PÁJARO DE CHINA

martes, 21 de julio de 2009

PARA NO PERDERNOS EN LA PLAYA


La última novela de Ian McEwan se llama On Chesil Beach. Una pequeña composición de cámara que funciona como una implacable y conmovedora caja de resonancias, cuyos ecos se expanden por la playa de Chesil, en la costa de Dorset, frente al Canal de la Mancha, y repercuten en nuestro cerebro. Es allí adonde, invariablemente, apunta McEwan. Que sus novelas se devoren y resulten transparentes es una de sus tantas trampas. Sedimentan sin piedad y esconden capas y capas de significado. Duelen como la incisión de un bisturí en el lugar exacto donde el corte es irreversible. Podría decir: On Chesil Beach es la historia de una joven pareja que no puede consumar su matrimonio y lo pierde en una sola noche (la de su boda) porque Edward eyacula precozmente y Florence reacciona frígida y espantada ante el contacto del semen con su piel. Pero la mutua disfunción sexual es una anécdota porque lo que realmente importa es que Edward y Florence se aman, pero se encuentran a destiempo y no se conceden las horas necesarias para leer sus respectivas biografías y ayudarse a estabilizar los desniveles impuestos por sus historias de origen.

Edward necesita salvajemente que lo quieran (en cuerpo y alma) y Florence es una desamparada táctil que entrega el alma sin reparos pero se reserva el cuerpo. Son hijos de familias disfuncionales y dispares y se cruzan en 1962, cuando el viento de la libertad política y sexual no se ha desatado todavía. Él es un chico pobre que estudia historia y ella, una chica rica que toca el violín y sueña con tener su propio y célebre cuarteto de cuerdas, para dedicarle a él, que estará sentado en una butaca del Wigmore Hall que han acordado de antemano, el primer concierto que su cuarteto toque en esa sala. McEwan es un montajista eximio: la noche del desastre está rodeada de flashbacks minuciosos de la vida familiar de Edward y Florence y en el capítulo final pisa el acelerador de tal manera que la irrevocabilidad del tiempo perdido se materializa hasta atenazarte la garganta y nublarte los ojos. Todo con la precisión y el ascetismo de un informe médico-forense, que emociona hasta el hueso no por lo que dice sino por lo que calla.

Podemos destruir nuestra vida en un instante, simplemente por algo que no hacemos. Es una definición posible del horror. La chica del violín podría haber vuelto atrás en su última carrera por la playa y el chico que adora las historias medievales podría haberla llamado, perforando la noche con su grito, para que regresara. Pero no lo hicieron. A él lo inundaba la ira y, a ella, la confusión y el desasosiego. Nunca más volverán a verse y nunca más amarán así, a nadie. Una catástrofe privada nacida de un movimiento en falso y un grito que no fue.

Esta noche te veo llorar y me ofusco y camino kilómetros enfurecida hasta llegar a casa, donde no quiero hablarte porque me quema y me exaspera tu silencio. En casa me seco las lágrimas con las mangas de la camiseta que llevo puesta y te exijo respuestas que no podés darme, porque te hiero con mi temperamento. En los dos hay dolor y es un dolor viejo, de esos que nacen en la infancia. De golpe intuimos que para no perdernos uno al otro debemos leernos y que el acto de lectura debe llevarnos hacia la raíz de ese dolor individual que nos oprime, para que mis manos desaten laboriosa y dulcemente su nudo y tus manos, el mío. Te llamo desde la habitación que oficia de guarida y vos venís desde la habitación que es tu trinchera. Nos sentamos en el borde de la cama y apoyo tu cabeza contra mi pecho.

En el silencio nocturno escucho golpear las olas en Chesil Beach. "Tengámonos paciencia", nos decimos sin abrir la boca, mientras afuera llueve en Buenos Aires y nos mecemos en un abrazo de desvalidos arrojados a la intemperie en una playa, dispuestos a leerse para que no los arrastre y separe la tormenta y alcanzar a escuchar, juntos, en nuestro Wigmore Hall, la música alumbrada por el recorrido recíproco de nuestros mapas.

8 comentarios:

  1. Ir de lo universal a lo concreto; aterrizar en lo diminuto después de haber sobrevolado lo ecuménico para entenderse mejor, para no repetir los pasos de Florence y para alcanzar los gritos que no da Edward. La tuya es una historia de madurez, que se permite el gesto-niña porque se ha hecho innegable, pero que nos enseña cómo han de funcionar los grandes amores. Pareja, familia, amigos... hay que llamarlos al borde del reposo en la guarida para guarecerlos también a ellos. Traspasar habitaciones-refugio y, si es preciso, encontrarse en el pasillo comunicante para no haber de reprocharse nunca lo insuficiente. Tu texto (precioso, de otro lado, que no lo he dicho) condensa grandes enseñanzas y con él aprendemos, para empezar, a salir de nosotros mismos.

