PÁJARO DE CHINA

lunes, 18 de enero de 2010

PERPETUAS


A A., porque, al menos una vez, quien daña tenía que caer.
Y lo hizo en el entrañable césped de nuestro Ducó.
Y esa vez nos la dio el cine.


Solo puedo hablar de este país. El resto del mundo no es mi jurisdicción. Me declaro incompetente. No sé cómo lo sé, pero sé (como diría Benjamín Espósito) que la historia de este país se juega en los tribunales de justicia donde la balanza se inclinó y se arrancaron las vendas de la imparcialidad y hay cuerpos que todavía sangran sin gasas y sin vendas; en las estaciones de tren donde se espera cada día lo que no llegará o se huye de lo insoportable; en los bares donde nos refugiamos de la intemperie que corroe el alma (como la angustia, en aquella película de Fassbinder vista una y otra vez con un estremecimiento adolescente en las retrospectivas de la Sala Lugones); y en los estadios de fútbol donde soñamos un rato.

Sé que hay una única vida y que es ésta. Sé que lo aceptaría todo, menos una vida llena de nada. Sé que no hay mirada que no esconda un secreto y que si hay pistas, viven en los ojos.


Escribo en un papelito, de puño y letra: "Temo". Y muchos años después encuentro el papelito y agrego solo una letra, la única letra que no funcionaba en la vieja máquina Olivetti del juzgado: la "a". Es un cambio mínimo, imperceptible, casi idiota. Agregar una letra. Pero una letra, como una mirada, puede cambiar el rumbo de una vida, y convertir el "Temo" en un "Te amo".

¿Cuántas preguntas tuve que hacerme a ojos cerrados para convertir el papelito en un tornado que me arrasara los ojos para ver? ¿Cuánto dolor causó, como un filo impiadoso, la tecla trabada y vacía de una máquina? ¿Qué es lo que tuve que ver y lo que vi, qué es lo que finalmente vi, para que del fondo convulsionado de mi pecho naciera, como un viento indomable, una "a" que es un deseo que se va a la boca y sale de la boca y se pone de pie para dar batalla?

Tuve que pensar y revolver papeles. Leer muchos papeles que no eran papelitos. Montañas de papeles que me taparon, me ahogaron, me pusieron una soga al cuello. Papeles donde un hombre era un nombre y un párrafo, un candado. Papeles-páramo. Papeles que ofician de anestesia para el autómata. Papeles cargados como un revólver. Mares de papeles lanzados como flechas. No hay papel inocente. Papeles cosidos con una aguja ardiente en la zona donde se decide.

Hay una zona donde la piedra arrojada al agua genera múltiples y estremecedores círculos, más círculos que en otras zonas. Círculos que no nos exceden, porque hay que estar ciego o ser hipócrita, ser el burócrata nazi que declara ejecutar solo su ínfima parte de la gran tarea (contar, por ejemplo, el número de pasajeros que subirá al tren) para afirmar que solo somos estrictamente responsables de esa parte.

Tuve que aferrarme a mis tablas de náufrago para no naufragar entre papeles. Esas tablas me definen y no cambiarán. Tablas perpetuas.

Alguien cayó por mí. Alguien que pudo llamarse Pablo Sandoval y ser considerado, por la mayoría, un imbécil. Pensar en mi cara futura, que todavía no era cara, y ejecutar el movimiento inverso al movimiento de Pablo. En lugar de volcar mi retrato para inmolarse, literalmente, por mí, respondiendo que era yo para recibir la metralla, imaginar mi retrato (y el de tantos otros que vendrían después) para inmolarse, literalmente, por nosotros, vaciándose y haciéndose despedazar entero en nombre de la salvación, o la esperanza (que son sinónimos, sí, sinónimos).

Ellos, los imbéciles, los masacrados, podían resolver, instintivamente, el enigma de un caso oficialmente cerrado. Sabían que las tablas del náufrago llevan el nombre de sus pasiones y que las pasiones no cambian. Es la sabiduría elemental de Sandoval. Su cuerpo acribillado es un legado.

Recibir un legado implica el deber, supongo, de continuar una tarea. Reabrir el caso, apartar los papeles que mienten, interrogarse sin tregua para ser dignos, un día, de cerrar el caso como Sandoval quería y ser dignos, también, de ir a su tumba (aun inhallable, aun fosa común) y llevarle flores.


Hay que haber visto el amor para continuar. Un amor puro y conmovedor, infatigable, como el de un hombre que pudo llamarse Ricardo Morales. Un hombre que convierte la búsqueda de un asesino en el sentido de su vida y recuerda obstinadamente cada detalle de la última mañana compartida con su mujer. Asesinada. Masacrada como Sandoval.

