(Los Papeles Posmarxistas fueron encontrados en un sótano de la Biblioteca Nacional, dentro de una caja de zapatos y con las ilustraciones que a continuación se exponen)
Otto Dix, Tríptico La gran ciudad, imagen central (1927-28)
Si no hiciéramos caca, reventaríamos. Nuestro reservorio natural, perplejo y saturado, diría basta. Nuestra existencia, también. La muerte por constipación sería el resultado de una fase salvaje de acumulación orgánica, en la que se engulliría sin expulsar, lo engullido viraría progresiva y fatalmente a la putrefacción y el continente, con su capacidad de carga rebalsada, no podría tolerar el contenido putrefacto y no obstante amotinado negándose a salir. Nuestra supervivencia depende de la defecación de esa dorada podredumbre.
Lo aprendemos de niños, a fuerza de apretar hasta el paroxismo y comprobar que la retención voluntaria tiene un límite. El infante no larga la caca ni a punta de pistola. La vocación retentiva surge tempranamente y se amortigua solo por conveniencia, para evitar estallar patéticamente como un globo. El "mío, mío, mío" (primera afirmación de la propiedad privada) puede alcanzar niveles espeluznantes, en los que el crío come pero no suelta, para angustia y desesperación de sus progenitores.
Cuanto más se le ruega una hez, más se empaca en guardársela. A los ojos de quien la pide, la hez adquiere ribetes de diamante en bruto; al culo de quien la niega, de botín con el que se planea morir antes de arrojarlo al agua.
Negarse a hacer caca es la primera manifestación personal capitalista: control de los medios de producción, acumulación obstinada y suicida y defensa del propio excremento a cualquier precio. O sea, conversión de la hez en una mercancía elevada al rango de fetiche.
Es posible que la suelta de heces obedezca en principio al "no puedo más" típico del acorralado por su propio empecinamiento, que mecánicamente entrega la hez para no entregar la vida, y luego al descubrimiento del placer inherente al acto.
Porque hacer caca a gusto es un acto epifánico. La catarata de productos circulantes en el mercado para aliviar el tránsito lento o, directamente, generar una auténtica catarata de caca que despeje las autopistas internas exime de mayores comentarios. No están destinados solo a desatascar para preservar la especie, sino a permitirle a esta última el goce de la liberación.
Tan sagrado es el instante de hacer caca que se ejecuta en una suerte de trono y a puertas cerradas, en la intimidad de un recinto que equivale a un confesionario y que, si no se padecen estrecheces (económicas), hasta se multiplica para no compartirlo con las visitas ni incluso con quienes habitan bajo el mismo techo. ¿A quién no le gustaría tener un baño para uno solito, en el que pasar las horas entregándose no solo al lanzamiento de heces sino a los vicios más inconfesables y los más altos placeres?
En el baño hacemos todo lo que no queremos que nos vean hacer (además de caca). El niño reconoce instintivamente el baño como el lugar perfecto para una paja hipnótica. Hay miserias físicas que solo se exhiben a las paredes del baño. El trono sanitario es el mejor apoyo, en sentido literal, para la lectura tanto de material porno como de las grandes-obras-de-la-literatura-universal-que-hay-que-leer-antes-de-morir-o-por-lo-menos-decir-que-leíste-para-impresionar-un-poco.
Ignoro si el vértigo de ciertas escenas de La guerra y la paz es mérito de Tolstoi o de mis benevolentes intestinos. Hasta la filosofía se disfruta más haciendo caca. Será porque uno siente que mientras algo sale es más fácil que algo entre y que, al desprenderse de la caca a la que le llegó la hora, absorbe plácidamente las palabras que en otra situación le costaría digerir.
La ubicación de la biblioteca en el salón es un absurdo. Los libros que realmente se leen deberían estar en el baño.
Además de la felicidad, hacer caca permite la ejecución de operaciones simultáneas en el proceso de precalentamiento: cortarse las uñas, rascarse los pies, masajearse la cabeza, escuchar música o, directamente, reflexionar sobre nuestro modo de estar en el mundo. Se hace caca en soledad y en silencio, inmejorables condiciones para el pensamiento y la toma de decisiones. Hacer caca propicia el autoconocimiento.
