How happy is the blameless vestal’s lot!
The world forgetting, by the world forgot.
Eternal sunshine of the spotless mind!
Each prayer accepted, and each wish resigned.
(Eloise to Abelard, Alexander Pope)
Pensé qué objetos pondría en una bolsa plástica y llevaría a Lacuna Inc. para desterrarlos de mi vista y quitar su aguja de mi corazón. No me atrevo a tirarlos a la basura. Porque no son basura, sino tesoros. Como el pequeño pez naranja que se esforzó por sobrevivir en la pecera pero no pudo. Lo metí dentro de una lata de té y lo enterré en el parque. Hubiera sido más fácil, en la práctica, arrojarlo al inodoro. Pero iría a las cloacas de la ciudad a mezclarse con las inmundicias. Y no era una inmundicia. Era un pequeño pez. Veo aun las camisas a cuadros de mi padre aunque no las vea. No logro olvidar. No sé qué les sucede a otros. Solo olvido lo que carece de la densidad necesaria para asediarme. Me hace bien. Me hace mal. Pero la tentativa del olvido es una causa perdida. Sería inútil pasear por la casa recogiendo los objetos que queman y llegar con ellos embolsados a Lacuna Inc.
Dicen el que tiempo es el gran cicatrizante. Nos lleva del alcohol a una especie de anestesia degradada, que no induce al exilio del adormecimiento sino a un estado intermedio entre la vigilia y el sueño bendito. Con el correr de los días, los instantes de vigilia apaciguan su efecto y no desgarran. A veces la anestesia revela impiadosamente su baja calidad y la vigilia se activa como una daga. Las coordenadas temporales se deshacen: asisto al trayecto de las venas en una mano perdida, adivino los huesos de una rodilla bajo un jean que nadie se pondrá. Son relámpagos que anulan y deshacen la tranquilizadora noción de la cronología. No hay historia. No hay sucesión de edades. Los ausentes vuelven a mí con sus entrañables posesiones. Sus entrañables posesiones se me aparecen, nítidas y crudas como un shock eléctrico.
Aprendí que no puedo esperar ni exigir que se vayan, sino pactar treguas intermitentes, hechas de experiencias del tiempo presente y evasiones de cualquier calibre. Para que la tregua me sea concedida debo reivindicar la erfharung frente a la erlebnis: la experiencia no negociable del contacto único e irrepetible con el mundo, sostenido en mi propia tradición, frente a la aventura inmediata, intercambiable y desarraigada. Y permitirme el narcótico de las tandas comerciales, las revistas bobas y el cine shampoo.
Debo experimentar la alegría estremecedora del instante, convirtiéndome en un cuerpo gobernado por el mapa de los sentidos (como una red cazadora de destellos de luz, tactos y roces, aromas como pistas y sabores que excitan mi lengua) y una cabeza atravesada por la polifonía y el secreto del lenguaje. Tengo que transcurrir levemente instantes de fuga y distracción, que amortigüen el insoportable impacto de estar vivo.
Pasar de Bach a la música disco y de Flaubert a la telenovela. Sumergirme y flotar, empaparme hasta el hueso y arrojar las sales al agua evanescente del baño de inmersión. Abrirme el pecho en canal como los pelícanos y cubrirlo de flores que duren un solo día.
Porque nada de lo que me importó se va, aunque oficialmente se haya ido. Me serena y astilla cada una de mis partes. Entonces miro a mi alrededor y me fundo con estas recién estrenadas posesiones que volverán aun cuando las decreten muertas y me confundo entre los transeúntes con mi adorable paraguas de colores, ensayando un tonto paso de Fred Astaire bajo la lluvia.
Qué felicidad este eterno resplandor de lo que permanece revolviéndonos, rechazando cada una de nuestras plegarias de sosiego y condenándonos al estremecimiento de desear.
(Y Vanina, mi Sis V., se sienta a mi lado desde su julio de noches blancas en una ciudad del territorio sueco frente al mar polar, y murmura y desea: Una vez mi psicólogo me dijo: "... el aparato psíquico tiene una lógica propia y un tiempo que no responde a relojes ni calendarios...", y luego me advirtio: "...no te sorprendas por tus reacciones. En cualquier momento vienen, gatilladas por cualquier cosa, y los recuerdos emergen, justo en el medio de la reunión de consorcio, justo antes de tu discurso o en el supermercado. Y no te avergüences si la cajera o el público o tus vecinos creen que estás loca si sonreís al aire, o llorás desconsolada sin razón aparente. Vos sabés que no estás loca, vos sabés que son tus recuerdos...". Tenía razón. El aparato psíquico tiene algo así como ficheritos, como los de las bibliotecas antiguas, esos cajoncitos laaaaaargos, llenos de fichas, pero tal vez no ordenadas alfabéticamente. Están ordenadas de una manera ridícula, la manera del aparato psíquico. Y los recuerdos no obedecen órdenes ni regímenes estrictos. Y saltan, a veces alegres como mariposas, a veces nefastos como muertes en sotanas con capucha.