    Besos impresionados por tu altura...

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  2. El click de un interruptor, la presion en la tecla send, el ring de un telefono. Dejar pasar al colectivo lleno, llegar tarde a la estacion del tren, no hacer ese llamado, no enviar la carta, no gritar por orgullo, o por pena, o por culpa, o por miedo, o por sentirse vencido, u olvidado, o ridiculo. Y justificarlo todo, constante y eternamente, culpando a "the unusual set of adverse circunstances". Y creerse ajeno a su propio destino, y al de los de sus victimas, y pensar que uno fue preso de una conspiracion del destino que se empeño en hacerle a uno la vida dificil. Y rezar para no darse cuenta de que uno ha sido su propio verdugo, el que apreto el boton rojo de su catastrofe privada.

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  3. ...Uno de esos amigos incondicionales de quien más me fío me dijo que "Expiación" era un libro maravilloso, una delicia, un golpe certero...
    ...Preciosa lectura de esa playa...
    ...Me apasionan esos libros que pasan por nosotros sin hacer ruido, que se leen como si fuera la cosa más normal del mundo, sin aspavientos, y de pronto uno se ve atrapado, no cuando lo lee, sino mucho tiempo después (hablo de meses y años), y no deja nunca de darle vueltas a esa historia...
    ...Ahora te recomiendo yo uno: precisamente el último que se me ha quedado larvado bajo la piel. Se titula "Llámame Brooklyn", su autor es Eduardo Lago. Está publicado en Destino...
    ...Un abrazo de verano (tan lejos, tan lejos, del mar)...

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  4. Susana querida, siempre pensé que si no podemos anudar lo leído a nuestra vida cotidiana, lo que hemos leído no sirve para nada. Yo te miro siempre como la jirafa chiquita que estira el cuello y alza la cabeza para contemplarte ...

    Sis V.: Sé bien, muy bien de lo que hablás. Tu comentario es un poema en prosa arrancado de las tripas de la vida. No hay otras circunstancias que no seamos, en definitiva, nosotros mismos. Love U deeply.

    Migue: ¡Qué lindo escucharte, con tu trompetista invisible! Si, Expiación es bellísimo. Es una ópera monumental y en eso se distingue del resto de la obra de McEwan, porque en Expiación pintó un fresco histórico y por momentos se detiene más que en otros textos sobre lo que pasa fuera de la cabeza de los personajes. Yo le soy incondicional, me cuesta mucho elegir entre lo que ha escrito. "El jardín de cemento" y "Amor perdurable" son estocadas y sus cuentos son círculos monstruosos y perfectos, donde nada sobra y nada falta (están agrupados en "Primer amor, últimos ritos" y "Entre las sábanas", quizá los hayas leído). Tomo tu recomendación al pie de la letra, letra de libro que uno no puede olvidar. "Llámame Brooklyn"... ya el título te está llamando, ¿no? Proyectá el mar en tu cabeza, Migue. No será lo mismo, pero estoy segura de que es uno de tus mejores actos de prestidigitación. Besos de lluviosa tarde porteña (ideal para ir al cine y salir y meterse en un bar a charlar y tomar un café). Ya lo haremos.

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  5. Ese trazado tan natural entre la descripción del libro y la escena cotidiana, entre la realidad y la ficción, exaspera en mí un resorte emocional inmediato. Las palabras se adelgazan, se hacen raquíticas con el calor, por eso, tan sólo, el abrazo que te envío.

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  6. Querido Búfalo, sí, el calor deshace las palabras. Por eso es preferible el invierno, para cualquier actividad que se precie. Siempre termino enredándome en lo que leo. Abrazo de fría madrugada invernal.

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  7. "Podemos destruir nuestra vida en un instante, simplemente por algo que no hacemos. Es una definición posible del horror.
    [...]
    Una catástrofe privada nacida de un movimiento en falso y un grito que no fue."

    Miedo, paciencia, erratismo, luz. Siempre hay más de un intento? creo que no.

    Un bacio.

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  8. Portinari querida: Es posible que a veces exista solo un intento y que otras veces podamos resucitar, a fuerza de coraje, la posibilidad de volver a intentarlo. Eso creo. Besos perseverantes.

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