Ya casi no voy a reuniones de gente que no conozco. Tengo una tendencia marcada a las catarsis públicas. Tiendo marcadamente a sentir que gozo de impunidad para dedicarlas. No me importa nada. Seguramente me estoy perdiendo muchos descubrimientos pero también me estoy ahorrando otros. No me llevo bien con el concepto de reunión. No sé muy bien dónde ponerme (como en las fotos) cuando hay mucha gente. Es precioso cuando hay, por ejemplo, una persona, o dos. Ya casi no voy a reuniones.
Intentan pararme en las reuniones, que es el mejor aliciente para que siga. Todo lo que me prohíben hacer me ceba, obviamente, para perfeccionarme en su irreflexiva ejecución. Es extraordinariamente liberador cuando el manual del protocolo y ceremonial se hace añicos estrepitosamente, salta la tapa de la olla a presión y el sentimiento sale desbocado, sin mediación y sin el filtro de la diplomacia.
Ser la vergüenza de los organismos internacionales y del cocktail del Sr. Embajador. Y de la fiesta de fin de año en el club del barrio, levantándose para largar lo que venimos reprimiendo, mientras los choripanes se atragantan en las bocas y a alguien se le vuelca la Coca-Cola.
Lanzar como una jabalina envenenada, por ejemplo, un "orto" bien colocado en un contexto que realmente se lo merece y con las "erres" redobladas y potentes como en "ferrocarril" (para delicia de las fonoaudiólogas que nos torturaron en la infancia). Decir "orrrto", con perdón del francés, y que esas "erres" concentren más potencia que los apocalipsis bíblicos, los rollos del Mar Muerrrto y las confesiones de los asesinos seriales.
Y que él, tras verificar desolado que la tierra se resiste a tragárselo (seguramente porque vivimos la hora gloriosa de la escupida y la tierra también se la venía guardando) diga en un susurro imperceptible "agarrá la campera que nos vamos". Y agarrar la campera e irse. Con la cabeza en alto y la satisfacción del deber cumplido.
Un novio para mi mujer, Juan Taratuto, 2008
Hoy sobre las diez de la mañana, llamé para anular una reunión diciendo más o menos: "cada día soy menos sociable, ya casi me cuesta estar con la familia, cuanto más con un montón de desconocidos".
ResponderEliminarSi, ya solamente de uno en uno, de dos, máximo cinco...y, sí, hablando del horóscopo o de la moda, puedo montar un pollo... o no.Que hay ortos y ortos, ferrocarriles y ferrocarriles, dulces sueños sentidos y siseos insoportables...
La gente. La gente de la reunión. La reunión. La rrreunión.
ResponderEliminarLa ruptura de la reunión por la impertinencia. La pertinencia: lo que es el caso, lo que es según el lenguaje de la tribu: sagitario o piscis, coca-cola y diplomacia. El lugar común. El lugar incómodo. La impertinente como quiebra de la incomodidad. Es pertinente la comodidad y, por eso, se exige la huida, la impertinencia.
La salida. La puerta de salida. El escape. El par que huye. ¡Vaya par! La conversación pausada. La pausa de la gente. La gente con la pausa del video puesta. El stand by. La desconexión. El yo- tú con ellos alrededor en espera, ni ruido de fondo. Imágenes paralizadas en la tarde-noche. Como el mapa de las imágenes, como las estrellas calladas. la gente callada, en espera a un microsegundo de la gran explosión. Tú-Yo, el hablar sin necesidad de gritar, el abrir heridas sin miedo a aque entren todos cons sus himnos (Soy X y soy alcohólico. ¡Hola X! - gritan todos).
Me gustó por identificación aunque mi impertinencia es el silencio, el quedar acurrucado en sillón y sonreír como necio.
Yo si no hay mate, no me reúno con naide.
ResponderEliminarAhora bien, sé que tengo un pequeño problema que tengo asumido y a esta altura aprendí a querer de mí: siempre que digo algo, al rato pienso que dije inconveniencias. El traje de clown me sienta bien en las reuniones, pa' que negarlo. Ahora, si ese día tenía que hacer algo importante para mí (ej, me estoy perdiendo una película), puedo ser muy desagradable. Y desde que trabajo de noche, creo que ya no me importa nada y suelo batirme a duelos y cosas afines.
En fin, me dí cuenta de que en una reunión, lo importante es saber ocupar el espacio. Lo decían de Tolstoi, no era gigante, pero al atravesar la puerta todos creían que medía dos metros, pues sabía ocupar muy bien su lugar en el espacio.
Pues a mi ni siquiera las reuniones familiares me entusiasman.
ResponderEliminarLola T.
