A Mariano
En los '80 íbamos a bailar a New York City, en Colegiales. Había bolas de espejos, una réplica inmensa de la Estatua de la Libertad y un perfil de la ciudad de Nueva York, de cartón pintado. Ahora la discoteca reabrió, es para mayores de 35 y conserva sus reliquias (entre ellas, nosotros mismos). En los '80 sonaba como un himno Los ojos de Bette Davis, cantado por Kim Carnes, cuando se abrían las puertas de La City. Kim tenía una voz rasposa, ronca y curtida, que ella atribuía a las noches gastadas en clubes y bares llenos de humo.
Randy The Ram Robinson tararea y baila música de los '80 en un bar mugriento frente a la adorable stripper Cassidy, en El Luchador. Randy lleva por rostro esa máscara deforme en la que se ha convertido Mickey Rourke. Ella es Marisa Tomei. Se detiene, la mira y le pregunta: ¿Por qué tuvo que venir Kurt Cobain a arruinarlo todo? Los '90 apestan. Y ella coincide y contesta: Nosotros queríamos divertirnos un poco. ¿Qué hay de malo en eso?
Nosotros también queríamos divertirnos bailando música disco. Además, soñábamos. Habíamos crecido bajo una dictadura militar que torturó y desapareció a los mejores de una generación en llamas. Mientras en París arrojaban piedras contra La Sorbona, en nuestro país se pasaba a la clandestinidad, se portaban armas y se guardaba una pastilla de cianuro en el bolsillo, para matarse antes de que te mataran. Crecimos con una pila creciente de cadáveres a nuestras espaldas, con paramilitares en ronda nocturna y fogatas de libros prohibidos en la oscuridad. Los muertos eran nuestros hermanos mayores. Aunque jamás los hubiésemos visto, estaban tatuados en nuestra memoria histórica.
Los 80' de la música disco eran los años del regreso de la democracia, propiciada por la derrota en una guerra incomprensible en el sur del mundo, que se cobró más suicidados que muertos e hizo ver el mar por primera vez a cientos de muchachos pobres, que jamás lo habían visto y fueron tragados por el mar o perdieron brazos y piernas por congelamiento. Esa guerra dejó un páramo azotado incesantemente por el viento en el que se levantan desamparadas cruces blancas y una fosa común, donde duermen los huesos de los "soldados argentinos solo conocidos por Dios".
Los '80 eran una primavera. Votábamos por primera vez. Algunos nos aprendíamos de memoria el Manifiesto del Partido Comunista y nos vengábamos de una infancia en blanco y negro bailando sin parar. En los '80 se bailaba. Se bailaban, inclusive, "lentos", como Honesty, de Billy Joel. Esperabas que "vinieran" los lentos para sentir el roce y el estrechamiento de los cuerpos. Deslizabas las manos y rodeabas una nuca. Te atraían desde la cintura con los brazos. Olías un perfume irresistible y desconocido. Te dejabas llevar bajo la antorcha combustible de La City.
¿Por qué tuvo que venir Cobain a arruinar la fiesta? En realidad, la fiesta se arruinó y Cobain se calzó el grunge para dar cuenta de esa ruina. Los '90 del neoliberalismo salvaje apestaron. Todo se podía comprar en cuotas, a cambio de los sueños que habíamos tenido. Sonaba la música techno, la house, el chill-out. Esa música no te acercaba. Desaparecieron los lentos. La gente bailaba sola. Nadie te tocaba.
El sábado a la madrugada La City organizó una Retro Party. Para que volviéramos atrás, al menos por un rato. Kim Carnes vino por primera vez a Buenos Aires y cantó en La City su viejo himno, Los ojos de Bette Davis. Todo se veía a través de una bruma y no era solo por obra del humo blanco que invadía el escenario para la ocasión. Era la bruma que enfrenta quien gira la cabeza para encontrar el pasado.
Ahí estábamos muchos de nosotros. Marcados, por dentro y por fuera. Volviendo a bailar disco hasta la extenuación. Fui con mi hermano, el de sangre. Un chico de más de cuarenta bailó conmigo y me habló de sus pérdidas y me confesó que ya nada peor podía pasarle.
