PÁJARO DE CHINA

sábado, 26 de septiembre de 2009

NUESTRO ARTE POBRE


The best thing, though, in that museum was that everything always stayed right where it was. Nobody’d move ... Nobody’d be different. The only thing that would be different would be you.
(J. Salinger, The Catcher in the Rye)


Decidimos construir un iglú. El viento azota las tundras del norte de Alaska y nuestros borceguíes se hunden en la nieve. Recordamos a Holden Caulfield atravesando el Central Park hasta llegar al Museo de Ciencias Naturales, pero no somos el esquimal eternizado detrás de un cristal en el museo. Nosotros cambiaremos.

Comenzarán a doler las articulaciones, se reducirá la extensión de la ruta de caza, disminuirá gradualmente nuestra estatura. Cada vez seremos más pequeños y nos costará atrapar los osos y las focas. El corazón dirá basta, un día. Es una pena que el iglú esté tan lejos de la tranquilidad de los museos, donde todo permanece tal cual es mientras uno no puede evitar, cada día, perder algo. Un recuerdo o un diente, la tersura en la piel y el vértigo en los talones fatigados.

Me dijiste: "Que el iglú esté hecho de sobras y residuos, de restos ignorados; que esté hecho de piedras o pedazos de vidrio, de madera o de tubos metálicos". Si nuestro iglú no fuera así, no estaría a tu lado. Me dijiste: "Es como la mitad de una esfera sobre la superficie helada, pero no es exactamente la mitad de una esfera". Porque nada tiene exactamente una forma específica, nada es liso y previsible y par.

"Somos la progresión numérica de Fibonacci", respondí. "Todo lo que hagamos, todo lo que nos sobreviva, será la suma de nosotros dos. Será un desprendimiento del iglú primitivo, un nuevo iglú de modestos materiales bajo la cúpula castigada y envejecida del primero".


Iluminamos el iglú por dentro. No hay religión en la zona polar pero la luz se parece al fuego. En un iglú de mármol italiano nos moriríamos tristes y congelados. Me miraste: "Una vez estuvimos en Venecia. Y amaste la iglesia Santa Maria dei Miracoli, con sus mármoles blancos y rosados de vetas incontables y secretas". "La amé para recordarla. Y porque los mármoles eran mármoles sobrantes del interior de San Marco", contesté.

Una hija pobre y extraviada, en el sestiere subestimado de Canareggio, lejos del esplendor de la plaza central. No hay padres en las tundras y la zona es poco frecuentada. Guardo las fotos de la iglesia veneciana en un álbum debajo de una piedra. Aquí ninguna virgen rescató a un niño de un río y lo más próximo a un milagro fue el avistaje de una ballena.

No teníamos arpón, la canoa era frágil y queríamos preservar las piernas para enredarnos y donarnos calor en la noche continua. Queríamos, también, soñar que la ballena reaparecía y apenas se dejaba ver.


Las palabras que pronunciamos fuera del iglú son palabras políticas. Tienen la contundencia y las consecuencias de una navaja. Así son las palabras. Nuestro vocabulario es nuestro manifiesto y cada afirmación, una definición del material de nuestros huesos. De nuestra utilización del alfabeto dependen las tundras. Y la supervivencia del iglú, de nuestras estrategias. Sabemos, como los generales vietnamitas, que si el enemigo se agrupa pierde terreno y que, si se dispersa, pierde fuerza. Entonces alternamos aleatoriamente el método, para no aburrirnos y para desquiciarlo.

Me corté el pelo y me vi en el espejo. Mis ojos tienen un brillo criminal. A veces tengo accesos de fiebre y deliro en voz alta. Le pido a Holden Caulfield que guarde los momentos felices en una caja, para que no se los arranque el invierno polar. Acaricio la foto del viaje gastada por el tacto bajo una piedra. Me tomás la cara entre tus manos: "Todo está bien en el iglú. Es nuestra casa". Miro a mi minúsculo y tierno alrededor y sonrío con los ojos húmedos. Partes del iglú primitivo se han volado y la tela no resiste los embates impiadosos del viento.


Pero queda el iglú menor y cotidiano, el hijo de nuestras experiencias y nuestras esperanzas. Tiene cuadernos y lápices adentro. Está intacto pese a la catástrofe. Y dice palabras de color azul.


Iglúes: Mario Merz (1925-2003)

8 comentarios:

  1. Tus textos sobre creaciones visuales, sobre otros textos, ese diálogo o a veces deliberada intertetualidad merecerían una antología. Son una maravilla, Mariel y, se me ocurre ahora, tal vez la única forma posible de "crítica" artística y textual después de la posmodernidad: la disolución abierta y dialogante entre géneros. Vamos, que imagino que lo publicas y que yo entonces escribo una crítica académica sobre las virtudes del antiacademicismo que tú practicas.
    Un abrazo grande, Mariel.

