No te arrojé mi lencería ni esperé pacientemente tu salida a la calle desde la fortaleza mítica de Banfield, cada día de tu cumpleaños. No te vi en un teatro. Nunca te vi en persona. Qué sexy sos, Roberto. Qué doblemente sexy te volviste al mover la pelvis, al subirte a un escenario por primera vez y al salir del quirófano, brutalmente entubado, con los pulmones y el corazón que viajaron apresuradamente en una heladerita hacia tu cuerpo (boqueante como un pez arrebatado al agua) desde el espléndido cuerpo veinteañero de un suicida. He pensado a menudo en tu donante. En los demonios internos que lo habrán asediado, en la irremediable crisis de sentido que voló su cabeza.
La desesperación de un chico que no encontraba su lugar en este mundo nos permitió soñar, un último ratito, a las nenas que buscamos lo que no está ahí. Lo que se ansía y no se puede tocar. El pan tibio que sacia el deseo irreprimible y sutura el agujero de lo insoportable. La mayoría de las veces las cosas son tan aterradoramente simples. Somos nenas que reciben sobres envenenados, que calzan alpargatas de liquidación, que se inventan en la ducha vidas paralelas. Nenas que cierran los ojos para que no los atraviese el alfiler del mandato, la hipoteca imposible y el vapor de las verduras puestas en la olla.
Ser cursi es hacerse el cursi para marcar tendencia. Hacerse el cursi porque se ha puesto de moda. Es decapar o patinar el mueble nuevo, para que simule antigüedad. Los cursis hacen que hacen el amor. Hacen que dicen y hacen que teorizan.
Qué recién estrenado estás, Roberto. A toda hora de la juventud con los pantalones ajustados hasta el paroxismo, marcando ese bulto que conduce directamente hacia tus ojos de animal y de escudo (sin desviarse jamás a la calamidad inversa), a toda hora de la senectud con la robe de chambre de estrepitosa seda, la copa de champagne y la rosa roja. Adentro y afuera de la fortaleza. Con y sin el tubo de oxígeno amarrado, como un recordatorio de tu perseverancia (aun en el faso), a tus espaldas de guerrero que a todas nos puede proteger.
No participé en las cadenas de oración. No pegué una incendiada declaración de amor en las paredes perplejas de un modesto hospital de provincia. No viajé a esa provincia para estar más cerca de tu ring. Tantas veces canté bajito tus canciones, para mí sola y para mí misma. Que no es lo mismo eso que es "uno mismo" que estar solo. Me quedé acunada por tu voz, rendida ante el encantador de las serpientes. Trepada al hilo de tu conversación, evadida, fugada. Qué idéntico a Roberto sos, Roberto.
Miles de mujeres que lloran por la misma razón no pueden estar equivocadas. Mucho menos cuando las consuelan sus maridos, esos Robertos de pie en la república de la realidad, que pierden por nocaut ante la dimensión del ídolo pero le ganan por puntos en los días de a pie. La democracia puede no ser aplicable al arte, pero sí a las lágrimas incontenibles y multiplicadas de ciertos lutos. Hay un destello de verdad en ese llanto y muy pocos destinatarios de esa ofrenda, visceral y desnuda.
Los académicos deberían guardar silencio y meterse la noción de "cultura afirmativa" de Marcuse en el rosquete. Deberían entender que somos nenas, como lo entendiste vos senti-pensando, que vivir es terrible y que a veces necesitamos ese jardín de rosas (rojas) que por las dudas nadie nos prometió. Las que friegan el piso y las que pueden darse el lujo de pagar para que se lo frieguen.
Los musicólogos deberían encerrarse en el baño y entender que, en contadas ocasiones, la flecha da en el blanco y hay que rendirse ante la evidencia.
No somos cursis sino sencillas. Fue como derretirse escuchando All you need is love, pero recibiendo ese amor en lugar de escuchar cantar acerca de su necesidad, en tu propio idioma y de los labios de churrasco de un caballero que te cuidará de los dragones.