Yo sabía que a los recuerdos no se los puede borrar ni eliminar, ni matar. Pero hice el esfuerzo, muchas veces, de intentar archivarlos bien profundo. Hice el ejercicio físico de escribir en un papel el nombre de mi recuerdo a borrar, poner el papel en un monederito y esconderlo en el fondo del ropero. No hay caso. No sirve. Algunos recuerdos han cedido, gentilmente, a otros de mayor categoría o calidad. O han permitido la coexistencia de otros equivalentes, como el de mi padre, enfermo, antes de morirse, con el de mi padre como el que siempre fue.
El tiempo material no significa un pepino. Yo todavía siento caricias que pasaron hace 10 años, u olores hediondos que olí hace 3. Me conmuevo y el cuerpo me tiembla con el recuerdo de nefastas noticias y recuerdo incluso la ropa que tenía puesta ese día especial y lo que hice el día anterior y la preparación para el gran momento, y que compré esto o aquello y que me pinte las uñas y el precio del taxi que tomé. Yo quisiera no tener esa información. Yo quisiera no recordar algunas cosas. Quisiera inventariar seriamente mi fichero de recuerdos y hacer limpieza general o eliminación definitiva del sobrante indeseado. Hacer lugar, airear el archivo. Quisiera, quisiera tanto...").
Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Michel Gondry, 2004
Música:
Everybody's Gotta Learn Sometime, Beck
Una vez mi psicologo me dijo: "...el aparato psiquico tiene una logica propia y un tiempo que no responde a relojes ni calendarios...", y luego me advirtio: "...no te sorprendas por tus reacciones. En cualquier momento vienen, gatilladas por cualquier cosa, y los recuerdos emergen, justo en el medio de la reunion de consorcio, justo antes de tu discurso, o en el supermercado. Y no te averguences si la cajera, o el publico o tus vecinos creen que estas loca si sonreis al aire, o lloras desconsolada sin razon aparente. Vos sabes que no estas loca, vos sabes que son tus recuerdos...". El tenia razon. El aparato psiquico tiene algo asi como ficheritos, como los de las bibliotecas antiguas, esos cajoncitos laaaaaargos, llenos de fichas, pero tal vez no ordenadas alfabeticamente. Estan ordenadas de una manera ridicula, la manera del aparato psiquico. Y los recuerdos no obedecen ordenes ni regimenes estrictos. Y saltan, a veces alegres como mariposas, a veces nefastos como muertes en sotanas con capucha.
ResponderEliminarYo sabia que a los recuerdos no se los puede borrar ,ni eliminar, ni matar. Pero hice el esfuerzo, muchas veces, de intentar archivarlos bien profundos. Hice el ejercicio fisico de escribir en un papel el nombre de mi recuerdo a borrar, poner el papel en un monederito, y esconderlo al fondo del ropero. No hay caso. No sirve.
Algunos recuerdos han cedido, gentilmente, a otros de mayor categoria o calidad. O han permitido la coexistencia de otros equivalentes, como el de mi padre, enfermo, antes de morirse, con el de mi padre como el siempre fue.
El tiempo material no significa un pepino. Yo todavia siento caricias que pasaron hace 10 años, u olores hediondos que oli hace 3. Me conmuevo y el cuerpo me tiembla con el recuerdo de nefastas noticias, y recuerdo incluso la ropa que tenia puesta ese dia especial, y lo que hice el dia anterior, y la preparacion para el gran momento, y que compre esto o aquello, y que me pinte las uñas,y el precio del taxi que tome.
Yo quisiera no tener esa informacion. Yo quisiera no recordar algunas cosas. Quisiera inventariar seriamente mi fichero de recuerdos, y hacer limpieza general, o eliminacion definitiva del sobrante indeseado. Hacer lugar, airear el archivo.
Quisiera, quisiera tanto...
Te leo pero que puedo decirte. Un señor me dijo un dia en una conversación. "El dolor sirve para no olvidar, sin dolor olvidariamos y tampoco el olvido es bueno". Sabes quién era ese señor: Juan Carlos Mestre el poeta.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.
(Soy Lola)
Sis V.: Es tan hermoso y tan doloroso al mismo tiempo lo que decís. Te entiendo tan profundamente. Quién pudiera gobernar el fichero e imponerle su orden. Liquidar ciertos recuerdos y atesorar otros (los que no duelen). Uno quisiera, sí, tanto. A mí también me pasa de encontrarme sorbiéndome los mocos en el super chino, cruzando una calle, sin razón aparente. Y es tan verdadero el detalle inmenso de que los recuerdos no tienen jerarquía ... Espero tu permiso para subir parte de lo escribiste para anudarlo a lo que yo escribí, así completa lo que no supe completar. Te quiero. Sis M.
ResponderEliminarLola querida, no hay nada que agregar. En tres líneas lo dijiste todo. El dolor sirve para permanecer. Solo se pierde para siempre, se desintegra y es como si jamás hubiera existido, lo que no vive en nuestra memoria. Un beso enorme, Lola.
Cariño, podes usar lo que quieras cuando quieras y donde quieras. Es tuyo. Te quiero yo tambien. Sis V.
ResponderEliminarOk. Ahí te subo junto a mí. Sis M.