"Por su caca los reconoceréis", era el axioma (lo cambiaron después porque el lenguaje empezó, para variar, a reclamar soberanía). "En un principio, fue la caca" (es evidente). Y así.
La caca está en nuestro origen. Dado que por su recolección y limpieza los padres tienden a pasarnos factura (i.e.: "las veces que te habré limpiado el culo, ingrato/a"), lo mejor es empezar a largar la caca cuanto antes y por nuestros propios medios, en nuestra constitución como sujetos libres.
La caca es la prueba más obvia de que lo que no se suelta, se pudre. De que hay que soltar para sobrevivir y soltar a pleno para vivir plenamente. De que soltar nos hace libres y felices, al andar más livianos y sin ataduras. Es el principio de una mutación.
La decadencia de las grandes ciudades, ese perfume a decrepitud que las narinas sagaces saben pesquisar, ese "malestar en la cultura" tantas veces citado y padecido, no es sino el resultado de la acumulación exasperante de bienes. La analogía con la retención de la caca sale por sí sola y vale por toda la caca que no dejamos salir.
En el gesto más banal e inadvertido está escrito el devenir de la historia. El capitalismo, como cualquier criatura, reventará el día que entregue la caca. O que, cansados de esperar ese sublime instante, decidamos oficiar de laxante.
Sorprendente versión escatológica del capitalismo que me ha hecho pensar en "Salo", de Pasolini, con quien te asocio al igual que hice con Goya y Bacon.
ResponderEliminarhacer caca. obrar caca.
ResponderEliminarel pedo silba a la caca para que venga.
no la caca humana, que eso es mierda. digo la caca, esa voluntad que hace que la primavera vibre. etcétera.
haciendo caca nos redimimos. hágase la caca bien hecha.
caca, sí.
caca animal. suelo.
besos,
ò.
Mariel, qué argumentación más divertida para explicar tantas y tantas cosas, como la propiedad privada, los empachos intelectuales y el estreñimiento del capitalismo.
ResponderEliminarEl texto está magníficamente hilado y da para mucho.
Se me ocurre, desde este estado escatológico que me envuelve y me revienta de risa, que habría que plantearse hacer un tratado sobre la soberanía individual y el uso del retrete (tú ya lo has iniciado).
Muchos besos, demoniejo necesario, Quevedo argentina, que ya se sabe “que no hay gusto más descansado…”
Además de la cagada cátedra que das al respecto, fijate que la caca es una de las cosas de las que "no se habla". Cuando uno está en interacción social, está muy mal visto hablar de la caca. El protocolo capitalista inunda las mesas más carenciadas: "de eso no se habla che".
ResponderEliminarY ni hablar de las desesperadas frenadas que marcan el deseo "cacófico" en los tronos,de que tanta mierda no salga de tantos culos,no vaya a ser que el capitalismo se quede sin "portamierda".
Un latigazo escatológico bien dado!
Cuantas cosas me hiciste pensar Mariel. Ante todo, que deberia exigir el derecho a cagar en soledad con mas autoridad, puesto que desde que me converti en madre no falta quien me detenga en el momento crucial para decirme que me necesita urgente y me abra la puerta de par en par. Sera que mis inclinaciones politicas me obligan inconscientemetne a compartir hasta mis mas intimas propiedades? Sin embargo hay otras intimidades que con gusto compartiria y no me atrevo...mmmmm. Por otro lado mi sesion de cagadas no dura mas de un minuto en la mayor parte de los casos puesto que hasta ahora - gracias a tu manera de abrirme los ojos - la consideraba una perdida de tiempo. Por lo tanto, como mucho alcanzo a leer una pagina de alguna revista o de un diario. La biblioteca hace tiempo que ha pasado del salon a la mesita que esta al lado de mi cama en una pila que no se vacia nunca. Tal vez debamos llevar el water al salon y listo....digo.... Hay que sacarlo todo afuera para que adentro nazcan cacas nuevas ! disculpa que abuse de este espacio pero me inspiraste infinitamente y te la devuelvo. Vos me ayudas a expandir mis estrecheces, aun de los agujeros menos pensados. Que fenomena !
