Para entrar en el mundo que no nos fue dado,
pon en mi mano las llaves de tanto que no sé.
Las sociedades lábiles de los astronautas,
las organizaciones secretas de los tarotistas,
las polvorientas cofradías
de los antiguos exploradores de cavernas.
Pisadas que se esfuman, árboles que se agitan
en la noche cercada, lo arrasado,
las cajitas de música sin la cuerda rota.
Las jirafas lamen la angustia de sus crías
en la estepa,
los peces migran
como atareadas fosforescencias
bajo el agua.
Así no podría envejecer.
Mi país y esta hora son volátiles.
¿Quién me asegura que las flores son ciegas?
¿Bajo qué leyes resuena la madera,
tus dedos de pianista dan vuelta las páginas?
En tu nuca, paralela a la lámpara,
veo signos tribales.
Tu narración deroga las censuras de la vigilia.
El bosque de las visiones se desata.
El borde de la cama tiene perfume a Génesis.
Para salir del cubo que me oprime y me ignora,
calzame las botitas de Peter Pan.
No dejes de leerme cuentos de animales,
no dejes de leerme hasta que esté dormida.
Hay veces querido pájaro
ResponderEliminarque tus palabras superan toda mi esperanza
y llevaría la noticia
a todas las campanas aburridas.
Las flores no son ciegas como dicen,
pueden ver el milagro que provocan
en el ojo de pronto desarmado
por sus cajitas de música y retablos.
Pones en mis manos las llaves de tanto que no sé
y entro así en el mundo que no me fue dado.
Tan bonito... El misterio nos hace vivir. Pero como reclamas respuestas puedo ayudar a tu novio para que te cuente luego los secretos de los tarotistas... aún recuerdo algo. Y si quedan llaves no te preocupes: tú misma encontrarás tantas respuestas como te preguntes si sigues escribiendo poemas tan bonitos.
ResponderEliminarLas respuestas no existen, únicamente su perfil desdibujado por tantas preguntas.
ResponderEliminarDuerme, alguien vela tu sueño.
Al despertar, tendrás su sonrisa.
Yo no creo que la flores sean ciegas. A mí me miran cuando he intentado cortar alguna.
ResponderEliminarUn poema muy bonito.
Ha de ser la tradición oral, esa lejana reminiscencia que nos queda, apenas como un fueguito que resiste, el relato de las abuelas y las madres cariñosas. Algunos papeles se quemaron...
ResponderEliminarMe ha quedado una inquietud, que no deja de golpearme el pecho, algo como una fuerza de la escritura que desnuda una debilidad...tu escritura es un escudo imponente.
ResponderEliminar¿Quién me asegura que las flores son ciegas?
ResponderEliminarQué hermosura, Pajarita.