierra siempre gran parte de verdad, de necesidad casi. Consiste en subir a un cerro y contemplar abajo, sin dejarse ir. Esperar a que las correspondencias te envuelvan. Observarlo todo desde esa nueva perspectiva, convertirlo todo en un enorme jardin de correspondencias, casi como el jardin de El Bosco o una alegoria medieval.
ResponderEliminarNo es porque me guste como escribes, que me encanta, sino porque sabes herir con las palabras. Es por eso...
Lo mejor, cielo, lo mejor. Besitos desde el otro lado, siempre tan cerca.
Lola, Lolette, los niños lo saben todo. Deberíamos desaprender todo lo aprendido. Lo bueno sería que se me ocurrieran más cosas todavía, pero interesantes. No sé de donde vienen las ideas. Supongo que de mirar. Besos y espléndido sábado con el pingüino.
ResponderEliminarRamón, ay, Ramón, si me resultara más fácil treparme a la colina y refrenar las ganas de dejarme ir. Sería como cuando te subís a un avión y ves las ciudades, tan caóticas y confusas cuando las recorrés a pie, ordenadas y razonables, como un tablero de ajedrez. Pero tu imagen es mucho más bella y me la guardo en el corazón: un jardín de correspondencias que nos salve de las crisis de sentido. Gracias, Ramón, por estar ahí, desde donde estés. Besos y un jardín para tu sábado en tránsito.
Esta mañana me colé en esta entrada, recorrí largamente un camino de respuesta. E internet, que todo lo que tiene de apertura de puertas lo tiene de cerrarlas inoportunamente, me empeñó en no dejarme contarte ese camino...
ResponderEliminarAsí que, finalmente, cambio de ruta para que las palabras nos acerquen, para que la red que nos encontró se concilie conmigo. No importa, porque siempre hay mil cosas que podría decirte en este pedacito de tertulia que creas con todas tus entradas.
Ahora quiero mucho poder decirte que cuando hablas de tu actitud de "mirona" en la vida, para que alimente al Pájaro, es una de esas grandes maravillas que una tiene el lujo de conocer. Tu mirada es a veces telescópica, y prescinde de las distancias. Tu mirada es a veces como un microscopio, y se detiene en cosas de tal pequeñez -aunque no en importancia- que el mundo, que no sabe qué hacer si no puede mirar a los ojos y hablar en su idioma- obvia siempre.
La mirada-Mariel, que aprende de los niños y los ancianos, que aprende de los suicidas y de los muertos por exceso de vida, lo mismo de nubes que de alcantarillas, es un regalo delicadísimo, una forma de aprender a diario que debería encontrarse en los libros de texto para desajustar todos los engranajes desde su inicio.
Mariel, cuando mira, es capaz de rodar cuesta arriba en el cerro del que habla Ramon. Por eso es un enorme placer acercarse al nido del Pájaro y dejarse herir lentamente (de nuevo, recojo las imágenes de Ramon, que por suerte, sé que me sabrá disculpar). Quizás un día logre enseñarnos a volar...
Mi increíble Susú: Sos un bálsamo. Mi bálsamo. Me estás malcriando, mucho. Recién le hablaba a Hernán de vos, no solo de cómo escribís y cómo armás tu mundo, sino de cómo sos, que está en estricta coherencia con esa manera de escribir y armar y es, en definitiva, tu manera de pararte en la vida. Susú-oxígeno. Susú hippy-punk, con actitud vital de pop de Warhol (con zapatos de polvo de diamante). En esta tarde gris (como dirían los boleros), contarle de vos ha sido un remanso, para los dos. Ahora puedo duplicar mi beso y mi abrazo. Te queremos mucho, mucho. (Y sí, yo confío ciegamente en ese Ramón al que me acercaste, que sabe instintivamente mirar desde lo alto de la colina).
ResponderEliminarMariel, mi niña, me has dejado sin habla. Ojalá algún día aprendiera lo suficiente de personas como tú para estar a la altura de lo que dices.
ResponderEliminarHe hecho un alto insomne en mi mal dormir y me encuentro con tu conversación con Hernán. Y parece que me meciera en tu generosidad. Como un niño al que acunaras cantándole nanas llenas de bellos sueños. Llenas de oxígeno, como tú dices. Tú eres los brazos que sostienen, eres el biberón que consuela, la nana que embellece el mundo. Tu Susú, tan pequeña entre tus brazos, podría vivir permanentemente en ese sueño mágico que construyes, y que es cálido y hermoso como tú.
Infinitas gracias, mi niña. Un día la vida te devolverá todo lo que das, y no habrá más magia en el mundo que la de la punta de la varita de la gran hada Mariel. Disculpa: las palabras que conozco se me quedan todas pequeñas, y mi diccionario se vuelve aniñado e ingenuo. Es que quién habría podido imaginar que hubiera quien construyera cosas tan hermosas con tan poco... Gracias, amiga, por ser como eres, por vaciar las Reales Academias con tu cariño. Y gracias a los dioses por haberte acercado...
Un beso que cree que sigue en un sueño.
Susú: Sos vos la que me acunás a mí, ¿pero cómo explicarlo? Quise leerle a Hernán tu última entrada y hablarle de las madres que se acurrucan emocionadas en los autos, pero temí que todavía fuera muy pronto. ¿Por qué yo había olvidado que la madre estaba ahí? Tenías que ser simplemente vos quien viniera a recordármelo. Y decirme que si cantamos, los que supuestamente se fueron nos escuchan. Y que si nos escuchan y están allí, no deberíamos pensar, hacer ni decir cosas que les duelan. También le expliqué tu psiquiatría vegetal y entendimos mejor por qué crecen con más fuerza las azaleas que están casi amarradas al arbolito de dos copas. Es hermoso decir y sentir que sos parte de nuestra casa. Los puentes de plata no pueden explicarse con palabras. Besos de hermana insomne, también.
ResponderEliminarAcunarse para entrar en la casa, demasiado pequeña, conocerla, y desarmarla por dentro para que las paredes no nos aplasten.
ResponderEliminarEscribir sobre los muros. Escuchar tres cancione sa la vez. Que todo, fuera de tiempo y espacio, se sincronice.
Portinari querida: Desarmar la casa por dentro, para que no nos aplaste. De eso se trata, exactamente. Lo que estás haciendo es mirarlo a la inversa, sabiamente: la casa chiquita no te protege, te ahoga. Hay que escribir sobre sus muros y anular su tiempo y espacio asfixiantes. Besos que cuentan con tu mano para hacerlo.
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