Por las mismas manos. Manos como garras. Manos que andan sueltas. A veces siento que me rozan, en un cine, en una librería. Me aterrorizo. Pueden viajar conmigo, esas manos horribles, en el mismo ascensor. Morales solo quiere que se cumpla ley. Es todo lo que pide. Prisión. Prisión perpetua.

Hay que haber experimentado el amor, un amor como el de un hombre que pudo llamarse Ricardo Morales, para continuar. Sintiéndose menor, desprotegido, indigno de ese amor, exiliado del mundo de un amor así, mordiendo el polvo. Deslumbrado por su resplandor. Maravillado por su precisa e inefable correspondencia.

Fui a la cocina hace un instante. Escribo en la madrugada mientras dormís, en la cama junto al escritorio. Me dije que daba mi vida por algo dulce. Y ahí estaba. Ahí lo habías dejado, silenciosamente (ese es tu modo, ese ha sido tu modo todos estos años), para mí, para que yo lo encontrara donde lo busqué, a la hora en la que lo necesitaba. Gestos pequeños e inmensos, así, durante tanto tiempo. Gestos perpetuos.


Me mudé de ley, papá. Entré en la ley de los códigos de tu mano, sonriente como Irene Hastings. Miré hacia adelante con mis ojos mecánicos. Era una forma, solo una forma entre tantas otras, de ejercer justicia. Salí de esa ley de tu mano, también, aunque ya no pudiera tocarla. Con mis ojos descentrados y renacidos.

Cuando te fuiste te puse entre las manos un banderín de seda de Huracán (el único objeto suntuario que te compraste en tu vida - esa austeridad todavía me enternece hasta llorar y simultáneamente me subleva, me enoja, me enfurece) y un puñado de libros que te definían. Quería que te fueras bien acompañado. Instintivamente descolgué del interior de tu ropero el banderín y elegí los libros.

Es todo lo que uno necesita para no ser arrollado por el tren, para subir al tren, para que el tren no se detenga. No prisiones. Pasiones. Perpetuas.




Imágenes: "El secreto sus ojos", Juan José Campanella, 2009.

23 comentarios:

  1. Queremos verla. Es la magia que permite leer este blog mágico. Beso

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  2. No tengo palabras pájaro, que puedan alimentarte. Las tuyas son grandes, tan grandes, que inundan el post y hacen que se pasen las ganas de escribir, para solo leer..leerte a ti, y a los que como tú saben decir.
    El secreto me gustó.

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  3. Escuchar a la parte,
    esa que nos guía por los eventos cotidianos,
    con sentido común, decente y a veces insulsa,
    necesaria, pero arriesgadamente egocéntrica
    y que solo con los años
    desvela su sentido en el todo,
    a veces, como tiempo dilapidado.

    Escuchar al todo
    de los imbéciles que arriesgaron su parte
    para acabar en el todo de las fosas comunes
    para terminar anónimos
    en esa masacre que llamamos olvido,
    o escuchar a la parte
    que al usar el insulto imbécil
    nos muestra como los cobardes
    desagradecidos que desprecian
    a los que lucharon por un todo mejor.

    Hay sin embargo, un hecho innegable:
    todas las partes surgieron de un todo
    como sal precipitada de una disolución
    que al cabo vuelve a diluir
    los cristales que soñaron
    una ficticia solidez prestada.

    Honremos pues
    a los que sacrificaron su parte
    por un Todo mejor.

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  4. Maravillosa película. La vi hace unos tres meses y la recuerdo como si fuera ayer. Me impactó y me emocionó. Preciosa y de interpretación impecable. Aquí, en España, la vimos bajo el título "Te daré mis ojos".

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  5. Escuchar a la parte,
    esa que nos guía por los eventos cotidianos,
    con sentido común, decente y a veces insulsa,
    necesaria, pero arriesgadamente egocéntrica
    y que solo con los años
    desvela su sentido en el todo,
    a veces, como tiempo dilapidado.

    Escuchar al todo
    de los imbéciles que arriesgaron su parte
    para acabar en el todo de las fosas comunes
    para terminar anónimos
    en esa masacre que llamamos olvido,
    o escuchar a la parte
    que al usar el insulto imbécil
    nos muestra como los cobardes
    desagradecidos que desprecian
    a los que lucharon por un todo mejor.

    Hay sin embargo, un hecho innegable:
    todas las partes surgieron de un todo
    como sal precipitada de una disolución
    que al cabo vuelve a diluir
    los cristales que soñaron
    una ficticia solidez prestada.

    Honremos pues,
    a los que sacrificaron su parte
    por un Todo mejor.

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  6. sos tremendamente terrible Mariel...al borde del llanto me has dejado. Ví la peli, pero no solo me la recordó sino que tuve otro viaje al mismo tiempo. Viajé en tus palabras... Gracias, me hacía falta leer esta última frase:

    "Es todo lo que uno necesita para no ser arrollado por el tren, para subir al tren, para que el tren no se detenga. No prisiones. Pasiones. Perpetuas."

    con tod mi cariño, Mriam

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  7. Después de tu comentario no queda alternativa: hay que verla. Abrazo.