A mí, creo que tampoco. Pero a nosotros, sí. A nosotros, esa forma extendida del "yo", retorcida y hecha pedazos en los '90, sí que puede pasarnos algo peor que la miseria obscena de esa década. Aceptar la vacuidad del lounge, acomodarnos en el progresismo glamoroso de las tiendas de baratijas y olvidarnos de nuestros hermanos mayores, los que no conocimos pero llevamos tatuados.
El sábado a la madrugada estuve, a solas, frente a Kim Carnes. Su cara está surcada de arrugas como canales. Hace rato que no está de moda y todavía vive en Nashville, una comunidad musical. Una comunidad. No tiene los ojos de Bette Davis. Tiene los ojos de Kim. Y, contra todo pronóstico y a pesar del viento que parece llevárselo todo, esos ojos brillan todavía.
Kim Carnes, Bette Davis Eyes, 1981
Buenos días mi querida Pájaro de China!
ResponderEliminarEmpezar mi domingo con tu escrito me resulta motivante.
Me transportas al pasado que describes y haces que pueda vivir y en cierta medida sentir todo lo que cuentas.
Tus letras calan y me acercan a esa realidad de esos años. Aprendo de esas emociones plasmadas en palabras, aprendo del recorrido que haces con nombres y lugares.
Al unir música y política para descubrir esa mirada atrás, unes al fin y al cabo el sentir de antes y de ahora de una generación, esta mezcla tan magistramente enfocada abarca un todo y al mismo tiempo desmenuza cada parte de ese todo.
Hay expresiones metafóricas que son muy profundas como cuando al final centras en el brillo de los ojos de Kim, lo imborrable con el paso del tiempo.
Dices mucho y muy bien dicho, un grupo de personas unidas por una época que aún duele, que aún cicatriza y aunque la herida ya no sangre, quedan los puntos de su costura que como concretas y señalas, están tatuados.
Un beso enorme, gracias por escribir tan bien y que yo pueda disfrutarlo.
Feliz domingo!
Me alegra enormemente haberte descubierto.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
Pero, sobre todo, mi admiración a este texto que acabo de leer, me parece magnífico. Te sigo, precioso pájaro de China.
Un abrazo
Pájaro no de china, sino cercano: Hoy a abrir tu blog me encuentro con una de mis canciones favoritas.Afinidades electivas, y emocionales.Pero ahí no termina la cosa, sino que la última exposición que he comisariado, o "curado" cómo dicen por allá, se titulaba Mistaken Identity, el título del álbum de Kim Carnes...¿cómo lo ves?
ResponderEliminarUn abrazo
Pájaro, aquí, tan lejos, también se bailaba en los 80', y también con esa entrega rabiosa que parece querer borrar que en el 75, por fin, se moría (por desgracia, de viejo) el cuervo sangriento de este lado del mundo. Los 80 traían mensajes claros, ánimos encendidos, ideologías definitivas. Me impresiona tu "en nuestro país se pasaba a la clandestinidad, se portaban armas y se guardaba una pastilla de cianuro en el bolsillo, para matarse antes de que te mataran." Ninguno de mis amigos (de aquí), que yo sepa vivió así. Debió de ser espeluznante. Pero sin regresar del mismo punto, se regresaba al mismo lugar.
ResponderEliminarY luego llega el descreimiento, el liberalismo, llega Kurt y desmonta sin que nos demos cuenta esa entrega colectiva, esa vitalidad risueña y, lo peor, nos aleja los unos de los otros, nos dibuja un semblante serio y nos coloca visas en los bolsillos.
Definitivamente, me hubiera gustado ir a la City contigo!
Besos que recuerdan...
Es fabuloso cómo describes toda una juventud, una época, a través de la música y las ansias que despierta. Para colmo me has permitido ver por primera vez a la señorita Kim en acción, siempre me ha emocionado esa canción pero no sabía nada de su autora.