ResponderEliminarjajajaajaja, excelente!!!
ResponderEliminarMi abuela usaba el término "salir" para referirse al acto de liberarse de la caca. Y su obsesión en sus últimos tiempos era salir ("tengo que salir", "¿ha salido ya, madre", "llevo cuatro días sin salir"?). Uno de los efectos colaterales (sic) de la morfina parece que es el de la ralentización del acto defecador (y el incremento de la posibilidad de los apocalipsis infecciosos que se anuncian en esos papeles posmarxistas que has descubierto. Esto tiene dos consecuencias: en lo personal, tiendo a reprimir mi vocación morfinómana. En lo global, la lucha contra el capitalismo exige un trabajo de ralentización, una apología de la lentitud). Yo, en mi regularidad intestinal, creo que salir es un buen objetivo vital: salir de casa, de la rutina, de la propia conciencia, de los prejuicios... curiosamente uno de los efectos de la escritura posterapéutica que practico es el fortalecer las salidas, el sacar al plano mis cositas(quiero decir: mis prejuicios, mis rutinas). Necesito, en efecto, un trono para mi solo porque no me gusta que me miren cuando tecleo. Ni cuando hago caca.
ResponderEliminar(Posdata: veo que a pesar de su apología de las pequeñas cosas - observar a sus perritos hacer caca - retorna a las grandes cuestiones, a las grandes cosas en cuanto le dejan solita.)
A la mierda! Monumental ano-logía.
ResponderEliminarOficiemos de laxante pero nunca de Activia, per favore!
Beso
Divertido y excesivo! ¿Excesivo? Joder, no, más justo imposible. Brindo por las analogías, Mariel. Por las correspondencia poéticas. Un abrazo sorprendido de lector divertido. Ahí es nada.
ResponderEliminarMierda! Que buena reflexión! Eso es sin duda lo que les pasa a nuestras clases garcas: no cagan felices para no perder nada y todo lo que pierden es una tristeza.
ResponderEliminarMe acuerdo que en la Cerdos, hace muchos siglos, había leído que un miserable es aquel que tiene contestador automático, porque no quiere perderse nada.
Las cosas no cambiaron. Somos capitalistas, todavía! Un beso
Para seguir... me cagué de risa.
ResponderEliminarMotiva en ñoba, eh!
Por lo demás, excelente paso reflexivo...
como siempre.
Saludos
Reflexiva, lacaniana y cochina anda la pájara.
ResponderEliminarPopó: ¿es por eso que a los niños pijos se les dice chicos caca? Ahora entiendo!
Qué puedo decir en medio del proceso de enseñarle a un chico que caca se hace en un mueble que tiene un hoyo que conduce a Wonderland, y no en el piso del living...
ResponderEliminarRecuerdo una vez, allá en mi pueblo, mi madre entra a limpiar un baño perdido en la casa que usaba sólo yo y se encuentra, sobre el lavamanos, un teclado, en la bañera, una pia de libros, y sobre el inodoro, una guitarra. Siempre, siempre, antes de volver para estos lugares, de lo único que me despido es de mi baño, My own private Idaho en mi pueblo.
Que paradojicamente delicioso este texto... Tendre q imprimirlo y para cuando haya biblioteca en el baño incluirlo como lectura obligada..Saludoss!
ResponderEliminarMe olvidé el consabido
ResponderEliminarCACA O MUERTE
Paradojas del capitalismo postmarxista: millones de pesos invertidos en campañas publicitarias (propias, obviamente del capitalismo, que no producen nada sino un efecto ilusorio y una compulsión irreflexiva hacia el consumo) para promocionar un producto que va en contra de los principios básicos del capitalismo! Lo que nos lleva a afirmar es que el propio capitalismo encierra el germen de su destrucción, en un camión atmosférico.