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  8. Hoy sólo te digo:
    -Me has emocionado.

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  9. Que bueno es saber que no soy el único que sigue posteando en verano. Que bueno es saber que le ponés la misma garra que todo el año, aunque muchos lectores están de vacaciones. Que bueno saber que te gustó esa película (yo ví Avatar, y no me incitó a escribir ni dos líneas), y que bueno lo que movió la escena del Ducó en vos.
    Me encanta que se adivinen pequeños fragmentos de tu historia en cada análisis desde el corazón de una peli, a mí me pasa lo mismo, tengo una conexión tan especial con el cine, que cuando mi alma está en un estado determinado y no sé cual es, siempre engancho un film que me aclara las dudas, como por arte de magia, sin buscarlo.
    Te mando un beso y agradezco tus posts, amiga, porque en estos momentos que me tocan vivir, una entrada en un blog pueden hacer mucha compañía.

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  10. un abrazo "cálido, intenso, como octubre, como dicen que son contigo los otoños"

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  11. Me gusta cómo te haces tuyas las cosas. Al final sentimos tanta nostalgia por lo vivido como por lo psudovivido, y ambas categorías se muestran parejas. Supongo que la peli de Fassbinder es Petra y sus lágrimas amargas. Siempre el cine, educando y enseñándonos a vivir. Intensa, Mariel, como siempre.

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  12. Exelente, me gusto mucho, desde el punto de vista que usas, hasta la profundidad sentimental que desplegas.

    Esta frase me encanto:
    "Sé que no hay mirada que no esconda un secreto y que si hay pistas, viven en los ojos."

    Un abrazo che!

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  13. a veces mejor no decir nada, quedarse a solas con lo que dicen tus palabras.
    un abrazo

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  14. ...Querida Mariel, hace un par de días que leí esta entrada y nunca encuentro tiempo para mandarte un abrazo grande...
    ...Soy sensible a la belleza...

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  15. Sabés que no la ví?
    Ahora me siento obligada...
    Gracias

    Saluti

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  16. gracias, mariel. volvimos a ver hace poco y por segunda vez la película, más intensa aún.

    ahora la vuelvo a leer -a ver- de tu mano y admiro la lucidez, la pasión en tu escritura.

    (y de paso, te agradezco de veras que te agregaras como amiga al cuadernito que abrí).

    un abrazo,

    pepe

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  17. ..."pero una letra, como una mirada, puede cambiar el rumbo de una vida, y convertir el "Temo" en un "Te amo"...
    Mi mayor miedo es agregar esa letra A.

    Magnífico Pájaro.
    Saludos desde Mundo Aquilante!

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  18. bueno, y te queremos, mariel. por esto y por todo. nunca leí una crónica igual. viva tú.

    besos,
    ò.

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  19. me encanta tu forma de hacer tuya la historia...no la vi tampoco y creo que ya es momento de dejarme de joder y alquilarla! ja. besos pajarita!

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  20. Acabo de ver la película. Ahora, en un "antes" chiquitito, tres minutos(nada, una gota en el indefinido devenir de los días vacíos que no se sabe cómo se viven). Te leí el lunes y me gustó mucho tu texto. No siempre me gustan mucho tus textos, Pájaro. A veces sólo me gustan. Pero la historia del secreto me bordó perlitas en los ojos porque parecía cómo que una vida se enredaba en otra vida y luego todas en la mía. Y eso es como un chute, pajarito. Porque mirando al pasado de ese modo, contigo, con ellos, no sucede que tengamos "mil pasados y ningún futuro". Veo y me preveo, te preveo. Hay mañana y uno puede ir a buscar la "a" que faltaba al "temo" para ser "te amo".

    Me ha gustado, ahora, releer tu texto después de ver la película.

    Gracias, señora. Confío en tus amores y los hago míos.

    Besos

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  21. Me ha encantado, Mariel. A ver si puedo ver la película, muchas gracias!

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  22. Que bonito lo que escribiste. Y que bonita que es la película, la cual todos deberíamos ver. Y luego de verla, leer el libro (o como hice yo, antes de verla).

    Besos.

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  23. La vi, gracias a la insistencia de nuestro amigo Julián. Y la disfruté. Pero hoy, la revivo en tus palabras.
    Nuestro Ducó es un buen lugar para caer y, sobre todo para que caigan ellos, los que dañan.
    Y nuestro Ducó es también el mejor lugar para levantarse. Me levanto y brindo por nuestra "religión sin dios", por nuestro globo, por el banderín en manos de tu padre y otros tantos en manos anónimas.
    Esta nos la dio el cine.
    Nosotros queremos más.
    Besos quemeros

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