ResponderEliminarTal vez sea la nueva experiencia de acumular recuerdos que de verdad duelen, pero creo que no me gustaría vaciar mi casa de elementos que me hacen acordar a alguien... Y mi cabeza de canciones, y mi nariz de olores, y mis lágrimas de sentido. Siempre me pareció lindo y espantoso a la vez poder darse el lujo de ir llorando por la calle, expuesta a la pública mirada, y que nadie se digne a preguntarte si estás bien o si sólo te entró una basurita en el ojo. Poner orden al fichero (yo también me imagino así al fichero, teoría que comparte mi pareja, psicólogo él) me parece un crimen digno de Asimov, voluntad de imponernos cierta alma de robot.. prefiero seguir llorando frente a la góndola de los congelados, algunas veces en esa tierra polar se encuentran torbellinos de ideas que refrescan el alma.
ResponderEliminarBesos de lunes por la madrugada.
Pilar: Los recuerdos duelen. No sé cómo funciona. Pueden dormir días o años y de repente despertarse y clavarse, como una aguja. Dicen que hay un tiempo razonable para los duelos, con sus sucesivas etapas. Quizá mis duelos son patológicos. Ciertos recuerdos ya no queman todo el tiempo pero ... etimológicamente, "recordar" creo que se vincula a "volver a pasar por el corazón". Seres con sus objetos vuelven a pasar por el corazón, desordenándolo todo, volteando los ficheros, haciéndome vivir lo que viví, por segunda vez. Veo a mi padre como si estuviera frente a mí, sus minúsculos gestos, sus expresiones. Siento que tenemos constelaciones de amores invisibles que nos acompañarán hasta el final. Y eso hace bien, entibia el corazón. Que no sea nostalgia, que sea compañía. Pienso en esa biblioteca que has recibido, que te alumbra y te cuida y te ampara. Besos de lunes que está por amanecer y gracias por estar acá. Acá nos sentamos alrededor de un fueguito y liberamos lo que la rutina ahoga.
ResponderEliminarMariel, tú sin tus recuerdos vívidos no sé qué serías. Un pájaro recoge dentro de sí los recuerdos de antiguas rutas y entonces ya le llamamos instinto. Sabe por dónde debe ir y de qué paisajes debe huir. Recordar una camisa de cuadros, buscarla en el fichero de la A de abrazable. Tus cuadros serán un recuerdo imborrable y alimentarán por siempre mi instinto. Aunque no haya aprendido a volar...
ResponderEliminarLos comentarios que has despertado complementan la radiografía de un vuelo... Pura delicia planear en lo uno y en lo otro...
Besos que miran al cielo y aprenden.
Susú: Algo es cierto de lo de decís. Intento seguir aprendiendo a qué volver y de qué huir. Es tan cierto eso. A veces cuesta tanto. Vos aprendiste a volar, hace rato. Como los pájaros, lo tenés tan incorporado que no te das cuenta. Besos que siguen tu ruta.
ResponderEliminarEl tiempo físico no importa, qué gran verdad. Importa el tiempo que nos hincamos en la carne, el tiempo que fluye desde la herida que provocó nuestro nacimiento. Tiempo mónada frente a tiempo universal. Quizá el pasado, el presente y el futuro sean simultáneos y nosotros seamos una especie de poliedro de tiempos fracturados, interconexos. Quizá seamos un ser temporal completo, con pasado, presente y futuro, pero sólo "vemos" una parte cada vez, un mínimo instante, porque nos falta una dimensión que sobrevuele el poliedro temporal.
ResponderEliminarabrazos
Mi Búfalo en Jefe: Esos somos, sí, criaturas poliédricas que no pueden verse por completo y van viéndose de a pedazos, intuyendo o imaginando los pedazos restantes. El amigo Borges te da la mano. A mí me gusta más cómo lo decís vos. Besos facetados, de los que se siente una parte y se presiente la otra.
ResponderEliminarYo no quiero olvidar, aunque los recuerdos se me cuelen bajo las uñas.
ResponderEliminar¿A dónde van los recuerdos olvidados? ¿y los que se quieren olvidar, dónde están? el pez, al que no le corresponden las alcantarillas,¿cuál es el lugar del recuerdo?
De Flaubert a las telenovelas, ¡cuántas veces!, y para mí naufragios, otras tantas.
La ropa del día especial, el precio del taxi y el olor de las uñas. Como esa rodilla que sientes cuando tocas el jean. Igual de real.
No quiero hacer limpieza.
Portinari: Yo tampoco quiero hacer limpieza y llevar una bolsa plástica llena de recuerdos a Lacuna Inc. Pero ... ¿y los que duelen? Los que duelen y nos carcomen, los que nos destruyen. Si la rodilla rozada bajo el jean brilla, hay que cuidarla. Pero si la mano sangra cuando recuerda el roce ... no lo sé. Lavarla en el agua mansa de las telenovelas...
ResponderEliminarQuizás... realmente no sé qué haría con todas esas manos que sangran, de todas maneras, es imposible perpetuarlas limpias, como si no ocurriera nada. Deben sangrar, y por esto mismo es imposible olvidarlas.
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