ResponderEliminarAmiga de mi alma.
ResponderEliminarTu post, como siempre, invita a diferentes planos de disfrute y reflexion.
Yo no puedo relacionarme con lo que escribis sino a traves de mis experiencias. Y este post me lleva inevitablemente a mis recuerdos.
Una vez alguien que imaginaras me comento que nunca habia compartido un baño con nadie.
En ese momento no me llamo la atencion, pero ahora que lo pienso, y que trenzo y ato cabos, todo tiene sentido, sabes?
Creo que, como todo, cuanto mas contundente lo que retenemos, mayor la putrefaccion y el olor cuando se explota.
El amor contenido debe ser hediondo y la putrefaccion debe contagiar a todos los rincones corporales y todos los actos deliberadamente liberados que, por ende, estaran podridos.
Por ultimo, tu post me conecto con un documental que vi sobre los osos. Sabes que cuando los osos hibernan, entre tantas otras cosas que no hacen, es cagar. Y la hibernacion, si bien es vida en latencia, que parecida a la muerte que es, no?
Tal vez sea una paradoja siniestra el hecho de que al no liberar, o tal vez para no liberar, uno tenga que estar casi muerto.
Besos cloacales.
Vani
Querida Mariel, no tengo especial predilección por la mierda, pero está ahí: es la evidencia primera. Y habitualmente confinada a un reducto (una esclusa), recluida en el silencio (a medias, claro…). La «escatología» conecta lo más bajo con lo alto. Remite a los excrementos, pero también a la vida de ultratumba. En los dos casos lo que está en juego es la putrefacción (Greenaway ahonda en eso en Zoo, y en El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante). Los grandes ideales ocultan esa doble podredumbre, del cuerpo y de lo que lo nutre.
ResponderEliminarGoce de la retención (postergar la muerte), goce de la expulsión (irse ya, defecar). El capitalismo se pretende invulnerable: el rostro inmortal del Capital. El costo es cagarse sobre los otros; fetichizar la mierda y venderla como ungüento de belleza. Y como Artaud, hablar de la “caca” es ineludible, más todavía ante las “almas bellas”. Toda la cultura en la que vivimos huele mal.
Nada de eso nos impide cagarnos de risa... y es lo que una vez más hacés.
Un abrazo fuerte,
Arturo
Clap...Clap...Clap.Un beso
ResponderEliminarME APUNTO AL ANTERIOR: ¡PLAS, PLS, PLAS!
ResponderEliminarY a tu abanico enorme de posibilidades literarias...¡ah! no veas la de libros, cómics y prensa que he leído yo durante largo rato sentada en el retrete...
Un abrazo
La acumulación originaria, está dicho, era de mierda. Tenés razón, la caca sólo puede ser buena cuando está afuera. Quizás haya que militar por la caca, hacer un partido cacófilo, tener un sorete por emblema, armar la murga "araca la caca", tener una bandera que tenga de símbolo el martillo y la hez.
ResponderEliminarMariel, me has hecho reir mucho. excelente tu forma de tratar el tema. Me has hecho recordar a un sobrino al cuya madre insistió tanto para que tome un purgante, que al fin el niño dijo "voy a tomar la purga pero no voy a cagar"
ResponderEliminarJa, ja, ja.
Cariños.
Te felicito, lo tuyo ha sido genial. "Ignoro si el vértigo de ciertas escenas de La guerra y la paz es mérito de Tolstoi o de mis benevolentes intestinos", todavía me estoy riendo!!. Un abrazo.
ResponderEliminarA coserle el culo al enemigo y esperar que reviente mientras leemos los post del Ave sentados en el Trono con la laptop, compañer@s!!
ResponderEliminarSi a mí me preguntan, lo primero que hay que cagar son las iglesias, como buenas palomas de la paz que somos.
Un beso (negro?)
MARAVILLOSO. Increíble tu forma de hilar y reflexionar. Cada día te admiro más amiga. Besos.
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