Un clip para hacer catarsis. Para disfrutar en tercera persona.
ResponderEliminarElla probablemente no daba mas. No toleraba ya ni media gota. Los frenos inhibitorios se le habian gastado. Ella estaba al limite de si misma. Al borde de su cornisa. Empujada por las circunstancias a balancearse en ese borde.
Yo lo he experimentado, y debo decir que - mas alla de las circunstancias limites en las que me encontraba - la violencia y el sarcasmo caustico fueron de gran liberacion. Un placer.
Un placer acrecentado por la nocion de estar totalmente legitimada a la exasperacion, y por sentirse con inmunidad social para volverse loco, en horabuena, y a mucha honra!
Besos sacados!
Your sis.
Empezando por las fotos de grupo, que nunca sé dónde ponerme... exactamente igual a ti. Pero en mi caso no tiene mérito (en el tuyo seguramente, con esa rabia no puede dejar de tenerlo), y no tiene mérito porque... no se lo digas a nadie pero padezco de fobia social (no es broma, o al menos no del todo). Me gusta la gente, pero de una en una (creo que lo dijo Anaïs Nin).
ResponderEliminarY en otro orden de cosas, voy corriendo a ver a mi querida mula. Con un poco de suerte, ese tal Taratuto, jeje, buenísimo el fragmento, ya quiero más. Te cuento si localizo la peli, si la descargo, si puedo verla. Muaks
bueno, y esto se empieza a parecer a una reunión. no, yo sólo apunté. ejem. orrrto. me quedo.
ResponderEliminaròscar.
A mi me entusiasman las reuniones. Lástima que no pueda ir a casi ninguna. Me emocionan. Si son reuniones familiares, lo disfruto mucho. Si son reuniones de trabajo, ufff, me río mucho. Si son reuniones literarias, wow... me transformo mucho. Si son reuniones con amigos, mola, trato de emborracharme mucho aunque nunca lo consigo.
ResponderEliminarEl hecho de ser discordante en una reunión, lo entiendo perfectamente.
ResponderEliminarMe contrataron en Madrid hace años en una editorial superconocida. Al final de una reunión, mi jefe nos invita a todos y a nuestras parejas a la fiesta de inauguración de las nuevas oficinas. Hacía sólo tres meses que trabajaba allí. En un momento dado al salir de la reunión me preguntó directamente: "Tu novio vendrá ¿no?...". Le respondí: "Mi novio es novia, se llama Verónica y las fiestas le encantan". La cara de chasco de todos, porque lo dije bien alto, en especial la de mi jefe, un tipo que alardeaba constantemente de su gran casa, su gran coche, sus grandes conquistas y los grandes hoteles en los que se hospedaba, fué de antología. ¡Qué gusto!. Ni que decir tiene que a la fiesta ni llegúe. Cosa que no me creó ningún trauma ya que estaba deseando salir de allí. Luego regresé otra vez a Barcelona y encontré un trabajo menos "glamouroso" pero menos asfixiante.
Uno de estos días, te lo juro, agarro mi campera y me voy. No se adonde iré yo, con mis pocas ropas.
ResponderEliminarPero ya no puedo soportar ciertas cosas. Quizá me vaya como El Guerrero, a buscar mi venganza en otra parte.
Me parece que este pais de culos rotos, culos rrrrrrrrrrrrrrotos, no es para mí. No voy a aceptarlo así nomás. Digo, ser un culo roto más.
La verdad Mariel que esta entrada me hizo reír mucho... y pasa que ese sentido de la inoportunidad lo tenemos varios. Cada tanto, participo en alguna reunión de amigos íntimos. Son casi las únicas que me interesan. Cada vez me aburren más las familiares, ni qué decir de las laborales y si me apurás un poco, las tertulias -salvo por los amigos que están ahí- cada vez más...
ResponderEliminarEn fin, no soy especialmente misántropo; lo que especialmente me fastidia no son en sí las reuniones sino su acartonamiento, el cúmulo de tonterías al paso, esa solemnidad de salón...y cómo la gente se pavonea con sus leyendas épicas...
Un abrazo,
Arturo
María: Sé lo que son esas llamadas. Para mí, uno, dos, cuatro como máximo, está bien. A riesgo de que seamos demasiados y desaparezca el sentido, de que el tiempo se escurra como arena entre los dedos sintiendo que pasa, vacío. Los siseos son insoportables, sí señor. Uno busca cómplices para la catarsis y no susurros implorantes que le pongan fin. Nada más bello que el cara a cara, o la soledad compartida con uno mismo, o con aquellos pocos con quienes hemos decidido estar, a fondo. Besos catárticos para todos (Cuco, Chispa, María en el Huerto y todas las criaturas silenciosas que te rodean, que no saben de horóscopos ni moda, pero sí saben escuchar y hablar también, a su entrañable modo).
