PÁJARO DE CHINA

lunes, 15 de marzo de 2010

LOS MODOS POSIBLES DE PISAR PARÍS



Si An Education tuviera como protagonista a una chica tonta, no habría educación posible. Pero Jenny, la protagonista de An Education, es una chica inteligente que deja el alma en interminables traducciones de Virgilio para poder ser aceptada en la Universidad de Oxford. Y ni siquiera eso: Jenny ama naturalmente todas las formas en las que se declina el arte y Oxford es sólo una variante institucional donde entrenar y desplegar ese amor.

Entre la rigidez de un sistema educativo victoriano y un Mayo Francés que está en el aire pero todavía no ha llegado, Jenny se calza un uniforme gris que parece atarla, en una Londres lluviosa donde siente que nadie se mueve, y sueña con una París liberada de las convenciones, que identifica con el movimiento.


Jenny recuerda muchísimo a la pareja de amantes encarnada por Ethan Hawke y Julie Delpy en Before Sunrise y Before Sunset: tienen la cultura tan incorporada que no necesitan sacarse fotos a su lado. La literatura inglesa y la voz de Juliette Greco corren por las venas de Jenny tan fluidamente como su propia sangre. El cello de Jenny está enfundado y no se ve ni uno solo de los libros que lee. Pero todo lo que no se ve lo destilan la precisión de sus palabras, la cadencia de su lenguaje corporal y esa pantalla que tiene instalada en los ojos.

Se agradece la estructura clásica de la película, en tiempos de pirotecnia 3-D y espejitos de colores afines. Y la mano fresca de Nick Hornby en el guión (se palpa, se huele), como ese diluvio inaugural que empapa a Jenny a la salida del conservatorio, con el cello en la funda y el deseo de fuga dibujándole cada músculo de la cara.

La aparición de David en la vida de Jenny, arrancándola de su rutina de estudio y conduciéndola a los lugares donde su cuerpo nunca estuvo, es la aparición del atajo que le permitirá tocar a Jenny, físicamente, el mapa de sus fascinaciones. Porque David es rico y la pasan muy bien.

Jenny no es una Lolita perversa ni David un Humbert Humbert atormentado. Lo menos importante del caso es que, previsiblemente, David la doble en edad y sea un infiel consumado con esposa e hijo, deslumbrado por los 16 años de Jenny, es decir, por su virginidad.

Es posible que David realmente se haya enamorado de Jenny y por eso le prometa divorcio y le proponga casamiento. Pero, otra vez, esto es irrelevante.

Lo que importa es que David tiene los medios para acceder rápidamente a la cultura. No sorprende que su dinero tenga un origen espurio y que tanto David como su parejita de amigos y cómplices sean auténticos brutos.

La clave es que pueden comprarse un Burne-Jones en un remate (y Jenny adora el prerrafaelismo), pagar los tickets de conciertos de música clásica (en los que Jenny tiembla con Ravel) y reservar de un día para otro pasajes a París (la república de los sueños de Jenny). Además, salen. Experimentan. Circulan. Lo que para ellos es un roce superficial, para Jenny es una experiencia de una intensidad cegadora.

Y no se trata solo del mundo de la “alta cultura”. Es también el club de jazz, el perfume Chanel y el vestido de corte de fábula. Lo que en manos de una bobalicona sería un mero accesorio chic trocado en tilinguería (la misma que rezuma el personaje de Helen, la nueva rica que funciona como reverso femenino de Jenny) es para Jenny una tentación pero también una manifestación cultural que la atraviesa, desplazándola sin escalas al mundo de la Nouvelle Vague.

La Jenny “transformada” a orillas del Sena remite espontáneamente a Anna Karina rompiendo los mandatos a pura voluta de humo en las películas de Godard.


Entonces, ¿para qué quemarse las pestañas estudiando días y noches, si todo lo que se ama puede tenerse a la vista o bajo el brazo, de la mano de David? Papá y mamá no ayudan. (“¿Qué esperabas?”, me diría Freud). Quieren poner a salvo a la nena a toda costa y la seguridad viene adentro de la billetera de David, que es lo único que conocen y les basta conocer del providencial candidato de la nena. Oxford es una ruta ardua y extensa. David es el desvío automático. Nena, no lo dudes.


Pero Jenny ni siquiera duda sino que se aparta automáticamente de David cuando descubre su matrimonio oculto, coherente con la fuente turbia de su billetera. La mentira, una vez que la tiene cara a cara, le da náuseas. Jenny está absolutamente sola (como todos, en los momentos decisivos) y cierra la puerta del desvío y elige la ruta larga.

Eso, supongo, se llama dignidad y es hermana de la inteligencia, aunque el canto de las sirenas haga parpadear y el portazo llegue con cierto retraso. Jenny se avergüenza de sí misma. Se declara una idiota. Y vuelve al colegio que abandonó, para visitar a la profesora que había puesto todas sus esperanzas en ella, entrar por primera vez en su casa y pedirle que la ayude para recuperar el año “perdido” y presentarse en Oxford.


Hay una escena clave y entrañable hacia el final de An Education, no incluida entre la cantidad de fotografías de promoción de la película que pueblan la web. No creo que sea casual. Es como si todos los reflectores apuntaran a la relación Jenny-David, cuando el punto de clivaje de An Education es la visita de Jenny a Miss Stubs, la profesora adusta y nada glamorosa a la que la lucidez de Jenny le compensa, de algún modo, años de docencia invisible.