    ResponderEliminar
  2. Ese iglú posibilita un viaje interior. Ambos, los dos, en ese proyecto poético. Porque sin proyecto no hay futuro. Las palabras, ya las políticas y aceradas, ya las azules, son también materia prima de esa construcción. Preciosas las fotos y hermoso el proyecto dle iglú desnudo, adornado solo por palabras y colores y restos.

    ResponderEliminar
  3. Ojalá yo fuese capaz de hacer un comentario como los precedentes. Ojalá yo tuviera palabras azules y no incoloras, para poder expresar lo que me haces sentir.
    Desgraciadamente, el futuro de los iglús del mundo depende de esos que utilizan las palabras de la política. Esos que tiene siglas como el juego de los submarinos: oyes G- 20 y dices "hundido" (iglu desaparecido)

    ResponderEliminar
  4. Quiero estar en un iglú...in eternus...

    ResponderEliminar
  5. Bel, podríamos hacer algo juntas, sería precioso, algo disuelto y abierto y dialogante, sí. Un abrazo muy fuerte. Pero muy.

    Ramón, tu imagen del iglú desnudo y adornado solo con palabras y colores y gestos ... es tan bella. Sin proyectos, aunque sean domésticos y mínimos, no hay futuro, no. Petons, molts.

    María: Sí que tenés palabras azules. Y no solo palabras. Manos azules, también, y manos-iglú. Entrelazá tus manos y me meto dentro del iglú que sos. Con ese iglú no puede ni el G-20, te lo aseguro. Un beso inmenso.

    Darío: Yo también ...

    ResponderEliminar
  6. Dijo Portinari (el pájaro devora fascinado sus palabras y siento que hay muchas que no merece):

    "Holden y los iglúes. Holden era como un iglú, incompleto. Media esfera. Lo malo es que se deba cuenta de ello, y al caminar, cómo no, le faltaba el norte. Tú nos hablas del iglú como casa, acogimiento; incompletitud que se completa con lo que tiene adentro. Los materiales, también. Las palabras y cada ladrillo.

    Ofrecer un iglú como quien ofrece el cuerpo o el alma. Recorriendo cada fotografía como un paisaje, hablando y acariciando el hielo hasta darle la forma que quieres.

    Los diálogos que hilvanan a los personajes entre sí, como dos piececitas de tela, son magníficos. Me encantan las bóvedas dentro de ese iglú; veo santa Maria dei Miracoli como la vio la protagonista al recordarla. Como un iglú abandonado sobre la nieve, al que le faltaban piezas, y sin embargo era en su totalidad:

    "Me dijiste: 'Que el iglú esté hecho de sobras y residuos, de restos ignorados; que esté hecho de piedras o pedazos de vidrio, de madera o de tubos metálicos. Si nuestro iglú no fuera así, no estaría a tu lado. Me dijiste: Es como la mitad de una esfera sobre la superficie helada, pero no es exactamente la mitad de una esfera. Porque nada tiene exactamente una forma específica, nada es liso y previsible y par'.

    'Nada es liso y previsible y par'; nada es la copia exacta de otra cosa. 'Nada tiene una forma específica'. Especificada.

    'Somos la progresión numérica de Fibonacci', respondí. 'Todo lo que hagamos, todo lo que nos sobreviva, será la suma de nosotros dos. Será un desprendimiento del iglú primitivo, un nuevo iglú de modestos materiales bajo la cúpula castigada y envejecida del primero'.

    Y sin embargo 'lo que nos sobreviva será la suma de nosotros dos'. Será los restos del mármol de San Marco y del iglú derrotado que era.

    Una vez más Mariel, tu texto me gana por entero. Y no puedo decir más: me voy con las ranas de Òscar a buscar iglúes".

    Y yo no puedo decir más que me voy con ella.

    ResponderEliminar
  7. Arrebato de ganas terribles de reconstruir un iglú algo desbaratado. Te leo y es como si entendiera. Media esfera, a ratos, pero sin base. Tu texto, las imágenes que eliges, los mármoles sobrantes... me meto en este iglú a guarecerme del mundo convencional. Qué cálido este Pájaro.
    Besos.
    (Qué increíble la verificación de las palabras. Me sale: anticahe. Si le quitas la muda, es un retrato certero de tu casita: anticaídas absoluta.)

    ResponderEliminar
  8. Susú querida, mi iglú está en estado de reparación permanente (bienvenida al club de los iglúes desbaratados). Pero no hay nada como un iglú. Hasta la palabra misma, con esa u acentuada al final, te protege y no permite que te caigas por nada del mundo. Un beso bajo el iglú.

    ResponderEliminar