ResponderEliminarLos 80 fueron la década de mi infancia, el mejor recuerdo que guardo es el de la música, pues es un recuerdo trasformado por mi experiencia actual: desde hace unos años escucho mucho más los 80 que los 90 (la década de mi adolescencia, por lo que debería ser la más importante musicalmente para mí), rescato todo lo que puedo de The Cure, Talk Talk, The Chameleons, Depeche Mode (quizá mi parafilia musical más intensa), New Order... incluso algún disco de Roxette, de los que oía mi hermano mayor, me he bajado, lo admito! jeje. En tu caso los recuerdos que te trae esa música son de una intensidad mucho mayor.
besos ochenteros
Paradoja de época los ochentas -vistos ahora- se me hace... , con todo y su emblema de bola de luces, ¿qué se podía esperar? Salir de la dictadura (en mi caso, además, de la adolescencia) tenía que ser, no había otra, el mundo a nuestros pies, un mundo que se hizo tan estrepitosamene añicos, como si fuera esa bola de luces.
ResponderEliminarHermosas, Kim, Bette, tu escritura, la música, leerla escuchándola.
Lo peor es que Cobain era demasiado presuntuoso, ya hasta se mató creyendo que había dicho algo inteligente y que quedaría para la posteridad como un producto personal. Cuando en verdad era apenas el reflejo patético de la "apoteosis de la apariencia".
ResponderEliminar"El peor crimen es fingir" y todos los 90 eran un puro fingimiento, una máscara que pretendía la muerte de ciertos valores, que ahora queremos recuperarlos a base de dejar nuestra carne, nuestra sangre.
Cuando Ian Curtis se mató no dijo nada trascendente, ni salió en las revistas de chismes. Se mató por sus dramas y no pretendió que su muerte salvara al mundo.
Paradójicamente la poquita música de Joy Divison nos salva, debe ser porque es arte.
Besos modernos...no fumo máaaaaaaaaaas....
La muerte de Kurt simbolizó la muerte de una época que, a pesar de las hombreras imposibles y los crepados espantosos, intentó ser feliz. Luego, como dice Su, la felicidad se confundió con la visa y la vacuidad del lounge que dices tú inauguró la época de lo políticamente correcto. Sí, todo acabó con Kurt. O quizá con ese ángel trite llamado River Phoenix que se marchó justo seis meses antes en una acera de Los Angeles.
ResponderEliminarA lo mejor Kurt apareció para darnos un sopapo similar al que antes nos dieran los Pistols & Co., anunciando que un sueño había terminado, como aún antes anunciara Lennon.
ResponderEliminarRecuerdo bien cuando los 80s parecían frívolos y superficiales comparados con los supuestamente gloriosos 70s.
Hoy siento que los sueños también envejecen y mueren cuando no se los refresca un poco.
A tipos como Cobain (o a lo que él representa en tu posteo) le debemos el baldazo que nos recuerda que la fiesta terminó. Empecemos otra, distinta, más acorde con la hora.
De paso: Cobain, a mí, ni fu ni fa. Y la One Hit Wonder de la Carnes muchísimo menos. Así que dice que su voz es atribuíble a las noches gastadas en clubes y bares llenos de humo? Juaaa! Me quedo con Courtney, imaginate.
Baci a tutti.
"te dejabas llevar bajo la antorcha combustible de la City· y...ardía París.
ResponderEliminarEn ese rincon adorable de nuestra adolescencia- yo iba a la matineé, y me ponía las botas con flecos en el ascensor de casa, para que mi viejo no sospechara- he sido protagonista como el personaje de Capusotto, el que hace pasitos para levantar minas.
ResponderEliminarNo solo me subía al bafle a hacer play back de Kim Carnes (qué papelón) sino que me hacía la piola abriendo la pista con un Juan Carlos que era el danzarín disco del lugar.
Fui Donna Summer,hice el pasito de Toto y el de ELO. Soy la unica de mi grupo junto a mi amiga Analisa que recuerda exactamente qué pasito iba en cada canción. Además bailábamos americano algunos temas de Chic y Sisters Sledge. Cuando Sinatra sonaba anunciando el final de la fiesta, nuestra vida dejaba de tener sentido.
¿Volvió a abrir pero para viejos? Ya mismo voy. Ricardo Fabre sigue en la puerta? No puede haberme olvidado tras solo 35 años! Estoy igual!