El departamento minúsculo de Miss Stubs es, para Jenny, una suerte de espacio encantado. Hay un piano, montones de libros apilados y, en un ángulo apartado pero certero, una copia minúscula del gigantesco Burne-Jones que Jenny tuvo en la mano cuando fue ilusoriamente rica. “Todo esto es precioso”, susurra Jenny, con los ojos nublados. “Son todas postales”, responde Miss Stubs, “y reproducciones”.

Así, pensé, son los espacios de los que eligen la docencia de sus pasiones sin desvíos que les ensuciarían la almohada. Las reproducciones y las postales de Miss Stubs son semejantes a las que alumbran nuestras bibliotecas desordenadas. Imágenes de cuadros que jamás podremos tener frente a frente, o de ciudades a las que ningún avión nos llevará.

Porque no tenemos la billetera de David. Porque hemos diseñado un mundo que le da la billetera a los David y se la niega a los docentes que no transigen.

¿Pero quién se atrevería a decir que no hemos respirado esas imágenes hasta marearnos, que no hemos pisado esas ciudades aun sin conocerlas y que no las conocemos aun mejor que tantos que las han pisado, a fuerza de asediar su identidad intangible, tan lejos y tan cerca, tan desde adentro, con un amor rotundo y perdurable?


An Education, Lone Scherfig, 2009.
Guión: Nick Hornby

11 comentarios:

  1. Ay!! cómo me estoy atrasando con el cine...
    Es como si viviera dentro de un frasquito.
    Podés creer que todavía no pude ver AVATAR?
    Me doy vergüenza.

    Baci

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  2. No la he visto, pero te aseguro que lo haré con gusto gracias a lo que cuentas. Una película hermosa, sin duda.
    Besos enormes, Mariel.

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  3. La apunto en la lista de películas del pájaro cinéfilo.
    Un beso.

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  4. Vivo tan cerca de París que huelo el Sena, y las luces de Pigalle se reflejan en los cristales de mis ventanas. Pero qué te voy a contar a ti, que te veo sentada, todos los días, en la terraza de Les Deux Magots...
    Iré a ver An Education pertrechado con tu información. Gracias. Besos.

    Cómo me gusta la foto posteada de Susan Sonntag, ¡qué guapa!
    Estupenda (y triste) la exposición sobre la obra de su compañera Annie Leibovitz, donde también vemos las fotos de Susan terminando su vida.

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  5. Si en lugar de un disco de Juliette Gréco hubiera sido uno de Barbara, quizá la película habría sido otra. Pero claro: es imposible que en un film aparezca un disco de Barbara. ¿Para qué? Mejor quedarse en Gréco, más meliflua y previsible, magna representante de la izquierda de salón que tanto comía con reyes como se dejaba fotografiar con Sartre.

    Una pena,

    besos

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  6. Hermosa crítica. Me tentaste.
    Imagino que el motivo para eludir la imagen de la visita a la casa de Miss Dubb en la promoción es el mismo por el cual alguien puede comprarse un original y colgarlo en el living de su casa, poruqw le queda muy vacía la pared blanca, sin saber de qué se trata.

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  7. Qué manera de rematar tu escrito...
    Ciertamente, yo que nunca subiré al k-DOS, ya he subido un montón de veces...
    No he visto la peli, pero es como si ya lo hubiera hecho.... y no me fastidia, je, ja, ji...Contigo, a París y a donde haga falta.

    Tremendo abrazo

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  8. No sé cómo, pero me has trasladado al Pont Neuf, con Juliette Binoche...será el vuelo fugaz de un pájaro mágico...

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  9. Dos cosas, Mariel. Una: con lo caro que está ir al cine, es ésta una de esas buenas costumbres que estaban cayéndome en el olvido, por no decir que en la imposibilidad. Pero, mira, este fin de semana voy a darme el capricho y a ti te lo debo (que ya lo esté saboreando de antemano). Y dos: un pequeño regalo para ti, que es lo que siempre recuerdo cuando escucho a Arvo Part, invisible, dulce, triste, lánguidamente... Espero que te guste:

    http://www.youtube.com/watch?v=PapxE1xTWM0

    Un dulce beso, linda.

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  10. Jó, Mariel, cómo me conmueve tu apología del camino largo y sin billetera, de la profesora y sus postales de viajes ficcionados y frustrados casi in nuce. ¿Realmente la cultura nos da esa fuerza y ese espíritu que nos hace ser resistentes al imperio de la cartera sucia y la turbia mirada? A veces lo pienso. Aunque, bien pensado, ¿no es más inmensa la tentación de visitar París y tener un Byrne -Jones auténtico en aquel que ama la cultura? ¿Cómo se libra la Jenny de la película de esa infinita tentación?¿No exige superar una cierta candidez hacia la cultura, mostrarse escéptico ante ella, valorar algo distinto a ese mundo,ajeno a sus brillos? (cabría decir: la éticidad, aunque no sé realmente qué cosa es). Kiekegaard nos hablaba de un estado ético superior al estado estético, ¿estamos en la película en esa tesis? Aunque no soy quinceañera y las posibilidades de que un ricachón me pague piso en París sombrean en el mediodía, no sé realmente si yo resistiría los brillos de los cristalitos culturales. La cultura ¿me debilita?

    Que bien suena la película y, como siempre, un montón de brillos e hilos de pensamiento me entregas en tu reconstrucción.

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  11. Ya me urge verla. Espero que no tarde.


    Abrazos cinéfilos.

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