ResponderEliminarBicéfala: A mí también me sale "la mudita", a veces (cada vez voy a menos reuniones). El instante supremo en el que el tiempo se detiene cuando acaba la catarsis, la puerta de salida cada vez más cerca, la impertinencia que trastoca el curso previsible de la velada, la confesión que lo pone todo patas para arriba, aunque después siga la fiesta. Ese instante dorado donde todo deja de girar. Mejor el tú-yo, donde nadie propone un brindis a los gritos. Besos de otra mudita de sonrisa giocondesca ovillada en un rincón en penumbras, con la cabeza lejos, lejos de ahí.
Pablo: Pero si hay mate, es que va a estar bueno. Ya tiene aroma a ritual, a comunión de espíritus. El síndrome del clown ... lo conozco ("che, ¿me pasé de la raya?, ¿me tendría que haber medido un poco, no? ¿se me soltó demasiado la pedalera, no te parece?"). Ponerse desagradable ... es inevitable. Mejor agarrar la campera e irse. O quedarse ocupando el espacio, a lo Tolstoi, pero un espacio que nos succione y nos haga desaparecer. Besos epifánicos (sí, qué linda tu Epiphone nueva, tengo que comentártela en tu casa).
Lola: Firmo y adhiero. Has dicho. Besos, muchos.
Sis V.: Sacarse, sí. No aguantar más. Sentirse legitimada y con carnet para parar la fiesta y soltar los pensamientos que nos perforan la cabeza y piden cancha. Abran cancha, señores. Y qué alivio después, pase lo que pase. Besos que derrapan y ponen quinta. Sis M.
Ramón querido: Yo comparto tu fobia, me parece. Cada vez más. De a uno en uno, sí. Que es otro tipo de comunicación, siento. ¿Será por eso que abrimos nuestras casas virtuales y nos escribimos? La escritura siempre pone otras cosas en juego. La mula es pródiga, contame tus hallazgos. Besos (uno detrás del otro).
Oscar: Orrrto. Quizá sea la palabra mágica que permita quedarse. La contraseña secreta para no salir disparado al minuto de haberse hecho presente (¿o ausente?). Como sea ... orrrto. Ole. Besos. Tu M.
Esther: Eso es seguramente porque tenés un círculo dorado que las sostiene, o las sostiene tu propia sensibilidad infatigable. Por eso no llega la borrachera, me parece, porque preferís quedarte de este lado, para seguir viendo y experimentando (y no doble). Besos, bendita Siouxsie abierta a las mesas amplias.
Marian: ¡Qué placer! Ahhhhh, mejor que el de la Tana en la peli disparando contra Gachi, Pachi y sigan los nombres. Un momento dorado, el tuyo. Hubiera pagado para ver las caras circundantes, pero me las imagino. Ese silencio. Esa suspensión del tiempo. El stand-by del que habla más arriba la Bicéfala. Glorioso stand-by. Hasta aquí llegué, señores. Me los paso por mi soberano orrrto. Tremenda movida y sabia decisión. Cambiar glamour por aire respirable. A tus pies, sí, a tus pies.
Darío: No, no aceptar ser un culo roto así nomás. Quedate e incendiá la campera en medio de la fiesta. Pequeños cataclismos en cadena quizá conduzcan a una purificadora erupción del Vesubio. Quizá uno más uno termine siendo tres, al fin. Yo todavía lo creo. Por eso estamos acá. Besos que arden.
Arturo: Síiii, el pavoneo, ¿qué deporte, no? De pavos. De pavotes. Nos vamos replegando en nuestros mundos, tendiendo lazos con otros mundos afines. Que te hayas reído ya me alegra el día, de verdad. ¿Sos de Sagitario? ¿No habremos nacido el mismo día? No, no. Iba en broma, sí. Un abrazo muy fuerte.
varias coincidencis clamorosas:
ResponderEliminarlas reuniones mejor de dos en dos. se aceptan cuatro o cinco si todos pueden hablar y no hace falta gritar para oirse.
soltar la inconveniencia social, lo que se piensa pero se guarda, romper lo politicamente correcto. decir lo que se quiere decir. 0rrrrto (me ha encantado lo del perdon a los franceses, mariel jua jua jua jua).
y finalmente la agarrada de campera y la salida mas dignificada por lo bien que nos sentimos en ese momento.
estoy por volver a las reuniones para regalarme una salida espectacular (voy corriendo a comprarme la campera).