A este banco del parque
he venido a buscarte cada día.
Desde que el sol duplicó
los árboles
hasta que la nieve
tomó posesión de mis arterias.
No era un gorro de lana
ni unas botas de piel
lo que necesitaba.
Yo te esperaba,
yo quería hacerte compañía.
Hizo frío cuando fue verano
y apoyaba las manos impacientes
sobre el arco impar de mis rodillas.
No quería olvidar tus formas.
No sabía quitar de mi memoria
tu arrasadora y tierna enfermedad.
Yo quería llevarte conmigo
a todas partes.
Y no dejarte era parar e insistir,
ahuecarme y decidir quedarme,
ahí, donde estuvieras.
No tenerme piedad.
Al oido te escuché susurrar:
"no es así, no está bien".
¿Pero qué estaba bien
en esos años
en los que fuimos tres?
Una chica amarrada
por el arsénico de la melancolía
a la sombra tristísima
de un hombre
que no quiere perder.
Te hablé, te hablé.
Nombré para alcanzarte
todo lo que veía.
En el banco tallé
la geografía lejana de tu nombre
para que vieras que te pertenecían.
La chica sobre el banco,
las figuras de viento,
el círculo de nieve
que empezaba a caer.
Yo no pude salir del círculo.
No cabían más hijos.
No podían gestarse
sin juguetes.
No cabían juguetes.
Mis muñecas de trapo
se blindaban los ojos
para no contemplar ese desastre
en el que puede convertirse
mi deseo
cuando se queda ciego,
cuando se obstina y no puede
ni siquiera llorar.
Yo quise ser tu parque.
Pero un parque es un parque,
no una chica que lleva
una venda invisible
oprimiendo hasta el córtex
su cabeza.
No veía nada que no fueran
tus camisas a cuadros.
No veía nada que no fueran
tus poquitas cosas.
Me sacaron del banco
los guardianes;
era tarde pero no del todo,
yo pisaba tu noche, la hacía mía,
cuando me pusieron a dormir.
"No vuelvas a hacerlo",
me tatuaste en la nuca.
Guardo en el bolso
la venda
que mi obstinación
volvió real.
Cuando amanezca
iré otra vez al parque,
me prometo.
Me prometo a mí misma.
A enterrar la venda
bajo el banco,
a sentir cómo entibia la madera
las rarísimas floreces que aparecen
en la autopista de mi cicatriz.
Ya te dije, y supongo que a muchos les pasa, que a veces tus poemas me dejan con la boca abierta, sin poder decir nada.
ResponderEliminarReleí este poema precioso que parece de amor, pero también de locura. Me acordé de una mujer, muy loca, que sentada en un banco en la universidad, espera a su hija que estudia Letras pero que no existe, no existe. Aunque ella, igual la espera. Un abrazo.
Efectivamente, el sol duplica los árboles. Y eso se llama saber mirar.
ResponderEliminarVos también encontrás perfectas imágenes, pájaro. Puedo recrearme en muchas de ellas.
Un fuerte abrazo.
Me emocionaste y mucho. Me hizo acordar a cosas mías muy presentes...
ResponderEliminar¡Qué tremendo, Mariel! Amor, amor desconsalado por alguien que no lo merece. La soledad del banco solo, la frialdad de la nieve que lo cubre.
ResponderEliminarPero amor que se alza ante la propia y vil injusticia de ser pisoteado. Rabia del amor que grita. Trampolín nuevo seguro hacia alguien que nos sostenga con más calidez la mirada.
Me chiflas con tu fuerza y tu coraje. Siempre que entro a tu casa, salgo con las pilas cargadas.
Tienes el don "energético". Eres nutricia.
Me gustò mucho este poema. Que imagen terriblemente fuerte la de la nieve tomando posesion de arterias- Me viene a la cabeza una espera a esa altura casi involuntaria pero eterna.
ResponderEliminarBesos
forever...never.
ResponderEliminarContra viento y marea. La mujer de tu poema tiene elrostro de Emily Watson en esa película.
ResponderEliminarTodos somos el parque de alguien... de quien es a veces la elección más difícil.
Un beso
Tus palabras son plaga, se multiplican en mi cerebro y acaban con él... hoy esa voracidad, también se llevó mi corazón. La pena es que no consumen recuerdos, esos quedan ahí, firmes... y duelen.
ResponderEliminarUn beso.
La espera en un banco solitario ha generado toda una poética a través del cine y de la literatura (más el cine, me temo). Te adscribes a una tradición para hablarnos de sentimientos desolados y de vendas que se guardan. Como en tantos otros textos tuyos la desolación me duele pero adivino siempre la esperanza al final del camino. Un beso enorme.
ResponderEliminarMe han dejado los versos al limite de lo que no quiero,he callado lo que he podido,pero he tenido que leer esos versos y desplomarme sobre mi propio banco de ese parque es un parque y no es él,donde no esta,y donde yo sola me quedo esperando. La fuerza de este poema me ha dejado satisfecha,por que algo que se siente tanto,vale la pena releerlo. Gracias por tanto sentimiento,siempre será un gusto leerte. Un saludo. Makeda.
ResponderEliminarEs difícil comentar la poesía. Uno se queda aturdido, medio tuerto, con ganas de llorar.
ResponderEliminarTus poemas me duelen mucho, M.
Doloroso poema. Siempre he pensado que escribir es una manera de extirpar el dolor, ¿es tu caso? Buscar una imagen, volverlo imagen, encerrarlo en las palabras, ponerlo fuera de nosotros, sobre el papel, considerarlo como algo extraño, como una simple materia entre las manos, dúctil, podemos trenzarlo, todo lo contrario de lo que es dentro de nosotros. Hace unos años se me partió la vida y no fui capaz de escribir; este poema me recuerda todo ese periodo y encuentro algunas bellísimas imágenes como la del sol que duplica los árboles que Curitas recuerda, o "el arco impar de mis rodillas" (de dónde cielos la sacaste?), o "ese desastre
ResponderEliminaren el que puede convertirse
mi deseo
cuando se queda ciego" o
"Y no dejarte era parar e insistir,
ahuecarme y decidir quedarme,
ahí, donde estuvieras".
Todo como un espejo aquí. Me ha recordado tres bellas canciones : "O mar" de Dorival Caymmi,
"Penélope" de Serrat y "El muelle de San Blas" de Maná.
El dolor persiste, la pérdida es irreparable, la ausencia se vuelve presencia y sin embargo, el tiempo cumple su labor aunque el barniz de olvido que utiliza es de una total transparencia y se cuartea fácilmente.
Un abrazo
...decía D.Juán que los poetas conectan directamente con el espíritu...ahora lo entiendo.
ResponderEliminarMariel, no tengo mas palabras que las de todos los comentarios aquí. Este poema es "terrible" y me llegó, profundo. Un abrazo, Miriam
ResponderEliminarEn las arterias
ResponderEliminaraún huelen
tus rarísimas flores.
Un abrazo.
Tallar en los bancos, tatuar en los cuellos... Y luego tú, que sabes cómo volver hermosas todas esas cicatrices, en ocasiones tan tirantes.
ResponderEliminarUn dulce beso, linda.
SÓLO una pequeña frase,
ResponderEliminarcasi un vuelo
de pájaro
en invierno:
te deseo lo suficiente
para el año 2010
Un beset
Víktor