Sos hermoso, Roberto. Y así te quisimos y te vimos en todas las etapas de tu aventura. No te liquidamos en tu apogeo. No abandonamos a un objeto de histérica obsesión. Vimos toda la foto (la que incluía el deterioro y la agonía) y te hicimos brillar hasta el final. En eso, las nenas hemos sido extraordinarias: te hemos amado, con igual intensidad, hasta la traqueotomía y el shock séptico.
Al fin y al cabo, no queríamos convertirte en leyenda. Queríamos que envejecieras serenamente con nosotras, casado con esa mujer invisible que nos encantaba y esperando el día de tu aniversario.
Ahora las penumbras se hicieron de noche. Pero serán penumbras soberanas otra vez. Sobre la frente te dejo un beso de chica que pide ansiosamente que la besen y, en la mano, mi puñado desordenado de bombachas. Se las das a San Pedro, para que mire y aprenda. Y de un paso al costado y te ceda las llaves.
Un hermoso y sentido homenaje a Sandro, esa parte tuya porque la vives como propia, porque propios son los que se nos infiltran por la sangre y laten en nuestras venas.
ResponderEliminarUn abrazo muy, muy fuerte.
..no lo conocía, ahora... un poco, pero vale la pena y entiendo que os conmoviera.
ResponderEliminar..y al joven que le presto algo más de vida...ciertamente, ¿que demonios
provocarían su final...?
Este mundo es misterioso como el que más.
un beso
UN HOMENAJE! Suerte que siempre tenés otra mirada...
ResponderEliminarSaludos
Hola Mariel:Antes que nada muchas gracias por tu saludo de navidad ,con tanta parafernalia,lograste el objetivo de dejarme para adentro.Con respecto a Sandro comparto tu homenaje y lo tengo dentro de mi ranking de personas a las que uno recuerda con cariño.La etapa final de la inmortalidad admito que me molesto un poco.
ResponderEliminarUn besote.
Christian Herbach.
Esa manera de mirarnos, esa manera de mirar a cada una como si fuera cada una la destinataria de la danza de su pelvis y de su rosa roja.
ResponderEliminarEsa manera de ser el Rodolfo Valentino del barrio y encender en cada una la llama, la mínima esperanza de que aunque todo se nos cayera a manos del tiempo, él iba a estar ahí siempre listo para mordernos el cuello mientras laváramos los platos de la cena con las ojotas puestas.
Él era la prueba viviente de que el deseo nada tiene que ver con colágenos y tetas de plástico caro.
Adiós, Roberto.
Oh, y ahora..¿quién podrá defendernos?
Que bien, que bien! Que delicada es su manera de decir que hay cosas que no merecen mayores explicaciones ni cuestionamientos existenciales.
ResponderEliminarPuedo decir que hoy estoy podrido de tanta exposición Sandrística en los medios, pero me gustaría, a mi también, encerrarme a escuchar Penumbras en un rincón. Es la canción que más me gusta. Sin dolor, claro, sin dolor, pero con un dejo de admiración. Un beso.
Lo dije en un post amigo "nadie podía haberlo escrito mejor", pero debo plagiarme a mí misma y decirlo acá again. Me ha conmovido tu texto amiga Pájaro, últimamente me estás haciendo llorar seguido, te lo agradezco, es una práctica que me fortalece. Pero también me ha conmovido la muerte de Roberto, me gusta mucho más llamarlo así.
ResponderEliminarLo más grandioso de ese vínculo con sus Nenas está en este puñado de palabras que elegiste:
"Vimos toda la foto (la que incluía el deterioro y la agonía) y te hicimos brillar hasta el final. En eso, las nenas hemos sido extraordinarias: te hemos amado, con igual intensidad, hasta la traqueotomía y el shock séptico."
Y brindo por la reivindicación de los Robertos reales, de carne y hueso, con sueldos magros tal vez, que no se rinden ante el knockout del ídolo y se lanzan a pelear cada día en la vida de esa nena, y poder ganar aunque sea por puntos.