Pero acá va la nota dramática: New York City recibió a The Police y la madre que me parió no me dejó ir por llevarme geografía, sólo geografía.
Discutimos y le dije, en un mar de lágrimas "hija de puta", que me respondió correctamente con una cachetada.
No olvido ni perdono, Ceygriega.
Cuánto lo siento. Mi querida Mariel cuánta injusticia, cuánta tristeza. Nada no puedo decir nada más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Extraño los lentos!!!!!!
ResponderEliminar¿Para más de 35? Eso es discriminación! Yo quiero ir! Si e snecesario, voy con la careta de Rourke.
ResponderEliminarPerdone la digresión, pero como le doy a Marisa Tomei. Es el amor de mi vida.
Creo que la clave está en el abandono de los lentos. Dejamos de tocarnos, se rompieron los lazos, los códigos (todos los códigos, los políticos, los sociales, culturales) Los malditos 90 nos metió a cada uno en su ombligo (o al menos eso se pretendió, con bastantes resultados) Y cantábamos It´s a hertache... Porque no pudimos seguir mirando a través de los ojos de Bette todo lo que teníamos por hacer, las miles de luces d las bolas que giraban y combinaban la noche en la City con una marcha o unajornada por la discusión de la ley de radiodifusión en Parque Centenario el domingo a la mañana...Pero la ley se aprobó (30 años después) la City reabrió, Kim cantó...que valga la pena.
ResponderEliminar"Esa música no te acercaba. Desaparecieron los lentos. La gente bailaba sola. Nadie te tocaba".
ResponderEliminarMeu caro passarinho chino. Eu adoro as tuas palavras transformadoras, dadoras da tua vida quasi immensa, e ainda mais pequenhina ...
Stalkercinho, mudado a carioca
Doloroso volver atrás. ¡Cuántas cosas ha vivido Argentina en las últimas décadas! ¡Cómo ha marcado a la gente! Es como si tuviérais siglos ya. ¡Cuánto pesan esos pasados! Visto desde Europa, donde casi nada ocurre (salvo la paulatina destrucción de lo que fue Europa, aquella con la que muchos soñamos)resulta vertiginoso. Pero no hay que olvidar que aunque puedan "ocurrirnos" cosas peores, estamos de pie.
ResponderEliminarUn abrazo
La City...que cosa. Yo los veía medio frívolos. Ahora los extraño.
ResponderEliminarEterna: La música está grabada en nuestra caja fuerte espiritual. En nuestra cadena de ADN. Inevitablemente es un gesto político, intuyo, como todo gesto. Sí, hay costuras. Es una palabra enorme la que elegís. Costuras que no pueden ni deben olvidarse. Un abrazo enorme.
ResponderEliminarVirgi: Nos seguimos mutuamente, así vamos seguras.
Partisana: Es nuestra sintonía fina. Ahora, con Mistaken Identity de la Srta. Kim, yo te diría que ha virado a finísima. ¿La muestra tomaba prestado solo el nombre del álbum?
Susú: Iremos a la City, ya vas a ver. Nuestros recorridos generacionales son paralelos. Los '90 vinieron a arrasar las noches que brillaban. Como dice Gra más abajo, la bola de luces se estrelló en el piso. Le cortaron la cuerda y la vimos caer. Habrá que inventarse nuevas formas de brillar, cada día. Un beso inmenso como esas luces que nos vieron bailar.
Rubén: Sí, hay que saltear los '90. Kim no es una estrella (ella misma lo dice), es una mujer que escribe canciones. Pero, como le dijo mi hermano, a muchos los acompañó en sus horas alegres y sus horas oscuras. A todos los que hicieron de Nashville su segundo hogar. Esa es la música que te queda girando dentro, para siempre. Besos de música personal e instransferible.
Gra: Sí, la bola de luces se hizo pedazos. Nada más gráfico que tu expresión. Ahora cuesta ver los pedazos de cristal perdido. Habrá que reconstruirla, afinando la técnica. Un abrazo fuerte.
Darío: La fiesta de las apariencias de los '90. El supuesto fin de la historia, de la ideología, de los grandes relatos ... La diversidad pluralista y democrática, sin manifiestos, sin autoritarismos. Pura superficie de placer y contenido de expulsión. A mí me gusta escuchar a Cobain, pero reconozco la densidad de Joy Divison, que estremece. Laura Giordani, en su blog-nido, tiene a Ian Curtis como banda de sonido incorporada. Besos rabiosos, todavía.
ResponderEliminarRamón: Siempre hay alguien que viene o se va para avisar. Por lo general se va y es de los mejores. River Phoneix se quedaba dormido en todas partes, en Mi Mundo Privado. Era como si no soportara el peso del mundo. Como si fuera demasiado frágil para sobrellevarlo. Que vuelva a la memoria significa que su brillo no se apaga. Hay que seguir la pista de esas estrellas cercanas (aunque pasen los años) para perseverar.
Pompeyo: Sí, como le decía a Ramón, hay alguien que avisa, gritando, lo que pasa. A mí también me pasa que los '80 se resignifican, después del desmantelamiento de los '90. Al Canilla también le pasa. Fueron una primavera necesaria, supongo, para volver a respirar. Kim es un asunto íntimo, como toda la música. Está ligada a experiencias vitales, es como si las hubiera musicalizado con esa voz irresistible de papel de lija. Ahora está más de lija que nunca. Courtney para mí tiene demasiada prótesis encima, aunque está muy bien cuando se pone mala, malísima. Un abrazo.
María: Ardía. Y cómo.
Emy: Tu relato es glorioso. Puedo verte en acción. La City reabrió para vejetes, es como la reliquia de un naufragio. Yo también padecí la geografía, pero no a ese extremo intolerable. Nunca entendí lo que era un climograma. Y pasaba al frente y me quedaba en blanco. Solo me pasaba con geografía. Una materia absurda, absurda. Quiero volver a La City, sí, a ser teletransportada a la era disco, con su hitazo de Erasure (vilmente apropiado por Quilmes). Imposible que te hayan olvidado.
ResponderEliminarLola: Solo podemos decir: que hayamos aprendido, que nos sirva. Un beso enorme.
Luigi: Yo también los extraño. Pero me desquito y le pido un lento cada noche a mi compañero de ruta. Hacemos que estamos en la disco y todo. Dos aparatos. Es nuestro revival doméstico. El día que los lentos vuelvan viviremos en otro país.
Pablo: No te preocupes, te haremos pasar. Y no me hables de Marisa Tomei, que me pongo nerviosa ... (altísima mujer).
Laura: Sí, esa es la clave. Después de los lentos cada uno se fue a su isla (y tantos a los countries). Y cada uno bailaba para sí mismo y por su lado, al ritmo de la licuadora comprada en cuotas. Que las penas hayan valido las penas y que se pueda tirar de ese hilo para recomponer, para reconstruir, sobre bases más firmes. Un abrazo fuerte.
Stalkercinho: Fiquei maravilhada com a tua ilha carioca desconhecida. Tudas as tuas ilhas tem as mesmas flores de stranha beleza. Eu adoro voce, mudado a qualquer zona do mundo.
ResponderEliminarLeonardo: Sí, es toda Latinoamérica la que da vértigo. Y ahora parece marcar un rumbo que ojalá florezca. De pie para recordar y empujar los límites. Un abrazo fuerte.
Canilla: Y sí, el tiempo pasa ... y cambiamos de catalejo. ¿Será lo que se llama distancia crítica? A veces forma un nudo en la garganta ...
Amiga, a pesar que se diga que todo tiempo pasado fue mejor, siempre están las resistencias, que nos educan y encausan correctamente. Los 90 fue el neoliberalismo, los 2000 son las redes sociales, el "hipercontacto sin tacto", y una vuelta tal vez a peores épocas gracias a las geniales decisiones de los imbéciles que nos gobiernan. Pero mientras haya voces como las nuestras, mientras haya quienes se resistan contra los estereotipos prefabricados, mientras estén los blogs y la pseudolibertad de prensa, nuestos ojos brillarán por siempre. Muchos besos.
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