Por favor que alguien le haga llegar este texto a los inmundos periodistas de TN y América, tienen menos vocabulario que los chicos de CLIBA, y menos emoción que una leche cultivada. Basta Mariano Yesse, callate la boca Sergio Lapegüe, acá tienen el texto de la amiga Pájaro, inspírense y repártanlo también entre sus otros insípidos colegas, hagan el favor.
Un beso rojo carmesí
¡ AHHHHHHHHHHHHHHHHH Sandro!!!!!!!!!!
ResponderEliminarMuy bueno lo escrito.
ResponderEliminarUn saludo
No supe de este hombre pero por lo que he leído en otras casas digitales debió ser un gran personaje
ResponderEliminarGran homenaje
Saludos
Reivindicación de lo cursi. Casi a la altura de la Sontag. Te mejoras, me mejoras y además tu mensaje navideño me lo bebí sin alcohol, no necesité otra droga que tu cariño.
ResponderEliminarun abrazo pájaro, cada día vuelas más alto.
jaja, qué hermoso final!
ResponderEliminaradiós Roberto...
Que lo kitsch, que lo camp, y toda esa sarta de pelotudeces por las que profesores universitarios desaprueban a alumnos, se las metan ya sabés donde los académicos.
ResponderEliminarMe quedo con las frase: "Miles de mujeres que lloran por la misma razón no pueden estar equivocadas. Mucho menos cuando las consuelan sus maridos, esos Robertos de pie en la república de la realidad, que pierden por nocaut ante la dimensión del ídolo pero le ganan por puntos en los días de a pie."
La Sosa, Sandro mueren, y aunque ninguno de los dos hayan sido mis ídolos ni nad aparecido, no puedo dejar de pensar que Videlas, Menems y otros sigan de pie mientras artistas mueren...
Comparto contigo cada una de las palabras.
ResponderEliminarTodas, todas, todas.
Yo no tuve más que lágrimas por otro asunto más directo y el cerebro se fugó de mi cabeza por un día y medio. (En verdad todavía no sé si volvió...)
Viste TRigal? Por Dios Santo,!
Gracias por tan linda entrada
Chapeaux Sandro!!!
ResponderEliminarLo seguí siempre, desde que de adolescente vi su primera peli en el cine.
Ok, hasta acá llegamos.
Abrazoz a vos.
Mariel, mirá que hermoso post
ResponderEliminarhttp://elmagma.blogspot.com/2010/01/ricardito.html
No fui su nena, pero lo admiré por su personalidad y su resistencia a "las exigencias" del medio. Ja. Abarajame la bañera, pensaría Roberto.
Pavada de necrológica... en lo personal siempre lo tuve presente como aquel señor de robe entrado en carnes que ostentaba un montón de señoras (algunas de ellas al borde mismo de la jubilación) arrojándole sus trusas. Espectáculo curioso y sin embargo llamativo... la clave reside en la tapa del disco Sandro Espectacular de 1971: un auténtico Elvis criollo cuyo magnetismo duró hasta el último suspiro.
ResponderEliminarUn beso grande Mariel, próximamente tengo ganas de sumarme al universo blogger. Pilar
Excelente texto y me alegra haberme detenido en este blog.
ResponderEliminarNos veremos y seguro que vuelvo a leerte
Gracias y prospero 2010
Cayeron un par de lágrimas, muchacha.
ResponderEliminarDijiste todo lo que se puede, lo que se debe, lo que uno quisiera decir sobre Sandro.
Nunca tuve un disco de él ni ví una de sus películas, y sin embargo me duele su pérdida.
¿Cómo lo hizo? ¿Cómo lo hiciste?
Hace unas noches soñe que un noticiero anunciaba la muerte de Spinetta.
Será que estoy viejo, pero siento que los buenos se están acabando.
Te mando un abrazo más fuerte de lo habitual.